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Un dólar del tamaño de un sello de correos

Fuentes: Sin Permiso

Hasta Larry Summers predice una catástrofe. Últimamente parece como si todo el mundo quisiera meterse con el dólar. La semana pasada fue la supermodelo brasileña quien pidió euros en lugar de dólares americanos por sus desfiles en la pasarela. La semana anterior, el empresario de hip-hop Jay-Z emitió un video criticando el dólar y elogiando […]

Hasta Larry Summers predice una catástrofe.

Últimamente parece como si todo el mundo quisiera meterse con el dólar. La semana pasada fue la supermodelo brasileña quien pidió euros en lugar de dólares americanos por sus desfiles en la pasarela. La semana anterior, el empresario de hip-hop Jay-Z emitió un video criticando el dólar y elogiando al euro como el «tipo más duro del barrio» («baddest Dude in the hood»).

Vapulear al billete verde está de moda. Es también el pasatiempo favorito de los políticos. En la reunión de la OPEP de Noviembre en Riyadh, el presidente de Irán Mahmoud Ahmadinejad pidió a la asamblea de ministros de finanzas que «estudiara la viabilidad de vender petróleo en otra moneda». Ahmadinejad menospreció al dólar como un «pedazo de papel sin valor».

El fiero presidente venezolano Hugo Chávez siguió la iniciativa de Ahmadinejad y predijo que el deceso del dólar significaría el «fin del Imperio»

Puede que Hugo tenga razón. El dólar es el talón de Aquiles de América; si el dólar se viene abajo también lo hace el imperio. Eso significa que será el contribuyente, y no los chinos, quien tendrá que pagar por las sangrientas intervenciones de Bush en Irak y Afganistán. Eso también significa que los EEUU tendrán que exportar algo de mayor valor que «corta-margaritas» y gulags. Ahora que Bush ha tirado por la borda fábricas, vaciado la base industrial y externalizado 3 millones de puestos de trabajo de manufactura, ésta se presenta como una empresa difícil. Tendremos que quitar el robín de la maquinaria y volver al negocio de construir chismes como hacíamos antes del fiasco del Libre Comercio.

Los bancos centrales de todo el mundo están intentando encontrar la manera de deshacerse de sus reservas de dólares, sin desatar la estampida del sálvese quien pueda. Nadie quiere eso. Pero tampoco quiere nadie tener las cámaras llenas del confeti verde del Tío Sam. Frente a tal situación, la siguiente pregunta se hace inevitable: ¿cuál es la mejor forma de deshacerse de 5.6 billones de dólares (el total guardado en el extranjero) antes de que Lusitania vuelque?

Kuwait, Venezuela, Irán, Rusia, y Noruega ya han optado por ignorar los efectos desestabilizadores que resultan de la «conversión» de dólares y están en fase de desposeimiento. Otros seguirán. Los Emiratos Árabes, Bahrain, Qatar, Oman y Arabia Saudí están considerando cambiar su apego por el dólar por la inversión en una cesta de monedas que les permita protegerse frente a la inflación que está abatiendo sus economías. Es solo cuestión de tiempo antes de que el sistema del petrodólar -que conecta el dólar a las ventas de petróleo y crea una «moneda internacional» de facto-se deshaga completamente, y precipite el final del colapso del Breton Woods.

Las discusiones sobre el inminente desastre de la divisa ya no están relegadas a esferas de parloteo en Internet. Los periodistas establecidos se han unido al coro y están levantando sus propias banderas rojas. El editor de economía del periódico británico Telegraph, Liam Halligan, hizo esta severa observación en su reciente artículo «Puedes apostar hasta tu último dólar a que vendrán tensiones»:

«La importancia de la ‘desinversión en el dólar’ no puede exagerarse. Como mínimo significa que el billete verde puede caer mucho más – hundiendo a los EEUU en una recesión. Pero también levanta una pregunta de mayor calado y más alarmante: ¿cómo reaccionará Washington al fin de la hegemonía de EEUU?»

El dólar fue atacado salvajemente por las políticas monetarias de la Reserva Federal. La política de la Reserva fue diseñada para coincidir con la cruzada de Bush en Oriente Próximo. Tenían que trabajar como dos ruedas en el mismo eje. La administración creyó que antes de que llegara el 2007 los militares necesitarían tropas de solo unos 30,000 soldados para mantener la seguridad en Irak. Eso daría la oportunidad a las legiones de Bush de girar hacia el este y proseguir hacia el siguiente Estado-objetivo, Irán. Si los acontecimientos hubieran seguido el plan -y nadie pensaba que la máquina de guerra de alta tecnología de los EEUU podría ser parada-los EEUU controlarían hoy dos tercios del petróleo del mundo. Esto hubiera permitido a América seguir escribiendo cheques sin fondo sobre papel verde durante un siglo más.

