Anwar Shaikh ha sido profesor de economía en The New School durante 42 años. Considerado uno de los economistas heterodoxos más importantes del mundo, sostiene que los modelos neoclásicos que se imparten en la mayoría de universidades son herramientas pésimas para analizar el capitalismo. Espera que su último libro, Capitalism: Competition, Conflict and Crisis (Capitalismo: […]
Anwar Shaikh ha sido profesor de economía en The New School durante 42 años. Considerado uno de los economistas heterodoxos más importantes del mundo, sostiene que los modelos neoclásicos que se imparten en la mayoría de universidades son herramientas pésimas para analizar el capitalismo.
Espera que su último libro, Capitalism: Competition, Conflict and Crisis (Capitalismo: competencia, conflictos y crisis) sea el principio de una teoría económica alternativa y de una pedagogía distinta. Hace poco mantuvo una charla con el estudiante Ebba Boye, de The New School, para hablar de este trabajo.
¿Por qué escribió este libro?
Cuando empecé a estudiar economía lo hice para entender cómo funcionaba el mundo. Soy de Pakistán, y crecí en una parte del mundo donde la desigualdad es enorme, y donde el crecimiento es muy lento. Mi padre era un diplomático al que destinaron a muchos países, por lo que crecí observando una gran variedad de personas, culturas y economías. En Kuwait vi cómo el país tenía más dinero del que podía contar pero, a la vez, una gran parte de la población estaba en situación de pobreza, y trabajando en unas condiciones muy duras. Así que pensé que la economía me ayudaría a explicar todo esto. Pero cuando entré en económicas me di cuenta de que la doctrina ortodoxa no trataba sobre el mundo que a mí me interesaba; estaba ocupada con un mundo de fantasía.
¿Así que tuvo usted que construir su propia teoría económica?
La economía neoclásica (el enfoque dominante hoy en día) se encarga de explicar un mundo de perfección y racionalidad. Funciona con un mecanismo peculiar: la tradición neoclásica tiene como premisas suposiciones muy idealizadas, y luego utiliza esas conjeturas para construir los pilares de su teoría. Gran parte de las investigaciones se centran así en cambiar esas suposiciones idealizadas para hacer que el modelo sea más aplicable a la realidad. Pero, ¿no supone esto empezar por el extremo equivocado?
Con este libro quería volver a mi pregunta inicial: ¿Cómo funciona el capitalismo? Pero en vez de empezar desde un mundo idealizado, empecé con observaciones reales, intentando ir desde ese punto de partida hacia un modelo coherente. Ha llevado su tiempo. He estado trabajando en ello durante 35 años, y tardé 15 para escribir el libro.
¿Tuvo que empezar de cero?
No, no fue así. Se podía partir de los economistas clásicos, como Adam Smith, David Ricardo o Karl Marx. O continuar algunos de los trabajos de John Maynard Keynes, Joan Robinson, Luigi Pasinetti, Piero Sraffa y Geoffrey Harcourt. La tradición clásica se inició a través de la observación de patrones y resultados reales. La idea general es la de empezar desde abajo hacia arriba, de forma ascendente. A partir del mundo real que observamos y que nos rodea construimos abstracciones.
En su libro muestra cuan innecesario (y erróneo) es construir modelos económicos sobre la base de la «competencia perfecta». ¿Por qué cree que la mayoría de modelos neoclásicos tienen ese principio como idea central?
Esta es una cuestión muy interesante. Los economistas políticos clásicos como Smith, Ricardo y Marx describen todo ellos, y con mucho detalle, lo que yo llamo «competencia real». Es decir, las relaciones entre el capital y el trabajo, entre el capital pequeño y el grande, y entre las distintas naciones, eran relaciones conflictivas, vistas en el marco clásico.
Los economistas neoclásicos querían demostrar que el sistema estaba equilibrado y era bueno para todos. Así que construyeron un marco en el que eliminaron esos conflictos. Presentaron el capitalismo como un sistema ideal y armonioso. Cosa que no es, por supuesto. Pero proporcionaron una base ideológica muy potente, una justificación muy buena al sistema capitalista.
¿Cuáles son algunas de las implicaciones políticas que se desprenden de las teorías presentadas en su libro?
