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Trabajo y explotación infantil

Un antiguo fantasma que resurge

Fuentes: APM

La feroz competencia laboral impulsada por las políticas neoliberales y el capitalismo, más los altos índices de pobreza acrecientan las cifras anualmente con gran agudeza en toda Latinoamérica.

La ausencia de políticas estatales que resguarden la promoción, la protección y el cumplimiento de los Derechos del Niño y los altos índices de pobreza y marginalidad propia de muchos países de Latinoamérica, generan que una gran cantidad de niños y adolescentes deban trabajar en diferentes rubros en condiciones de ilegalidad y, en la mayoría de los casos, de precariedad.

Ante el constante incremento de los índices de la pobreza y de la indigencia en la mayoría de los países latinoamericanos y ante la falta de presencia estatal y gubernamental en la realidad de los menores y adolescentes, los movimientos sociales ocupan un rol predominante. Éstos junto a organizaciones no gubernamentales intentan construir un rol activo de los niños protagonistas del trabajo y la explotación para que ellos mismos puedan hacerse oír y que el resto de la sociedad y sus representantes sepan sobre sus verdaderas condiciones de vida.

No obstante, muchos de estos menores trabajadores insisten en que lo que ellos necesitan no es que se erradique el trabajo infantil, sino que lo que requieren es la promulgación de leyes que los amparen como trabajadores y mejoras en las condiciones laborales diarias.

En este sentido, Ariel Zapana, un jujeño de 17 años que trabaja como artesano y se desempeña como delegado argentino del Movimiento Latinoamericano de Niños Trabajadores – MOLACNATs -, el año pasado declaró que «muchos chicos sentimos la obligación de trabajar. Vivimos en barrios pobres, tenemos muchos hermanos y poco para comer. Para nosotros, conseguir trabajo es algo bueno».

MOLACNATs es una organización que congrega a miles de chicos entre 6 y 18 años, los cuales defienden su derecho a trabajar en condiciones dignas y con un respaldo estatal y legal. Dicha entidad se formó en América Latina en 1988 y agrupa a diferentes iniciativas, organizaciones, instituciones y agrupaciones sociales en Perú, Argentina, Colombia, Nicaragua, México, Venezuela, Paraguay, Chile y Guatemala.

Según Valeria Ferraris, educadora del Movimiento NAT´s de Argentina, MOLACNATs tiene el propósito de resaltar el rol de los niños en la realidad regional pero no desde una perspectiva de víctimas, sino que valorándolos como sujetos que apuestan a su dignidad.

A partir de MOLACNATs, se intenta generar una visión diferente de la labor infantil, consolidando un proceso de organización propia de los niños y adolescentes trabajadores considerados como personas capaces. En este aspecto, trabaja conjuntamente con los movimientos denominados NAT´s – Niños y niñas trabajadores – con el fin de unificar las voces y las exigencias de cada uno de estos desamparados por el sistema.

Si bien el trabajo y la explotación infantil no son un fenómeno sino, éste ha comenzado a tomar verdadera relevancia y visibilidad en los últimos años como consecuencia del agravamiento de las cifras que reflejan la realidad de los niños y adolescentes en el mercado laboral. Desde la Revolución Industrial, la cantidad de niños trabajadores se ha incrementado a gran escala a base de la lógica capitalista que postula rentabilidad, productividad y competitividad en menor tiempo y costo, sin importar los medios – incluyendo a niños, niñas y jóvenes – con que se llegue a tales fines.

Según el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC), el cual fue creado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se calcula que sólo en América Latina existen 20 millones de niños y niñas entre los 5 y 14 años que entran en la clasificación de trabajadores.

Éste se trata de un fenómeno social que compromete no sólo a sus protagonistas sino que a la infancia en general y no es visto desde el sentido integrador que debería ser analizado sino que muchas veces se reduce a meras cifras y estadísticas, dejando de lado el carácter socioeconómico, político, cultural y psicofísico que ello implica.

