Lo más sorprendente en Río de Janeiro tres días después de la polémica destitución de Dilma Rousseff es que los ganadores, los que participaron en las grandes protestas en Copacabana vestidos de amarillo y verde, han desaparecido sin apenas celebrar su victoria. En un condominio en el agradable distrito de Jardim Botânico, que había escenificado […]
Lo más sorprendente en Río de Janeiro tres días después de la polémica destitución de Dilma Rousseff es que los ganadores, los que participaron en las grandes protestas en Copacabana vestidos de amarillo y verde, han desaparecido sin apenas celebrar su victoria. En un condominio en el agradable distrito de Jardim Botânico, que había escenificado caceroladas ensordecedoras contra Dilma, la noticia del impeachment se recibió con un silencio que podría calificarse como culpable. El único vecino que salió al balcón a protestar el jueves era una mujer de unos 40 años que gritó con los aspavientos típicos de Brasil de estos días. «¡Golpistas! Yo trabajé con Temer. Vais a ver».
Ya lo están viendo. Con siete de los ministros nombrados bajo investigación en el caso Lava Jato y un creacionista evangélico en el ministerio de Desarrollo, es difícil creer que este es el Gobierno que va a traer la transparencia y el buen gobierno a Brasil. No ayuda que a Temer le investiguen también. Tampoco ayuda la presencia del llamado rey de la soja como ministro de Agricultura, Blairo Maggi, responsable de la desforestación de inmensas áreas del estado de Mato Grosso y lobbista contra las medidas de prohibición de mano de obra esclava legisladas por Lula.
En la ciudad olímpica se palpan ya los recelos de verse identificado con el nuevo poder en Brasilia. O Globo, animador mediático del impeachment, que pretendía ser el diario de las clases creativas y la diversidad, se ha visto forzado a defender un Gobierno cuya composición demográfica parece más Qatar 2020 que Río 2016. «Orden y progreso» la consigna de la bandera nacional que Temer ha elegido para su Gobierno, suena al positivismo de una élite blanca y autoritaria que muchos pensaban ya caduca. Por si el virus del Zika no fuese suficiente para quitar el sueño a los responsables del marketing olímpico, The New York Times cuestiona la legitimidad del Gobierno y califica al Congreso que lo puso en poder como un «circo». «No hay ganadores en este impeachment; las clases medias querían sacar a Dilma pero no pensaron ni un momento en quién vendría después», dijo Silviu Barros, que acaba de ver tocar a un arpista catalán en el centro de Río.
La paradoja puede ser que el ganador sea el incipiente movimiento de protesta juvenil contra lo que se considera un golpe de estado institucional. Unos 10.000 manifestantes, la gran mayoría muy jóvenes, llenaron la plaza delante del ayuntamiento de Río de Janeiro el viernes. Coreaban eslóganes como «¡Golpistas, no pasarán!» y portaban pancartas que rezaban: «Desenchufar la red Globo» o «Esta es la víspera de la batalla». Esta última la sujetaba un joven con máscara de Anonymous, quizás advirtiendo sobre posibles ataques de piratas informáticos contra los Juegos Olímpicos, un riesgo que ya preocupa a las fuerzas de seguridad, según el Instituto Igape, especializado en seguridad olímpica.
No pudo ser más fuerte el contraste entre la diversidad de la protesta y las imágenes proyectadas en las pantallas de los bares de la plaza del Gobierno monocromático en la aislada capital política de Brasilia. «Este Gobierno ni tiene mujeres, ni negros ni jóvenes pero no os preocupéis, aquí los tenemos de sobra y no daremos ni un día de paz a este Gobierno ilegítimo», anunció Marcelo Freixo, nueva estrella de la izquierda carioca y posible candidato en las elecciones a la alcaldía de Río este año por el Partido Socialismo y Libertad.
Quizás gracias al sistema de cuotas universitarias implementadas bajo los gobiernos de Lula y Dilma existe ya una generación de jóvenes afrobrasileños presente en el nuevo movimiento anti golpe. «Este es un Gobierno de la élite blanca, yo como mujer negra veo la aristocracia rural de 1890 o anterior», dijo Taiana Machías, de 22 años, estudiante de derecho. Hubo manifestaciones en todas las grandes ciudades y grupos de jóvenes interrumpieron los primeros actos de los flamantes ministros a gritos de «¡Fora Golpista!».
Todo indica que este movimiento de protesta juvenil, liderado por algunos de los grupos que organizaron las protestas contra los deficientes servicios públicos en junio del 2013, puede complicar la vida de Temer. Tal vez, por eso, el nuevo presidente ha nombrado como ministro de Justicia al halcón Alexandre de Moraes, notorio como secretario de seguridad pública de São Paulo por utilizar tanquetas de fabricación israelí para aplastar las manifestaciones del Movimiento de Trabajadores sin Techo, así como para desalojar violentamente las escuelas ocupadas en la inmensa megalópolis paulista.
Sin embargo, existe una brecha generacional abismal en las reacciones a la destitución de Rousseff. «Mis padres de 50 y 60 años vivieron los años de la dictadura, hasta tienen amigos que sufrieron violencia a manos de los militares, pero están totalmente a favor de la destitución de Dilma», se lamentó otro estudiante de derecho Daniel Araujo, que llevaba una camiseta que rezaba » It is not ok» (no está bien).
El futuro del Gobierno de Michel Temer dependerá de si los jóvenes brasileños logran convencer a sus padres de que lo ocurrido en los último días no está ok.
Fuente original: http://www.lavanguardia.com/internacional/20160517/401839579076/un-incipiente-movimiento-juvenil-lidera-la-protesta-contra-temer-en-brasil.html