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Tras el telón electoral

Fuentes: Rebelión

Las elecciones parlamentarias en Iraq suponen un nuevo paso dentro de la estrategia marcada y teledirigida desde Washington. Mientras que muchas voces, tanto dentro como fuera de aquél país, se alzan para denunciar una elecciones que no cumplen ninguno de los mínimos exigidos en cualquier cita electoral equiparable a las que conocemos por estos parajes, […]

Las elecciones parlamentarias en Iraq suponen un nuevo paso dentro de la estrategia marcada y teledirigida desde Washington. Mientras que muchas voces, tanto dentro como fuera de aquél país, se alzan para denunciar una elecciones que no cumplen ninguno de los mínimos exigidos en cualquier cita electoral equiparable a las que conocemos por estos parajes, los ideólogos neoconservadores de la Casa Blanca ven cómo avanzan en la línea marcada hace tiempo.

Paralelamente al desarrollo de estas elecciones, y a los movimientos posteriores en función de las diferentes sumas y alianzas aritméticas para formar un nuevo gobierno, Estados Unidos lleva tiempo trabajando en una nueva política, o tal vez la misma bajo otro manto, que le permita llevar adelante una salida militar honrosa de una situación cada vez más empantanada militar y económicamente.

A finales de noviembre Bush pronunció el famoso discurso «Estrategia Nacional para la victoria en Iraq», base de lo que puede ser el devenir norteamericano en ese país. Si bien el discurso está perfectamente maquillado con terminología victoriosa, rechazando términos ambiguos y realzando la victoria final del proyecto norteamericano, una lectura más detallada del mismo permite ver algunas fisuras en los planes iniciales. Los «ocho pilares» sustentan las ideas que todos conocemos. Acabar con «la resistencia y el terrorismo», permitir una transición hacia la democracia, fomentar las instituciones democráticas y «ayudar» en el desarrollo económico, al tiempo que se busca el apoyo internacional para Iraq y este proyecto.

Salida militar

Una de las frases que más se pronuncian en voz baja en los círculos militares y políticos norteamericanos es la «salida militar» de Iraq. Esta decisión parece que puede estar madurando en los círculos del poder en Washington, pero al mismo tiempo su definición y materialización tardará algún tiempo. Toda una serie de variables confluyen a la hora de entender esas «dificultades técnicas» que alegan algunos portavoces militares.

Esas mismas fuentes apuntan a que podría tratarse de una salida escalonada, en diferentes fases, de forma ordenada y en ningún caso dando la imagen de medida apresurada. Y para entender esto, planean en la mayoría de los análisis un importante número de dudas, que los propios dirigentes norteamericanos estarían valorando. Una de ellas sería en torno a los problemas logísticos que acarrearía esa salida. No podemos olvidarnos que EEUU lleva a delante una campaña mundial «contra el terror», y que en esa línea justifica, de malas formas, la invasión de Iraq y la posterior construcción de decenas de bases militares en el país. ¿Qué serán de éstas si EEUU sale del país? Como señaló un militar norteamericano, «los analistas aficionados hablan de la estrategia, los autoproclamados profesionales hablan sobre las tácticas, mientras que los verdaderos profesionales lo hacemos sobre logística».

Otra de las pesadillas que planea sobre EEUU es la escenificación final de esa posible salida. En la mente de todos están las salidas de Vietnam, Líbano, e incluso la derrota de los soviéticos en Afganistán, que plasmó en el colectivo de muchos pueblos una clara imagen de las potencias derrotadas por enemigos teóricamente más débiles, al tiempo que animó a otros a tomar el mismo camino de lucha contra las ocupaciones de esas potencias en sus países. Y Bush y sus asesores son conscientes de que eso podría repetirse, con la consiguiente carga negativa para su política de dominación global.

Contradicción

Conforme parte de la estrategia norteamericana se está desmoronando, surgen sobre el tapete importantes contradicciones de cara a los próximos movimiento de Washington. Parece que su triste destino en Iraq le lleva a depender cada vez más de sus más acérrimos enemigos, al menos si quiere lograr una «salida honrosa». Las divisiones que existen dentro de las estrategias de los diferentes grupos resistentes, los enfrentamientos puntuales de éstos con los movimientos jihadistas son realidades que en estos momentos son aceptadas por la Casa Blanca. El último discurso de Bush es bastante elocuente, ya que hasta la fecha los norteamericanos sólo reconocían dos tipos de resistencia, los llamados «terroristas» y «los seguidores del Baath». Sin embargo hace unas semanas el presidente estadounidense mencionó una tercera facción, «los que rechazan la ocupación y las instituciones emanadas de éstas».

Algunas informaciones apuntan que podrían estar dándose los primeros contactos formales con algunos de los dirigentes de los grupos guerrilleros, aunque todavía es pronto para augurar movimientos de peso.

El círculo de contradicciones de EEUU es todo un frenazo para sus intenciones iniciales. En estos momentos son conscientes de que por un lado necesitan a los líderes chiítas para «poder buscar un pacto de protección para la minoría sunita del país», y al mismo tiempo ve que es necesaria la participación de los dirigentes de la guerrilla para buscar alguna salida negociada y frenar así el probable ascenso de los movimientos y las opciones jihadistas en Iraq. Pero además en ese tablero resulta indispensable el papel que desempeñe Irán, uno de los «enemigos más perseguidos por Washington». Cualquier actitud que este país adopte hacia la política de el Iraq ocupado será determinante en el devenir del futuro de los norteamericanos allí.

Alguna clave

La situación en Iraq se puede volver más insostenible tras las elecciones de perdurar la ocupación, pero además, una de las claves para entender mejor la situación actual radica en el reconocimiento de la guerra y ocupación de Iraq no es un problema militar, sino político. De esta manera puede resultar más sencillo comprender el rechazo de buena parte de la población hacia esas instituciones ilegitimas, al tiempo que puede permitir buscar una salida negociada a la situación. Y dentro de esta lectura, la salida de las tropas ocupantes es una condición necesaria e imprescindible para que sea la población iraquí la que decida libremente su futuro.

Algunas fuerzas buscarán asentar el status propuesto por los norteamericanos, conscientes de que en el fondo sirven para sus intereses, otros en cambio rechazarán cualquier utilización de ese montaje extranjero, también conscientes de que lo contrario puede suponer su marginación de las riquezas y de los círculos de poder y decisión del país. También estarán los que aprovecharán la diferencias ideológicas para buscar movimientos manipuladores e incluso un escenario de enfrentamiento civil, siguiendo la línea de cuanto pero mejor.

Para avanzar en una u otra dirección es necesario tiempo, de ahí que aventurar a describir escenarios en el futuro Iraq dentro de unos meses es un riesgo y una insensatez. Los hechos han demostrado en estos años de ocupación que las primeras lecturas de algunos analistas se basaban más en las «ganas de cada uno» que en el conocimiento de la realidad o de datos cercanos a las mismas, más allá de las habituales fuentes de información occidentales.

Después de estas elecciones el panorama seguirá en buena medida igual o peor que en la actualidad, pero detrás del telón electoral se seguirán moviendo al mismo tiempo los resortes de unos y otros, y no olvidemos que todos buscarán inclinar la balanza de su lado, y que tal vez la solución pase por la búsqueda del equilibrio de esa misma balanza, pero ajena en todo caso a cualquier mano norteamericana o aliada.

GAIN