Permítame empezar a escala ‘micro’. La competencia funciona. Disciplina a las empresas individuales, a las industrias y a los estados. Pero también produce resultados no deseados, sobre todo para los que pierden. La primera lección del libro es que debemos entender qué son esos resultados, y ver que son una consecuencia natural de los mecanismos del capitalismo. Políticamente hablando, la pregunta a plantearse, si no nos gustan esos resultados es cómo lidiamos con ellos, cómo los afrontamos.
En principio, y según la teoría ortodoxa, el libre mercado hace que todos vivamos mejor, tanto individuos como naciones. Debido al supuesto de que existe el pleno empleo, si se subcontrata a una empresa o industria los trabajadores no sufren ningún inconveniente, ya que solo tienen que cambiar de trabajo. Pero, por supuesto, en la práctica los economistas más ortodoxos admiten que hay algunas discrepancias con respecto a esta teoría inicial. Pero solo eso. En general creen que todos terminaremos siendo más felices. Por otro lado, en la tradición clásica el libre mercado es la guerra, porque la competencia es una guerra. Y en toda guerra debe haber ganadores y perdedores, y estos últimos pueden sufrir daños permanentes.
Mi planteamiento quiere mostrar que las dos partes de esta historia, tanto las ventajas como los inconvenientes, son consecuencias naturales porque son intrínsecas a la competencia.
Y a escala ‘macro’ debemos echar un vistazo a los patrones recurrentes que hay hoy en el capitalismo, y entender sus subidas y bajadas. Los mecanismos que potencian una conducta enfocada hacia el máximo beneficio son los que conducen a la economía hacia delante, pero son también los que la llevan a sus peores crisis.
Usted fue uno de los economistas heterodoxos que predijo la crisis. ¿Qué había en su método que le hizo ver lo que se avecinaba y que no vieron los neoclásicos?
De entrada, debo decir que no fui tan preciso. En mis conferencias sostuve que habría una crisis en 2008-2009 y, por lo que sabemos, estalló ya en 2007-2008.
El problema de los neoclásicos es que ya habían llegado a la conclusión de que no hay ‘ciclos’, de que el mercado ya es perfecto. Para ellos las crisis y los ciclos económicos se dan por sacudidas aleatorias, casi casuales, y no por algo intrínseco del modelo que analizamos. En cambio, muchos economistas heterodoxos contemplan modelos en los cuales las crisis son naturales, recurrentes en nuestro sistema económico actual.
¿Cómo es su modelo ‘micro’?
Utilizando modelos estocásticos, uno puede dar cabida a multitud de comportamientos humanos, sin necesidad de ceñirse a uno concreto. Y si además los acumulamos y analizamos acabaremos teniendo, a cierto nivel, un patrón relativamente estable, aun teniendo en cuenta que una observación individualizada nos muestra que las personas puedan tomar caminos muy distintos. Las personas, en tanto personas, pueden optar por esquivar los patrones habituales. Por ejemplo, los trabajadores actúan de forma distinta si están organizados que si, por el contrario, compiten unos contra otros. Y eso es también parte de la historia social. Y la ciencia económica debería ser capaz de incluir todo esto desde el principio. Y es por ese motivo por el que digo que debemos empezar a mirar qué nos dice la antropología, y a partir de ahí construir nuestro modelo. Esto puede parecer complicado, pero no lo es. Se trata de permitir que entre en la ecuación la complejidad del comportamiento humano.
Mi argumento quiere remarcar que es posible hacer modelos abstractos que puedan ser utilizados para analizar la economía, utilizando un marco que se ajuste mucho más al conocimiento que tenemos de los comportamientos humanos. No hay ninguna necesidad de asumir las suposiciones que hacen los economistas neoclásicos.
¿Qué espera lograr con este libro?
Quiero construir los pilares, la base, de un currículum alternativo. Espero que otra gente que tiene las mismas motivaciones (y que también se enfrenta a la contradicción obvia entre las bases de la economía ortodoxa y el mundo tal y como lo vemos) no tenga porqué pasar por todo el proceso por el que yo he pasado estos últimos años.
¿Cómo es su percepción acerca de cómo las teorías económicas heterodoxas son recibidas por la comunidad económica ortodoxa?
