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Brasil y el ALCA

Tropiezos de un acuerdo

Fuentes: La Jornada

También en Brasil se las gastan: el 21 de abril, el presidente Lula dijo que para su gobierno la negociación del ALCA, el proyecto para crear una zona comercial entre los países de todo el continente, excepto Cuba, estaba fuera de su agenda. «Fue malinterpretado», matizó el canciller Amorim respecto de la declaración. Empresarios de ese país impulsan la concreción del acuerdo, que es rechazado por el ala más tradicional del partido gobernante.

Poco más de tres semanas después de que el presidente Luiz Inacio Lula da Silva afirmó, en discurso improvisado, que el proyecto de creación del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) estaba «fuera de la agenda» del gobierno brasileño, los presidentes de los 34 países del ALCA tenían previsto un encuentro. El objetivo: fijar los detalles para la reanudación de las conversaciones interrumpidas, para efectos prácticos, desde febrero de 2004, la última vez que los viceministros del grupo estuvieron juntos.

El embajador Adhemar Bahadian, que encabeza el proceso de negociación por Brasil, dijo que existía un «clima positivo» para el encuentro con Peter Allgeier, vicerrepresentante de Comercio de Estados Unidos (USTR, por sus siglas en inglés). La conversación estaba programada para el 19 de mayo, pero se pospuso indefinidamente a iniciativa de Washington. Allgeier indicó que el momento no era adecuado para reunirse, ya que las energías de la administración Bush se concentraban en la campaña para la ratificación del Congreso del Tratado de Libre Comercio con América Central (CAFTA, por sus siglas en inglés), cuyas perspectivas no parecen haber mejorado con la visita de los presidentes de la zona más el de República Dominicana a la capital estadunidense hace dos semanas.

El ambiente teóricamente más favorable para las negociaciones del ALCA de las que hablaba Bahadian, surgieron de la plática entre el canciller brasileño Celso Amorim, hace dos semanas en París, con Rob Portman, ex congresista republicano de Ohio y abogado conocedor de las cuestiones del comercio internacional que remplazó a Robert Zoellick en la USTR.

La distancia entre las declaraciones de Lula sobre el ALCA y la disposición oficial brasileña de volver a la mesa de las negociaciones podría sugerir una inconsistencia o falta de rumbo en la estrategia gubernamental sobre la liberalización comercial y la mayor integración económica a escala continental. La posición de Lula, que sacó brevemente el ALCA de la agenda, expresaba los más ardientes deseos de un sector del Ministerio de Relaciones Exteriores (en el Palacio de Itamaraty), del ala izquierda del Partido de los Trabajadores (PT) y de otras organizaciones de base que apoyan al gobierno. Estos ven el acuerdo regional como un proyecto que debe ser borrado a toda costa, pues representaría nada menos que la anexión de Brasil y de la región por Estados Unidos, como Lula denunció durante su campaña por la presidencia en 2002.

Es probable, que la afirmación de Lula no signifique más que el tropiezo de un líder que no suele preparar sus pronunciamientos públicos y que frecuentemente se complace en oír sus propias palabras. Amorim explicó que la desafortunada frase presidencial había sido malinterpretada, ya que realmente quiso decir que el ALCA estaba fuera de la agenda y que las negociaciones habían dejado de ser tema de controversia en la prensa.

Aunque la explicación está lejos de ser convincente, tiene un fondo de verdad. Por lo menos en cierto sentido el ALCA es hoy, de facto, un tema menos controvertido en Brasil que hace dos años. Ahora, además de los críticos que dominaban el debate público, el acuerdo regional cuenta también con un considerable contingente de defensores, o por lo menos, de interesados, especialmente entre los empresarios agrícolas y, cada vez más, del sector industrial. Este grupo ganó fuerza en 2004 por tres razones.

La primera fue el fracaso de Itamaraty por producir un acuerdo comercial único, digno de ese nombre, en los dos primeros años de la administración de Lula. Otra fue el avance de la estrategia de liberalización competitiva de Washington, con la negociación de acuerdos bilaterales y multilaterales con países de América del Sur. Tales pactos, o la mera posibilidad de que se concluyeran o activaran, colocaron a las empresas industriales brasileñas ante la posibilidad de perder espacio frente a sus competidores estadunidenses en los mercados de naciones vecinas y las hicieron mirar hacia el ALCA.

Un tercer motivo de la revaloración más positiva de los eventuales méritos del proyecto regional para Brasil fue expuesto en los editoriales de la prensa. Se trata de la percepción de que la táctica de desagaste de la diplomacia brasileña frente al ALCA acabó por alertar a los sectores más proteccionistas en Estados Unidos. Estos son decididamente contrarios a cualquier nuevo acuerdo regional de liberalización que cuestione las generosas protecciones bajo las que operan. Así, los proteccionistas estadunidenses encontraron en los grupos brasileños más aguerridamente opuestos al ALCA un valioso y conveniente aliado, dispuesto a denunciar por razones ideológicas el proyecto que no les interesa por motivos como mantener las cuotas y subsidios para sus productos, mientras entonan himnos por la economía de mercado y las virtudes del libre comercio, siempre para los otros.

