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Un elefante en la sala

Fuentes: La Jornada

Las conferencias internacionales sobre pobreza y medio ambiente van y vienen. En ellas hay un enorme paquidermo en la sala de plenarias. Tiene las palabras política Macroeconómica inscritas en la frente. Pero nadie quiere hablar de él. El silencio es una forma de negación. Un ejemplo es el de los objetivos del desarrollo del milenio […]

Las conferencias internacionales sobre pobreza y medio ambiente van y vienen. En ellas hay un enorme paquidermo en la sala de plenarias. Tiene las palabras política Macroeconómica inscritas en la frente. Pero nadie quiere hablar de él. El silencio es una forma de negación.

Un ejemplo es el de los objetivos del desarrollo del milenio (ODM) de Naciones Unidas. Fueron discutidos en innumerables conferencias en las que nadie habló sobre el marco de política macroeconómica para alcanzarlos. Como si erradicar el hambre y reducir la pobreza extrema, proporcionar servicios de salud y educación no tuvieran nada que ver con la política fiscal y monetaria, o la desregulación financiera. Más allá de unas frases piadosas sobre financiamiento y la raquítica ayuda oficial a los países en desarrollo, el mensaje implícito era claro: hay que lograr estos objetivos con la misma política macroeconómica neoliberal que ha provocado tanto desastre.

Hoy es claro que los ODM no se van a conseguir. El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, ha convocado a una enorme conferencia en Nueva York en septiembre para reactivar el interés en los ODM. Pero a pesar de la crisis global ni una palabra sobre los cambios que deben hacerse en materia de política macroeconómica. Vaya que si tiene fe en la globalización neoliberal.

Otro ejemplo es el debate en el seno de la Convención marco sobre cambio climático. Ahí se discute la adaptación al calentamiento global y la reducción de emisiones de gases invernadero. Los documentos del IPCC reconocen que la pobreza y la vulnerabilidad van de la mano. Pero nadie menciona la relación entre la política macroeconómica neoliberal, el desempleo, la pobreza, el lento crecimiento y las inversiones especulativas.

Y ahora que llegaron los tiempos malos, tenemos el mejor ejemplo de silencio y negación. La crisis global que estalló en 2008 indujo al Programa de Naciones Unidas sobre medio ambiente (PNUMA) a lanzar una Iniciativa para un Nuevo Trato verde y global (GGND, en inglés). El objetivo es revivir la economía mundial, promover el empleo y acelerar el combate contra el cambio climático, el deterioro ambiental y la pobreza. De acuerdo con la GGND la enorme crisis por la que atraviesa el planeta requiere una decisión parecida al Nuevo Trato de Franklin Roosevelt en los años 30, pero a escala global y con una visión más amplia. La frase clave en la GGND es que oprimir el botón de reset no es suficiente para colocar la economía mundial en el camino a la sustentabilidad.

Dada la referencia al Nuevo Trato de Roosevelt, uno pensaría que el tema de la política macroeconómica sería relevante. Pero la GGND no dice nada sobre política macroeconómica. En cambio, en el único pasaje en el que menciona los orígenes de la crisis global dice que la causa no fue la desregulación financiera, sino una falla de gobernanza. Aquí encontramos un ejemplo notable de eso que Juan Carlos Monedero (en su importante libro El gobierno de las palabras, FCE 2009) denomina la trampa de la gobernanza: hasta la causa de la crisis se explica porque no se siguieron las formas de legitimización del neoliberalismo.

Otra vez el mismo mensaje: podemos mantener una política monetaria restrictiva, altas tasas de interés, liberalización financiera, una postura fiscal para generar un superávit primario, y una política de ingresos con salarios reprimidos para no desencadenar presiones inflacionarias, porque al final del día, autos eficientes y edificios inteligentes nos darán la economía verde a escala global.

¿Por qué no se habla de política macroeconómica en estas conferencias? Una razón podría ser el desastre en que se encuentra la teoría macroeconómica. En los últimos 70 años sufrió una transformación asombrosa. Primero traicionó las intuiciones de Keynes sobre las deficiencias de las economías capitalistas. Luego consideró que había patologías que impedían mantener el pleno empleo y por eso era necesaria una política estabilizadora. Después llegó a la conclusión de que el mercado tenía capacidad de autoregulación y que la intervención estatal no sólo era inútil, sino perniciosa. Y ahora que estalló una crisis global de dimensiones históricas, se ve claro que la teoría macroeconómica del establishment sigue perdida en la confusión.

Todo eso es cierto, pero quizás hay una razón más profunda por la que se prefiere ignorar al elefante en la sala. Discutir la política macroeconómica abre una ventana de concientización sobre la economía política del neoliberalismo. Repentinamente, los beneficiarios y los perdedores quedan bien identificados. Pronto queda claro que la política macroeconómica obedece a un orden social de explotación y dominación. Todo esto transforma la discusión en un debate político, y eso es algo que el poder quiere evitar a toda costa. Los movimientos sociales progresistas deben rechazar ese silencio y tomar la iniciativa para redefinir las directrices de la política macroeconómica.