Las incongruencias que se observan en este mundo neoliberal son desquiciantes. Mientras que en África, gran parte de Asia y de América Latina la mayoría de sus habitantes no han tenido acceso a las inmunizaciones contra la Covid-19, en Estados Unidos se desarrolla un turismo de vacunas para atraer a las personas que pueden darse el lujo de pagar su abultado costo.
Ocurre que decenas de ciudadanos han viajado desde Latinoamérica a Estados Unidos para vacunarse y se disparan los vuelos como un negocio que servirá para enriquecer a unos cuantos negociantes.
En el caso de América Latina y el Caribe donde prolifera la pandemia no se han podido realizar inmunizaciones masivas debido a varios factores: falta de dinero para obtener el fármaco; pésima gestión de algunos gobiernos neoliberales; privatización de los servicios de salud; escasas compañías suministradoras y el acaparamiento de dosis por los países capitalistas desarrollados.
Mucha razón tiene la doctora Carissa Etienne, directora de la sección americana de la Organización Mundial de la Salud cuando denunció que ese tipo de turismo “no es la solución, sino más bien un síntoma de la desigualdad en el continente americano; ese fármaco puede ser la diferencia entre la vida y la muerte, no debería ser un privilegio de los países ricos o de las personas ricas y en última instancia esa modalidad solo agrava la desigualdad”.
Pero preguntemos el porqué ocurre ese trasiego de personas hacia el gigante del norte.
Estados Unidos con 330 millones de habitantes que representan el 4 % de la población mundial ha comprado a diferentes farmacéuticas la alarmante cifra de 2 600 millones de dosis lo que representa la tercera parte de los 7 300 habitantes del planeta, según los últimos datos de la ONU.
Mientras muchos países se esfuerzan por tratar de obtener con urgencia las vacunas que necesitan, en esa nación se almacenan cientos de millones de dosis bajo la propaganda gubernamental de “América primero”, en un mundo que, contrariamente a ese concepto, es cada vez más multipolar.
A esto se suma que mientras Estados Unidos prioriza la distribución de vacunas en sus fronteras, a la par restringe la exportación de materias primas para la producción del fármaco contra el virus.
No es que se prohíba vacunar a un turista sino que eso se convierta en un negocio para países que por su gran potencial económico pueda comprar enormes cantidades de dosis mientras el planeta padece una de las mayores pandemias de la historia que de no ser controlada amenaza con consecuencias catastróficas para toda la humanidad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló que la mitad de las dosis suministradas hasta principios de mayo han sido puestas a personas de países donde vive una séptima parte de la población mundial, principalmente Estados Unidos y Europa, en detrimento de decenas de naciones de África, Asia y América latina que apenas han iniciado la inoculación gracias al mecanismo Covax de Naciones Unidas que por cierto no ha recibido hasta el momento el apoyo necesario por parte de los países desarrollados.
Resulta harto conocido que la atención sanitaria siempre ha sido un negocio en los países capitalistas neoliberales y las grandes compañías farmacéuticas extraen cantidad de dinero del Estado para después privatizar las curas de las enfermedades y obtener abundantes ganancias.
La realidad es que ante la desesperación de los habitantes por la proliferación de contagios de coronavirus, personas con alto poder adquisitivo viajan a Estados Unidos para obtener la tan ansiada inmunización.
Es el negocio de los negocios pues al acumular excesivas cantidades de dosis, el país y las farmacéuticas pueden vendérselas a cualquier postor que pague el precio.
Se han puesto a disposición de los solicitantes extranjeros las vacunas estadounidenses de Moderna, Pfizer y Jhonson and Jhonson sobre todo en los estados de Luisiana, Texas, Arizona, Nevada, Nueva York y Florida sin importar su situación legal dentro del país, explica el portal Web Travelpack.
El ecuatoriano Javier Coronel manifestó en declaraciones a la prensa que oyó hablar que en Florida se podía vacunar y como en su país se ha incrementado la pandemia y hay muy poco avance al respecto, decidió gastar el dinero y viajar al Norte.
El colombiano Mauricio Pérez argumentó que en su país la situación política y económica es incierta, no se sabe cuándo se realizará la vacunación por lo que decidió hacerlo en Miami. Situación similar argumentó la mexicana Samanta Amke.
Varias agencias de México, Argentina, Colombia, Ecuador y Perú, ofrecen a las personas que tengan el dinero y hayan obtenido la visa correspondiente, un paquete turístico que comprende, viaje en avión, hospedaje y transportación colectiva a los centros de inmunización.
Si antes de la pandemia una agencia cobraba entre 500 y 700 dólares por el viaje a Miami, ahora la cifra se sitúa entre 1 000 y 4 000 dólares según el servicio que se preste.
Como la demanda se incrementa y muchas compañías relacionadas con el sector turístico quieren extraer las mayores ganancias, se ha llegado a la poca profesional decisión de que en tiendas, almacenes y supermercados privados como Walgreens, CVS, Costco, HEB, Walmart y Selfway se suministre las vacunas a los extranjeros.
A los interesados solo se les pide el pasaporte y no se les realiza ningún chequeo médico ni control tras inyectarles el fármaco.
El secretario general de la ONU, Tedros Adhanom Ghebreyesus denunció que la organización ha solicitado a los países ricos que han comprado los mayores lotes de vacunas que donen al sistema Covax para poder entregarlas a numerosas naciones pobres las cuales no han podido inmunizar ni siquiera a su personal de salud y sus hospitales están llenos de personas en graves estado. “La vacunación por goteo, recalcó, no es una estrategia eficaz para combatir un virus respiratorio mortal”.
Moraleja: cuando en el capitalismo los negocios y el dinero fluyen, no importa la vida de los desfavorecidos.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.