Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Jeff Halper es un académico israelí. También es director del Comité Israelí Contra Demoliciones de Casas, una de las organizaciones más efectivas y valerosas en el trabajo en defensa de los palestinos en los territorios ocupados por Israel. Hizo más por los palestinos de lo que yo haya podido hacer en mi vida, o que me atrevería a hacer. Expresó su punto de vista sobre el conflicto en un reciente artículo en CounterPunch. En él refleja una perspectiva compartida por casi todos los activistas pro-palestinos.
El punto de vista de Jeff, el punto de vista del consenso, es a mi juicio una pesadilla política. Deforma, desastrosamente, la relación de Israel con Estados Unidos. Contribuye significativamente a la prolongación del conflicto, con todos sus horrores. Hago a continuación un intento – uno de varios intentos desesperados – de alterar las percepciones que subyacen a un error verdaderamente trágico. Utilizo el artículo de Jeff, no porque su persona merezca especialmente la crítica, sino porque hace un buen trabajo en la expresión de ese punto de vista. No soy el único que piensa que lo hace bien. Numerosos activistas me han enviado el artículo de Jeff con sus elogios.
El problema ante el punto de vista del consenso tiene que ver con la utilidad de Israel, más que con su carácter. Como tantos otros, Halper sugiere que Israel es ciertamente bastante útil: «Israel puede continuar su Ocupación sólo por su buena disposición de servir los intereses imperiales occidentales (sobre todo de EE.UU.) lo que incluye su actuación como centro electrizante de las fuerzas neoconservadoras globales». Esta afirmación está encarnada en el siguiente pasaje crucial:
«En el paradigma del ‘choque de civilizaciones’ que define la visión neoconservadora, Estados Unidos se ha embarcado en una cruzada preventiva para generar un cambio de régimen en una «revolución democrática global’ para imponer gobiernos que reflejen mejor los valores de EE.UU. y que así estén mejor sintonizados con los intereses estadounidenses, todo bajo la tutela estadounidense (corporativa). El Imperio Estadounidense en un genuino Nuevo Siglo Estadounidense. Israel, por lo tanto, encaja perfectamente en la ecuación de tres maneras diferentes. Primero, representa exactamente ese tipo de secuaz estadounidense que EE.UU. presenta como su modelo (y como Israel se beneficia de la generosidad estadounidense, debería ayudar a persuadir a otros regímenes); segundo, posee la capacidad militar y la presteza política para promover los intereses estadounidenses; y en tercer lugar, está ubicado en Medio Oriente, el ‘teatro’ primordial de la Cruzada, donde enfrenta al archienemigo declarado de EE.UU.: el ‘Islam radical’. Un Israel fuerte, por lo tanto, representa un EE.UU. fuerte.»
Como todas las doctrinas realmente peligrosas, ésta contiene una gran parte de verdad. Sin duda, Israel es presentado como modelo de una u otra cosa. Sin duda tiene capacidad militar y presteza política para promover los intereses estadounidenses. Sin duda está ubicado en Medio Oriente. Sin duda los aduladores israelíes y los idiotas en la Casa Blanca comparten numerosas aspiraciones y planes. Sin duda, esos planes fueron pregonados por los neoconservadores.
Pero, más allá de esas verdades se encuentra un embrollo desastroso, y Jeff es sólo uno entre docenas de personas que han perdido su camino al no formular una simple pregunta: ¿sirve Israel lo que diversos idiotas y fracasados PIENSAN que representa los intereses corporativos estadounidenses, o SIRVE Israel en realidad esos intereses? Antes de responder a esta pregunta, consideremos el punto de vista de Jeff.
El problema es que no puedo encontrar su punto de vista, igual como tampoco puedo encontrar los puntos de vista de ninguno de los demás comentaristas principales sobre estos temas. Tal vez piensa que Israel hace las dos cosas: «El remate operacional de todo esto no es sólo una cábala global bien organizada, bien financiada y bien articulada de neoconservadores, fundamentalistas religiosos, académicos que legitiman sus posiciones y dirigentes políticos, sino la integración de Israel en un sistema militar global, de nuevo, dirigido por EE.UU. pero que involucra a las elites de casi todo país, incluyendo a las árabes y musulmanas cuyo propósito es debilitar a los elementos progresistas de la sociedad civil y crear un ‘entorno’ conducente al Imperio Estadounidense y al bienestar de las elites internacionales dóciles. La posición dirigente de Israel en esta alianza militar, por lo tanto, tiene implicaciones globales, pero también sirve para dar a Israel la potencia militar y la cobertura política necesarias para transformar su Ocupación en anexión mientras favorecen una Pax Americana en Medio Oriente».
