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Trabajos Bizarros: La profesión va por dentro

Fuentes: Diagonal

Trabajo en el sector servicios, trabajo temporal, sueldos míseros, esa es la parte aburrida de la vida de la generación a la que ha puesto marco y rúbrica la última reforma que se le ha ocurrido a los barandas

Quizá no hayamos visto nunca al movimiento obrero poner en jaque a la oligarquía, ni barricadas en la calle mayor, pero conocemos lo peor: el trabajo inútil.

Hemos visto a jefes pomposos paseándose por su reino de Taifas (a.k.a oficina o empresucha) para alardear de su peinado; a mandos intermedios que planeaban el asesinato del empleado que una vez se pasó de listo. Hemos sido encuestadores que hacían realismo mágico con cuestionarios que nunca llegaban a su destino, funcionarios que se turnaban para fichar las horas a toda la plantilla. Hemos contemplado como en un sueño a directivos que robaban la idea que acaba de sugerir el becario, a profesores fusilar los trabajos de cien alumnos para editar un manual que compran otros cien. Conocemos a jefes del departamento de informática que acaban de descubrir que dando a CTRL+C se copia más rápidamente; hemos estado en charlas de prevención de riesgos laborales en las que nos vaticinaban un incendio rápido y mortal que acabaría con nuestra vida. Hemos visto a los jefes de una empresa que da cursos de formación para los sindicatos brindar con champán poco antes de expulsar a alguien que pretendía afiliarse a un sindicato. Y todo eso lo hemos hecho por mucho menos dinero del que corresponde.

Y ahora, hemos seleccionado algunos testimonios de gente que ha estado allí, o aún está, pero ha podido sacar la cabeza para contarlo. Por supuesto, la mayoría de las historias que aquí se recogen han sido realizadas en el horario laboral.

Mascota del Dunkin’ Donuts

SILVIA NANCLARES

Una tarde, tras una siesta intranquila, desperté convertida en vaso de leche de polietileno. Esto es, contratada por una empresa de trabajo temporal que a la vez contrataba a mi profesora de Expresión Corporal, que a su vez reclutó a los más intensos de la clase para dar vida a tres mascotas del Dunkin’ Donuts: donuts de chocolate, muffin de crema y vaso de leche (luego supe que el nombre técnico de mi disfraz era Milkshake).

¡A la mierda Stanislavski, mi trabajo previo tirado a la basura! Pero de poco sirve patalear en el párking de un centro comercial de la carretera de Burgos. Eso era cuando yo estudiaba teatro y creía que el sistema había que reventarlo desde dentro. Así fue como llené mi sudoroso bolsillo interno con octavillas de la Asamblea de Mujeres de la Complutense y las fui soltando desde mi cilíndrico cuerpo a los atónitos usuarios del centro comercial Plaza Norte 2. Sudé muchísimo y gané 10.000 pesetas aquella tarde. Fue hace 11 años. (Hoy supongo que pagarán exactamente lo mismo, 60 euros).

Tengo intolerancia a la lactosa. Eso no lo supe hasta que desperté a la mañana siguiente y la caja rescatada de la basura llena de donuts seguía allí. Eso era cuando yo estudiaba teatro y creía que el sistema había que reventarlo desde dentro. Desde dentro de un disfraz.

Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/La-profesion-va-por-dentro.html