Recomiendo:
0

Un cambio, en Revolución

Fuentes: notiminuto.com

Para que haya un cambio democrático, es indispensable que la Revolución triunfe en las elecciones parlamentarias

Hay quienes piensan que no vendría mal que la Revolución perdiera las elecciones parlamentarias, para generar un electroshock político que nos obligue a corregir por la fuerza lo que no hemos sido capaces de enmendar por la razón. Yo, ante esa afirmación, respondo que pensar disparates no está prohibido, pues también hay quien considera que la manera idónea de criar a un niño es entrándole a correazos, o que no hay mejor forma de aprender a ser prudente al volante que estrellándose borracho contra un poste de electricidad. En otras palabras, confío más en el raciocinio que en la contusión cerebral como método pedagógico y, desde luego, considero fundamental que la Revolución se alce con la victoria en las próximas elecciones parlamentarias.

La pregunta de fondo entonces es ¿por qué es indispensable que la Revolución triunfe en las Parlamentarias? Y la respuesta a esta pregunta, que hace años hubiera parecido meramente retórica, es algo que debemos tomarnos muy en serio hoy, cuando navegamos en medio de la misma tormenta económica que origina las dudas acerca de nuestras posibilidades de victoria.

El primer elemento de respuesta es ciertamente insuficiente, pero totalmente ineludible. Y es que el chavismo es la única opción política capaz de garantizar la gobernabilidad, la estabilidad y la paz de Venezuela. Esto pudiera sonar un poco como una versión criolla y de izquierda del famoso TINA, acrónimo inglés de «No Hay Alternativa» (There Is No Alternative) de Margaret Thatcher refiriéndose al neoliberalismo en la década de los 80 del siglo pasado. También lleva consigo cierta dosis de resignación, como si se tratara de ganar las elecciones a fuerza de decirle a nuestros compatriotas que la Revolución es la «menos peor» perspectiva en medio de un horizonte uniformemente sombrío. De ahí lo insuficiente de esta parte de la respuesta. Sin embargo, es indispensable afirmar y hacer concretamente perceptible que, alrededor del chavismo, lo que existe es el más absoluto vacío, a la imagen de la inmensa vacuidad sideral que rodea a una nave que surca la soledad del espacio. Vacío a la izquierda y vacío a la derecha. El chavismo es el único proyecto político contemporáneo que ha formalizado una visión coherente de la patria y la ha propuesto a la sociedad, mientras que sus oposiciones no han hecho otra cosa que definirse contra él. Señalarlo, difamarlo, estigmatizarlo. Pero la negación de algo no equivale a la afirmación positiva de lo contrario. Gritar «abajo el Castro-comunismo» no es ni siquiera el principio de la formulación de un proyecto de sociedad, y menos de una alternativa concreta de gobierno. Ya que nos referimos a Margaret Thatcher, su caso es edificante para recordar que no hay nada tan propicio a la reflexión intelectual y a la reformulación teórica de la política, como una buena cura de oposición. El desprestigio en el cual cayó la derecha liberal en el mundo como producto del efecto combinado de la crisis de 1929 y de la II Guerra Mundial dio origen a una profunda y sofisticada empresa de reformulación teórica y práctica de su proyecto. La reconquista de la hegemonía intelectual y política mundial por la derecha liberal requirió el esfuerzo de mentes brillantes como la de Milton Friedman, y el soporte institucional de Universidades y centros de pensamiento durante al menos tres décadas. Para cuando Margaret Thatcher o Ronald Reagan llegaron al poder, ya existía una poderosa y coherente visión de lo que sería la contrarrevolución conservadora del neoliberalismo que, todavía hoy, domina la gestión económica en la mayor parte del mundo. Esto contrasta con la indigencia intelectual y política de la oposición venezolana, para la cual 16 años de sequía gubernamental no han sido suficientes para tomar un papel y un lápiz y esbozar cuatro líneas de algo que se parezca a un boceto de programa. Incluso limitándonos a observar la actualidad más inmediata, lo único que despunta desde la oposición venezolana es la opinión de un puñado de economistas liberales («valga la redundancia» se podría casi escribir en Venezuela…) que yerguen el tecnicismo como un Pueblo Potemkin que disimula la carencia de sustancia política. «Que hay que ajustar el tipo de cambio porque el M1 y el M2 afectan el IPC que merma el PIB por culpa del dinero inorgánico y entonces el diferencial del CENCOEX con el SIMADI blah, blah, blah… blah, blah, blah, ¡Maduro vete ya!». Que los semi-yupis de Ecoanalítica o Econométrica terminen fungiendo de gurús oposicionistas es, a la vez, sintomático y preocupante. Sus análisis oscilan entre el tecnicismo económico básico y la visión política de un adolescente pre púbero del este de Caracas. Una suerte de vulgata conforme que sólo puede resultar de una peculiar mezcla de UCAB, Universidad Metropolitana y IESA, junto con una ausencia total de experiencia en la gestión pública real. Si a ver vamos, yo también tengo claro que hay que hacer ajustes macroeconómicos, pero la pregunta a la que nunca responde la oposición es para qué, revelando que más allá de la crítica coyuntural de la gestión de gobierno, no dispone de una visión alternativa viable y concreta de país. Y en eso, su eventual victoria electoral constituye un peligro mayúsculo para todos los venezolanos, incluso quienes los respaldan políticamente, pues no pueden ofrecer otra perspectiva que no sea inestabilidad y zozobra.