Ni éste ni ningún otro pasaje en el ensayo da una respuesta verdaderamente clara a mi pregunta: ¿Es la intención de Israel servir a las elites occidentales o estadounidenses, o favorece realmente sus intereses? ¿Tiene Israel sólo «la potencia y la cobertura política necesarias» para favorecer una Pax Americana, o ayuda realmente a hacerlo? Jeff y muchos otros parecen no haberse hecho nunca esas preguntas, y eso de por sí indica algo que está seriamente mal: cualquiera que escribe en política debería preocuparse por las diferenciaciones entre intención y ejecución, entre la apariencia y la realidad. En este caso, la pregunta es literalmente un asunto de vida o muerte para muchos palestinos. Si Israel sólo piensa que sirve esos intereses – por cierto si Israel y el gobierno de EE.UU. lo piensan – hay alguna esperanza. Si Israel sirve realmente esos intereses, no hay absolutamente ninguna. Halper podría olvidarse desde ya de su oposición a las demoliciones de casas porque, en ese caso, sólo estaría prolongando la agonía: tarde o temprano, los palestinos no tendrán dónde vivir y nada de qué vivir, y no hay nada que él o los palestinos o ninguna otra persona podrán hacer para evitarlo.
Al parecer Halper lo niega, porque es como si creyera que el activismo de izquierdas podría resolver el problema. Termina su ensayo diciendo: «El propósito de este trabajo no es ‘hablar mal’ de Israel, sino sacudirlo, gritar a sus dirigentes y ciudadanos: «¿Qué estáis haciendo? ¿En qué os habéis convertido? ¡Salvaos! Si no lo hacéis, por lo menos contenedlo, como debemos contener al Imperio Estadounidense… «
De nuevo, no estoy seguro de lo que quiere decir todo esto. Pienso que Jeff sostiene que, para contener los excesos de Israel, debemos contener el Imperio Estadounidense. O tal vez simplemente sostiene que debemos hacer las dos cosas. Como sea resulta, inmediata, ineluctable e innegablemente que, hagamos lo que ‘nosotros’ hagamos, los palestinos podrían enterrarse ahora mismo.
EE.UU. es un país fuerte. Halper suma a su poder el de todo el mundo ‘imperial’ occidental. «Nosotros’ no vamos a contener ese poder, punto final, igual como no impedimos la invasión de Irak, no desbancamos a Bush, no impedimos ningún proyecto serio que el imperio estadounidense haya emprendido. Los únicos que lo han hecho, a pesar de lo que puedan decirte autosatisfechos nacidos después de la Segunda Guerra, fueron los que nada tenían que ver con esos ‘nosotros’ – los vietnamitas, los chinos, los cubanos, con la ayuda de la Unión Soviética. No es un compendio favorable al comunismo; es simplemente un hecho. Más vale que aquellos que suponen que algunos hippies de los años sesenta y ‘revolucionarios’ estudiantiles con sus pantalones de camuflaje tuvieron más importancia que los 50.000 cadáveres estadounidenses en poner freno al Imperio Estadounidense, comiencen a compenetrarse de la realidad. Así que si todas las esperanzas dependen de nosotros, más vale darlas por muertas.
