Traducido del inglés para Rebelión por S. Seguí
Introducción
El marxismo tiene por objeto el análisis concreto de las estructuras específicas del capitalismo en su evolución, como resultado de la lucha de clases y la dinámica que imprime la maximización del beneficio. La premisa principal para comprender la conversión del «capitalismo del bienestar» en el neoliberalismo es el éxito de la clase capitalista en las luchas sociales, que ha producido unos cambios estructurales favorables, que a su vez han creado unas «condiciones objetivas» asimismo favorables para alcanzar resultados propicios a la clase capitalista. La relación dialéctica entre la lucha de clases y las transformaciones estructurales es decisiva en la relación entre el capital y el trabajo.
Si bien es cierto que la lucha de clases es la «fuerza motriz de la historia», las relaciones de clase establecen las condiciones objetivas específicas en cuyo marco se produce dicha lucha. Los cambios en la relación entre capital y trabajo toman forma mediante la lucha de clases, a la vez que la determinan, y el resultado probable: mayor poder y más altos beneficios para la clase capitalista o mayor poder y más altas ventajas sociales para la clase trabajadora.
Para comprender los actuales obstáculos estructurales al avance de la clase trabajadora, y en particular la debilidad de ésta ante la ofensiva capitalista, es importante echar un vistazo, siquiera somero, al proceso de lucha de clases que ha conducido a la actual situación.
Patrón histórico de la lucha de clases: Italia
Para analizar y explicar los avances y retrocesos en la lucha de clases en Italia, es importante establecer una clasificación periódica de la coyuntura. La intensidad de la lucha de clases no puede ubicarse con precisión en tiempo y lugar, debido a las diferencias regionales, geográficas y socioeconómicas del país en su conjunto. Los avances en una región o sector no tienen necesariamente continuidad en otros y grandes huelgas se producen en pleno período general de decadencia. El desarrollo desigual de la lucha de clases por sectores y regiones es resultado, en parte, del desarrollo desigual de la economía y de las experiencias culturales e históricas asumidas por diversos sectores de la clase trabajadora o de los capitalistas.
A pesar de estos problemas metodológicos, es posible determinar cuatro periodos clave en la intensidad de la lucha de clases:
1. 1944-49 – Intensidad de la lucha de clases y avances de los trabajadores, en este primer periodo posterior a la derrota del fascismo. La cuestión del poder del Estado, con sectores armados de la clase trabajadoras que ocupan empresas y burgueses que retroceden, dependientes de la ayuda militar anglo-estadounidense, vaticana, de simpatizantes apenas ex fascistas y de la Mafia. Los líderes reformistas del PCI y del PSI encauzan la lucha hacia las reformas sociales, la mejora de la legislación laboral y los canales institucionales.
2. 1950-64 – Disminución relativa de la lucha de clases con los inicios de la Guerra Fría; el capital consolida su poder estatal aunque se ve obligado a aceptar los avances sociales del periodo anterior y la existencia de un poderoso movimiento sindical. Aunque la amenaza al poder del Estado disminuye, la clase obrera organizada sigue creciendo y se registran avances en materia de legislación salarial y seguridad social. La clase obrera no sufre ninguna derrota decisiva, y se moviliza por medio de huelgas generales contra la estrategia del retroceso (roll back).
3. 1965-75 – Poderoso resurgimiento de la lucha de clases. La clase obrera pasa a la ofensiva, y cuenta con un apoyo masivo de estudiantes, intelectuales y funcionarios sindicados, pensionistas y jóvenes subempleados. La fuerza de la izquierda extraparliamentaria crece y plantea un desafío a los partidos y sindicatos reformistas. Los delegados y las asambleas de fábrica son una alternativa a la clase capitalista en su hegemonía en el lugar de trabajo y los barrios proletarios. La represión estatal y las acciones de la extrema derecha provocan el surgimiento de una insurgencia urbana armada. Las luchas traen consigo mayores derechos de los trabajadores en las empresas, incrementos relativos de salarios, pensiones, vacaciones y seguridad social. Sin embargo, los líderes reformistas retienen el control de los sindicatos y ayudan a la clase capitalista a consolidar de nuevo el Estado y la propiedad capitalista.
