Recomiendo:
0

Un nuevo «Pelé»

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Aldo de Vos

José da Gama, o Zé da Gama, fue el primero, por lo menos reconocido como tal, empresario del fútbol brasileño. Fue él quien intercedió en la venta del pase de Evaristo Macedo para el Barcelona. Waldo, un centro avante del Fluminense para el Atlético Madrid y, antes, Dino Costa y Dino Sani para Italia, es decir varios jugadores brasileños.

Zé da Gama estaba ligado al Madureira, tradicional club del suburbio carioca del mismo nombre, llegó a ser presidente por esos lados, y cuando descubría «talentos» en las canchas de los barrios los llevaba al club, los contrataba más o menos mientras preparaba la venta para el exterior.

En una de esas mañanas en que salió de su casa tranquilamente para trabajar pasó en su auto por la avenida Atlántica antes de que la engancharan: Zé da Gama paró el auto en un semáforo y por esas coincidencias increíbles, tuvo su atención dirigida a un muchacho joven que hacía malabarismos con la pelota en la playa.

Esperó que el semáforo cambiara de color, estacionó su auto, llamó al joven, de unos dieciocho o diecinueve años, descubrió que vivía en una favela del Morro Cantagalo y que se exhibía ahí para ganar unos pesos, y lo convenció para ir al Madureira, firmar un contrato, avisándole que lo vendería para el Benfíca, que estaba en busca de un jugador con sus características, y que lo haría rico.

El único problema es que el joven no jugaba fútbol. Era sólo un malabarista con la pelota: de pecho, de trasero, la paraba con el mentón, esas cosas, dos mil «dominaciones» sin dejarla caer, y sólo eso.

La verdad que eso no era problema, ni nunca fue para Zé de Gama. Partió para Lisboa, les pidió a los directores del Benfíca sigilo sobre la operación, porque decía que se trataba de un «nuevo Pelé», mandó que el joven mostrara su talento futbolístico en la misma sala de la presidencia del club; encantó a los portugueses y consumó la venta por algo en torno de lo que hoy serían dos millones de dólares, quince por ciento para el atleta, diez por ciento para Zé y un contrato de cinco años, firmado en el momento, para evitar que el «descubrimiento» fuera atropellado por otros clubes.

Primer juego nada, un fiasco. Segundo juego también. Tercero igual, y por fin, la revelación: el tipo no jugaba nada, sólo sabía hacer malabarismos.

La solución que el Benfíca encontró fue la misma de Zé Palocci da Gama, Zé de Gama Dirceu, Herique da Gama Meireles, Roberto da Gama Rodríguez, Zé da Gama Genoino, encontraron para Lula.

Pusieron al malabarista a hacer sus acrobacias, eso mismo, acrobacias, con la pelota en los intervalos de los juegos del Benfíca y, en el caso del club, minimizaron los perjuicios, porque tal era su habilidad que encantaba a las plateas.

Lula, en cierta medida, también encanta y es ese encantamiento que hace con que despunte soberano en las preferencias del brasileño para las elecciones del 2006.

La diferencia entre Lula y el «nuevo Pelé» está en el hecho que el joven era un genio que aprovechó su oportunidad, y Lula nunca fue un genio, sabe bien el papel que le cabe en el proceso político brasileño.

No fue gratuita su critica a FHC y las insinuaciones sobre corrupción, como no es gratuito el silencio después de la gritería estratégica de los tucanos sobre el asunto. El ex presidente es un gran ladrón y muy refinado. La reacción fue mera guapeada de buey manso en el caso de Artur Virgilio, el autor del monumental desvío de recursos del MEC cuando fue intendente de Manaus.

Y mucho menos son cuidados sus discursos que de vez en cuando atropellan el buen censo, pero sólo aparentemente. Todo pesado y medido para producir los efectos tanto en los adversarios como en el distinguido público, aquel que ve en el presidente el Zé Bobón en el poder y que se siente realizado como si fuera él mismo.

Una especie de venganza contra las élites. Auque continúe siendo el Zé Bobón.

Un presidente que en dos años de gobierno encarga cincuenta ternos a un estilista. Una primera dama que se encanta con una cartera de piedras capaz de embrujar a una reina, o una princesa, no sé, gente así no es ingenua, como máximo alucinada.

La victoria del presidente argentino contra el FMI y los acreedores de su país, mandando al espacio buena parte de la deuda externa de su país. El pacto firmado entre Argentina, Brasil y Venezuela, el probable pedido cubano de ingreso al Mercosur y las payasadas petistas por aquí, el caso Severino (está desmoralizado, y es albo del ridículo, pero es presidente de la Cámara), la suma de todos esos hechos dejan al presidente sin saber lo que hacer. Es simple entender eso.