En otras palabras, todo el que desee ayudar a los palestinos tiene que abandonar la fantasía de que esto puede significar que se obligue a EE.UU. o al gobierno de EE.UU. a hacer algo. Incluso si me equivoco, si la izquierda realmente pudiera hacer algo para influenciar al gobierno de EE.UU., la doctrina de Halper requiere una suposición aún más optimista: que la izquierda puede hacerlo ahora, cuando la ayuda a los palestinos no va a obtener una prioridad muy elevada. Apenas podría ser más obvio, después de todo, que los estadounidenses van a estar mucho más preocupados por Irak que por Palestina. A menudo escuchamos que en el mundo ocurren cosas mucho peores que la ocupación israelí. Creo que hay modos de contradecir lo que digo, pero es verdad a un cierto nivel y no hay cómo la causa palestina vaya a pasar a primer plano en el futuro previsible. Irak, como Vietnam, afecta a los estadounidenses de un modo mucho más directo de lo que jamás logrará hacerlo el sufrimiento de los palestinos. Esta dificultad – para no mencionar la capacidad de atención muy limitada de los estadounidenses para todos los temas de política exterior – no puede ser confrontada con palabras emotivas sobre una lucha prolongada. Palestinos están muriendo en este mismo instante, y es muy probable que sus sufrimientos empeoren. No pueden esperar a ver qué les deparará un futuro distante, imprevisible.
En las ambigüedades de Halper – en su incapacidad de determinar si el apoyo a Israel va realmente en función de los intereses imperialistas de EE.UU. u occidentales – reside la mayor barrera para la contención de Israel, mucho de lejos más influyente que las armas y el dinero que EE.UU. envía a ese país. Israel podría aplastar a los palestinos sin armas de EE.UU., pero necesita el apoyo político de EE.UU. o, por lo menos, la neutralidad política de EE.UU. La percepción de que Israel es el compinche del imperialismo dirigido por EE.UU. es lo que sustenta el apoyo a Israel del gobierno de EE.UU. Esta percepción paraliza toda oposición efectiva al lento estrangulamiento de los palestinos.
La izquierda puede jugar un papel decisivo en el cambio de la percepción de Israel. Se niega a hacerlo. La izquierda* preferiría comer mierda que llegar a pensar en términos que vayan a servir los intereses de las Grandes Corporaciones. Si las Grandes Corporaciones no tienen interés en apoyar a Israel – si a las Grandes Corporaciones les fuera mejor si EE.UU. apoyara a los palestinos – la izquierda no quiere oír hablar del tema. Prefiere taparse los oídos para no escuchar. No hay peor sordo que el no quiere oír. Está dispuesta a defender su dogma hasta la última gota de sangre palestina. ¿Qué vale el bienestar de los palestinos ante el compromiso emocional de la izquierda con el antiimperialismo? Lo peor de todo es que al parecer la izquierda ha convencido a la mayoría de los intelectuales palestinos de que las Grandes Corporaciones están empeñadas a muerte en apoyar a Israel. Los intelectuales palestinos, como son humanos, tienden a escuchar a los que muestran una cierta preocupación por su situación. Es un error fatal.
La realidad – una realidad que los izquierdistas echan los bofes por ignorar – es que a las Grandes Corporaciones les iría mucho, mucho mejor, si EE.UU. cambiara de lado por completo, y apoyara al máximo a los palestinos. Es difícil argumentar al respecto porque es tan ridículamente obvio. Las Grandes Corporaciones quieren petróleo: Israel enfurece a los productores de petróleo, y considerablemente. Israel no contribuye, contrariamente a la ortodoxia izquierdista, a que EE.UU. controle el petróleo. Por amor de Dios, muchachos – Israel tendría que arrasar a través de Siria o Líbano o Jordania para llegar cerca de una gota de petróleo. Si lo hiciera, causaría una gran conflagración y – adivinen – destruiría enormes cantidades de capacidad productora de petróleo. Además, EE.UU. no necesita que Israel controle el petróleo. ¿Qué diablos piensan esos sagaces estrategas izquierdistas? ¿Qué EE.UU. no podría ocupar ningún campo petrolífero en Medio Oriente sin ayuda israelí? No puedo imaginar que haya alguien que pueda imaginar algo semejante.
Nadie necesita ocupar algún campo petrolífero. Todo país en Medio Oriente – Irán, por ejemplo, como el Irak de Sadam Husein – vende contento petróleo a EE.UU. Si no lo estuviera, no importaría, porque el petróleo ingresaría igual al mercado, y así reduciría los precios mundiales, y por lo tanto bajaría el precio que EE.UU. tiene que pagar por el petróleo. Y si jamás fuera necesario hacer presión militar sobre los países de Medio Oriente, EE.UU. podría sentarse en el Golfo Pérsico a horcajadas sobre los oleoductos provenientes de las regiones productoras de petróleo para controlar por completo su flujo. Por eso me impresiona tanto el inmenso esfuerzo de pensamiento ilusorio que permite que los izquierdistas piensen, durante un milisegundo, que Israel es necesario para ayudar a EE.UU. a controlar el petróleo.
