Los nuevos equipos propician la aparición de un internauta menguado, dependiente de los servicios que ofrecen los fabricantes de productos digitales. El peligro de la difusión de ordenadores de tipo restringido La nueva era de la informática personal se abre paso a través de una amplia variedad de dispositivos supuestamente mejor orientados a las necesidades […]
Los nuevos equipos propician la aparición de un internauta menguado, dependiente de los servicios que ofrecen los fabricantes de productos digitales.
El peligro de la difusión de ordenadores de tipo restringido
La nueva era de la informática personal se abre paso a través de una amplia variedad de dispositivos supuestamente mejor orientados a las necesidades individuales que los reemplazados. Si se trata de tener acceso al correo, consultar un informe o incluso redactarlo mientras espero el autobús, lo único que se necesita es un equipo pequeño y ligero. Para leer será preferible un ebook y para el ocio nada mejor que un IPad o un SmartPhone. Cada herramienta tiene su uso, y su momento.
Pero esa adaptación también tiene un precio: no cabe esperar que aquello que es útil en una ocasión lo sea también en otra completamente distinta. No existe el dispositivo de uso universal y quizá la idea es que nunca llegue a existir. Nuestros viejos PC eran en más de un sentido herramientas claramente sobredimensionadas.
Se trata de terminales ideados para garantizar el ocio y una conexión permanente con la red durante la cual el usuario no para en un sólo instante de producir valor para el agente que le ofrece sus servicios.
En una era en la que la red es capaz de suministrar casi cualquier recurso imaginable, no parece que tenga sentido invertir en capacidad para ejecutar aplicaciones complejas de escritorio, ni en pesadas unidades de almacenaje, ni, por supuesto, en dispositivos de grabado o reproducción sólo útiles para poner en dificultades a las sociedades de autor. El PC -cuya era claramente ha periclitado- era un instrumento poderoso y capaz de ofrecer a sus usuarios tanto un desempeño básico, como uno avanzado. Con ellos era fácil, a veces incluso necesario, cruzar la frontera del simple usuario y adentrarse en un uso activo de los recursos de la era digital. Eso ha terminado.
La lucha del software libre
El movimiento del software libre prosperó en buena medida gracias a la posibilidad de sumar a sus iniciativas a un número creciente de usuarios dispuestos a sacar el máximo rendimiento de sus equipos. No era preciso contar con equipos profesionales -salvo en sus inicios- y ni siquiera se requería una formación académica previa, bastaba con la experiencia y disposición del usuario. Gracias a estos PC sobredimensionados fue posible plantar cara a las ambiciones monopolistas y desleales de los fabricantes de software privativo.
¿Nuevos tiempos?
La tendencia que prospera de la mano de todos estos nuevos equipos parece favorecer la aparición de un usuario menguado, dueño tan solo de su cartera y entregado por lo demás a las dependencias generadas por los dispositivos a los que ha confiado su supervivencia digital. El ejemplo más significativo de esta forma de entender los nuevos tiempos quizá sean los denominados teléfonos inteligentes.
Se trata de terminales ideados para garantizar el ocio y una conexión permanente con la red durante la cual el usuario no para en un sólo instante de producir valor para el agente que le ofrece sus servicios. Con estos dispositivos se pueden realizar gran cantidad de acciones, pero todas ellas te enmarcan en una comunidad de usuarios determinada por la marca del equipo o por el fabricante del software que lo mantiene activo.
El combate sin cuartel del software libre ha llegado a conseguir ciertos triunfos parciales, y en cualquier caso ha ofrecido alternativas que permiten burlar, siquiera en ocasiones, la conducta desleal de estos fabricantes. La era de dispositivos mermados (ebooks, PCTablets, SmartPhones,…) parece insistir en ese mismo comportamiento abusivo aprovechando además la experiencia de la batalla por los escritorios de nuestros viejos PC. Para ello es básico eliminar las tentaciones que un usuario suficientemente exhausto pueda llegar a tener de saltarse las imposiciones y dependencias de los fabricantes de software. Es decir, nada de poner en manos del público herramientas que le permitan responder a las maniobras del mercado.
EL ‘CLOUD’ COMPUTING’
El ordenador personal y sus posibilidades peligran también a causa de la difusión del cloud computing, ya que las empresas ponen programas y espacio para datos a disposición de los usuario a través de internet. Con la nube de Google, por ejemplo, ya se pueden crear documentos sin un procesador de texto. A través de un navegador es posible conectarse con la aplicación de Google y editar nuestros textos, que se guardan en un servidor de Google.
Pero de esta manera somos dependientes de un programa que no controlamos. Si, por ejemplo, tenemos documentos con muchas fórmulas matemáticas y Google decide cobrar por usar el editor de fórmulas, el usuario que no quiera perder sus documentos tendrá que pagar.
http://www.diagonalperiodico.net/Un-nuevo-reto-para-el-software.html