La banca privada ha recibido del Banco Central Europeo 1’6 billones de euros (1.600.000.000.000 euros) entre Octubre de 2008 y Diciembre de 2010. Esto es, el sistema bancario privado se ha financiado públicamente con un 13% del PIB de la Unión Europea. De la misma forma, el apoyo público a la economía real cayó unos […]
La banca privada ha recibido del Banco Central Europeo 1’6 billones de euros (1.600.000.000.000 euros) entre Octubre de 2008 y Diciembre de 2010. Esto es, el sistema bancario privado se ha financiado públicamente con un 13% del PIB de la Unión Europea.
De la misma forma, el apoyo público a la economía real cayó unos 11.700 millones de euros respecto al año pasado. El ejecutivo comunitario achaca esta bajada a la poca demanda y a las restricciones presupuestarias aprobadas en la mayoría de países de la UE. Por ese motivo, concluyen, la Comisión propone extender la duración del marco temporal de ayudas al sector financiero pero da por terminadas las ayudas al sector productivo.
Con estos datos sobre la mesa inmediatamente aflora una cuestión básica: ¿No sería más lógico, ético, democrático y coherente un sistema de banca pública?
El BCE presta este dinero a las instituciones financieras privadas a un interés medio del 1’25% (en los dos últimos años). De los 1’6 billones de euros recibidos, la banca privada ha destinado 1’2 billones a garantías estatales, a la financiación de las entidades y a otras medidas de apoyo a la liquidez.
Las garantías estatales son medidas que van encaminadas a garantizar la devolución del dinero a la persona natural. Si el banco no puede devolver el dinero, lo hace el Estado. Ahora, los estados europeos han refinanciado a la banca privada para evitar esta posible ruptura de las garantías estatales.
Por otra parte, cuando un Estado tiene que acudir a los mercados de deuda pública para financiarse, son estos mismos bancos los que acuden a prestarle el dinero necesario para pagar educación, sanidad, infraestructuras, etc. Pero ahora aparece una plusvalía favorable a la banca privada. Los intereses no son los mismos que eran de partida. En el camino, un euro, que el BCE (Institución Pública Europea, supuestamente al servicio de los Estados y ciudadanos europeos) había prestado al 1’25% (de media) se transforma casi por arte de magia en un interés del 4, el 5 o el 6%. «Et voilà», la multiplicación de los panes y los peces se ha producido. El euro que antes de salir de las arcas del erario público costaba x, ahora es devuelto al mismo costando x + p. Se ha generado una plusvalía que descansa apaciblemente y sin sobresaltos en manos de la banca privada. Es una nueva forma de financiación y de negocio.
No queda aquí la cuestión. Parte de esos 1’2 billones de euros han sido destinados a la financiación empresarial y de particulares. Pero éstos, como todo hijo de buen vecino, también han tenido su buena cuota de aportación a la banca privada. Cuando acuden a solicitar un préstamo, si no se les despide con una palmada en la espalda o un «vuelva usted mañana», se les cobran unos intereses leoninos. De nuevo el contribuyente tiene motivos más que fundados para sentirse estafado. Su dinero ha servido para dos fines: financiarse a sí mismo y financiar a la banca privada. Ha visto ante sus ojos un fantástico truco de prestidigitación.
Para poder devolver estos préstamos, estados, empresas y ciudadanía se endeudan hasta niveles prácticamente insostenibles. El capital financiero genera una plusvalía de la nada, ya que si bien posibilita la ejecución de programas y proyectos productivos (financiación empresarial, creación de empresas, supuesta creación de empleo, pago de servicios públicos, etc.), por otra parte lo hace a partir de un dinero que no le es propio, que no proviene de ninguna actividad productiva. Simplemente se le ha suministrado una «materia prima» (muy preciada) – dinero- a un coste muy bajo, que la banca privada pone en circulación con una serie de condiciones e incrementando ostensiblemente su precio, a través de reglas, estrategias y coyunturas que les posibilitan el monopolio y control del negocio.
El Comisario Almunia muestra claramente las intenciones que tienen los órganos de poder de la UE: «no podemos prescindir de financiar a la banca (privada), ya que es ésta quien pone el dinero necesario en circulación». Falso.
De los otros 400.000 millones de euros referidos más arriba, su destino ha sido claro: la compra de activos tóxicos generados por el sistema financiero. Una cantidad de dinero destinada a socializar las pérdidas ocasionadas por políticas económicas muy arriesgadas, que buscaron una alta rentabilidad a cualquier precio y cuando menos, de dudosa práctica ética. El 58% de estas ayudas públicas fue entregado a bancos de tres países: Irlanda (25%), Reino Unido (18%) y Alemania (15%). Curioso cuando menos.
