Estados Unidos y sus socios de la coalición que invadieron y ocuparon Irak en 2003 han logrado sus objetivos: que las transnacionales se adueñen de la extracción, producción y exportación del crudo de esa nación árabe. Washington anunció recientemente que concluía la ocupación formal en ese país, pero en su suelo quedarán decenas de miles […]
Estados Unidos y sus socios de la coalición que invadieron y ocuparon Irak en 2003 han logrado sus objetivos: que las transnacionales se adueñen de la extracción, producción y exportación del crudo de esa nación árabe.
Washington anunció recientemente que concluía la ocupación formal en ese país, pero en su suelo quedarán decenas de miles de soldados yanquis, miles de contratistas (mercenarios para preservar los intereses de las compañías y sedes diplomáticas) y numerosas empresas.
La prometida reconstrucción de Irak sigue a la espera; los servicios de electricidad, de agua y de salud a la población son escasos; la pobreza y miseria alcanzan a la mayoría de esta, sin embargo las petroleras ExxonMobil, Chevron-Texaco, Royal Dutch Shell y British Petroleum (BP) ya están en funciones.
En un comunicado denominado Declaración conjunta de Estados Unidos y la República de Irak, la Casa Blanca dio a conocer que se compromete a ayudar a esa nación para desarrollar el sector energético. «Juntos estamos explorando diferentes vías, entre las que se incluye una mejor protección de las infraestructuras esenciales, para contribuir al aumento de la producción petrolera».
El bloqueo económico de más de 10 años contra el Gobierno de Saddam Hussein, y los bombardeos a instalaciones petroleras debilitaron a la industria nacional del crudo, por lo que en los últimos años las transnacionales han laborado para aumentar las producciones y, como es lógico, llevarse la mejor parte como lo hizo la compañía estadounidense Halliburton.
Según datos de la Energy Information Administration (EIA) de Estados Unidos, las reservas petroleras de Irak se calculan en 112 000 millones de barriles y están consideradas como las terceras del mundo, solo superadas por las de Venezuela y Arabia Saudita.
Esa agencia estima que deben ser muy superiores pues cerca de 90 % del extenso territorio está sin explorar.
La analista Antonia Juhasz, autora de los libros The Tyranny of Oil y The Bush Agenda, señaló en una reciente entrevista a medios de prensa árabes que «antes de la invasión y la ocupación de Irak en 2003, todas las compañías petroleras estadounidenses y de otros países occidentales estaban completamente excluidas del mercado iraquí, pero gracias a la ocupación han regresado y por primera vez, desde que fueron sacadas del país en 1973, estan produciendo petróleo».
Aunque esas empresas esperaban obtener más, «lo cierto es que las cosas le comienzan a salir bien al conseguir contratos de producción en varios de los campos de crudo más grandes del mundo bajo condiciones sumamente lucrativas».
La especialista informó que la ExxonMobil, BP y Shell aportaron capitales y presionaron ante los gobiernos y congresos de occidente para que se lanzara la guerra de ocupación contra Irak con el propósito de penetrar nuevamente en los ricos campos de crudo de la nación árabe.
Al final lo han logrado: BP obtuvo el contrato para la explotación del campo de Rumaila, el mayor del país, con 17 000 millones de barriles.
ExxonMobil y a la Royal Dutch Shell se adueñaron del Proyecto Fase 1 de la zona occidental de Qurna, de 8 700 millones de barriles, mientras la California´s Occidental Petroleum, junto con la italiana Eni SpA y Korea Gas Corp, ocuparon el campo de Zubair, con reservas de 4 400 millones de barriles.
La estadounidense Emerson se adjudicó otra zona de Zubair con una reserva de 8 000 000 de barriles.
La Shell volvió a la carga y se alzó con el contrato más grande, el super campo de Majnún con reservas valoradas en 25 000 millones de barriles, (una parte se lo agenció la Petronas de Malasia).
En la actualidad, Bagdad, uno de los principales suministradores de petróleo a Estados Unidos, produce alrededor de 3 000 000 de Barriles de crudo diario y se prevé que en 2017 llegará a cerca de 10 000 000, con uno de los costos de producción más bajos del orbe.
Detrás de estas guerras por el control de diversas regiones del mundo para apoderarse de las reservas energéticas o de minerales están los intereses de las transnacionales del complejo militar industrial, las del petróleo, electrónicas o informáticas (por citar algunas) juntas con la expansión del poder capitalista global que se concentra en Wall Street y en las metrópolis financieras europeas.
Todas esos megaconsorcios cotizan sus acciones y se capitalizan en la bolsa de Wall Street, que los analistas han dado en llamar «el templo supremo del dinero sin fronteras».
Allí se valorizan anualmente títulos, bonos y acciones por la abultada cifra de 12 billones de dólares que representa dos veces el Producto Interno Bruto de 180 países en vías de desarrollo.
Tras los bombardeos y las destrucciones provocadas por la maquinaria bélica capitalista, aparecen como ha ocurrido en la antigua Yugoslavia, Afganistán e Irak, los especialistas, lobbistas, consultores, representantes de bancos y de grupos de inversión de Wall Street como Citigroup, Goldman Sach, J.P. Morgan Chase los cuales financian la «reconstrucción» y se llevan abultadas ganancias.
Mientras, el pueblo iraquí continúa pagando la codicia de las transnacionales y del aparato militar-financiero estadounidense.
Mediante un informe de la Oficina del Inspector General para la reconstrucción de Irak se puede sacar una conclusión de la situación actual de la población y la que existía años atrás:
«Grandes reservas de petróleo y abundantes recursos humanos y naturales permitieron a Irak alcanzar, en la década de 1970, un nivel medio de ingresos y disfrutar del mejor sistema sanitario de los países de Oriente Próximo. […] El gobierno iraquí calculaba que el 97 % de la población urbana y el 79 % de la rural tenían acceso al sistema sanitario, lo que incluía programas de salud pública para el control de la malaria y la tuberculosis, y un sistema de vacunación en expansión. […] Ahora, la OMS califica a Irak como el país con mayor mortalidad adulta e infantil, al mismo nivel que los países más pobres del mundo, como Sudán, Yemen y Djibouti».
Las palabras huelgan.
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