He leído con asombro y gran disgusto el artículo de Eduardo Garzón «Nunca se habla de la enorme diferencia entre unas pensiones y otras«, publicado en La Marea y Rebelión (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232817). El título me despertó curiosidad por lo absurdo de negar lo obvio -se trata de un tema manido- y pensé que contendría una ingeniosa […]
He leído con asombro y gran disgusto el artículo de Eduardo Garzón «Nunca se habla de la enorme diferencia entre unas pensiones y otras«, publicado en La Marea y Rebelión (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232817).
El título me despertó curiosidad por lo absurdo de negar lo obvio -se trata de un tema manido- y pensé que contendría una ingeniosa ironía para hacer frente a la ofensiva del gobierno y aliados contra las pensiones públicas por usar ese argumento.
Pero no, iba en serio, como si el autor hubiera descubierto ahora la situación. Por lo visto, no se ha dado cuenta de que la derecha lo viene utilizando para crear división entre los pensionistas, haciéndoles ver que la culpa de que baje el poder adquisitivo de las pensiones es que las más altas son excesivas, lo que les puede servir para justificar un próximo recorte con el pequeño coste del mantenimiento o un ridículo incremento de las más bajas.
Tal vez no ha visto que los voceros del neoliberalismo utilizan todas las situaciones de desigualdad social que el mismo sistema ha creado (y también la de las pensiones) para intoxicar y desviar la atención de sus desafueros. Ya Anthony Giddens explicaba cómo los problemas de la clase obrera se deben a los «privilegios» de los que tienen un empleo fijo, cosa, por lo visto, inadmisible en una sociedad moderna. Y en esa línea, «privilegio» sería todo lo que se ha conseguido en dos siglos de lucha social, y sería retrógrada cualquier actuación que cuestionase la explotación y la corrupción, cualquier movimiento por la dignidad. La revolución republicana de luchar porque todos llevemos zapatos ha devenido en que todos debemos llevar alpargatas… menos los predicadores que no aparecen en el cuento.
El cuerpo del artículo está compuesto por comentarios a un gráfico de distribución de las pensiones por tramos. Son obvios en su mayoría, pero hay un reiterado énfasis en señalar, sin nombrarlos así, los «privilegios» de las pensiones más altas, lamentando que «datos tan reveladores e importantes no sean tenidos en cuenta cuando se aborda la problemática de las pensiones, especialmente a la hora de recortar su cuantía» (subrayado mío). No dice quién ha determinado esa hora.
No se trata de una investigación, sino de un artículo social y político. Para escribir sobre las pensiones en España, supuestamente desde la izquierda, ¿es eso lo más relevante? ¿No es más importante mostrar que todas las pensiones son bajas (comparadas con nuestro entorno) y señalar que hay algunas infamantes? ¿No es más importante señalar que el problema de las pensiones (como el del trabajo, los sueldos, los horarios…) no está separado del resto de la organización del país?¿No sería de interés relaciónalo con el fraude y la corrupción?
Acaba:
«Yo nunca abogaría por recortar en pensiones -porque los datos demuestran que España no tiene un problema de gasto en ello y porque el problema actual se soluciona por la vía de los ingresos- pero si la correlación de fuerzas políticas nos conduce a ese debate, entonces digamos alto y claro lo siguiente: hay un enorme abismo entre las pensiones más bajas y las más altas, por lo que si se empeñan en recortar, que lo hagan únicamente en las segundas y jamás en las primeras«.
Faltaría más que un economista, colaborador estrecho del Coordinador General de IU, abogara por recortar en pensiones, pero, visto lo que escribe en este artículo, supongo que los que sí recortan, Báñez, Montoro y Rajoy en particular, le estarán fuertemente agradecidos por la argumentación en su defensa.
Manuel Martínez Llaneza. Doctor Ingeniero Aeronáutico y Economista. Profesor Titular de la Universidad Politécnica de Madrid (jubilado). Profesor de Ingeniería de Proyectos.
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