«Daniel conoce perfectamente el derecho laboral. No sólo porque estudia abogacía, sino porque trabaja en un estudio jurídico. Y sin embargo, a los 33 años, nunca pudo conseguir un trabajo con todas las de la ley… Es así que él todos los días recorre los tribunales de la Capital buscando expedientes en la Justicia, con […]
«Daniel conoce perfectamente el derecho laboral. No sólo porque estudia abogacía, sino porque trabaja en un estudio jurídico. Y sin embargo, a los 33 años, nunca pudo conseguir un trabajo con todas las de la ley… Es así que él todos los días recorre los tribunales de la Capital buscando expedientes en la Justicia, con un sueldo en negro… Cobra 500 pesos por mes por trabajar jornadas de 10 horas. La única licencia que tiene es la media hora que se toma para almorzar». [1]
Sin cobertura social ni por accidentes de trabajo, sin aportes jubilatorios, sin vacaciones, sin pago de horas extras, sin salarios familiares, cinco millones de hombres y mujeres (la mitad de los que trabajan) lo hacen en extenuantes jornadas de 10 y 12 horas para vivir a la intemperie, recibiendo a cambio salarios miserables. En su amplia mayoría (por su propia condición), no recibieron ninguno de los aumentos que por decreto otorgó el gobierno.
Igualmente, en la Tele, para convencernos de que se «está construyendo un país serio», se hacen spots organizados por el Ministerio de Economía para convencer a los empresarios que regularicen la situación de sus trabajadores.
¿Qué empresario respondería a este llamado si en el Estado mismo existen cantidades astronómicas de trabajadores en esta situación?. Sin ir más lejos, en un solo Ministerio, e irónicamente el de Trabajo, (?) cincuenta y un por ciento de los trabajadores son contratados (sobre un total de 2.400 en todo el país). ¡Algunos de ellos esperan la efectivización desde hace 12 y 13 años!, firmando una y otra vez contratos anuales.
El ingreso promedio de los que trabajan en negro es de 408 pesos, (según el propio INDEC), pero el cálculo no incluye a las empleadas domésticas que ganan en promedio mucho menor: 237 pesos (2). Y para no dejar lugar a dudas de la desigualdad existente, la Encuesta Perrmanente de Hogares del INDEC registra que por igual carga de actividad y de horario, un trabajador en negro o informal recibe actualmente un 60 % menos de ingresos que el que trabaja en blanco (a lo que hay que agregar las irreparables pérdidas por la falta de cobertura sanitaria y previsional).
Y volviendo al Estado mismo, mucho se ha hablado de los Planes Jefas/Jefes, de la supuesta falta de vocación al trabajo de quienes lo reciben, pero deliberadamente se oculta que miles de personas mantienen una fundamental actividad, necesaria y real, en hospitales y escuelas públicas por el módico salario de $ 150 (sin viático alguno para viajar). El supuesto «gobierno progresista» de la Ciudad de Buenos Aires que obtuvo en el 2004 record en superávit fiscal, es quien más echa mano de esta forma basura de explotación del trabajo, haciendo oídos sordos al reclamo de pase a planta permanente que los trabajadores, con todo derecho, vienen reclamando.
¿Derrame que sube?
Periódicamente, desde el Gobierno, se monitorea la baja en la tasa de desempleo y se dan a conocer cifras engañosas. Ellas tienen más estridencias y brillos que efectos reales en la vida de las personas, porque 6 de cada 10 empleos generados tras la devaluación, son de carácter informal. La mayoría de ellos van y vienen, y se contabiliza tanto a aquel joven que repartió volantes de algún negocio por unos días, el que terminó ingresando sin ningún tipo de cobertura y no sabe por cuánto tiempo, con el que tuvo la suerte de entrar a una empresa que lo legalizó. El incesante aumento del empleo en negro, lejos de atenuarse, se agravó. Tuvo lugar a pesar de la reducción del costo laboral como resultado de las sucesivas rebajas en los aportes patronales que se implementaron a partir de 1994, la aprobación de convenios flexibles y de la caída del salario real, pero también a partir de la reactivación económica de la que tanto se ufana el actual gobierno. Una vez más, ella no provoca ningún «derrame». Por el contrario, el remonte del PBI durante dos años consecutivos, y la obtención de ganancias, se hizo a costa de un mayor acrecentamiento de la pobreza y de los empleos basura.
La amarga realidad dá cuenta que en la Argentina de hoy, el 20% más acaudalado se queda con el 53,1% de la riqueza, el 40% medio con el 34,7% y el 40% más bajo, con apenas el 12,2%.
Lo peor es que las consecuencias de esta pobreza, vista en dinámica, son realmente trágicas.
¿Quiénes accederán siquiera a una magra jubilación? ¿Quiénes llegarán a viejos sin cobertura de salud y de accidentes?
Porque el hecho es que aún cuando se nos estén acabando aceleradamente las herencias de un pasado ya remoto de pleno empleo y beneficios sociales, todavía numerosas familias viven apiñadas en la casa que pudieron construir sus abuelos y/o de sus actuales jubilaciones. En pocos años, nada de eso quedará en pié, naturalizándose la miseria e indefexión más absoluta.
El temor a la pérdida
Hace el resto…Muy pocos se atreven a reconocer públicamente que trabajan en negro por el temor a la pérdida del empleo. Y los más jovenes (los más afectados por otra parte) parecieran aceptar la negra realidad que les toca vivir, entre otras razones porque no conocieron otro país que el de la destrucción. Alguno que otro, en forma aislada y luego del despido, atina a pedir los consejos de un abogado. Pero todo queda allí…
Mientras tanto, muchos miran con envidia y también rabia, a aquellos trabajadores que como los Telefónicos o los de subterráneo consiguen mejoras salariales a través de la lucha. Pero con ellos hay mucha distancia, no sólo por el abismo en las condiciones de trabajo, sino porque no existe tradición común, menos que menos puente alguno que permita aprender de esas valiosas experiencias de organización y de lucha.
Los Sindicatos, ausentes sin aviso, han abandonado a su suerte hace ya mucho tiempo a los trabajadores que están en estas condiciones, porque de ellos no se obtiene tampoco la cuota sindical.
Lo más preocupante sin embargo, es que todos los intentos de reagrupamiento de trabajadores -ocupados y/o desocupados- impulsados por organizaciones y activistas de izquierda, como de aquellos parlamentarios que podrían cumplir un fundamental papel en las entrañas mismas de las esferas estatales, dan poca o nula importancia en sus denuncias, acciones y programas a la legalización del trabajo, y que repetimos, abarca a la mitad de los trabajadores de nuestro país.
Movimientos en este sentido han comenzado a surgir, sin embargo, entre los trabajadores de algunos ministerios, los que exigen, además, se les reconozca la antigüedad para acceder a la futura jubilación. .
Difícilmente podamos subvertir el modelo de exclusión existente, si no hacemos esfuerzos por ayudar a organizar con paciencia y tenacidad, a esta importante y decisiva franja de los trabajadores de nuestro país, hoy abandonados a su suerte.
[1] Extraído de «Casi la mitad de los trabajadores de la Argentina recibe salarios en negro» (Consultora Equis).
[2] «Sin embargo, hurgando en las estadísticas se puede ver que la realidad del trabajo informal es aún más alarmante. Según el INDEC, 2,3 millones de personas (la mitad de los trabajadores informales) ganan apenas 145 pesos por mes. Esta cifra es menor de lo que paga el Plan Jefas/Jefes de Hogar». (Artemio López).