4. 1976-2006 – Declive de la lucha extraparlamentaria, como resultado de la represión estatal apoyada por los partidos reformistas. Reagrupamiento capitalista y comienzo de una nueva ofensiva contra la clase obrera organizada de las fábricas. Los partidos y sindicatos reformistas quedan, en general, «institucionalizados», con una «minoría cautiva» incapaz de hacer frente a la ofensiva emergente; las luchas tienen ya carácter defensivo y los avances sociales del pasado se degradan. De particular importancia es la reestructuración de los principales sectores económicos. El capital se pasa al sector financiero, se deslocaliza a países de ultramar y se pasa al comercio y los servicios. El modelo neoliberal reemplaza al «capitalismo del bienestar» y el pacto entre el capital y el trabajo se sustituye por un pacto electoral dominado por la burguesía, dotado de un programa neoliberal.
5. 2006 – Resurgimiento de la lucha de clases in Europa, liderada por una alianza de estudiantes-trabajadores
Observaciones generales
Aunque la «teoría del valor» mantiene su vigencia en todas las fases del capitalismo, no puede explicar las variaciones en la lucha de clases o el alza y el declive de las luchas de la clase trabajadora (es decir, el resultado de la lucha de clases en fases temporales y lugares concretos). Las condiciones de explotación del trabajo varían con los vaivenes de la lucha de clases. Si bien la «teoría del valor» es fundamental para la comprensión de la naturaleza de la explotación bajo el capitalismo, no explica la variación de los grados de explotación el contexto sociopolítico concreto en el que tiene lugar la explotación.
En la historia de la lucha de clases destacan algunas características:
- No existe una progresión lineal ni «avances acumulativos». Los periodos de avance van seguidos de retrocesos. Sin embargo, hasta el periodo 1976-2006, el retroceso no tuvo como resultado la pérdida de los avances anteriores, por lo que las siguientes fases de la lucha de clases aprovecharon y ampliaron dichos avances. El proceso desigual de la clase obrera significa que los momentos de crisis sociopolitica son decisivos para determinar si la clase obrera simplemente se asegura reformas sociales temporales (sujetas a un cambio de rumbo tras la crisis) o si se prepara para desafiar al poder establecido. En los momentos de avance debería desarrollar una estrategia de poder o hacer frente al subsiguiente periodo de retroceso. No hay «movilizaciones permanentes» o al menos una continuación en los altos niveles de conflicto de clases.
- No hay correlación entre el auge de la lucha de clases y el ciclo económico. De hecho, la lucha de clases se agudiza tanto durante el colapso capitalista (1944-46) como en periodos de rápida expansión (1965-75). El impacto político del ciclo económico -expansión o contracción- depende del nivel de organización de clase y su inserción en la clase obrera y entre los campesinos y los empleados del sector público. La organización sociopolitica crea el «filtro» a través del cual la clase obrera interpreta el ciclo económico y reacciona ante él.
- No hay correlación entre una «crisis de régimen» y la lucha de clases, porque es siempre el aparato permanente del Estado (Banco central, altos funcionarios, altos cargos judiciales y militares) el que decide la política del gobierno. Existe una fuerte correlación entre una crisis estatal y la lucha de clases. La caída del Estado (fascista) en Italia, 1944-46, abrió una oportunidad histórica para el avance de la lucha de clases hacia el poder estatal.
- La lucha y los movimientos de clases se desarrollan desigualmente debido a factores políticos, sociales e históricos. Sólo un movimiento político nacional puede integrar y sincronizar a los sectores más avanzados de los movimientos de clase y a los menos avanzados.
- Una erupción de alta intensidad de lucha de clases es el resultado de la acumulación de fuerzas, la creación de cuadros políticos y líderes sociopolíticos estrechamente vinculados a las masas, en sectores fundamentales de la producción, la distribución y la vivienda. Los periodos de lucha intensa (1944-46) y (1965-75) fueron precedidos de un decenio de cuidadosa construcción, organización, reclutamiento de cuadros e inserción en «las luchas diarias por las reformas», de marcada conciencia revolucionaria.
- El periodo 1976-2006 ha tenido la característica general de una desacumulación, o fragmentación, una dispersión y una pérdida de cuadros históricos. En paralelo a este proceso general, han emergido nuevos movimientos con conciencia de clase, como por ejemplo Rete Communisti (Comités de base), que están ‘acumulando’ fuerzas en las difíciles circunstancias de desintegración de los «viejos centros» (PCI, RC y CGIL) de la movilización de clase. El periodo 1976-2006 constituye un proceso dual de derrotas y retiradas acumuladas, así como de resurgencia de nuevos movimientos de clase en lucha por la hegemonía sociopolítica.
