Tal vez en algún lugar nos descarrilamos un poco, donde pensábamos que ganar dinero era el verdadero objetivo de la economía, donde el verdadero objetivo es vivir felices aquí todos juntos. (Feike Sijbesma)
Lograr la seguridad y la cooperación en un mundo fracturado es uno de los cuatro temas que se abordaran en la Reunión Anual de 2024 del Foro de Davos y resulta realmente sorprendente invocar la figura de la fragmentación cuando las políticas occidentales impulsaron la segmentación mundial en todos los foros, sobre todo en aquellos donde la voz cantante la llevan los poderosos como Davos y Bilderberg tratados aquí. La guerra en Ucrania, la escalada del conflicto en Medio Oriente, los ataques al Mar Rojo por los hutíes y muchos otros factores se combinan para diseñar y crear un panorama geopolítico determinado para el futuro mundial.
Las tensiones geopolíticas también están pensadas para pasar factura cada vez más a otras áreas temáticas. Esto incluye efectos adversos en los esfuerzos para fomentar el comercio internacional, estimular el crecimiento económico, mitigar la crisis climática y desarrollar tecnologías avanzadas de manera segura. En síntesis, la idea es muy sencilla, cuando más incertidumbre mundial exista, cuanto más expuesto y peligroso resulte el planeta, se retrasa el tiempo de perder la supremacía mundial por parte de EE.UU. con China.
La combinación de conflictos, enfrentamientos y muertes relacionados con la multiplicación de las guerras hizo que 2023 sea el año de mayor violencia que conoció el planeta desde el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, según reveló un reciente informe del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés), nota que el presidente argentino se olvidó leer en Davos. Aun así, tiene que quedar clara la siguiente idea: cualquier evento disruptivo y violento resultará bienvenido en tanto freno de lo que resulta una tendencia natural de los últimos 20 años, que China sobrepase como potencia a los Estados Unidos.
En los últimos 14 años China experimentó un crecimiento económico significativo, durante ese periodo tuvo tasas medias de aumento del PIB del orden del 6.2%, mientras que el mundo lo hizo a tasas medias del 2.6%, EE.UU. al 2.1% y Unión Europea en el orden del 1.1%. Es decir, China superó a Estados Unidos, su más cercano perseguidor, como la economía de más rápido crecimiento del mundo en casi 3 veces en este periodo.
Lo sucedido en las dos décadas siguientes al ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio marca la historia de su ascenso meteórico a la cima del comercio mundial, como muestra el cuadro. Del 1% del comercio mundial en los años ochenta ha pasado a un arrollador 15%, el único estado del mundo que hoy en día puede presumir de dos dígitos en el suculento pastel del comercio. Una profecía autocumplida, prolongada a lo largo de medio siglo, que ha reordenado el tablero geopolítico del mundo y que ha transformado irremediablemente el modo en el que consumimos.
Participación en el comercio mundial en %
El entusiasmo por la globalización ha decaído tanto que ha mutado en regionalización. Son cada vez más los países ricos que hablan sin tapujos de proteger e incentivar la industria nacional, tras años de proceso contrario, aunque todavía algunos idiotas útiles sigan con el discurso de los años 50 (mercado versus estado, comunismo versus individualismo, etc.). Alemania es uno de los más notorios, en una dinámica acrecentada por la epidemia y por el súbito descubrimiento de que media humanidad dependía de China para abastecerse de recursos, con los riesgos geoestratégicos que ello conlleva. Cuando China paró su industria, el resto del mundo simplemente contempló atónito cómo sus cadenas de distribución, su consumo, se detenían, la inflación aumentaba, algo muy parecido a la ruptura actual de la cadena de suministros.
Rápida industrialización, exportaciones e inversiones en infraestructura fueron impulsores clave del crecimiento económico chino, no sólo el comercio ha crecido de manera desmedida, también la inversión, el armamentismo, y la tecnología. En esta última ventana China lidera la investigación en la tecnología del futuro, según un informe del Instituto de Política Estratégica Australiano (ASPI, en sus siglas en inglés). Dicho Instituto indica que China supera a Estados Unidos y al resto de los países en 37 de 44 tecnologías claves para la innovación y el crecimiento en áreas como defensa, la exploración espacial, robótica, biotecnología, tecnología cuántica e inteligencia artificial.
«A largo plazo, el liderazgo de China en investigación significa que se ha posicionado no solo para destacar en el desarrollo de la tecnología actual en casi todos los sectores, sino también en las del futuro, que aún no existen», indica el informe titulado «Rastreador de tecnología clave de ASPI: La carrera mundial por el poder del futuro».
Quizás ahora se entienda más claramente la necesidad de explotar y potencializar un conflicto en Medio Oriente, seguir con la guerra de Ucrania, y que quede expuesto que las potencias no manejen los mares, como han demostrados Estados Unidos y Gran Bretaña atacando a Yemen, el país más pobre del mundo, como consecuencia de los ataques hutíes en el Mar Rojo. Aunque no es verdad que no se controle los mares, pero abona a que el mundo sea y se vea como un lugar inseguro, lo que representa una apuesta arriesgada.
La idea americana de incendiar el mundo para salvar su hegemonía está en periodo de adaptación y se están ideando viejos-nuevos perdedores en el camino, como Europa, por ejemplo. La Casa Blanca afirmó que la ayuda militar que Estados Unidos ha estado proporcionando a Ucrania se ha “detenido por completo” debido a la falta de un acuerdo en el Congreso para seguir apoyando a ese país a hacer frente a la invasión rusa. El presidente estadounidense, Joe Biden, del Partido Demócrata, ha pedido al Congreso que apruebe 61.000 millones de dólares adicionales en ayuda a Ucrania, y el plan de apoyo financiero de 52 mil millones de dólares de la Unión Europea también fue bloqueado debido a la oposición de Hungría.