La combinación de estos tres factores contribuyó decisivamente, por ejemplo, para la elección al final del año pasado, del empresario Paulo Skaff, para la presidencia de la influyente Federación de Industrias del Estado de Sao Paulo (FIESP). Industrial del ramo textil, Skaff es el primer dirigente de un sector competitivo y exportador en asumir el mando de la principal entidad representativa del empresariado brasileño. El mismo fenómeno que contribuyó al ascenso de Skaff produjo otras manifestaciones en la política interna: una fue la pérdida de apoyo para Itamaraty, lo que no se debe sólo a la falta de resultados en las negociaciones comerciales, sino también a otros fracasos diplomáticos, como el reciente fiasco de la candidatura del embajador Luiz Felipe de Seixas Correa a la dirección de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Antes aprobado casi con unanimidad nacional, Itamaraty es hoy objeto de severas y constantes críticas en la gran prensa local.

Un efecto sintomático de la pérdida de espacio de la cancillería es lo que hace que se interese en el ALCA y busque tener buena relación con Estados Unidos. Además ha hecho que se involucre el ministro jefe del gabinete civil de la presidencia, José Dirceu. Político que entiende del poder e identificado con la izquierda del PT, Dirceu pasó a la defensa del proyecto del ALCA, incluyendo sus reparos sobre el desempeño de Itamaraty, después de un viaje a Washington en marzo pasado, en el que él ­y no el canciller Amorim­ se encargó de arreglar la visita de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, a Brasil algunas semanas después.

Irónicamente, el aumento del interés brasileño en la negociación del ALCA ocurre en un momento en que Estados Unidos parece ir en dirección contraria. Las dificultades de la administración Bush para asegurar la ratificación del CAFTA, con cinco pequeñas naciones de América Central más República Dominicana, da idea de la oposición que un acuerdo continental de liberalización económica encara en Washington.

Por todo, no deben esperarse avances rápidos en las negociaciones del ALCA, si es que son retomadas. Presumiendo que el CAFTA sea ratificado, y aunque ello no ocurra, el ALCA y, posiblemente, la propia Ronda de Doha de la OMC, quedarán irremediablemente comprometidas, y el escenario probable para la evolución de las negociaciones del acuerdo hemisférico será lento y gradual. La información disponibles sugiere que, en un escenario positivo, Bahadian y Allegier convocarían a una nueva reunión de los viceministros en Puebla, tal vez en julio. En ese encuentro, los representantes de los 34 países intentarán traducir en instrucciones prácticas a los nueve grupos de trabajo encargados de preparar el proyecto del tratado con los términos del compromiso firmado en noviembre de 2003 en la reunión ministerial de Miami. Los compromisos de Miami transformaron el ALCA en un acuerdo menos ambicioso que el originalmente pensado, un ALCA light con un conjunto de reglas y obligaciones comunes aplicables a todos pero que deja a los países la posibilidad de hacer acuerdos a la carta.

Sobre ese escenario y si los viceministros consiguieran producir esas instrucciones prácticas para los grupos, las negociaciones procederían sin prisa hasta octubre, cuando probablemente habría otro encuentro ministerial, en Brasil, para avalar el progreso alcanzado. Sin importar cuales fueran los avances obtenidos se celebrarían en la cuarta Cumbre de las Américas, fijada para el inicio de noviembre en Mar del Plata, Argentina. Luego en diciembre ocurrirá el acto más importante para el futuro del ALCA: la reunión ministerial de la OMC en Hong Kong, China.

En sus primeras declaraciones públicas como jefe del USTR, Portman mencionó al ALCA de pasada y afirmó que el interés principal de la política comercial de Washington está hoy en la Ronda de Doha de la OMC. «Lo importante es negociar e ir avanzando en el ALCA, pero sin prisas», dijo recientemente una alta fuente oficial estadunidense. La afirmación indica el sentimiento de muchas voces influyentes del Ejecutivo y del Congreso de ese país, según las cuales, el deterioro del clima político para el debate de esquemas de liberalización del comercio en Estados Unidos, ocasionada en parte por la explosión del déficit comercial, impone que todas las energías se concentren en buscar un acuerdo en la OMC, luego de la batalla por el CAFTA. «El ALCA vendrá después de Doha», expresó recientemente un ex jefe de la USTR, el republicano Clayton Yeutter.

Parece irónico que la subordinación del tratado hemisférico a un acuerdo global de comercio corresponda a la estrategia que Brasil tuvo desde el lanzamiento del proyecto del ALCA, en Miami en diciembre de 1994. El gobierno del presidente Fernando Henrique Cardoso ya había reconocido en 1995 que los temas más delicados entre Brasil y Estados Unidos, como las reglas sobre subsidios agrícolas, antidumping y propiedad intelectual, sólo podían ser discutidos de forma efectiva en el ámbito de la OMC. La trayectoria que el gobierno de Lula recorrió para llegar a una posición oficialmenete positiva sobre las perspectivas del ALCA, llevan a Brasil a reafirmar su propia posición, la más constante y, probablemente, la más sabia, sobre el acuerdo regional. En este sentido, la estrategia del gobierno de Lula sobre el ALCA representa un retorno a una posición tradicional y expone un aspecto de la situación del actual gobierno que los petistas no pueden evitar que sea recordado: también en la política comercial, la administración de Lula indica más una continuidad que un rompimiento en relación con el gobierno anterior de Cardoso.