Quizá algunos recuerden aquel gran jugador del Bayern de Munich, llamado Uli Hoeness, que siendo presidente del club alemán más laureado fue condenado en el 2014 a tres años y seis meses de cárcel por evadir en Suiza 27´5 millones de euros al fisco alemán. La fiscalía denunció el fraude en julio del 2013, el […]
Quizá algunos recuerden aquel gran jugador del Bayern de Munich, llamado Uli Hoeness, que siendo presidente del club alemán más laureado fue condenado en el 2014 a tres años y seis meses de cárcel por evadir en Suiza 27´5 millones de euros al fisco alemán. La fiscalía denunció el fraude en julio del 2013, el juicio se celebra en marzo del 2014, se le condena, Uli Hoeness reconoce el fraude, no apela, paga de inmediato 10 millones de € y el 2 de junio de 2014 entra en prisión. Este, otrora excelente y famoso jugador de fútbol, ayer defraudador, en el 2015 es lo que se llama un Freigänger, un preso en régimen abierto. Se dice que ha adquirido la condición de Freigänger porque antes ha saldado su deuda con hacienda, que entre lo defraudado, los intereses, multas y recargos ha podido ascender a 40 millones de €. Hoy, de conformidad con la justicia alemana, trabaja como jefe del departamento de nuevas promesas de fútbol en su querido club del Bayern de Munich.
Luis Bárcenas, que desde años es acusado, investigado, al que se le han detectado en torno a 48 millones de € en Suiza y se le buscan cuentas en otros paraísos fiscales, ha salido de la cárcel sin pagar ni un euro al fisco español y disfruta esquiando en su casa de Baqueira, con el permiso del gobierno, de los jueces y fiscales.
Dos personas y dos situaciones, que indican el proceder de dos sociedades ante un mismo hecho: el fraude a hacienda estatal. En uno detecta la fiscalía a lo largo del 2013 y en el 2014 está juzgado y sentenciado. Y en el 2015, para salir de la cárcel, ha tenido que pagar lo defraudado con sus respectivos intereses, cargos y multas, vaya que una deuda cifrada en 27´5 millones de euros le ha supuesto a Uli Hoeness 40 millones de €.
Queda claro, en el estado español a un defraudador le sonríe el gobierno, hacienda, el juez, el fiscal y la nieve. Y, si te descuidas, le hacen empresario del año y cofrade del Cristo del Buen Yantar. El estado español y sus instituciones es lo más parecido al sonrojo humano. Igual que su presidente Rajoy y su discurso del estado de la nación: un esperpento.
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