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Sobre la obra social de las Cajas de Ahorro

Tú eliges, tú decides

Fuentes: El Debate de Navarra

Seguro que estoy equivocado en mi opinión, ya que se trata de una iniciativa que por lo visto ha tenido mucho éxito, no he oído la menor crítica y hasta le han dado algún premio. Me refiero a ese programa de Caja Navarra donde son (somos) los clientes los que deciden el destino que quieren […]

Seguro que estoy equivocado en mi opinión, ya que se trata de una iniciativa que por lo visto ha tenido mucho éxito, no he oído la menor crítica y hasta le han dado algún premio. Me refiero a ese programa de Caja Navarra donde son (somos) los clientes los que deciden el destino que quieren dar a su aportación a la Obra Social. El caso es que no me gusta nada la idea en sí y tampoco que cada año me obliguen a decidir so pena de no tramitar mis operaciones. Resulta que no han pensado que algunos podríamos elegir no tener que decidir, y como mucho nos permiten cada año elegir que nuestra parte se distribuya equitativamente entre todos los proyectos que compiten entre sí.

Hasta ahora yo entendía que la Obra Social de la Caja, como la de todas las cajas, era social, valga la redundancia. Desde el siglo XIX se ha entendido que la «cuestión social» tiene que ver con el hecho de que en cualquier sociedad hay personas que tienen más o menos satisfechas sus necesidades vitales (alimento, vivienda, vestido, cultura, etc.) y otras que no. Como esto puede parecer algo injusto o demasiado conflictivo (ya dice el DRAE que social tiene que ver con las contiendas entre unas y otras clases sociales) hay que darle una solución, que no puede ser otra que ayudar a quienes no tienen sus necesidades resueltas. Lógicamente quienes tienen que ayudar son quienes no padecen la misma situación de necesidad, quienes sí tienen recursos suficientes y los pueden compartir. La cuestión social sólo puede abordarse mediante la solidaridad: quienes tienen más comparten con quienes tienen menos. El Estado Social es precisamente aquél que asume como tarea propia de los poderes públicos hacer realidad la solidaridad mediante una redistribución de los recursos, principalmente por vía fiscal.

Hasta ahora yo creía que los directivos de las cajas de ahorros se ganaban el sueldo, entre otras cosas, detectando necesidades sociales no satisfechas y tratando de atenderlas con una parte de las ganancias obtenidas. Ya no. En Caja Navarra dejan que sean los clientes los que hagan ese trabajo. Y a mi entender esto desnaturaliza completamente la Obra Social. Es cada cliente el que decide a dónde va la parte correspondiente a las ganancias que han generado sus ahorros. Como dice ese sujeto disfrazado de alce de los anuncios, puede preferir apoyar al equipo de su barrio antes que a la conservación del patrimonio. Y de hecho, eso sucede; que cada cliente tiende a ayudar a «su barrio». Además de la insistencia de Caja Navarra para que elijamos, los clientes sufrimos también la petición de las diversas entidades o asociaciones a las que pertenecemos para que elijamos precisamente los proyectos sociales que ellas patrocinan. Al final, puede suceder que cada barrio, que cada colectivo, se ayude a sí mismo. Los clubs deportivos de barrios más acomodados y los que tengan más socios recibirán más ayuda que los de barrios más modestos o con menos seguidores. Las asociaciones que abordan aficiones, enfermedades, discapacidades o problemas más minoritarios o más desconocidos tenderán a recibir menos apoyos que las instituciones más populares y mejor publicitadas.

De este modo la idea de solidaridad queda debilitada. Los clientes de Caja Navarra no vamos a atender a las necesidades sociales más apremiantes, no vamos a ayudar a quienes lo necesitan más, no vamos a contribuir a aquellas causas que hayan quedado inatendidas por otras instituciones públicas o privadas. Vamos a someter también nuestra Obra Social al principio de ayúdate a ti mismo o a los dictados de los índices de popularidad. Hemos vuelto a los orígenes; cada cliente decide más o menos caprichosamente a quien otorga su limosna, es el retorno a la antigua y graciosa beneficencia. Supongo que es signo de unos tiempos rabiosamente individualistas que esto no provoque la menor atención, que salvo el que esto suscribe nadie encuentre motivos para criticar el «tú eliges, tú decides», que tenga tan buena prensa.

La mayor utilidad de este invento, desde luego, es la publicitaria. Caja Navarra presume de que somos los clientes los que decidimos. Vale, puestos a decidir yo preferiría que nos dejaran elegir otras cosas, como los intereses que nos dan por nuestro dinero o los que nos hacen pagar por las hipotecas. Eso sí que sería banca cívica.