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Hacia un discurso acorde a los tiempos actuales

Un nuevo sentido común de época

Fuentes: Rebelión

El chavismo ha constituido a lo largo de estos 15 años una hegemonía que permea el imaginario colectivo. Pero las hegemonías no son inmutables. Varían a la vez que lo hace el cuerpo social, en un diálogo de ida y vuelta. «El arma principal de Hugo Chávez era el verbo». Así rememora el periodista José […]

El chavismo ha constituido a lo largo de estos 15 años una hegemonía que permea el imaginario colectivo. Pero las hegemonías no son inmutables. Varían a la vez que lo hace el cuerpo social, en un diálogo de ida y vuelta.

«El arma principal de Hugo Chávez era el verbo». Así rememora el periodista José Vicente Rangel al fallecido presidente y amigo personal. Chávez comprendió desde un principio que la política se da junto a la comunicación. La política se produce con comunicación. Toda política debe transformarse en un hecho comunicable. Siempre que haya política habrá -al menos de forma potencial- comunicación. [1] Pero no debe entenderse la comunicación política como una estrategia de degradación de la política, tal y como predican los exegetas de la mercadotecnia. Por el contrario, esa comunicación revaloriza al ámbito político y representa una condición indispensable para el funcionamiento del espacio público ensanchado en las democracias de masas.

La irrupción comunicacional de Chávez se produce en los años 90 del pasado siglo, en plena hegemonía neoliberal. Su discurso cabalgó a contracorriente de los dogmas que conformaban el sentido común de época: fin de la Historia; el capitalismo como único sistema válido, tanto en lo económico como en su correlato político; primacía de lo privado frente a lo público; supeditación de la tasa de acumulación de capital frente a las necesidades sociales; mercantilización de cualquier espacio… La tarea del líder bolivariano era hercúlea. Debía construir una nueva narrativa con un contexto internacional decididamente en contra y un panorama interno también adverso en el que los grandes instrumentos de creación de hegemonía (medios de comunicación, instituciones académicas y educativas, religiones organizadas, productos de ocio de consumo masivo) seguían en manos de la derecha. A este escenario había que añadir las urgencias impostergables de un país con una grave crisis social que se traducía, entre otros indicadores, en el terrible dato de que el 85 por ciento de sus habitantes tenía problemas de subalimentación. [2]

Veintitrés años después de aquel seminal Por ahora se puede concluir que Chávez tuvo éxito en la combinación entre su discurso y su acción política y en el impacto de ambos en las mayorías sociales. Sería ocioso consignar aquí los logros en reducción de la pobreza, alfabetización, nutrición, sanidad, vivienda…, por ser de sobra conocidos. Imposibles de cuantificar pero igualmente tangibles fueron los avances en el empoderamiento de las mayorías populares, que se reconocieron como sujetos que querían ser protagonistas de una política que hasta el momento había sido coto privado de las élites. Palabras y hechos de Chávez se acompasaban, conectándose de forma virtuosa con un pueblo que a veces iba un paso por detrás, sumándose a las propuestas que emanaban de ese novedoso liderazgo, y en otras ocasiones se adelantaba, presionando para derribar las múltiples barreras del sistema anterior que subsistían -y aún subsisten-.

Venezuela alumbró una nueva hegemonía que pronto traspasó fronteras y prendió en el subcontinente. Los consensos que articulaban el régimen neoliberal cayeron y fueron sustituidos por un sentido común de época que colocaba al ser humano por encima del capital; a la satisfacción de la deuda social sobre el pago de la deuda externa; a la reapropiación de los bienes comunes frente a su malversación regalándolos de facto a las transnacionales; a una democracia auténticamente participativa en lugar del secuestro de la democracia por parte de las élites mediante el subterfugio de la representatividad… Esa nueva hegemonía también terminó por desbordar los límites latinoamericanos e impregnó los movimientos populares de protesta que se originan tras la crisis del capitalismo iniciada en 2007. De los Indignados del 15-M en el Estado español hasta la Plaza Syntagma de Atenas; desde el Movimiento Cinco Estrellas italiano hasta el Occupy Wall Street estadounidense, las reclamaciones para un nuevo consenso eran similares: una economía al servicio del ser humano y no del capital y mayor protagonismo de las mayorías en los procesos democráticos.