A su vez, si bien de habla de cifras que involucran a la región en su totalidad, no se puede hablar de un hecho que se totalmente idéntico en cada uno de los países que integran América Latina, ya que cada uno de ellos presentan diferencias sociales, políticas y económicas.

Sin embargo, la IPEC intenta definir globalmente al trabajo infantil como «toda actividad económica realizada por niños, niñas y adolescentes, por debajo de la edad mínima general de admisión al empleo especificada en cada país», y a su vez, «aquellas actividades económicas realizadas por debajo de los 18 años, que interfieran con la escolarización de los niños, niñas y adolescentes».

Se genera una controversia entre quienes opinan como la IPEC que el trabajo infantil debe ser erradicado totalmente de la realidad latinoamericana, en particular, y mundial, en general, y entre quienes sostienen, como los NAT´s y MOLACNATs, que éste es una necesidad para aquellos menores que padecen la pobreza y que la salida radica en el establecimiento de los mismos como trabajadores formales.

Desde los diferentes NAT´s se promueve la idea de que la erradicación del trabajo infantil que impulsa la OIT y la IPEC no es favorable para los niños trabajadores debido a que sostienen que el trabajo es digno y que a causa de las situaciones de pobreza por las que deben sobrepasar para ellos es de vital importancia contar con una fuente de ingreso que permita colaborar económicamente en sus hogares.»Necesitamos trabajar»: es una de las expresiones que caracteriza sus ideales.

A su vez, otro de los puntos que enfrenta al organismo internacional con dichas asociaciones conformadas por los mismos niños trabajadores es la campaña de la IPEC «la Agricultura Libre del Trabajo Infantil, la Cosecha Futura» debido a que la misma, según los NAT´s, es considera «una nueva forma de violencia simbólica que esconde los verdaderos intereses de las grandes potencias para convertir la agricultura en la nueva empresa» mundial creadora de combustible en reemplazo de la cosecha de alimentos para los pueblos.

En este sentido, Ángel González, desde la secretaría central del MOLACNATs, en Caracas, sostuvo en contra de la cruzada de la IPEC que «revindicamos la herencia indígena y campesina de trabajar la tierra con nuestras familias y en nuestras comunidades».

Sin embargo, cabe señalar, tal cual lo advierte la IPEC, que «la agricultura es uno de los tres sectores laborales más peligrosos, junto con la minería y la construcción. Los niños que trabajan en la agricultura corren con frecuencia diversos riesgos y peligros que incluyen, por ejemplo, la mezcla, manipulación y pulverización de pesticidas tóxicos».

En este aspecto, los argumentos de ambas partes son válidos pero para establecer los verdaderos fines de cada uno de ellos y de las acciones que llevan a cabo, es necesario tener en cuenta cómo están conformados.

Por un lado, la IPEC es una entidad internacional que lleva consigo grandes intereses afines a la lógica de los principales países del mundo y de sus multinacionales diseminadas globalmente. Sin embargo, hay ciertos fundamentos que deben ser tenidos en cuenta como, por ejemplo, el hecho de que los niños que trabajan las tierras se hallan expuestos a nocivas sustancias que ponen en riesgo sus vidas.

Por otro lado, los NAT´s son conformados por los propios protagonistas del trabajo infantil. En este sentido, no hay nadie que conozca sus realidades mejor que ellos. Sin embargo, se debe tener en cuenta que si bien luchan por la mejoría de sus condiciones de trabajo, sus visiones se ven sesgadas por las propias necesidades que los llevan a tener que trabajar.

Es decir, si bien sus pedidos son realizados desde sus carencias e insuficiencias, a eso falta sumarle la mirada especializada que conjuntamente puede aportar el hilo conductor que lleve a la resolución progresiva de este fenómeno que afecta al mundo en su totalidad.

La panacea no debe basarse en el establecimiento de políticas legales laborales que resguarden el trabajo infantil sino que se debería erradicar totalmente dicha mano de obra que es utilizada no sólo por las grandes transnacionales sino que también por minorías inescrupulosas que ven en la inocencia de los niños un negocio redituable.

