Durante el Foro Económico de Davos difundieron una carta en la que instan a impulsar este tipo de políticas. Asustados por la lucha de clases: una trampa para sostener sus privilegios.
«Proud ‘traitors to their class'»: orgullosos traidores a su clase. Así se definen a sí mismos los «Patriotic Millonaires» (Millonarios Patrióticos), un grupo de estadounidenses que piden que se implementen mayores impuestos a la riqueza.
Millonarios y millonarias de alto patrimonio, líderes de negocios e inversores, dicen preocuparse por la extrema concentración de la riqueza global, que desestabiliza la democracia y profundiza, entre otras cosas, la amenaza de la crisis climática.
Dicen querer «construir una nación más estable, próspera e inclusiva» y promueven políticas basadas en «principios básicos de igualdad de representación política, un salario digno garantizado para todos los ciudadanos que trabajan y un sistema fiscal justo».
Según puede leerse en su sitio web, sus principales máximas son las siguientes: «Todos los ciudadanos deberían gozar del mismo poder político que los millonarios. Todos los ciudadanos que trabajen a tiempo completo deberían poder afrontar sus necesidades básicas. Los impuestos aportados por millonarios, billonarios y corporaciones, deberían representar una mayor proporción de la recaudación federal».
Parece que estos millonarios no se mataron mucho imaginando cómo debería ser el mundo. La realidad es que sus principios básicos, son demasiado básicos. No están diciendo nada nuevo. ¿Es que acaso hay que ser un filántropo muy soñador y audaz para sostener que todo aquel que trabaja debe poder satisfacer sus necesidades básicas? ¿Es que acaso lo que dicen, respecto de la igualdad ante el poder político y ante la ley, no es algo que está establecido en los papeles hace mucho tiempo?
Lo más difícil de entender de su planteo es cómo opinan que una mayor carga impositiva solucionaría todos estos problemas que los atormentan. Incluida la crisis climática: ¿más impuestos para detener la depredación capitalista del planeta, mientras se sigue produciendo igual?
Se trata de personas cuyos ingresos anuales superan el millón de dólares o que acumulan patrimonios por más de cinco millones y que decidieron agruparse en 2010. Esta semana, durante el desarrollo del Foro Económico en la localidad suiza de Davos, difundieron una carta que titularon «Millionaires Against Pitchforks» (Millonarios contra Rastrillos). En la misiva piden que se incrementen los impuestos a los que llaman los «súper ricos» y con la que buscan «concientizar» a sus pares que todavía no se han sumado.
«Los instamos a dar un paso al frente, antes de que sea muy tarde, para exigir impuestos más altos y más justos a los millonarios y billonarios en sus propios países, y para ayudar a prevenir la elusión y evasión de impuestos individual y corporativa por medio de una reforma a nivel internacional», plantean.
¿Antes de que sea muy tarde? ¿A qué le temen? Lo que dicen es que la desigualdad está generando una desestabilización en las democracias que se agudizará con el avance de la crisis climática. Los síntomas de tal desestabilización que ven, son las protestas y la lucha de clases que ha comenzado a verse en distintas partes del mundo, poniendo contra las cuerdas a gobiernos ultra neoliberales como el de Sebastián Piñera en Chile. O retomando las mejores tradiciones combativas de la clase obrera y sus métodos, como sucede desde hace 51 días en Francia, donde huelgas y movilizaciones le impiden a Macron avanzar libremente con la reforma del sistema previsional.
La amenaza que ven no se cierne sobre «la democracia» a secas, sino sobre su democracia, el entramado sobre el que se montan sus privilegios. No ha habido «democracia» capitalista alguna que haya eliminado la desigualdad y los privilegios de los ricos y poderosos. Siempre han encontrado la forma de extender y profundizar esta brecha, en detrimento de las condiciones de vida de la enorme mayoría de la población. Al punto que hoy, el 1 % más rico de la población del mundo posee más del doble de riqueza que 6.900 millones de personas. Entonces, ¿qué les preocupa tanto ahora? Saben que han acumulado tanto y que sus privilegios son tan obscenos, que temen que lo que pasa en Francia, Chile y en otras partes del mundo se generalice. Tan es así que están dispuestos a pagar más impuestos: migajas para conservar la desigualdad y sus lujos.