De Lula, hasta ahora hablé del presidente y su papel en el Gobierno. Y Gobierno es otra cosa.

¿Cómo van a reaccionar, de hecho, ministros como Zé da Gama Palocci, Roberto da Gama Rodríguez, o el payazo Zé da Gama Genoino, o el sabio Aloisio da Gama Mercadante, cuando confrontados con las políticas que ejecutan, defienden y sustentan frente a las perspectivas de la unidad de países sudamericanos y de la inclusión de Cuba en ese proceso?

Es en serio, ¿o es solo un juego de escena como el del atleta de la playa -ahora en el Planalto y con pretensiones, ya dije eso-, el «Pelé de la política?».

Es difícil imaginar que Zé da Gama Dirceu esté conversando con la terrorista Condolleza Rice en Washington sobre el problema cubano sin hacer concesiones. Y sólo explicando las actitudes del gobierno brasileño a los jefes?. Eso es terrible, algo como «vamos dar abrigo a Fidel pero vamos a encuadrarlo».

O ¿quién sabe Da Gama Dirceu está achacando a Miss Rice e intentando seducirla, amor barato en hotel de quinta en la capital de los EEUU, mientras traiciona a Mr. Bush?

O el gobierno juega con el tiempo, e intenta acuerdos de aquí o allí en el caso de los firmados con Venezuela mientras limpia su prestigio e pretende obtener ventajas en el mundo del nuevo orden, catapultar. Economistas brasileños adoran esos términos, pero por un instante tuvieron el coraje de los argentinos, lo que mandan, hablo de ellos, catapultar, repito, la reelección y después enfrentarlos? ¿O caerse arrodillados de una vez?

La agenda de reformas generadas en los laboratorios del FMI y del Banco Mundial continúa una propuesta del gobierno.

El gobierno Lula es sólo malabarismo y consigue un increíble apoyo de la platea en ese jueguito de tira la pelota para arriba, la toma con la nariz, el dedo del pié izquierdo, el trasero, ni allá ni aquí, rueda que rueda igual que pavo borracho, pero garantiza el 2006.

Es esa la frustración, del tipo que mete el dedo y rasga, bien grueso para ilustrar mejor, al tucanato, sobretodo a FHC. En el arte de embromar Lula es bien más eficiente sin academia y sin salamaleques de vinos franceses (prefiere la cachaza). Y no es bandido, justicia sea hecha.

Sólo es un Peter Sellers en «Más allá del Jardín», deslumbrado y perplejo con lo que no conocía, los baños del Planalto por ejemplo, ternos, carteras de piedras, pensando que así puede anda sobre las aguas.

No es el puerto del movimiento social. Pero eso no significa que se deban cerrar las puertas, o dejar de descubrir algunos puntos positivos y avanzar, antes que la tucanada se ensañe y gane el trono de vuelta.

Es difícil constatar o encontrar avances, dentro de todo y en general, poco a poco son abalados por retrocesos escandalosos como la cuestión de los transgénicos. Y otras tantas. Pero el aire en el gobierno Lula es menos fétido que aire de la gobernanza general de FHC.

Es posible hasta que, en un dado momento, el «nuevo Pelé» haya sido FHC, o sea FHC, o que era para ser y no fue. Hoy mero agente de los intereses estadounidenses y lo que ellos significan para nosotros. Es sólo leer lo que escribió e el diario «O Globo», edición de domingo, día 6 de marzo de 2005.

Chávez y Kirchner, diferentes en sus propuestas, son avances y no sé si Lula/gobierno van a transformar la retórica malabarista de firma aquí y justifica de allá, o van a continuar equilibrándose entre no ser o no ser ninguna cosa.

Entre ser y ser alguna cosa, hay una diferencia muy grande, es un detalle significativo, entre ser bandido, es el caso de FHC y sus compinches. O de Garotinho y sus hordas de salvadores.

Sin hablar de Severino, que después de su Mombaza, dijo que le pedirá consejos a Delfín Neto y a Francisco Dornelles. Hasta en eso Lula tiene suerte, ambos detestan FHC.

Quién sabe no estemos frente a «¿nuevos Pelés?» ¿PT y PSDB? Juego de uno a uno.

Existió Jackson del Pandero, felizmente, que dejó la notable frase: «Ese juego no puede ser uno a uno». Esa historia de mezclar «chicle con banana» no funciona.