Uno de los ejemplos es la gran cantidad de menores que pueden verse a diario recorriendo las calles de la Ciudad Buenos Aires pidiendo limosnas o vendiendo objetos regidos por un adulto que – teniendo o no argumentos – somete a los menores a la explotación cotidiana por unos pocos centavos.

A su vez, otro de los puntos más controvertidos es la postura de flexibilidad que sostienen los gobiernos «tercermundistas» en torno a las empresas multinacionales que se instalan en países subdesarrollados como los latinoamericanos en busca de mano de obra barata que incluye, tal es el caso de la famosa marca de bebidas gaseosas, Coca Cola, a menores de edad.

De acuerdo a una denuncia de Human Rights Watch realizada en el año 2003, Coca Cola utiliza, para la elaboración local de sus productos, azúcar proveniente de los ingenios de El Salvador, en los que trabajan miles de menores de 10 años.

No se trata de erradicar el trabajo infantil sino que la solución debe partir de la extirpación de la raíz del conflicto, es decir, de la pobreza. Ésta es uno de los mayores factores por los que los niños deciden – por sí solos u obligados por un mayor – trabajar para contribuir con el pan de cada día en sus hogares.

Según René Unda, ecuatoriano coordinador de la «Red Latinoamericana de Maestrías en derecho y políticas sociales de infancia y adolescencia» afirma que «la Organización Internacional del Trabajo, al igual que el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Iberoamericano de Desarrollo, a partir del consenso de Washington, adoptaron la terminología de la erradicación del trabajo infantil para referirse a aquellos ‘males’ sobre los que había que intervenir conjuntamente con la pobreza», por ejemplo. Agrega que estos organismos regidos por las potencias imperialistas «no hablan de prevención y menos aún se preguntan sobre las causas de dichas problemáticas».

Por otra parte, se halla el grave problema de la deserción escolar que en muchos casos es vista como una consecuencia del trabajo y la explotación infantil pero, en realidad, puede suceder que la misma se derive, al igual que la actividad laboral, de la pobreza estructural y de la necesidad económica que no les permite asistir a una escuela por más que la misma sea denominada como «pública y gratuita».

No se puede hablar de «gratuita» en tanto y en cuanto los chicos para asistir a ella deben contar necesariamente con una vestimenta adecuada y útiles acordes para llevar a cabo sus tareas y, en muchos casos, esto no es posible ya que sus padres no se encuentran en condiciones económicas para brindárselos.

Por otro lado, existen, según estudios científicos, otras causas que llevan a un niño a tomar la decisión de trabajar convirtiéndolos forzosa y precozmente en adultos: la ausencia de una estructura afectiva del entorno del niño que lo deja en una situación de desamparo, la existencia de valores sociales y, principalmente, familiares legitiman el trabajo infantil y, por sobre todo, la ineficacia de los gobiernos en torno a la protección de sus derechos.

A su vez, existen otros agravantes que pueden -o no- derivarse del trabajo infantil, la exclusión que la misma conlleva y la desesperanza en que la mayor parte de los niños protagonistas del mismo sienten. Estos son: la utilización de los menores en actos delictivos, la explotación sexual, el abandono de los hogares, entre otros.

Los niños no son el futuro, son el presente. Con esta premisa, se debería comenzar a construir una identidad regional que instale a los niños como eje principal de cada una de las acciones de los estados, sobre todo, de las educativas ya que un niño sin educación y, además, obligado a perder gran parte de la infancia como etapa vital de la vida, es un niño que crece con un grado menor de posibilidad de convertirse en un sujeto crítico y activo en la realidad diaria.

Las discusiones sobre erradicar o no el trabajo infantil sólo conllevan a la reducción de este grave conflicto para la niñez a un peldaño de mera reducción teórica, dejando de lado lo que verdaderamente debería interesar: la historia personal de cada uno de estos menores que se ven obligados a trabajar. Lo que está en juego y debería preocupar y preocuparnos son personas, no cifras.