El movimiento feminista tiene una capacidad valiente, incontestable para hacer avanzar la historia, por más que ahora y siempre haya tenido que enfrentar la reacción de quienes no quieren que nada cambie. Los feminismos impugnan la desigualdad y la opresión y cuestionan cada una de las estructuras que condenan a las mayorías sociales a […]
El movimiento feminista tiene una capacidad valiente, incontestable para hacer avanzar la historia, por más que ahora y siempre haya tenido que enfrentar la reacción de quienes no quieren que nada cambie. Los feminismos impugnan la desigualdad y la opresión y cuestionan cada una de las estructuras que condenan a las mayorías sociales a una vida devaluada para sostener los privilegios de unos pocos.
Algunas de nosotras llevamos un tiempo pensando que es inaplazable empujar con la fuerza del movimiento feminista apuestas que apunten a garantizar lo necesario para el sostenimiento de la vida. La vida de todas y de todos. Y en esa reflexión, la posibilidad de luchar por una Renta Básica como derecho, va tomando fuerza. Luchar ya, sin dejar de lado ninguna de nuestras otras batallas importantes.
Por todo ello, creemos que ha llegado el momento de poner en el centro de la agenda la Renta Básica desde una perspectiva feminista. Con Renta Básica nos referimos a aquella individual, universal e incondicional mediante la que se le proporciona a toda la ciudadanía (mujeres, hombres de cualquier edad, y también niños y niñas) el mínimo necesario para vivir. ¿Por qué una perspectiva feminista? Porque entendemos que esta Renta Básica debe ir vinculada a la defensa y ampliación de los derechos y servicios públicos: sanidad, educación, aquellos relacionados con los cuidados y aquellos que están por desarrollar como el de la vivienda. Sabemos que cuando estos servicios se contraen o empeoran, la consecuencia es más trabajo sobre nuestros hombros y más incertidumbre en nuestras existencias.
Vivimos asfixiadas y con la angustia de no llegar a todo, de que nuestras vidas no sean sostenibles. Del mismo modo que tememos vernos expulsadas del mundo del empleo y convertidas en cuidadoras sin independencia económica, nos preocupa tener que descuidar a las personas que queremos para entregar todo nuestro tiempo a un trabajo cada vez más precario. Y no queremos, no debemos ser las únicas que cuidan, necesitamos liberar tiempo para todos y todas, necesitamos las condiciones materiales para que nuestra lucha por el reparto del trabajo de cuidados pueda avanzar. Sí, necesitamos recursos, tenemos derecho a nuestro tiempo, no queremos más trabajo, queremos una Renta Básica.
Ya no hay empleo, ni empleo en condiciones. Sabemos que el trabajo remunerado nos chupa la vida, y cuando no lo tenemos nos come la miseria. El empleo no puede ser la única forma de acceder a recursos para las mayorías sociales, porque eso nos mercantiliza y somete. Sabemos, además, que el «pleno empleo» -que nunca existió realmente- hoy simplemente se muestra como una quimera, o quizás tan solo una mentira que permite ir tirando entre trabajo de mierda y trabajo de mierda. En el capitalismo, el trabajo no es un ámbito de emancipación, sino de explotación, y no hay placer, orgullo o creatividad alguna en ser explotada. Y, ¿ser explotadas para qué? ¿Para jugar nuestro rol en la espiral productivista que amenaza el planeta? En medio de una crisis ecosocial, trabajar todas y todos menos implica un enorme ahorro de recursos y menos emisiones.
¿Es la Renta Básica una medida feminista? Una propuesta es feminista o no en la medida en que aporta mayor autonomía a las mujeres, a la mayoría de nosotras. Y, ¿acaso no hace eso el dinero en nuestro mundo? Quizás en un futuro seamos capaces de crear otro tipo de sociedad, pero, de momento, renta es autonomía. En el caso de las mujeres, además, disponer de recursos también implica menor dependencia respecto de los hombres: más posibilidades de salir de una situación de violencia machista en la relación de pareja, por ejemplo, o de no tener que soportar condiciones laborales insultantes o abusos sexuales en el ámbito laboral por miedo a ser despedida. Disponer de recursos de manera incondicional nos liberaría de tener que exponernos al paternalismo burocrático, a la violencia institucional para obtener lo básico para la vida cuando el mercado de trabajo nos excluye o maltrata. La renta básica sería, en fin, una herramienta real, tangible ante las violencias.
La renta básica no es ni una concesión ni un regalo. Es una forma radical de redistribuir toda la riqueza que producimos colectivamente, que no es solo la que tiene que ver con el empleo, es también el valor que generamos en los hogares donde se garantizan los cuidados, es también la contribución social que todas y todos generamos en forma de información, saberes, cultura que no por no ser monetizados dejan de ser riqueza colectiva. Por eso, la Renta Básica es un mecanismo esencial que, sumado a la defensa y ampliación de los servicios públicos, contribuirá a darnos más poder, más tiempo y más libertad.
Las condiciones. No nos valen rentas básicas que estén por debajo del umbral de la pobreza, porque, en ese caso, siempre tendremos que complementarlo con algo, para lo que nos ofrecerán miserias. No nos valen rentas básicas si un solo euro abandona los servicios sociales, sin estado de bienestar la renta básica universal es un chiste, un paraguas ínfimo bajo el que apenas guarecerse de las tormentas capitalistas. No nos valen rentas básicas universales si la universalidad se cultiva dentro de muros cada vez más altos que separan a quienes son ciudadanos de quienes no lo son. Sabemos que ninguna estrategia es la definitiva, ninguna va a acabar con el capital o el patriarcado, pero creemos que garantizar que nadie quede atrás es un objetivo inaplazable.
Por todo esto, hoy aquí estamos peleando por una Renta Básica y te invitamos a unirte a nuestra lucha firmando este manifiesto.