Los trabajadores de Honda Lock, una fábrica de cerraduras para automóviles en la provincia china de Guangdong, se declararon en huelga el miércoles 9 de junio, desencadenando el tercer paro en las líneas de producción de la transnacional automotora japonesa en menos de un mes. Hace pocos días, una huelga de dos semanas en otra […]
Los trabajadores de Honda Lock, una fábrica de cerraduras para automóviles en la provincia china de Guangdong, se declararon en huelga el miércoles 9 de junio, desencadenando el tercer paro en las líneas de producción de la transnacional automotora japonesa en menos de un mes. Hace pocos días, una huelga de dos semanas en otra subsidiaria de Honda en el sur de China terminó con aumentos de sueldo de entre veinticinco y treinta por ciento, y los obreros de Honda Lock quieren el mismo beneficio.
El éxito de los trabajadores de Honda ha tenido un efecto de avalancha, multiplicado por el uso de Internet y mensajes telefónicos. El domingo 6, quinientos trabajadores de Merry Electronics, una empresa taiwanesa, abandonaron sus puestos de trabajo y lograron en el mismo día un aumento de sueldos de veintidós por ciento. En Kunshan, sin embargo, mil trabajadores en huelga de la también taiwanesa KOK Machinery Co. fueron reprimidos el lunes 7 y se produjeron enfrentamientos callejeros entre la policía y los obreros. En las cercanías de la Feria Universal de Shangai, la policía tomó medidas extraordinarias para impedir que la ola de huelgas y protestas afectara esta nueva vitrina con la que China quiere mostrar su mejor cara a los ojos del mundo.
Si bien las huelgas «salvajes», es decir, no auspiciadas por los sindicatos oficiales, vinculados al Partido Comunista en el poder, no son bien vistas por las autoridades, a diferencia de lo que sucedía en un pasado reciente, la prensa china e internacional las está cubriendo sin censura alguna y la esporádica represión policial contra manifestaciones callejeras es explicada como «contención de desbordes» y no se traduce en persecución a los organizadores ni en criminalización de las huelgas en sí mismas.
Lee Chang-Hee, especialista en relaciones industriales y diálogo social de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), sostuvo en entrevista con la cadena de televisión Al-Jazzera que «se podría haber esperado mayor dureza en la respuesta gubernamental, pero las autoridades ahora están preocupadas con la redistribución. Si no hay mayores sueldos para los trabajadores, no es sustentable el modelo de desarrollo económico en China».
Así, por ejemplo, la semana pasada los sindicatos oficialistas de Shenyang negociaron, sin huelga, un aumento de treinta por ciento para los trabajadores de la cadena de comida rápida norteamericana KFC y en Beijing, el gobierno municipal anunció el jueves 3 un aumento de veinte por ciento en sus sueldos mínimos, que pasarán a ciento cuarenta dólares mensuales.
Los medios empresariales ya están debatiendo si la tendencia al encarecimiento de la mano de obra china es irreversible y si los costos se trasladarán al consumidor o deberán deducirse de sus ganancias.
La agencia Reuters compara lo que está ocurriendo en China con la decisión tomada por Henry Ford en 1914 de pagar el doble de salarios que su competencia, con el argumento de que así aumentaría la productividad y, además, habría compradores para sus automóviles. Si esto es así, el Ford chino se llama Terry Gou, fundador y presidente de Foxconn, una empresa taiwanesa que produce componentes electrónicos para Apple, Hewlett-Packard y Dell y está en la mira de organizaciones de derechos humanos y sindicales desde hace un tiempo por pagar sueldos de hambre y obligar a larguísimas jornadas de trabajo a su medio millón de trabajadores chinos en Shenzhen, frente a Hong Kong.
Desde enero de este año, una decena de trabajadores jóvenes de Foxconn se suicidó saltando en la madrugada desde las ventanas de los edificios de dormitorios colectivos de la empresa. «Si un trabajador en Taiwan se suicida por problemas emocionales, su empleador no será responsabilizado», se defiende Gou, «pero en China somos parte del problema, porque los obreros viven y duermen en nuestras propiedades».
Gou explicó cómo en los años ochenta su empresa construyó una ciudad entera de la nada… «Pero es hora de que el gobierno se encargue de los temas sociales». Foxconn se quedará con la fábrica y cederá los dormitorios al Estado, pagando el alquiler de sus trabajadores cuando sea necesario.
Pero el cambio va más allá, y Gou anunció aumentos graduales de salarios, que llevará a duplicarlos en octubre. Los trescientos dólares mensuales de Foxconn son tan escandalosos como los jornales de cinco dólares de Ford en 1914. Ante sus accionistas inquietos, Gou explicó: «Nos movemos un poco más rápido que los demás», pero el ajuste a un ambiente de salarios crecientes en China será «de una velocidad y ferocidad mayor de la que nadie se imagina».
Para el gobierno chino, los aumentos de salarios son un mecanismo bienvenido para reducir las desigualdades y estimular el mercado interno, en momentos en que las exportaciones ya no pueden crecer más porque la crisis económica afecta a sus mercados en los países más ricos. Para Foxconn, el problema es asegurarse la mano de obra. Como la población china crece muy poco, debido a la política de un niño por familia, y la migración del campo a la ciudad se enlentece la reserva de trabajadores chinos que parecía infinita se está agotando.
«Antes solucionábamos nuestros problemas empleando más trabajadores», explicó Qin Huai Zhou, gerente de una planta de fabricación de puertas, en una entrevista televisada. «Ahora los tiempos han cambiado y nuestro problema es cómo retener a los trabajadores capacitados en la fábrica. Tenemos que pagarles más y tratarlos con más respeto».
Este cambio está llamado a tener consecuencias sobre la economía global. The New York Times estima que a corto plazo un encarecimiento de las manufacturas chinas alimentaría la inflación mundial. En contrapartida, China Times cita a Albert Keidel, investigador del think tank estadounidense Atlantic Council, quien opina lo contrario: parte de las ganancias empresariales será redistribuida a los trabajadores pero sin afectar mayormente los precios. En ambas hipótesis, las ventajas para muchas empresas de migrar hacia China pueden disiparse y con ello su capacidad de presionar hacia abajo las condiciones de trabajo y los salarios en los países de origen.
Un par de días de huelga en una fábrica de cerraduras pueden haber abierto una nueva era para cientos de millones de trabajadores en todo el mundo.