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Un nuevo giro en la política ambiental, la trampa del Norte

Fuentes: Rebelión

La cumbre de Copenhage, que concita a delegados de 192 países y a más de 100 presidentes y jefes de Estado no es una cumbre cualquiera. Su objeto principal, el cambio climático se vincula al archidemostrado calentamiento global, inédito desde que hay registros históricos y claramente atentatorio contra, principalmente, los países más vulnerables, por mantener […]

La cumbre de Copenhage, que concita a delegados de 192 países y a más de 100 presidentes y jefes de Estado no es una cumbre cualquiera. Su objeto principal, el cambio climático se vincula al archidemostrado calentamiento global, inédito desde que hay registros históricos y claramente atentatorio contra, principalmente, los países más vulnerables, por mantener el eufemismo, en desarrollo [1] .

Pero esta cumbre sucede en un contexto geopolítico bien marcado que define con seguridad el que será el fondo y agenda oculta del evento. Este contexto no es otro que el de la crisis capitalista, que ha puesto contra las cuerdas las tasas de rentabilidad a nivel mundial, generando la más importante crisis de sobreproducción de la historia reciente, agravada aún más si cabe por el importantísimo desbalance entre los que son los dos socios principales del comercio mundial, China y EEUU.

Efectivamente, Obama ya anunció que la «revolución verde» será funcional a la recuperación económica [2] y el 26 de enero pasado firmó varias órdenes ejecutivas que servirían de base a una «nueva economía de la energía». Esta revolución verde, para lograr su objetivo de reimpulso de la economía norteamericana y su reposicionamiento como primer exportador mundial, en lugar de importador, pasa por la imposición de «acuerdos» en el ámbito climático, en especial a los países que mayor competencia le presentan, los del grupo BRISC (Brasil, Rusia, India, Sudáfrica y China).

Este acuerdo ya se gesta entre bambalinas, como se ha conocido, en la forma de un documento confidencial de la presidencia danesa [3] , presuntamente acordado con la delegación de EEUU (ver documento anexo) y en la que se ignora de facto los acuerdos de Kyoto, añadiendo compromisos explícitos en la renovación tecnológica en los países en desarrollo, renovación tecnológica que obviamente pasaría por tecnologías de última generación monopolizadas por los países del G7.

Esta sospecha se ve acrecentada por las distintas noticias que apuntan al interés específico de EEUU y su satélite, Reino Unido, por capitalizar el cambio climático en términos de nuevo «enemigo global» [4] , forzando la adopción de acuerdos en su favor.

Para esta cumbre por tanto pasaron los tiempos del reconocimiento del calentamiento global. Los países desarrollados entendieron que en un contexto de crisis, con la necesidad de crear nuevos nichos monopolizados por su superioridad tecnológica (como ya sucedió con las distintas burbujas tecnológicas en el pasado) el recorte de las emisiones de CO2 será funcional a su reposicionamiento hegemónico y el relanzamiento de las tasas de ganancia.

En este sentido las propuestas de estos serán cosméticas, no estructurales, ya que una reforma estructural que acometiera radicalmente (en su raíz) el problema, requeriría abandonar el paradigma económico reforzado tras la crisis, el de un marco mundial de liberalismo económico en el que la planificación estatal es un vestigio del pasado. El modelo capitalista requiere del constante crecimiento para sobrevivir, es incompatible con el equilibrio por su propia concepción que asocia ineludiblemente el estancamiento, el crecimiento cero a crisis sistémicas. Este crecimiento, especialmente toda vez que nos hayamos plenamente inmersos en el manejo económico-político del Régimen Dólar Wall-Street [5] (con el abandono del patrón oro y la desregulación financiera), se caracteriza por ser eminentemente cortoplacista, basado en las intuiciones y volátiles confianzas de los operadores financieros de los mercados de capitales, y por tanto incapaz de emprender estrategias a medio o largo plazo, tal y como se requiere acuciantemente en este momento.

Entre tanto, como apunta el reconocido economista francés y profesor de París XI, Serge Latuche, el decrecimiento (en términos globales) comienza a ser la única alternativa. Idénticas conclusiones se apuntan de los datos relativos al peak oil (temporización del punto de inflexión en la capacidad de producción petrolera mundial), que avalan tan prestigiosas personalidades como Michael Meacher ministro de Medio Ambiente británico entre mayo de 1997 y junio de 2003. La apuesta por los biocombustibles no sólo no solventará el fin de la era de la energía barata, que posibilitó el inaudito crecimiento industrial del pasado siglo, sino que condenará a muerte a millones de personas [6] .

Abandonar el crecimiento es abandonar el modelo económico capitalista, que ha sido históricamente funcional al desarrollo de las fuerzas productivas por su inenarrable capacidad de enfrentar al ser humano con sus voliciones más inmediatas, con su competitividad y egoísmo. Ahora el crecimiento incontrolado amenaza con exterminar la sociedad tal y como la conocemos.

Es el momento de que los gobiernos del Sur ( Este empuje pasa también por la organización de los países del Sur, sino también de desarrollo, orientando así una estrategia contrapuesta a la erigida por el G7 y el bloque BRISC con excepción de Brasil) )y las organizaciones sociales del norte se aúnen en la una propuesta de justicia, en la defensa de los intereses de éstos, medioambientales y de desarrollo, en una propuesta que pasaría, entre otras medidas, por la condonación de deuda, condicionando ésta a la inversión en la reducción de emisiones, conservación ambiental y reparación de daños provocados por los efectos del cambio climático (para ello es preciso realizar un cálculo integral en términos crematísticos de lo que implica el deterioro ambiental para los países del Sur, que sufren, como en el caso de Ecuador [7] , la crisis eléctrica y el déficit hídrico).



[1] Así lo atestigua la propia rganización Metererológica Mundial , empleando datos del de tres institutos de EE UU (NASA, NOAA y GISS) y de dos británicos (Metoffice y el CRU de la Universidad de East Anglia. http://www.elpais.com/articulo/sociedad/ultima/decada/calida/hay/registros/elpepusoc/20091208elpepusoc_3/Tes

[2] http://www.elpais.com/articulo/opinion/Obama/verde/elpepiopi/20090128elpepiopi_1/Tes

[3] http://www.rfi.fr/actues/articles/120/article_13826.asp

[4] http://www.elpais.com/articulo/tecnologia/Pirateado/correo/centro/britanico/investiga/cambio/climatico/elpeputec/20091123elpeputec_4/Tes

[5] Concepto acuñado por el economista británico Peter Gowan.

[6] El economista argentino Claudio Katz nos recuerda que se requiere tanto maíz para llenar un tanque de combustible de un vehículo como el que podría alimentar durante un año a un niño de Zambia.

[7] Como ha reconocido el propio presidente, Rafael Correa. http://www.elmercurio.com.ec/220837-presidente-correa-deslinda-responsabilidad-en-crisis-energetica.html

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.