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Lo que quiso ocultar Obama con la ejecución extrajudicial

Un alegato de ficción de Bin Laden ante el tribunal que debería juzgarle

Fuentes: Rebelión

Si Bin Laden hubiera podido tener un juicio y la posibilidad de declarar ante un juez podría haber dicho cosas como las siguientes. Así, quizás, se pueda entender mejor por qué el líder islámico solo podía ser capturado muerto: «Su Señoría, no reconozco la legitimidad de este tribunal ante el que estoy siendo juzgado, sólo […]


Si Bin Laden hubiera podido tener un juicio y la posibilidad de declarar ante un juez podría haber dicho cosas como las siguientes. Así, quizás, se pueda entender mejor por qué el líder islámico solo podía ser capturado muerto:

«Su Señoría, no reconozco la legitimidad de este tribunal ante el que estoy siendo juzgado, sólo acepto el juicio de Alá, o si lo prefieren, de su Dios. Pero antes de dictar su veredicto debería escuchar mi historia como muyahidin.

Era el año 1979, un gobierno comunista gobernaba Afganistán que había sustituido a una monarquía aliada del imperio norteamericano. Ese mismo año, el 2 de julio, el Presidente de Estados Unidos Jimmy Carter firmó un decreto por el que se autorizaba la creación de una guerrilla anticomunista en Afganistán. El plan para desalojar a los ateos del gobierno de Kabul se denominó Operación Ciclone.

Los agentes de la CIA recorrieron todos los países árabes para reclutar muyahidines, seguidamente los financiaron, armaron y entrenaron. Yo fui reclutado por ustedes, recibimos fondos y armamento, tanto directamente de EEUU, como de nuestros amigos comunes en el gobierno y ejercito de Pakistán.

Además de los dólares provenientes del gobierno norteamericano, también nos financiamos con dinero que obteníamos del tráfico de opio que nosotros controlábamos con la tolerancia de su agencia anti-drogas (DEA). Aquellos años fueron los de mayor tráfico de heroína en todo el mundo. 

Bajo su aprobación y amparo, yo junto con mis correligionarios luchamos contra el gobierno comunista e infiel de Kabul. Además nos propusimos devolver a las mujeres afganas a su situación anterior. Para ello matábamos profesoras, maestros, pusimos bombas en escuelas, envenenamos a cien adolescentes de 14 a 18 años en un liceo femenino en Kabul. No cejamos hasta que no hubo ninguna mujer en una escuela en Afganistan.

Occidente no puso ningún límite u objección a nuestra guerra santa. En Junio de 1982 emboscamos a un grupo de mil jóvenes voluntarios del Partido Comunista que se dirigian a trabajar al valle de Panjshir, murieron la mayoría de ellos.

También atacamos cines y derribamos aviones civiles, con este tipo de acciones armandas murieron cientos de mujeres y niños inocentes. Nadie nos condenó por terroristas, justo al contrario, entonces los gobernantes occidentales y sus medios de comunicación nos llamaban «Luchadores por la Libertad». Incluso Silvestre Stallone se unió a nosotros, en la ficción, para protagonizar «Rambo III» , en cuya película nosotros, los muyadines, eramos los héroes y los infieles comunistas eran «los terroristas».

Actué bajo las ordenes de su gobierno para expulsar a los infieles de tierras musulmanas. Me declaro culpable de continuar esta misión hasta completarla. Mi rebeldía hacia su país comenzó cuando no me permitieron resolver el problema en que se convirtió Sadam Husein (otro antiguo aliado del imperio americano). Cuando Sadam invadió Kuwait, ustedes ocuparon mi patria y no tuve más opción que luchar para expulsarlos de tierra santa con los mismos métodos que la CIA me enseñó.

Usted me dirá que los atentados que me imputan del 11-S, 11-M, etc… fueron desproporcionados, que se atacó objetivos civiles, que murieron miles de víctimas inocentes. Es cierto, pero ¡que pocas son esas víctimas si se las compara solamente con Hiroshima y Nagasaki! Nosotros, los muyadines somos unos simples aprendices de terroristas comparados con su ejercito o con la CIA.

Espero señor juez que dicte sentencia conforme a su conciencia. Usted debe aplicar sus leyes, leyes que deberán ser aplicadas con la misma severidad para hechos similares. Por eso, y si me lo permite SSª, déjeme que termine preguntándole por qué el terrorista soy yo y no su presidente».

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