A estas alturas de la crisis se refuerza una conclusión. La economía española ha venido siguiendo un camino equivocado. Y ello con el silencio cómplice de la UE y con la complacencia de los gobiernos: recordemos el «España va bien» de Aznar…y las loas a la «fortaleza» de la banca y de la economía española […]
A estas alturas de la crisis se refuerza una conclusión. La economía española ha venido siguiendo un camino equivocado. Y ello con el silencio cómplice de la UE y con la complacencia de los gobiernos: recordemos el «España va bien» de Aznar…y las loas a la «fortaleza» de la banca y de la economía española de Zapatero. ¿Cómo es posible semejante patinazo?
La indefinición del modelo económico europeo tiene parte de culpa. El propio espacio del euro admitió, junto a esa fábrica de Europa que es Alemania, a países que jugaban a atraer capitales rebajando impuestos, como Irlanda… o como el paraíso fiscal de Luxemburgo. Es decir, que junto a países típicamente exportadores de mercancías y generadores de ahorro, el espacio del euro albergaba países comercialmente deficitarios, que animaban prácticas especulativas y saldaban sus cuentas emitiendo pasivos o deudas y privatizando todo lo privatizable. España ejemplificó este último modelo, mientras los pasivos que emitía (acciones, títulos con respaldo hipotecario, …o simples cuentas bancarias) fueron admitidos sin problemas en los mercados financieros internacionales. Pero el modelo se vino abajo cuando se empezó a desconfiar de los pasivos de la economía española y la disciplina del euro exigió recortar los déficit y endeudamientos de los países, presentando a Alemania como ejemplo a seguir.
Para imponer sacrificios generalizados, se da a entender que la economía española ha vivido por encima de sus posibilidades y que todos se beneficiaron de ello. Nada más falso, cuando ha sido una triple elite inmobiliaria, financiera y política la que amasó grandes fortunas derivadas del comercio de bienes patrimoniales (inmuebles, acciones, empresas…) y no de la producción y exportación de bienes y servicios, potenciando el monocultivo del ladrillo y el desequilibrio comercial de la economía española que ahora se quiere corregir. El problema estriba en que los países sólo tienen dos medios para mejorar a corto plazo su capacidad exportadora: devaluar la moneda o deprimir la economía para rebajar y hacer más competitivos sus precios. Como España no puede devaluar el euro, sólo le cabe forzar la depresión para recortar los precios. Pero nadie habla de rebajar precios ni márgenes empresariales, sólo salarios, pensiones y gastos sociales. Y la reciente subida de las tarifas eléctricas, entre otras, no ayudará a mejorar la competitividad de la economía española.
José Manuel Naredo es Economista y estadísctico.