La lucha por la hegemonía en el seno de la clase obrera
Muchos críticos culturales de la izquierda hacen hincapié en el papel de los medios de comunicación de masas en la debilitación de las organizaciones de clase y el fomento de la despolitización de las masas. Si bien la constante presión de los medios de comunicación tiene sin duda impacto por sí misma, nos explica poca cosa, o nada, del incremento o la disminución de la lucha de clases. Por ejemplo, la mayoría de los medios de comunicación de masas han estado siempre en oposición a las organizaciones y la lucha de clases. Sin embargo, en los periodos de 1944-1950 y 1965-75 se dieron masivos enfrentamientos de clase y movimientos de creciente importancia, a pesar de los medios de comunicación. La pregunta sería más bien ¿por qué los medios tienen hoy más repercusión que en el pasado? La razón reside en la diferencia de la estructura de clases y el nivel de organización de éstas, la pérdida de perspectiva de clases en los «medios alternativos» vinculados a las masas. Y por encima de todo, la pérdida de líderes de opinión con conciencia de clase ubicados en fábricas, oficinas y barrios, capaces de interpretar las noticias, los acontecimientos y las políticas y proporcionar una orientación de las masas. Los «líderes de opinión» pueden ser «militantes» o «cuadros» o «activistas» que vinculen las masas a las organizaciones de clase y a los líderes nacionales y regionales. Sin estos «líderes de opinión» estratégicamente situados en los lugares de trabajo y de vivienda de los trabajadores, los medios de comunicación de masa reinan sin oposición.
La hegemonía implica la «batalla de ideas»: las ideas y la experiencia determinan la acción social y política. Contrarrestar la hegemonía de la clase dominante implica varios niveles de lucha interrelacionados: la lucha diaria en el mercado (precios), el lugar de trabajo (salarios, seguridad), el lugar de vida (vivienda), las instituciones educativas (públicas o privadas), la sanidad (pública o privada), las pensiones (edad de jubilación) y «la calle» (desempleo o empleo temporal). El problema político consiste en transformar el descontento individual o privado en una acción colectiva, pública, informada por un análisis de clase.
El segundo nivel es la lucha por la claridad programática y teórica. La lucha por una perspectiva de clase en el ámbito de la «cultura» incluye la batalla por la hegemonía intelectual entre la pequeña burguesía (periodistas, académicos, estudiantes y profesionales). La cuestión, en este caso, consiste en demostrar la superioridad conceptual del marxismo como perspectiva de clase en la explicación y la comprensión de la realidad objetiva, y como base para la acción concreta.
La efectividad de la teoría de clase, vinculada a la práctica, reside en hacerlo comprensible tanto desde un punto de vista conceptual como lingüístico a los activistas, militantes y cuadros que constituyen los enlaces estratégicos entre las masas y los líderes. La teoría debe ser concreta y proactiva para que sea útil; una teoría abstracta con un lenguaje exótico e incomprensible, es peor que inútil: desorienta a los militantes y disocia a los líderes de los cuadros, y a éstos de las masas.
La lucha ideológica a ambos niveles es esencial para la construcción de movimientos anti hegemónicos y la creación de una conciencia de clase obrera. El núcleo de las guerras culturales es la profundización de la perspectiva de clase contra el individualismo; la pseudo-rebelde «cultura juvenil», totalmente antoindulgente; una producción de determinados sectores de los medios de comunicación comerciales. Para contrarrestar las fuerzas hegemónicas desde arriba (mediante los medios de comunicación) la tarea necesaria es la creación de un poder de clase desde abajo.
El surgimiento de un nuevo autoritarismo
Acompañando a la decadencia de la izquierda, y de hecho acelerando el proceso, hay la creación gradual de un nuevo estado autoritario bajo la superficie de una fachada parlamentaria electoral. Comenzando por las leyes «anti terrorismo» y el «Estado fuerte» de mediados de los setenta, el poder de las «instituciones permanentes» se ha incrementado en gran medida y a este fenómeno se le ha prestado una escasa atención intelectual. ¿Cuáles son las características del nuevo estado autoritario? La centralización del poder ejecutivo, la dependencia creciente de la legislación por decreto y las decisiones básicas de funcionarios no elegidos en la rama ejecutiva son signos de la emergencia del Nuevo Estado Autoritario.