Desde las élites dirigentes – ante este absurdo – se hace hincapié en que dichas medidas no sólo son necesarias, sino que cualquier otra vía conduciría sin solución de salida a la catástrofe. De nuevo el pensamiento único intenta imponer sus dogmas. No hay alternativa posible.
De ahí que vuelva a surgir otra cuestión básica: ¿por qué no es posible la creación de una banca pública que haga fluir el crédito entre Estados y particulares?
No sólo no se ha recorrido este camino. En España el sistema de cajas de ahorros ha sido perseguido hasta la casi total erradicación. El sistema bancario y financiero se ha privatizado por completo. Los grupos financieros poderosos han adquirido las cajas a precios de saldo, siendo éstas previamente saneadas por el gobierno español, y ahora los populares proponen la creación de un banco «malo» público que controle los activos tóxicos.
Las respuestas negativas que se aportan a estas cuestiones no son técnicas ni científicas. No son entendibles en un contexto histórico ni coyuntural. Ni siquiera se sostienen desde un punto de vista ideológico. Su carácter es mucho más sencillo: se busca la privatización del sistema bancario y financiero, su monopolio – intenciones que devienen del afán de enriquecimiento despiadado de las oligarquías que controlan y dominan la economía mundial – así como la eliminación de cualquier propuesta o tentativa que proponga regularizar un modelo económico que permite el enriquecimiento de unos pocos a costa del empobrecimiento de la mayoría. Para ello, se trabaja desde hace tiempo en crear una situación de conmoción y desesperanza tal que permita acometer las medidas y recortes necesarios para sus intereses, eliminando en el camino derechos, convenios y bienestar social. Estos grupos de poder, cuyos tentáculos llegan hasta los últimos confines de las instituciones gubernamentales, económicas, financieras y mediáticas no tienen ningún interés en oír hablar de lo contrario. Mientras tanto, sus generales ya han ido tomando posiciones. El fenómeno conocido como «puerta giratoria» es más que elocuente. En los dos últimos años el golpe de estado efectivo que el poder financiero está llevando a cabo sobre las democracias europeas ya no escapa a nadie. A lo ocurrido en Grecia e Italia, donde se han impuesto los gobiernos de dos tecnócratas (llamados así para ocultar realmente su dimensión) procedentes del sector financiero (Papademos y Monti junto a toda una pléyade de súbditos cuya génesis es la banca privada), hemos de sumar la llegada a la cúspide del BCE de Mario Draghi (ex directivo de Goldman Sachs) y la incorporación, en hasta al menos 14 de los 27 países de la UE, de ex banqueros o gestores de fondos a los ministerios de Economía, Finanzas o del Banco Central. En breve España se sumará a esta corriente. Entre la colección de candidatos podemos encontrar a Luís de Guindos (ex directivo de Lehman Brothers), José Manuel González – Páramo (miembro del Comité ejecutivo del BCE) e incluso Guillermo de la Dehesa (consejero del Santander y asesor de Goldman Sachs). El fenómeno es biyectivo (de ahí lo de puerta giratoria), pudiéndose encontrar casos de gobernantes europeos que en este período hayan pasado a puestos ejecutivos en la banca privada, como ponen de manifiesto lo casos del alemán A. Weber (ex – Presidente del Bundesbank) vinculado en la actualidad a UBS, el español Pedro Solbes (ex – Vicepresidente económico) que ahora está relacionado con Barclays, C. Ocaña (ex – secretario de Estado de Hacienda) que es Director General de FUNCAS o los otrora dirigentes de la Comisión Europea M. Kuneva (ex -Comisaria de Protección del Consumidor) ahora en BNP Paribas, L. Michel (ex – Comisario de Política de Desarrollo) en Credimo y C. McCreevy (ex – Comisario de Mercado Interior) relacionado con Bank of NY Mellon, entre otros. La banca siempre gana.
Ante tales atropellos, la respuesta popular ha de ser rápida, directa, radical y contundente. La envergadura de la situación así lo requiere. De otro modo, el mundo en el que hasta ahora habíamos vivido se habrá convertido en un lugar muy diferente, en el que vivir deforma digna será una tarea harto complicada para una inmensa mayoría de nosotros. La acción discurre directamente frente a nuestros ojos y ya no tenemos excusas posibles.
Jorge Alcázar González es miembro del Colectivo Prometeo.