Una mujer de 52 años me dice con voz llorosa: «le detectaron células cancerígenas» y, disimulando su tristeza, se seca una lágrima indiscreta y sigue ensimismada escuchando a Chávez. Acabo de entrar por la puerta y no entiendo por qué el presidente venezolano habla a esa hora por la televisión. Me siento y escucho con […]
Una mujer de 52 años me dice con voz llorosa: «le detectaron células cancerígenas» y, disimulando su tristeza, se seca una lágrima indiscreta y sigue ensimismada escuchando a Chávez. Acabo de entrar por la puerta y no entiendo por qué el presidente venezolano habla a esa hora por la televisión. Me siento y escucho con atención cada una de sus palabras. Se le ve triste pero fuerte, se le ve angustiado pero entusiasta.
Por suerte lo repiten y puedo escucharlo desde el principio. «Yo espero mucho del tiempo…» así empezó su alocución. Ante las cámaras se vislumbraba no solo a un «caudillo libertador» o a un «presidente de los humildes», sino a un hombre, un hombre bueno que hablaba a sus seres más queridos, a los pueblos de Venezuela y Cuba, a la América toda.
Criticado por algunos, calumniado por otros y querido por las mayorías, Chávez es un hombre que ha sido consecuente con un pensamiento de justicia social, de igualdad para todos, de echar a andar con los pobres de la tierra. Ni siquiera sus más acérrimos enemigos pueden negar su carisma, su espíritu humano, sus buenas intenciones por hacer de la América Latina la Patria libre y democrática que soñaran Bolívar y Martí.
Cuando lo escuchaba no pensaba en sus méritos como presidente, en su grandeza política o en sus dotes de orador campechano. Pensaba sencillamente en que Chávez es un hombre bueno, muy bueno. Y los hombres buenos no deben morir, sean del sistema que sean, crean en lo que crean, los hombres buenos no deben morir.
Las enfermedades son caprichosas y ahora la vida le impone un nuevo reto. Imagino cuan difícil fue para Fidel darle la noticia. Pero estoy tranquilo, sé también cuan caprichosos son los médicos cubanos y sé que hacen y harán hasta lo imposible por su pronta recuperación.
Todos los hombres moriremos algún día, pero hay algunos que saben ser dignos hasta los últimos instantes. Yo también espero mucho del tiempo pero sobretodo espero que por mucho tiempo, Chávez esté con nosotros: caminando por nuestras calles de América, abrazando y saludando a los presidentes amigos, haciendo chistes en los programas televisivos, acusando enérgicamente a los tiranos, ayudando a los más necesitados y cantando esas canciones de Alí Primera, con su voz ronca y a veces afinada. Por esas cosas las personas lo quieren y lo ven como un hombre bueno. Por esas cosas es que una mujer cubana llora en la sala de su casa y antes de irse a dormir le pide a la Caridad del Cobre, le pide… por la salud de Chávez.
Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2011/07/01/un-hombre-bueno/