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Un año de gobierno de Maduro

Fuentes: Rebelión

Ha pasado más de un año desde que Nicolás Maduro asumiera la presidencia de Venezuela y el descomunal reto de intentar ocupar el espacio vacío dejado por un gigante: el comandante Hugo Chávez. Diversos sectores pronosticaron la caída en pocos meses del nuevo gobierno, pero a pesar de la situación crítica que vive la Revolución […]


Ha pasado más de un año desde que Nicolás Maduro asumiera la presidencia de Venezuela y el descomunal reto de intentar ocupar el espacio vacío dejado por un gigante: el comandante Hugo Chávez. Diversos sectores pronosticaron la caída en pocos meses del nuevo gobierno, pero a pesar de la situación crítica que vive la Revolución Bolivariana, no parece que el Ejecutivo de Caracas vaya a desmoronarse ni mucho menos a ser derrocado.

La insoportable inflación. Si comenzamos por abordar los puntos más críticos, la coyuntura económica es uno de los problemas centrales que enfrenta el gobierno. El constante aumento de precios está provocando una pérdida del poder adquisitivo severa en importantes franjas de la población, que no logra ser compensada con los periódicos aumentos salariales. El reciente incremento del 30% del salario mínimo el 1 de mayo, además de no aplicarse en el resto de escalas salariales, se queda lejos de la tremenda inflación, que en el sector alimentario se acercó al 100% en el último año.

Tanto en los sectores populares como en los estratos medios-bajos, se están multiplicando las estrategias de supervivencia por medio de ingresos paralelos extra-salariales (venta a escala micro de productos, de servicios, etc.). Esto, unido al mantenimiento del fuerte gasto público (desde la alimentación a la cultura) ha evitado el surgimiento de conflictos importantes en los barrios y en las zonas rurales. De cualquier manera, se percibe un descontento popular al alza, que hasta el momento sigue amortiguado por la disciplina colectiva de amplias franjas del ‘chavismo’ y por la todavía fuerte vinculación afectiva y simbólica con el imaginario de la Revolución.

Es sabido que gran parte del efecto inflacionario es producto del acaparamiento de productos que provoca el desabastecimiento artificial. Las largas colas en las puertas de los supermercados, además del simbólico impacto visual, son parte del ‘efecto desgaste’ que pretende provocar el agotamiento psicológico de la población.

Aunque la patronal está detrás del sabotaje, lo más preocupante es que también hay sectores de la burocracia corrupta que están haciendo grandes negocios. Dentro de la lógica del conflicto de clases se puede ‘entender’ que la burguesía acapare y especule, pero ¿cómo se puede explicar que falten productos, por ejemplo alimentos de la red estatal Mercal y que aparezcan en el mercado negro?

Otro tanto ocurre con el negocio del contrabando a Colombia. Miles de toneladas de alimentos y gasolina, pasan semanalmente la frontera colombo-venezolana en grandes camiones. Esto sería absolutamente imposible sin la complicidad de funcionarios del Estado (la Guardia Nacional, para empezar).

El control de cambio, de medida eficaz hace una década para detener la fuga de capitales, se ha convertido en un monumental negocio para la vieja y nueva burguesía y para especuladores de todo tipo. El expolio de más de 20.000 millones de dólares de Cadivi (Comisión de Administración de Divisas), es uno de los mayores robos al erario público de los últimos tiempos. El gobierno de Maduro ha prometido publicar la lista de empresarios y corruptos que se han lucrado con esta trama, pero todavía no lo ha hecho.

Negociaciones. En este contexto en el que la cultura de la especulación y la impunidad se combinan, el Ejecutivo ha promovido dos vías de negociación. Por un lado, han conseguido sentar a la mesa a la derecha opositora, para intentar desactivar la violencia en la calle. Pero el proceso negociador más relevante es el que se está produciendo con la patronal, a través de las denominadas ‘mesas de trabajo productivo’, donde el gobierno pretende sellar un ‘pacto nacional’ con la burguesía ‘productiva’ para impulsar la economía. La apelación a los ‘empresarios patriotas’ ha sido interpretada de diversas maneras: para unos como un repliegue táctico que permita reestructurar la economía; para otros como una renuncia al horizonte socialista.

Misión Vivienda. En el plano de la política social el bolivarianismo sigue sorprendiendo con algunos de sus programas. En los últimos tres años, la Misión Vivienda es la estrella del área social, con más de 600.000 casas construidas y entregadas a los sectores populares. Las condiciones además son muy favorables, ya que la hipoteca nunca supera el 15% del salario familiar. Esta política de vivienda sería impensable, por ejemplo, en la actual Europa neoliberal y evidencia que todavía una parte de la renta petrolera sigue teniendo un destino social claro.

Es destacable también el alto porcentaje de vivienda que se está construyendo en las Comunas, bajo el modelo de autogestión, como hemos podido observar en diferentes partes del país. Miles de casas están siendo levantadas por las y los propios vecinos a través de cooperativas de la misma comunidad.

Comunas en construcción. El otro campo de avance se ubica en el crecimiento constante de las Comunas por toda Venezuela. Concebidas como espacio de agregación de los Consejos Comunales, se han convertido probablemente en la propuesta más revolucionaria de los últimos años, con la pretensión de articular lo político (‘poder popular’) con lo económico (‘economía comunal’). Para principios de mayo, más de 600 comunas se habían inscrito en toda Venezuela, agrupando a miles de Consejos Comunales.

Aunque su presencia en las ciudades es importante, pudimos comprobar que su visibilidad e influencia es mayor fuera de las grandes urbes. Las Comunas se manifiestan como la materialización concreta de la apuesta por construir un nuevo tipo de sistema donde se imbrican un nuevo modelo de poder político local, a través del parlamento comunal, y un nuevo modelo económico por medio de las Empresas de Propiedad Social (EPS), alejadas del esquema tradicional capitalista de propiedad privada y plusvalía. A pesar de ser un fenómeno incipiente, la Comuna aparece como una oportunidad y una esperanza ante la crisis en la que está inmersa la Revolución Bolivariana.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.