Pero claro, el plan se encontró con una dificultad. La Resistencia Iraquí se multiplicó, los EEUU se enfangaron en una guerra «imposible de ganar» y el una vez poderoso dólar se arrugó hasta convertirse en nada. Ahora estamos en un punto de inflexión y nuestros líderes están en estado de negación. Bush todavía juega a ser Teddy Roosvelt mientras que Paulson y Bernake están simplemente traumatizados por el bombardeo (shell-shocked). Probablemente sepan que el juego se acabó. Mientras, el dólar continúa marchitándose, la frustración comienza a aumentar en Europa. Liam Halligan lo resume así:

«Europa finalmente se ha cansado de la política americana del «descuido benigno» del dólar. Siendo una área económica grande, con una tasa de cambio flotante, la eurozona es la que más sufre. Durante los últimos siete años, la moneda única ha aumentado un chocante 82 por ciento frente al dólar. Esto ha machacado las exportaciones de la eurozona -provocando serias disputas de comercio entre los EEUU y la UE, los dos bloques de comercio más grandes del mundo. No resulta sorprendente que el Presidente francés Nicolas Sarkozy describa la caída del dólar como ‘el precursor de una guerra económica'» (UK Telegraph, «Puedes apostar hasta tu ultimo dólar a que vendrán tensiones».)

Sarkozy está liderando la carga por la «intervención», palabra de moda para apuntalar el billete verde a través de controles de intercambio y la compra de billones de dólares. Pero este es un asunto peligroso, especialmente cuando las entradas de capital neta -que son las compras mensuales de mercados de valores y tesorerías respaldadas por los EEUU-han sido negativas durante los últimos dos meses. Esto significa que los EEUU no están atrayendo suficiente inversión extranjera para financiar su déficit comercial. Como consecuencia, el dólar tendrá que caer para compensar.

¿Cuánto dinero está dispuesto a invertir Sarkozy para evitar que el dólar se hunda todavía más -100 mil millones, 500 mil millones, 1 billón de dólares? ¿Y dónde está el fondo?

El hecho es que el billete verde se ha tirado de cabeza escalera abajo y para cuando se recupere podría estar cara a cara con el peso. ¿Quién sabe? ¿Quizá es hora de que aprendamos español?

Más de dos tercios de todas las reservas foráneas de cambio están denominadas en dólares. Cuando esos dólares se conviertan de nuevo a la divisa extranjera y empiece el reciclaje, en los EEUU tendremos un gran problema. La inflación se pondrá por las nubes. Seguro que la Reserva Federal sabía que ese día llegaría mientras bombeaba miles de millones de dólares hacia hipotecas y otros instrumentos de deuda que no servían ningún propósito, salvo el de engordar a rapaces banqueros y gestores de fondos de derivados financieros de riesgo (hedge funds). La Reserva también sabía que la salud de la nación no estaba siendo «empleada de forma eficiente» para mejorar el capital en fábricas, la tecnología o la industria. Ah, no. Eso hubiera garantizado que América permaneciera competitiva en el mercado global del nuevo siglo. En lugar de eso, el dinero fue embuchado en el agujero sin fondo de casas de estuco techadas con el muy tóxico compuesto de los seguros ante créditos fallidos.

El Mercado de valores perdió otros 237 puntos ayer; el tercer descenso de más de 200 puntos en una semana. Ahora todos estos índices están 10% más abajo desde su record el 9 de Octubre. Los beneficios de Hacienda (Treasury) se están desplomando, mientras los inversores huyen del mercado de valores buscando seguridad. Eso significa que la Reserva tendrá que rebajar las tasas de nuevo en su reunión del 11 de diciembre para proporcionar más crack de bajo interés a la clase inversora. Los comerciantes ven un 82% de posibilidades de que Bernake recorte las tasas de los Fondos de la Reserva otro cuarto de punto a 4.25%. Con toda probabilidad, eso dejará al dólar en caída libre y mandará los precios de alimentos, gasolina y oro a la luna. Y no contribuirá a amortizar los pagos de hipoteca atrasados ni eliminará los miles de millones de dólares de deudas de las hojas de balance de los bancos. Es inútil. Los EEUU se dirigen a un aterrizaje brusco y están arrastrando al resto del mundo.

El profesor de Economía de Harvard, Lawrende Summers, ofrecía ayer esta sobria advertencia en un artículo del Financial Times, «Despiértate frente a los peligros de una crisis creciente»:

«Hace tres meses era razonable esperar que la crisis de los créditos hipotecarios de alto riesgo sería un hecho financiero significativo, pero no una amenaza para el modelo global de crecimiento económico. Esto es todavía posible, pero ya no es lo más probable. Incluso si se implementan los cambios políticos necesarios, todo apunta a que los EEUU sufrirán una recesión que ralentizará el crecimiento a escala global significativamente. Sin respuestas políticas más fuertes de las que se han visto hasta la fecha existe además el riesgo de que impactos adversos se sientan durante el resto de esta década e incluso más allá. Varias fuentes de datos indican que esta situación es mucho más seria de lo que podía inferirse unos meses atrás».

Summers no es el tipo más listo del barrio. Si lo fuera, no habría dicho que los hombres son más inteligentes que las mujeres, y aún sería presidente de la Universidad de Harvard. Pero es un economista capaz, y puede oler el desastre cuando se avecina en estampida.

Mike Withney es un analista político independiente que vive en el estado de Washington y colabora regularmente con la revista norteamericana CounterPunch.