Mientras los gobiernos de «centro-izquierda» o de «derecha» llegan al poder y salen de él, las instituciones permanentes no elegidas del Estado se ocupan del diseño y la aplicación de la política macroeconómica. Mientras los partidos políticos compiten por el Parlamento, las instituciones verticales –es decir, el Estado, Bruselas, las instituciones financieras internacionales, etc.– establecen los parámetros reales de la política socioeconómica neoliberal. La contradicción entre los partidos electorales que profesan el «bienestar social» y el Estado centralizado que dicta las políticas capitalistas liberales se expresa por la total falta de correspondencia entre las promesas de las campañas electorales y el ejercicio del poder político. Los cargos elegidos gobiernan subordinando los organismos elegidos (parlamentos) al ejecutivo y a los altos cargos del «Estado permanente.» En resumen, mientras el Nuevo Estado Autoritario gobierna, los cargos elegidos legitiman los centros gobernantes del poder autoritario.
La transformación de la estructura de clase: fundamentos del Nuevo Estado Autoritario
La estructura de clase se ha transformado por las victorias de la clase capitalista y los retrocesos de los partidos de izquierda y sindicatos tradicionales. Las derrotas son el resultado del fracaso de los sindicatos y partidos sociales en la comprensión de que el «pacto social», el «estado del bienestar» y los cambios «graduales» o evolutivos eran resultado de una coyuntura histórica específica que produjo, entre 1944 y 1974, un equilibrio de fuerzas entre las clases. Durante este periodo, los sindicatos y la izquierda se «incrustaron» en las instituciones capitalistas y pasaron a depender de las negociaciones colectivas, los compromisos ministeriales y las presiones periódicas de las luchas de masas. A finales de los setenta, esta estrategia institucional perdió su vigencia, a medida que la clase capitalista recuperaba su iniciativa y avanzaba agresivamente en la transformación a su favor de las instituciones económicas y las relaciones sociales de producción.
Se cerraron grandes instalaciones industriales que concentraban a trabajadores militantes, y su producción se descentralizó, dispersando así a la clase obrera. Los contratos laborales temporales respaldados por la legislación debilitaron el empleo estable e incrementaron el número de trabajadores en precario y vulnerables. Los capitalistas incrementaron en gran medida su capacidad de contratar y despedir trabajadores por un bajo coste. Las fábricas se deslocalizaron a regiones no sindicalizadas o fuera del país. Éstas y muchas otras medidas tuvieron un efecto dialéctico acumulativo. Una fuerza de trabajo fragmentada debilitó la lucha colectiva y facilitó el continuo avance de las contrarreformas capitalistas promovidas por el Estado autoritario. La ocasional «huelga general» o protesta sólo sirvieron para frenar temporalmente el proceso en determinados aspectos, como por ejemplo, en el retraso de la edad de jubilación. El estado autoritario liberal actuó con decisión a la hora de privatizar la economía, los servicios sociales y las instituciones culturales. Estos ataques frontales tuvieron por objeto dar marcha atrás a más de 60 años de reformas acumuladas conseguidas por medio de la lucha de clases. Toda la teoría y la práctica del pacto social promovida por los sindicatos y la izquierda tradicional se demostró inútil ante la ofensiva capitalista a gran escala y de largo plazo contra las reglas del juego y la misma existencia de sindicatos e instituciones de izquierda.
Contraste: El liberalismo del siglo XIX y el neoliberalismo del XXI
A fin de comprender los cambios en las relaciones de clase resultantes de la ofensiva neoliberal, es útil compararla con el impacto del liberalismo del siglo XIX. Esta comparación, aun tratándose de contextos sociohistóricos totalmente diferentes, proporciona no obstante algunas ideas sobre las potencialidades de los nuevos protagonistas de la lucha de clases.
El liberalismo del siglo XIX iba dirigido contra unas relaciones de tipo feudal-patrimonial-clerical y contra los obstáculos al comercio, al préstamo y a las formas mercantiles de la explotación del trabajo. En Italia, un país de industrialización tardía, el liberalismo favorecía, dentro de la clase capitalista, a los comerciantes (compradores), a los exportadores y a los productores de bienes de lujo, en contraposición a los fabricantes de bienes de consumo popular vendidos en los mercados locales. Ante los obstáculos de los mercados locales debido a los bajos niveles de consumo popular, los liberales hicieron suyas las políticas imperialistas-coloniales del Estado italiano. Asimismo importante para la apertura de mercados, los políticos liberales consideraron las colonias de ultramar como un medio para quitar presión al descontento de los agricultores y los asalariados agrarios desplazados por la extensión de las relaciones de mercado.
