El Acuerdo Económico y de Comercio entre la Unión Europea y Canadá «pone en juego una amplia gama de normas de salud pública, de consumo y de medio ambiente», según un grupo de investigadores.
Los lobbies juegan un papel importante en las negociaciones del CETA.
El Acuerdo Económico y de Comercio (CETA) que la Unión Europea ha cerrado con Canadá fortalecerá aún más a los grupos de presión proporcionándoles un acceso temprano y exclusivo al proceso legislativo, según un informe publicado por el Corporate Europe Observatory (CEO).
El estudio concluye que el objetivo es que el CETA funcione como una plataforma para que los lobbies influyan en las propuestas legislativas de la UE y Canadá, incluso antes de que los parlamentos nacionales hayan tenido la oportunidad de expresar su opinión. Los autores del informe recuerdan que durante la negociación del Tratado de Libre Comercio entre México, EE.UU. y Canadá (NAFTA), los lobbistas consiguieron la autorización de pesticidas tóxicos, prohibidos en otros países de la OCDE, en territorio canadiense. Debido a estas presiones, Canadá cedió el puesto a la UE como principal baluarte en la salud y la protección ambiental.
El informe también advierte de que el Foro de Cooperación reguladora del CETA promoverá con los lobbistas unas negociaciones muy similares a las del NAFTA. El investigador Stuart Trew, uno de los autores del documento, denuncia los «procesos turbios dominados por lobbistas» que conllevan este tipo de tratados de libre comercio. Y asegura que el CETA «pone en juego una amplia gama de normas de salud pública, de consumo y de medio ambiente, ya que pueden ser influenciadas, inhibidas, retrasadas o incluso bloqueadas por los intereses comerciales».
«El CETA está vinculado a altos riesgos para la salud pública y la protección del medio ambiente», coincide la activista Lora Verheecke, quien recuerda lo que sucedió con el NAFTA. «Cuando las administraciones de Canadá y EE.UU. evaluaron conjuntamente seis productos químicos bajo la cooperación regulatoria del NAFTA, su grupo de trabajo estaba dominado por lobbies de grandes empresas, entre ellas algunas que habían contribuido a retrasar la propuesta de prohibición de plaguicidas dañinos en la UE», argumenta.