Desde finales de los años ochenta los economistas mainstream, los de la corriente principal, han descartado cualquier otro punto de vista, asegurando que provenían de su propio marco. Todo lo que hacían era señalar más imperfecciones de la teoría neoclásica. Esto empezó con Paul Samuelson y su intento de incorporar la economía keynesiana a la teoría ortodoxa, diciendo que los resultados keynesianos se debían a rigideces salariales. Luego vino la rigidez de precios, y más tarde la rigidez en los tipos de interés…
Siempre me he opuesto a esta idea que proclama que los resultados reales se pueden entender como imperfecciones del sistema. A mí me parece que es como estar atrapado en tu espacio de perfección y acabar siempre mirando hacia atrás, hacia tu modelo de referencia. Por eso quería construir un sistema que no dependiera, en ningún aspecto, de las ideas estándar, así que nada de maximización, nada de utilizar los servicios para estimular el comportamiento del consumidor, nada de precios de referencia como definición de la competencia, y nada de esa idea que dice que solo las empresas pequeñas son competitivas. Porque todo eso no es necesario para crear argumentos sobre cómo funciona la economía.
La economía micro es muy importante, pero no necesitamos esta micro fantasiosa, ficticia o irreal. Queremos una microeconomía real.
Muchos de los que critican la economía se centran precisamente en atacar a los modelos abstractos y a sus limitaciones para entender y explicar el mundo de hoy. ¿Cómo utiliza usted los modelos y las abstracciones en su libro?
La abstracción es necesaria para cualquier análisis. La clave está en cómo se extrae esa abstracción. Es distinto si la abstracción es idealización (lo que yo creo que ocurre con la raíz principal de la teoría ortodoxa) o si se utiliza la abstracción como tipificación.
Galileo hizo una abstracción clarísima cuando explicó el movimiento de los planetas. Esa abstracción se derivaba de observaciones. La iglesia occidental tenía otra abstracción, otra percepción. Y esta no derivaba de la observación, sino que venía de una necesidad ideológica. Lo que intentó la iglesia fue cerrar la puerta al resto de puntos de vista.
Sé que quiere hablar principalmente de las teorías de su libro, pero me gustaría escuchar un poco más acerca de cómo es estar en un ambiente económico heterodoxo, y cómo le reciben los neoclásicos.
Por supuesto. El hecho es que en la época en la que yo era estudiante había más comunicación entre los distintos puntos de vista. Gente como Paul Samuelson y muchas de las otras grandes figuras de la época habían leído los originales de Keynes y Marx. En Cambridge podías hablar con Maurice Dobb por un lado y luego charlar con Piero Sraffa o Nicholas Kaldor. Todos tenían una amplia educación y todos habían sido educados al modo europeo; poseían un vasto y extenso espectro teórico.
Ese espectro se fue estrechando cuando la escuela de Chicago y el MIT empezaron a tomar las riendas de la profesión. Esto ocurrió especialmente con la llegada de la teoría de expectativas racionales. De golpe todo lo que era legítimo tenía que ser revaluado en sus términos, de lo contrario no era economía… Si tú no construías tus teorías sobre los mismos pilares en los que lo hacían los economistas neoclásicos, simplemente no eras contabilizado como un economista de verdad.
Y la única forma en la que el espectro de los economistas heterodoxos se abrió y creció fue cuando el capitalismo, poco impresionado por la teoría económica, actuó como un terremoto. Fue entonces cuando esos espacios se abrieron por momentos. ¿Quizá tengamos ahora una posibilidad similar?
¿Tiene algún consejo para los economistas jóvenes que se inician ahora en el campo heterodoxo?
Que no pierdan el tiempo quejándose de la economía neoclásica. Esa es la trampa. Todo lo que podía decirse se ha dicho ya. Y no es suficiente oponerse a ella. La atención al método es importante, pero lo que debes tener de verdad es una opinión, un plan. Supón que has llegado volando desde Marte y tienes que analizar el capitalismo. ¿Cómo enfocarías el funcionamiento del sistema? Puedes leer lo que los otros han dicho, pero lo que de verdad necesitas es empezar a construir tu propia teoría, y desde una base, desde unos cimientos distintos.
Entrevista publicada originalmente en Public Seminar y traducida para El Viejo Topo por Anna Galdón.
Fuente: http://www.elviejotopo.com/topoexpress/un-nuevo-enfoque-radical-de-la-economia/