Traducido para Rebelión por Susana Merino
No es el del comunismo. Y por ahora tampoco se puede llamar «fantasma de la democracia». Es una revuelta de finales del imperio. Es uno de los síntomas de la crisis global del planeta, que va sustituyendo progresivamente y sustituirá completamente en pocos años todas las hagiografías adoradoras de la globalización imperial. Es un hijo de muchos factores que no pueden reducirse a uno, como gran parte de la prensa occidental garabatea en estos días.
No es la revolución de las «redes sociales» estadounidenses aunque sí hayan contribuido. No es una revolución democrática a la occidental, aunque este aspecto asoma, por ejemplo, en Egipto.
Es más bien la revolución de Al-Jazeera. En el sentido de que millones de árabes, y no solo árabes, están pendientes de las noticias antes que de cualquier otra cosa y se dan cuenta de que no están aislados. Pero es sobre todo la revolución de millones de jóvenes, que nacieron mirando Al-Jazeera, que ven las injusticias del mundo y miran a Occidente desencantados, porque Occidente ha sido amigo y socio de sus captores. Es también la revolución de los desesperados -que en gran parte coinciden con los jóvenes- sin trabajo, sin comida, sin esperanzas de futuro.
Es un fantasma inédito, sin una teoría, sin una ideología que lo sostenga, pero que parece disponer de una aguda sensibilidad: entiende que no existe ya un mando que lo pueda detener. Los imperios que se derrumban dejan muchos vacíos. Uno de ellos es Wikileaks. La revuelta de la juventud árabe es otro de los síntomas. Es obvio que las tropas imperiales que aún perduran tratarán de restablecer el orden donde puedan. Pero no podrán hacerlo «democráticamente» No existen en el terreno fuerzas políticas y sociales organizadas. Los amigos dictadores del Imperio han arrasado la tierra durante treinta años en Egipto y en Túnez; en Libia por cuarenta. Algo análogo acontece en los Emiratos, en Argelia, en Marruecos. Washington e Israel están construyendo barreras para defender a Arabia Saudí, porque si también cayese aquélla todo el mundo estaría al borde de la catástrofe petrolera.
En Libia estalló algo impropiamente llamada guerra civil porque en realidad se trata de una guerra con múltiples frentes, tribales, de clase… Pero en todas partes, en algunos casos más, en otros menos, faltan liderazgos con perspectivas. Los militares egipcios no podrán mantener largo tiempo el orden marcial. Y eso que es la situación menos peligrosa de las que se han producido. Todas las demás parecen peores. No existe una salida rápida.
Lo único rápido será la catástrofe humanitaria que se precipitará sobre Europa. Para la cual Europa no tiene la menor preparación, porque no ha sabido, ni querido ver ni prever. ¿Qué hacer? Se deberán tomar medidas urgentes ciertamente para hacer frente a la emergencia y mientras tanto se deberá cambiar la forma de pensar. Porque la tormenta será aún mayor.
rCR