Hablan en contra de la teoría del derrame. Así se expresa el principal referente de los Patriotic Millonaires, Morris Pearl, ex director de Black Rock (una de las más importantes firmas de inversión a escala global). Según publicó Página/12: «Si aumentamos el salario, vamos a aumentar el consumo y con esto se incrementan las ganancias, lo que, a su vez, va a generar más inversión. Sería el circuito ‘trickle down’ (teoría del derrame) pero exactamente al revés. Y no estoy hablando desde la teoría. Lo vemos en Seattle, donde se duplicó el salario mínimo llevándolo a 15 dólares la hora. La primera reacción de muchos comerciantes fue preocuparse, afirmar que iba a ser un desastre. La realidad es que Seattle creció y que los mismos comerciantes que habían puesto el grito en el cielo, están hoy expandiéndose porque tuvieron muchos más clientes, ganaron más y tienen más capital para invertir».
¿Grandes filántropos los comerciantes que estuvieron dispuestos a subir el salario mínimo a 15 dólares la hora? Nada que ver. En Estados Unidos existe un movimiento llamado «Fight for $15», motorizado por la juventud precarizada de las grandes empresas de comida rápida como McDonald’s. «La lucha por $15 comenzó en 2012 cuando doscientos trabajadores de comida rápida abandonaron el trabajo para exigir 15 dólares/hora y derechos sindicales en la ciudad de Nueva York. Hoy, somos un movimiento global en más de 300 ciudades en seis continentes», dicen en su sitio web .
«McDonald’s y los empleadores de bajos salarios en todas partes obtienen miles de millones de dólares en ganancias» sostienen, «mientras dejan a personas como nosotros, las personas que hacen el trabajo real, luchando por sobrevivir. No podemos alimentar a nuestras familias, pagar nuestras cuentas o incluso mantener un techo sobre nuestras cabezas con el salario mínimo. Cuando tomamos las calles por primera vez, los escépticos nos llamaron soñadores. Dijeron que un salario de 15 dólares por hora era ‘imposible de ganar’. No escuchamos. Nos organizamos y luchamos por lo que sabíamos que era correcto».
Como demuestra la lucha por la suba del salario mínimo, de parte de empresarios millonarios no puede esperarse nada más que lo mínimo que puedan entregar, como para no perderlo todo y no tener que pagar costos mayores. En el caso de los millonarios patrióticos, están dispuestos a pagar un poco más de impuestos, pero por ejemplo, ¿estarían dispuestos a reducir la jornada laboral de los trabajadores y las trabajadoras que sudan a diario para que acumulen sus ganancias? ¿Que unos pocos vivan la vida de vacaciones y otros tengan que trabajar más de 40 horas semanales, no es una forma alevosa de desigualdad? ¿Estarían dispuestos a consentir que las grandes mayorías accedan a su mismo estilo de vida? Para nada. Proponen pagar un poco más en impuestos para no ver alteradas las verdaderas fuentes de su riqueza, que son las condiciones brutales de explotación a lo largo y ancho del globo.
Impuestos a las grandes fortunas, como propone el Frente de Izquierda en Argentina, es una forma de afectar la ganancia capitalista, en lugar de los bolsillos populares como ha sucedido ante cada crisis – y como sucede en la actualidad con los jubilados y las jubiladas, por ejemplo-. Sin embargo, esto no aporta una solución de fondo. Las soluciones de fondo provendrán únicamente de un gobierno que elimine los privilegios de clase y un gobierno de esas características, solo puede estar en manos de las grandes mayorías populares: un gobierno de los trabajadores y las trabajadoras. De la juventud precarizada y las mujeres (que según el último informe de la ONG Oxfam, con el trabajo doméstico no remunerado, aportan a la economía global tres veces más que la industria tecnológica).
No son traidores de su clase, son millonarios asustados que ven peligrar sus privilegios de clase. Para traicionar a los suyos deberían pronunciarse en contra de la propiedad privada y de la explotación capitalista.
No nos engañan.