Como los viejos héroes griegos, Hugo Chávez luchó en pie hasta el final, sin rendirse nunca. Renacían sus energías tras los repetidos embates de la enfermedad, contagiaba su entusiasmo a sus colaboradores mientras los médicos afinaban la terapia, exprimía su organismo en la campaña presidencial con las escasas fuerzas que le quedaban. En el último […]
Como los viejos héroes griegos, Hugo Chávez luchó en pie hasta el final, sin rendirse nunca. Renacían sus energías tras los repetidos embates de la enfermedad, contagiaba su entusiasmo a sus colaboradores mientras los médicos afinaban la terapia, exprimía su organismo en la campaña presidencial con las escasas fuerzas que le quedaban. En el último mitin, rodeado de su pueblo, este soldado de la estirpe de Bolívar quedó solo bajo la lluvia, en pie, las manos cruzadas sobre el pecho y el rostro sereno como quien hace frente al destino. Así se ha ido en silencio el presidente que hizo nacer una nueva Venezuela y que inspiró esa Patria Grande de América Latina que ahora crece entre la admiración de un mundo cada día más expoliado por la rapacidad del capitalismo.
Su legado revolucionario le sobrevivirá
Tras una indecente campaña de mentiras por parte de los medios internacionales, entre los que han destacado el diario global El País y el diario monárquico ABC, la noticia del fallecimiento del presidente Chávez ha dado paso a una cadena de insidias con que se pretende torcer la revolución bolivariana. Coincidentes con el Departamento de Estado estadounidense, la mayoría de la prensa española y los dirigentes del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba y Javier Solana, entre otros políticos del régimen, agitan la palabra «transición» para referirse al futuro inmediato de Venezuela. No se atreven a hablar con claridad del apoyo que planean a la reaccionaria y dividida oposición política derrotada dos veces en las recientes elecciones. Tampoco manifiestan abiertamente, por ahora, su intención oculta de liquidar la revolución bolivariana y restaurar el neoliberalismo volviendo a poner así al gran país hermano bajo la bota del imperialismo. Pero ese es su común propósito y cuando comience la nueva campaña electoral veremos los ataques más furibundos contra el vicepresidente Maduro y los más serviles elogios al candidato antibolivariano de turno. Tiempo al tiempo.
Pero, aunque les pese, la revolución socialista impulsada por Chávez le sobrevivirá. La primera prueba la está dando en las calles el pueblo venezolano que masivamente le llora y al mismo tiempo reafirma su firme voluntad de mantener el profundo proceso de cambio emprendido hace años. La última prueba la dará en las urnas confirmando con Nicolás Maduro la victoria electoral que ya obtuvo un Chávez enfermo.
¿A qué se debe esa decidida actitud del pueblo venezolano a defender su revolución? Muchas y poderosas razones la explican. La primera, que la revolución bolivariana representa la verdadera independencia del país al recuperar éste el dominio de su riqueza nacional y al incorporar por primera vez a las clases populares y a las etnias nativas a la dignidad de protagonistas de su propia historia como ciudadanos de pleno derecho en una república democrática. Otra, la eliminación de la pobreza en que estaban sumidos millones de venezolanos, tratados peor que perros por la oligarquía dominante. También, las importantes inversiones públicas en sanidad, educación y vivienda, la reforma agraria y la potenciación de la ganadería y la agricultura para la mejora de la alimentación popular (los de arriba habían estado desde siempre muy bien alimentados). De no menor importancia ha sido la transformación del ejército en unas nuevas fuerzas armadas orientadas a defender al pueblo y no a reprimirlo como garantes últimos de la independencia nacional frente al imperialismo siempre amenazante.
Por otra parte, la contribución del presidente Chávez a la integración latinoamericana ha sido enorme y así lo reconocen todos al otro lado del Atlántico. La creación del ALBA, la puesta en marcha de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la consolidación de UNASUR, la colaboración en el proceso de paz en Colombia, la estrecha cooperación económica regional, incluida Cuba, la ayuda a los países más necesitados por catástrofes naturales, como Haití, son ejemplos de su incansable actividad en este aspecto. Que Venezuela esté en primera fila en el proceso de integración del subcontinente se debe en buena parte a la visión de futuro del comandante bolivariano y a su lucha consecuente en tal sentido.
A diferencia de la socialdemocracia europea siempre sumisa al imperialismo y cómplice en las guerras de agresión (Iraq, Afganistán, Libia, Mali) y en contra de los intereses de las transnacionales que saquean las riquezas de los países menos desarrollados, Chávez siempre denunció el expolio y las agresiones que sufren esos pueblos. Firme defensor de los derechos del pueblo palestino, criticó los crímenes del sionismo, mantuvo una posición digna en el seno de la OPEP y estableció lazos de cooperación con Irán, gran país islámico que sufre el cerco del imperialismo por no plegarse a su dominio. Como diría Bertolt Brecht, el comandante Chávez fue perseguido y calumniado «por buenas razones»: puso al desnudo la explotación del capitalismo y las guerras de rapiña del imperialismo en el mundo de hoy.
Tardará mucho en nacer, si es que nace, un venezolano tan amante de su pueblo, tan revolucionario, tan esclarecido, tan digno, tan lleno de coraje y con tanta visión de futuro como Hugo Chávez Frías.
Desde la Península Ibérica ─ desde la España de Picasso, García Lorca, Miguel Hernández, Dolores Ibárruri, Federica Montseny, Enrique Tierno Galván, Ignacio Ellacuría, Alfonso Comín, Marcelino Camacho, Manuel Sacristán, José María Díez-Alegría, Adolfo Sánchez Vázquez y Francisco Fernández Buey ─, también muchos lo lloramos y aprendemos de su lucha por el socialismo y por la paz. No olvidaremos nunca la entereza del héroe americano bajo la lluvia.
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