Por cuestiones de campaña electoral en la carrera por la presidencia americana, desde enero del 2023 la guerra de Ucrania modificó su relato y comenzó el diseño de desaparecerla de los medios, al menos que no esté entre las noticias más importantes, ya que el candidato demócrata ha detectado el malestar de la sociedad por mandar fondos a Ucrania. Eliminar el flujo de gas a Alemania a través de la voladura del gasoducto Nord Stream descartó el tan exitoso modelo de negocios alemán, la Ley de Reducción de la Inflación americana de 2022 (IRA, por sus siglas en inglés) dio el puntapié inicial a la desindustrialización germana. Ahora la guerra pasará y pesará en Europa, y de lleno en Alemania, ante las intenciones de que un país no OTAN (Ucrania) funcione como uno OTAN.
El Ministerio de Defensa alemán ha esbozado una visión de cómo la invasión rusa de Ucrania podría desembocar en un conflicto a escala de la OTAN. Se ha filtrado un plan secreto del gobierno alemán que prepara una posible agresión rusa contra la OTAN, revelando que el Ministerio de Defensa del país se está preparando para una posible guerra total europea en un futuro próximo. Aunque no se sabe qué país, la idea que justifique los hechos se echó a rodar, Alemania se hará cargo del muerto ucraniano y Europa tendrá que formar un ejército para defenderse. Una parte de Occidente es un polvorín aterrador lleno de incertidumbre, poco digno para el crecimiento económico, el comercio y desarrollo.
El incendio y la contracción económica de Medio Oriente también está dando sus frutos al volverlo un polvorín. El coste económico de la guerra entre Israel y Hamas en Gaza para sus vecinos árabes, Líbano, Egipto y Jordania, podría aumentar hasta al menos 10.000 millones de dólares este año y empujar a más de 230.000 personas a la pobreza, según un estudio de la ONU. La guerra se produjo cuando los tres países árabes enfrentan una lucha con presiones fiscales, un crecimiento lento y un alto desempleo, y ha disuadido inversiones muy necesarias, además de afectar el consumo y el comercio. El más importante para China es Egipto, no sólo por sus exportaciones, sino porque compra casi un tercio de las exportaciones de gas y petróleo refinado, y del Líbano importa cobre.
Es tanta la lógica del desequilibrio mundial para afectar a China y sus aliados que la guerra de Gaza está dañando fuertemente a la economía israelí y no parece importar. La guerra en Gaza le cuesta a Israel 260 millones de dólares al día, en los 100 días que lleva ya gastaron U$S 26.000 millones, y dado que se desconoce su duración, las estimaciones rondan los U$S 50.000 millones.
Ahora bien, Israel tiene 9.3 millones de habitantes, trabajan allí unos 164 mil palestinos que ya no forman parte del mercado laboral y 1.6 millones de árabes laboran y consumen en Israel. Uno 450.000 personas emigraron del país con la guerra y el ejército ha convocado a 360.000 reservistas adicionales, alrededor del 8% de la fuerza laboral de Israel, para la guerra en Gaza; la población económicamente activa es de 4.37 millones.
La guerra ha provocado que, al menos, otras 450.000 personas sean evacuadas de las fronteras del Líbano y Gaza, también ha producido la ausencia y el trabajo remoto menos eficiente de aproximadamente 520.000 padres trabajadores con el cierre total o parcial del sistema educativo y la ausencia de 144.000 trabajadores que residían en zonas evacuadas o despejadas, en gran parte en el norte y sur de Israel.
Como resultado, el Banco de Israel estima que el costo semanal de las ausencias de los empleados durante las primeras cinco semanas de la guerra de Gaza fue del 6% del Producto Interno Bruto (PIB). Sin embargo, esta cifra no refleja el impacto adverso general en el lado de la oferta del mercado laboral, porque solo se refiere a los trabajadores israelíes y no incluye los costos derivados de las ausencias de los trabajadores palestinos y extranjeros. De hecho, las barreras a la entrada de más de 164.000 empleados palestinos en Israel y en los asentamientos israelíes probablemente reduzcan la productividad en los sectores de la agricultura y la construcción inmobiliaria, entre otros.
Según informes de finales de octubre, el shékel (monada israelí) alcanzó su nivel más bajo en 14 años. Casi al mismo tiempo, Fitch Ratings, Moody’s Investors Service y S&P advirtieron que cualquier escalada del conflicto podría dar lugar a una rebaja de la calificación de la deuda soberana de Israel. En resumen, el doble shock económico sobre la oferta y la demanda podría convertirse en una crisis macroeconómica sin precedentes para Israel, y algunos economistas israelíes estiman que el costo acumulado será del 10% del PIB si la guerra dura un año.
Como se ve, todo vale para atrasar el gigante asiático en su destino de potencia emergente o, al menos, de un mundo inevitablemente multipolar. La pregunta para el sur global es donde lo encontrará el futuro, si entre los ganadores o como parte de las potencias en repliegue. En el caso de Argentina, el gobierno decidió anotarse del lado de los perdedores sin ningún beneficio a la vista, sólo la estupidez.
Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2024/01/21/un-mundo-cuanto-mas-fracturado-mejor/