Antonioni sigue Eros (2004) de Michelangelo Antonioni, Steven Soderbergh y Wong Kar-wai Antonioni sigue, a los 92 años de edad. Esto no tiene nada de frecuente; y cuando se da, se acostumbra a celebrarlo. Aunque sea Antonioni y no otro cineasta menos incómodo (porque Antonioni es incómodo, claro). El hilo peligroso de las […]
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Eros (2004) de Michelangelo Antonioni, Steven Soderbergh y Wong Kar-wai
Antonioni sigue, a los 92 años de edad. Esto no tiene nada de frecuente; y cuando se da, se acostumbra a celebrarlo. Aunque sea Antonioni y no otro cineasta menos incómodo (porque Antonioni es incómodo, claro). El hilo peligroso de las cosas, su episodio de Eros, celebra su sesenta aniversario haciendo cine, desde aquel cortometraje Gente del Po (1944) encerrado en una bobina, e invisible durante un par de años, y después encontrado a trozos, húmedo e incompleto, hasta el fin del fascismo italiano, paisaje no muy distinto del que le ha deparado a este El hilo peligroso de las cosas, al que el gobierno de derechas italiano ha censurado dos minutos a la película, por sexualidad explícita. Entre ambos, han pasado sesenta años mirando el mundo y planteando sus preguntas.
Probablemente importa menos qué es El hilo peligroso de las cosas que el hecho mismo de que exista, de que en Antonioni persista la voluntad de hacer cine, porque para él «hacer una película es vivir». De por medio, conviene no olvidarlo, sufrió una hemorragia cerebral y estuvo a las puertas de la muerte. Y sin embargo, volvió para hacer sus preguntas, es decir, sus películas. Vivir e interrogar ha sido siempre su actitud.
Su mirada se centra en el erotismo, aunque en una pareja que atraviesa por un momento malo. Una aventura intrascendente, una atracción inconsciente hacía aquella aventura -por lo demás desconocida- por parte del otro lado de la pareja. O, simplemente, tal vez nunca se les ocurrió pasar por aquella playa, tal vez existía todavía algo que no sabían al hablar continuamente de sexo. Es difícil hablar de sexo y erotismo cuando se tienen noventa años, y sin embargo Antonioni lo consigue a la manera de sus mejores obras: con naturalidad.
Por encima de todo, Antonioni logra «transformar todo lo que se ve en reflexión», que era su objetivo declarado con Tonino Guerra al redactar el guión de esta película. Reflexión y pasión siguen siendo los dos extremos entre los que se mueven las películas de Antonioni. Así las de antes como las de ahora.