¿Usted ha pensado por un momento el poder que tienen las transnacionales que incursionan en los diferentes países y que hasta en muchos de ellos son capaces de presionar a los gobiernos y en ocasiones ayudar a derrocarlos? Claro que sus matrices o sedes casi siempre se hallan en naciones desarrolladas como en Estados Unidos, […]
¿Usted ha pensado por un momento el poder que tienen las transnacionales que incursionan en los diferentes países y que hasta en muchos de ellos son capaces de presionar a los gobiernos y en ocasiones ayudar a derrocarlos?
Claro que sus matrices o sedes casi siempre se hallan en naciones desarrolladas como en Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá, Australia y Japón, y en la actualidad también en Brasil, México, China, India y Rusia.
Sus abundantes capitales y movilidad le permiten lanzarse como tenazas sobre las ventajas que les ofrecen diversos países del mundo y de esa forma obtener pingües ganancias. Entre las facilidades que exigen y obtienen son, bajos salarios; impuestos y obligaciones tributarias bajas o nulas; acceso fácil y barato a recursos naturales y energías; normas ambientales, laborales y financieras permisivas o inexistentes en algunos Estados con sistemas judiciales débiles y vulnerables.
Estas compañías operan en todos los sectores de las naciones y en los ámbitos de nuestras vidas. Destacadas en la producción, distribución y venta de alimentos se hallan, Cocacola, Walmart, Monsanto, Cargill, Nestlé, PepsiCo, Mars, Unilever. En la elaboración y expendio de medicamentos e insumos para la salud: Johnson and Johnson, Bayer, Novartis, Pfizer, Roche, Merk.
En las energías y petróleo sobresalen, Exxon-Mobil, BP, Chevron, Shell, Petrobrás, Gazprom, Total y en comunicaciones y tecnología, Telefónica, Apple, Samsung, Microsoft, Facebook.
En la rama del transporte se pueden citar, Daimiel, GM, Volkswagen, Toyota, Alstom, y en Educación y libros, Kroton, Alfaguana, Person, Amazon.
En la industria extractiva y minera, Glencore, BHP Bilinton, Anglo American, y en la banca y fondo de inversiones, HSBC, JP Morgan Chase, Bank of America, Wells Fargo, Citigroup.
Ciertamente que en la mala política social que aplican algunos Estados y los beneficios que le otorgan a estas transnacionales las cuales extraen las ganancias hacia sus sedes principales, se encuentran los orígenes de la pobreza, exclusión, impunidad, violación de derechos humanos, deterioro del medio ambiente e incertidumbre laboral.
Quien niegue que las inversiones extranjeras son necesarias para el desarrollo está equivocado pero deben realizarse con estricto control y sin permitir convenios leoninos en contra de la mayoría de la población.
La propaganda a favor de esas empresas, provenientes de organismos financieros internacionales y de las naciones donde se hallan sus matrices, y asegura que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en los países donde se asientan, está relacionado con la satisfacción de las necesidades de los pueblos.
Pero en realidad las políticas de globalización neoliberal impuestas en las últimas décadas, que permitieron amplias dádivas, facilidades y un descontrol total de los gobiernos sobre esas compañías, abrieron las puertas para el saqueo de sus riquezas.
Veamos algunos ejemplos de las abundantes ganancias obtenidas por algunas de esas compañías en 2017. Facebook reportó beneficios por 12 260 millones de dólares, gracias al aumento tanto de los ingresos publicitarios como de los usuarios.
Unilever, la multinacional holandesa de productos de consumo y alimentación, llegó a 6 500 millones de euros, mientras facturó 53 700 millones de euros. Shell reportó que duplicó sus ganancias ese año hasta 16 000 millones de dólares, el nivel más alto desde 2014 y operaciones por 35 650 millones superior a la alcanzada por la Exxon-Mobil que se situó en 32 600 millones. La compañía estadounidense AT&T (conocida también por sus acciones para derrocar gobiernos democráticos que le son incómodos a sus negocios) registró un beneficio neto de 19 000 millones de dólares.
La automotriz alemana Daimler consiguió dividendos netos por 10 500 millones de euros, un 23 % más que en el ejercicio precedente.
Datos de organismos internacionales indican que solo en los primeros 12 años del siglo XXI el volumen del capital financiero transnacional creció en 105 % (en dólares) o sea, 2,6 veces más que el Producto Interno Bruto de mundial que lo hizo solo en 39,8 %, lo que para muchos consolidó su capacidad para orientar en función de sus intereses y reducir el margen de maniobra de agentes sociales como gobiernos, sindicatos, movimientos sociales y organizaciones de consumidores.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) asegura que las transnacionales extraen de los países hasta el 60 % de las ganancias y solo dejan unas migajas a los gobiernos.
El crecimiento tan marcado de estas utilidades, indica el organismo regional, tiende a neutralizar el efecto positivo que produce el ingreso de la inversión extranjera directa sobre la balanza de pagos.
En los últimos años, con la imposición en América Latina de gobiernos dóciles a Estados Unidos se han incrementado las privatizaciones a favor de esas poderosas compañías que lejos de ayudar a los ciudadanos los impulsan al desempleo, al hambre y la miseria. Esta realidad es una verdadera encrucijada para la mayoritaria población de nuestro planeta que solo puede ser cambiada por gobiernos con políticas socio-económicas dignas a favor de sus ciudadanos.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.