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Un New Deal mundial

Fuentes: Rebelión

Este breve artículo parte de un convencimiento profundo: para resolver los indisimulables problemas de la desigualdad creciente entre los ricos y los pobres del Primer Mundo y del Tercer Mundo, y de los propios ricos y pobres de cada una de las dos mitades del indisociable mundo capitalista globalizado, sería preciso, como mínimo, poner en […]

Este breve artículo parte de un convencimiento profundo: para resolver los indisimulables problemas de la desigualdad creciente entre los ricos y los pobres del Primer Mundo y del Tercer Mundo, y de los propios ricos y pobres de cada una de las dos mitades del indisociable mundo capitalista globalizado, sería preciso, como mínimo, poner en marcha un New Deal ( Nuevo Reparto ) mundial. Es decir, una política económica internacional y estatal que redistribuyese la renta, corrigiendo la tendencia capitalista neoliberal de favorecer el enriquecimiento de las naciones y de las clases ya de por sí ricas, y de empobrecer a las naciones y a las clases, a su pesar, más pobres. La pertinencia de este New Deal ( Nuevo Reparto ) es indiscutible. A no ser, claro, que se pretenda seguir indefinidamente la inercia del camino iniciado mucho antes del Consenso de Washington, pero resueltamente emprendido a partir de él, que lo único que ha logrado – como prácticamente todos los informes de organismos internacionales y privados independientes coinciden en señalar (1) -, ha sido el ensanchamiento de la brecha que separa el mundo cada vez más despilfarrador de los ricos, del mundo cada vez más inasumible de los pobres.

¿ Cómo sería este New Deal o Nuevo Reparto?

Al igual que sucedió con el New Deal original, con el que el presidente estadounidense Roosevelt trató de hacer frente a las consecuencias de la terrible crisis liberal de 1929, este Nuevo Reparto expresaría una decidida voluntad política de intervenir, de intervenir sí, desde las instancias políticas, ahora internacionales, pero también estatales, con el propósito deliberado de reequilibrar la balanza, dramáticamente desnivelada, entre los ricos y los pobres de la tierra.

Por supuesto, el primer paso consistiría en abandonar el pensamiento único neoliberal, que durante cerca de tres décadas ha inspirado las injustas políticas económicas del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, de la Organización Mundial del Comercio más recientemente, del Grupo de los 7 y de los 8, de los partidos y gobiernos de derechas de todo el mundo, y ¡ oh sonrojo! de los partidos y gobiernos de cierta izquierda. Esas políticas, está comprobado, no corrigen, sino que acentúan las disparidades entre ricos y pobres. Es un problema estructural, que sólo cabe enmendar políticamente. Por consiguiente, sería preciso que los organismos internacionales, empezando por la Organización de las Naciones Unidas, tras una profunda reforma democrática, comenzasen a actuar como un embrión de gobierno mundial, que sin negar el papel indispensable del mercado, se opusiera a su poder tiránico y a sus pretendidas leyes naturales. El mundo no es una mercancía, como reza uno de los lemas altermundistas. Los poderes públicos no pueden declinar sus responsabilidades en la prestación de servicios públicos indispensables para la cohesión social, como la sanidad, la educación y otras prestaciones sociales fundamentales. Ni pueden seguir cerrando los ojos a la externalización de los costes de las empresas, que suponen un atentado permanente a un medio ambiente cada vez más deteriorado.

Hace falta, además, un rearme ideológico y un reagrupamiento de las fuerzas sociales que representan el interés de la mayoría de la humanidad. La exigencia de democracia, y de más democracia y la voluntad de no abandonar fácilmente ese camino, como vía para lograr un futuro más justo para las clases trabajadoras, para las clases populares y hasta para las amenazadas clases medias, debería ser el propósito de todos los que tienen responsabilidad en la tarea de proponer alternativas al improrrogable desorden mundial reinante.

Cerca de tres mil millones de personas, casi el 50% de la población mundial, viven con menos de dos dólares diarios.

Mil doscientos millones, el 20% de la población mundial, sobreviven en condiciones de pobreza extrema.

Cada año mueren de hambre y enfermedades curables decenas de millones de personas.

Esto no puede seguir así. Hace falta un New Deal global.

(1) Discurso de clausura, del entonces Secretario General de las Naciones Unidas, Butros-Gali, en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social de las Naciones Unidas de 1995, en Copenhague.

Informes sobre Desarrollo Humano desde 1998 en adelante del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Declaración de Säo Paulo de octubre de 2003, XXII Congreso de la Internacional Socialista.

Anuario » Vital signs 2003″ del Worldwatch Institute, entre otros.