Sin embargo, nada de esto comienza siquiera a aprehender la actitud de las Grandes Corporaciones. Lo que éstas quieren es extraer petróleo mediante la cooperación con los productores porque, como no son estúpidas, las Grandes Corporaciones, comprenden que es la manera menos costosa de obtener sus suministros. Por eso ninguna gran corporación apoyó la invasión de Irak. La Izquierda no se las arregla para comprender esto cuando se obsesionan con operaciones de oportunistas irresponsables como Unocal y Halliburton, que, aunque sea increíble, hay quien piensa que representan a EE.UU. corporativo. Bueno, veamos, supongo que si así fuera estarían entre los principales diez de los 500 de Fortune. ¿Estarán entre los primeros 20? ¿Entre los primeros 50? ¿Seguramente, en los primeros 100? ¡No señor! Halliburton está en el puesto 122, y Unocal en el 285. En otras palabras, la teoría izquierdista sería que la política exterior de EE.UU. es dictada por compañías que, la más grande de ellas, es menor que Publix. Puede que así sea, pero si fuera así se hace difícil argüir que es dictada por las Grandes Corporaciones. Por cierto forma parte integral de lo que hace que salte a la vista que la política de EE.UU. es tan manifiestamente contraproductiva, porque ha sido diseñada para ayudar a las compañías del montón de Bush y Cheney en lugar de apoyar a EE.UU. Corporativo.**
En cuanto a la documentación de Halper del poderío militar de Israel; si algo logra es restarle importancia, pero también despista. Aunque sea extremadamente poderoso, hasta el punto de una independencia sustancial de la ayuda militar de EE.UU., Israel es, básicamente, un inmenso lastre para las ambiciones estratégicas de EE.UU. en Medio Oriente, y ciertamente en Irak. La noción de Halper de que Israel es un aliado valioso es absolutamente indistinguible de la propaganda producida por los grupos lobbyistas pro-israelíes como AIPAC. ¿Y qué clase de evidencia invoca? «Israel suministró un apoyo crucial para EE.UU. en Irak, incluyendo la construcción de vecindarios y aldeas iraquíes simulados en el Negev para que se entrenaran soldados estadounidenses». Esto es estúpido: ¿hay alguien que pueda suponer que ese tipo de apoyo fue ‘crucial’? ¿Quiere que creamos que EE.UU. no podría haber invadido Irak sin esas aldeas simuladas? O: «El gobierno militar estadounidense en Irak, la «Administración Civil» fue modelada según la Administración Civil israelí que gobierna los Territorios Ocupados». Debe ser un chiste: Estoy seguro de que Britney Spears podría haber imaginado una administración civil tan efectiva como la inestimable estructura que los militares de EE.UU. aparentemente recibieron de su buen compinche, Israel. «Hit me baby one more time Oh baby, baby how was I supposed to know… »
Pero se trata de más que la punta del iceberg estratégico. Supongamos por un instante que EE.UU. apoyara, no a los israelíes, sino a los palestinos. ¿Cabe alguna duda de que a EE.UU. le habría sido más fácil obtener apoyo del mundo árabe y musulmán? De nuevo, lo contrario es simplemente inimaginable. Si EE.UU. hubiera sigo un amigo cercano de Turquía, Siria e Irak; si los estados del Golfo hubieran recibido menos oprobio por haberse aliado con el único sostén poderoso de Israel – por cierto, prácticamente su único sostén – ¿no habría sido un poco más fácil invadir Irak, o ya que estamos, librar la Guerra contra el Terror? Tal como están las cosas, el papel principal de Israel en la política de EE.UU. es aparecer como una preocupación y un gasto. La preocupación es que enemigos de EE.UU. en Medio Oriente ataquen al ‘Estado judío’ y tal vez desaten una guerra nuclear. El gasto es, desde luego, el incesante flujo de dinero que EE.UU. prodiga al mocoso mimado que es su aliado.
