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Turismo sexual en la Copa Mundial

Fuentes: Rebelión

El colonialismo europeo patriarcal, racista y discriminador ha marcado a las mujeres latinoamericanas y las ha simbolizado como cuerpos preferentemente erotizados, convertidos en instrumento para la sujeción y la reproducción del colonizador. Nuestros países son vistos desde otros continentes como lugares para el placer, lugares donde consiguen fácilmente mujeres, mujeres que también se exportan como […]

El colonialismo europeo patriarcal, racista y discriminador ha marcado a las mujeres latinoamericanas y las ha simbolizado como cuerpos preferentemente erotizados, convertidos en instrumento para la sujeción y la reproducción del colonizador. Nuestros países son vistos desde otros continentes como lugares para el placer, lugares donde consiguen fácilmente mujeres, mujeres que también se exportan como indocumentadas para los mercados del sexo o de los cuidados.

Brasil es a nivel mundial el segundo destino preferido -después de Tailandia- para turismo sexual, especialmente de menores. Aunque la venta de sexo en Brasil no es delito a partir de los 14 años, hay menores de esa edad en esa situación. UNICEF calcula que hay aproximadamente 250 mil niños involucrados en la prostitución. En el imaginario mundial es un país con playas, y sol, donde todo está permitido, un país de garotas semidesnudas siempre dispuestas al sexo, y donde todo se puede. Está comprobado que el aumento de la prostitución es proporcional al turismo, y se ha calculado que la Copa Mundial ha hecho llegar 3,5 millones de turistas a Brasil.

El futbol es considerado un deporte masculino por excelencia, es «cosa de hombres». El partido es un escenario social varonil, de poder y violencia masculina, que resulta ser un ritual machista por excelencia, con semejanzas al ritual de las batallas. Los fanáticos expresan su pasión por el equipo usando sus colores en la cara y en la ropa, aupando a los jugadores, y cantando canciones intimidatorias para el contrario. La pasión puede llevar a la violencia, tal es el fenómeno de las barras bravas, ultras, tifossi y hooligans en las que se conjugan sentimiento de pertenencia a un grupo, exaltación, desenfreno y agresividad. En las barras bravas no entran mujeres.

El machismo sexista en la cultura futbolística es un hecho, y va más allá del propio campo o estadio de fútbol, trasciende al partido proyectándose en las ceremonias de festejo posteriores, así como en los espacios de comunicación e información de carácter deportivo. El cuerpo de las mujeres se usa como un objeto parte de la fiesta, su uso y abuso es legitimado por la cultura machista.

En el contexto de la «fiebre mundialista», los servicios que se ofrecen a la hinchada turista incluyen los sexuales. Hoy se sabe, que acompañando a las Copas Mundiales que se fueron sofisticando y convirtiéndose en una industria muy poderosa, se produce siempre un aumento de la prostitución. Y para satisfacer el negocio de la venta de cuerpos humanos, se naturaliza la explotación sexual, incluyendo a las niñas. Se aumenta la captación interna y externa de nuevas integrantes, y se incrementa la trata, trayendo jóvenes desde países vecinos. Después de las drogas y de las armas, la trata de personas es el mercado transnacional más redituable del mundo.

La Marcha Mundial de Mujeres de Brasil denuncia que las mujeres son tomadas como mercancía en la industria del sexo que acompaña a los mundiales. Usando el slogan «Contra el machismo estándar de la FIFA», llaman la atención sobre la responsabilidad de los organizadores en esta violación a los derechos humanos que es la prostitución. No se trata de daños colaterales, tal y como hoy se vive esta justa deportiva, h

hay una conexión estructural entre la cultura machista, el negocio capitalista y la explotación sexual que rodea a las Copas Mundiales.

Los movimientos de mujeres promueven una campaña que dice «Di no al turismo sexual, comprar sexo no es un deporte» y también «Los hombres de verdad no compran mujeres». La organización Mujeres de Paz en el Mundo trata de hacer visible que la explotación sexual es la nueva forma de la esclavitud colonial, donde se une machismo y racismo que redoblan la vulnerabilidad de las mujeres afro. Hay mucho dinero en juego, se venden las mujeres brasileñas como exuberantes símbolos sexuales y los turistas que vienen a ver la copa y también reciben un catálogo de mujeres.

El Ministerio de Turismo solicitó a Adidas, patrocinador oficial de la Copa, el retiro de camisetas del Mundial que promovían el turismo sexual mostrando partes del cuerpo femenino junto con el balón. El Gobierno nacional lanzó un portal en Internet e inauguró una campaña de difusión, cuyo primer corto propone «no manchar la camiseta» con la explotación sexual de mujeres durante el Mundial de Fútbol. El spot «Paremos la trata» convoca a los varones «a desnaturalizar la relación entre explotación sexual y fiesta deportiva».

«Brasil está feliz de recibir turistas para el Mundial, pero también está listo para combatir el turismo sexual», dijo Dilma Rousseff.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.