A diferencia del liberalismo del siglo XIX, el neoliberalismo de los siglos XX y XXI tiene lugar en el contexto de un Estado del bienestar altamente industrializado. El neoliberalismo desplaza a los trabajadores industriales y los funcionarios, no a los campesinos y los asalariados del campo. La política neoliberal ataca a los sindicatos y a los obstáculos que erige la clase obrera a la explotación del mercado, no a los latifundios de la Iglesia. Los liberales se enfrentaron a una clase latifundista decadente; los neoliberales se enfrentan a un Estado del bienestar en crisis. El liberalismo del siglo XIX, especialmente en su variante demócratico-republicana, fue capaz, en algunos caso de aliarse a la clase obrera contra el ‘ancien régime’. El actual bloque de poder neoliberal confía en el apoyo de las clases comerciantes privadas, los intereses post industriales financieros e inmobiliarios, el Estado autoritario, los medios de comunicación y las formaciones «pre capitalistas» (el Vaticano, la Mafia, los neolatifundistas). El neoliberalismo es un modelo híbrido que combina los rasgos retrógrados de pasadas formaciones sociales y los enclaves dinámicos de las élites financieras y los sectores de servicios, protegidos por el paraguas del Nuevo Estado Autoritario (mussolinismo sin Mussolini). Los esfuerzos de la socialdemocracia van dirigidos, en sus viejas y nuevas formas, a incitar a la «burguesía liberal» a romper con las formaciones «pre capitalistas» y el Estado autoritario, y a crear una alianza de «centro-izquierda» a fin de «modernizar» el Estado neoliberal. La propuesta concreta que se le hace al proyecto neoliberal es la misma tanto si viene del centro-izquierda como de la derecha. El razonamiento del bloque de poder neoliberal es impecable, por cuanto ya no teme la amenaza a la propiedad por parte de la izquierda revolucionaria; no ve porqué debería hacer concesiones sociales a los reformistas y los sindicatos institucionalizados.
Teniendo en cuenta el complejo régimen legal, administrativo y normativo creado por el anterior Estado del bienestar y los obstáculos institucionales impuestos por los sindicatos y los partidos de centro-izquierda, los liberales favorecen un ejecutivo autoritario respaldado por Bruselas a la hora de imponer las «reformas» neoliberales y eliminar los restos del Estado del bienestar.
El neoliberalismo exige un Estado fuerte contra las demandas de las organizaciones de clase en la sociedad civil y un Estado limitado en la regulación de la concentración del poder económico. El Estado neoliberal no amplía el mercado nacional, sino que reorienta la producción hacia la Unión Europea y el mercado internacional. A los trabajadores no se los ve como consumidores potenciales sino como costes en el mercado de exportación. El neoliberalismo no desplaza a los campesinos para extender las inversiones de capital, desplaza a los empleados públicos por mediación de las privatizaciones que convierten los monopolios públicos en monopolios privados. No convierte a los artesanos en obreros fabriles, en cambio, convierte a éstos en trabajadores de servicios con contratos precarios y baja remuneración. No promueve profesionales libres, convierte a los trabajadores de oficina en operadores de máquinas según esquemas fabriles. No crea un ejército de reserva de desempleados, produce un ejército permanente de desempleados.
Con el auge del capitalismo liberal la principal contradicción se establecía entre el industrial burgués y los trabajadores de su fábrica. Bajo el neoliberalismo, hay muchas contradicciones entre un capitalismo «monopolista» concentrado y diferentes sectores de una clase obrera reconstituida. Los empleados públicos que utilizan equipos de oficina (ordenadores) comparten las mismas inseguridades que los trabajadores desempleados. Los trabajadores desempleados comparten la misma «exclusión» que los trabajadores inmigrantes. Bajo el liberalismo, la mujer estaba confinada a la explotación del hogar familiar. Hoy, se halla explotada doblemente: como trabajadora sujeta a un salario reducido y como ama de casa con responsabilidades familiares.
En la actualidad, hay una mayor dispersión de la clase obrera, con muchos más sectores incorporados a ésta. Las condiciones subjetivas (conciencia de clase) de la lucha de clases se han debilitado, pero las condiciones objetivas cuantitativas y cualitativas se han reforzado.
Las transformaciones o los intentos de las élites neoliberales de llevar a cabo «contrarreformas» se oponen violentamente a los beneficios sociales acumulativos de la clase obrera y crean condiciones objetivas para una nueva oleada de lucha de clases. El reto consiste en unificar las luchas sectoriales de los trabajadores desempleados, las mujeres trabajadoras de salarios reducidos, los trabajadores precarizados, los jubilados, los inmigrantes, los trabajadores tradicionales de fábrica y los operarios de la nueva maquinaria de trabajo del sector público, y conseguir un nuevo poder obrero que se enfrente al Nuevo Estado Autoritario y sus dirigentes nacionales e internacionales.