El abandono del apoyo a Israel aumentaría enormemente la capacidad estadounidense de dedicarse a sus intereses – legítimos o ilegítimos – en Medio Oriente y más allá. Si alguien supusiera que aliados árabes y musulmanes no podrían ser de utilidad, sólo tendría que comparar lo fácil que fue la primera guerra del Golfo, en la que existió una estrecha alianza militar entre EE.UU. y Siria, el espantajo de Israel, con las dificultades de la presente aventura en Irak. Hoy en día, EE.UU. no se puede permitir aprovechar un amplio apoyo militar israelí porque el mundo árabe y musulmán recibiría una tal acción con una cólera de tal magnitud que iría mucho más lejos de la actualmente resentida. En cuanto a la inteligencia, el periódico israelí Haaretz informa que a pesar de que los palestinos constituyen una fuente potencial de fricción, el Directorio General de Inteligencia de Jordania se ha hecho mucho más útil a la CIA que el Mossad de Israel. Así que el apoyo israelí se limita a un apoyo material y tecnológico muy secundario que EE.UU. podría fácilmente obtener de, digamos, Europa – si no fuera porque el apoyo de EE.UU. para Israel produce políticas que alienan a los europeos.
En otras palabras, la alianza con Israel debilita a EE.UU. al generar enemigos en todo el mundo, y lo debilita. A las Grandes Corporaciones por el mismo motivo. Como compensación, Israel no ofrece casi nada a EE.UU. El apoyo de EE.UU. a Israel está arraigado, no en la defensa de los intereses estadounidenses, sino en viejos hábitos. Cuando EE.UU. temía al comunismo en Medio Oriente, particularmente en los vecinos inmediatos de Israel, Israel por lo menos podía parecer útil. Ahora que el comunismo ha desaparecido y que Egipto, el vecino más poderoso de Israel, pasó de ser cliente soviético a estadounidense, su razón para apoyar a Israel se ha evaporado. EE.UU. sigue apoyando a Israel por tres terribles motivos: la inercia, su amorío con los aspirantes a estrategas neoconservadores favorables a Israel, y las fantasías de engreídos fanáticos religiosos.
Por lo tanto la situación es la siguiente. La izquierda, virtualmente sin excepción, propone ayudar a los palestinos, no a través de la separación de Israel del gobierno de EE.UU. y de las Grandes Corporaciones, sino enfrentando a ambos al mismo tiempo. Esta estrategia requiere la parada en seco del gobierno de EE.UU. y del capitalismo corporativo global. Ninguna persona en sus cabales podría pensar que pueda existir la menor probabilidad de que esto ocurra. Hay, sin embargo, una bandeja de plata que espera a aquellos que, como Halper, han tomado en sus manos la causa palestina. Es una estrategia ganadora. Es la del trabajo, no contra las Grandes Corporaciones, sino junto con ellas, por lo menos implícitamente, para dejar en claro las ventajas de romper con Israel. Es la elección entre las vidas palestinas y el dogmatismo obstinado. Hasta ahora, virtualmente todos los activistas pro-palestinos – ¡muchos de ellos palestinos! – han considerado inconmensurablemente más importante el dogmatismo obstinado.
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*Sin duda, existen honorables excepciones, y sin duda sus credenciales izquierdistas son cuestionadas.
**Ni siquiera las grandes compañías de la defensa se han beneficiado con la guerra en Irak: agota dinero que iría a los proyectos de envergadura que son los que valen la pena.
(Vea http://www.washingtonpost.com/ que también señala el daño que la guerra ha hecho a las marcas corporativas estadounidenses.) Los gastos en la defensa tienen poco que ver con las verdaderas necesidades militares y mucho que ver con el amor estadounidense por la tecnología llamativa.
Michael Neumann es profesor de filosofía en la Universidad Trent en Ontario, Canadá. Los puntos se vista del profesor Neumann no deben ser considerados como los de su universidad. Su libro «What’s Left: Radical Politics and the Radical Psyche» acaba de volver a ser publicado por Broadview Press. Colaboró con el ensayo «What is Anti-Semitism», al libro de CounterPunch «The Politics of Anti-Semitism». En otoño CounterPunch/AK Press publicarán el nuevo libro de Neumann: «The Case Against Israel». Para contactos: [email protected].
http://www.counterpunch.org/neumann11182005.html