Es ahí donde la Revolución es muy superior a sus oposiciones. Obviamente, nuestros críticos no cesan en su empeño de limitar la esencia de la Revolución a los problemas coyunturales de gestión que enfrenta el gobierno bolivariano en la actualidad. Pero se trata obviamente de una estafa malintencionada. Como lo he dicho en ocasiones anteriores, la Revolución Bolivariana es la mayor ola de democratización política y social que haya conocido la sociedad venezolana en su historia, y esa ola debe continuar. Es la inscripción de nuestros derechos fundamentales en texto constitucional y la posibilidad concreta y objetiva de transformar esos derechos en realidad por la vía, entre otras, de la participación popular. Para ser extremadamente crudo, parafraseando a los revolucionarios mexicanos, la Revolución no es reductible a un «pinche» gobierno, y si estuviéramos inconformes con tal o tal aspecto de la gestión de nuestro gobierno en cualquiera de sus niveles, la única forma de cambiar eso sin operar una regresión nefasta para las mayorías populares es en el marco de la Revolución Bolivariana. La Revolución no es un Alcalde, ni un Gobernador, ni un Diputado, ni un Ministro en particular. La Revolución es un patrimonio común que tenemos colectivamente el deber y la necesidad vital de preservar. Más aún, el mayor potencial de cambio democrático que concentra la sociedad venezolana está contenido en el seno de la Revolución Bolivariana, y si el cambio que le demanda la sociedad venezolana a sus instancias de gobierno fuera un cambio profundo (que así lo creo), la única manera de hacerlo democráticamente y con los intereses de la mayoría como guía es dentro de la Revolución y no contra ella. Me atrevo a pensar que la inmensa mayoría de los reproches que se le hacen al chavismo se cristalizan en realidad en algunos «chavistas», y que la inconformidad tiene menos que ver con el proyecto y sus objetivos que con parte del personal político que está encargado de implementarlo. En eso precisamente, las elecciones parlamentarias constituyen una oportunidad excepcional para operar una renovación a fondo del personal político de la Revolución. Y no sólo es una cuestión de sustituir un nombre por otro, sino de traducir nuestra visión democrática y popular en diputados de una generación nueva, con un gran componente de menores de 35 años y, al menos, una mitad de mujeres. Al comparar las recientes elecciones primarias de la MUD y el proceso de preparación de las primarias del PSUV, no queda duda de que el perfil de «enchufado» corresponde mucho más a los empresarios y políticos profesionales viejos que abanderan a la «Unidad», que a los cientos de jóvenes y mujeres que se postulan por el PSUV y encarnan la realidad venezolana. Ellos portan la esperanza de un cambio, pero de un cambio en Revolución.

@temirporras