Los nuevos desafíos

Los consensos hegemónicos no son estáticos. Múltiples factores inciden sobre ellos, desde la acción de bloques históricos que quieren desplazar al dominante hasta el inevitable paso del tiempo. La hegemonía es un proceso en permanente dialéctica que nunca termina de construirse. A dieciséis años de la primera victoria electoral de Hugo Chávez y más de dos años después de su fallecimiento resulta pertinente realizar una serie de preguntas acerca de la hegemonía chavista y del discurso adecuado para su sostenimiento. ¿La Venezuela de 2015 es la misma que la de 1998 o aún más, que la de 1992, a la que dirigió Chávez su Por ahora? En caso de que hubiera una nueva realidad social, ¿se adecúa el discurso del chavismo a la misma o pretende, por el contrario, que sea ésta quien se amolde a la retórica tradicional? ¿Hasta qué punto las generaciones que se incorporan a la vida política se reconocen en los hitos fundacionales del chavismo?

Es una obviedad afirmar que la sociedad venezolana ha cambiado en estos quince años. Todas las sociedades lo hacen. Pero sí que se puede afirmar además, y esto no resulta tan obvio, que Venezuela ha experimentado en estos quince años el cambio más profundo y más amplio desde que el petróleo fuera explotado a gran escala y cambiara para siempre la estructura social del país. Un joven venezolano de hoy se parece menos a su padre de lo que éste se parece al abuelo [3] .

Este cambio ha dado origen a una Nueva Centralidad Social. No hay que confundir este concepto con el de Sujeto Histórico, como desde algunos foros, con evidente intención ideológica, se quiere categorizar el cambio. Se trata, por el contrario, de aquella franja de la población que en un momento determinado ocupa la centralidad del tablero social, generando las certidumbres que articulan los consensos y definiendo las legitimidades. No es una noción cuantitativa y de hecho es raro que sean mayoría. Su impacto es cualitativo, irradiando opinión y sentido común al resto de la sociedad. Es evidente la importancia de definir y caracterizar correctamente a este segmento de cara a la construcción de un discurso político eficaz.

La Centralidad Social sobre la que se aupó Chávez estaba representada por un varón adulto, alrededor de cincuenta años de edad, perteneciente al sector E, con escaso nivel económico y educativo, aspiraciones mínimas y un imaginario aún permeado por lo rural a pesar de vivir en enclaves urbanos o semiurbanos. Quince años después este estereotipo ha sido desplazado por un joven, con ligera sobrerrepresentación femenina, mayor nivel económico y educativo que sus progenitores, exacerbado nivel aspiracional y un imaginario urbano y con decidida mirada internacional incluso entre aquellos que residen en zonas semirrurales o directamente rurales.

Este Centralidad es refractaria a los grandes hitos que conformaron la historia del chavismo. No se identifican con la reversión del Golpe de Estado de 2002 o el sabotaje petrolero y mucho menos con los tiempos de la IV República. El discurso del miedo, del nosotros o el caos, les es ajeno. Sus preocupaciones se centran únicamente en el presente como palanca de lanzamiento para la consecución de unas aspiraciones que, como se ha explicado con anterioridad, se sitúan en un nivel estratosférico.

El mecanismo al que recurren para el logro de sus objetivos es la educación. Ésta se ha convertido en el instrumento nodal sobre el que construir un proyecto de vida. Según la II Encuesta Nacional de Juventud 2013, hasta un 90% de los jóvenes que estudian creen que su formación le ofrecerá «muchas o bastantes» oportunidades laborales, mientras que el 93% considera que su nivel educativo le posibilitará mejorar su actual posición laboral. Es una concepción absolutamente instrumental de la educación. Ésta no se concibe como una formación integral de la persona, tanto en valores como en conocimientos, sino como el requisito indispensable para acceder a un puesto de trabajo. Pero no hay que apresurarse a censurar un aparente pragmatismo. Estos jóvenes entienden que se les prometió que podían conseguir todo lo que se propusieran -la Generación de Oro– previa capacitación. Ahora sienten que han cumplido su parte del pacto social y piden al Estado que cumpla con la suya, mediante la facilitación de puestos de trabajo -ya sea en la esfera pública o en la privada- con una retribución que les permita armar un proyecto de vida donde la vivienda propia, el vehículo o viajes al extranjero son aspiraciones corrientes.

Nuevos discursos, nuevas hegemonías

El chavismo se enfrenta a un nuevo reto en términos de combinación de políticas reales y discursos de acompañamiento. Hay que tener en cuenta que tanto en la política como en la comunicación no hay espacios vacíos. Las áreas que no ocupa una opción serán ocupadas por otra. De hecho, la oposición también lanza guiños a este sector, si bien su indefinición programática, que no ideológica, y la ausencia de un liderazgo claro le impiden, por el momento, fagocitar su apoyo.

La tarea es compleja pero inaplazable. Con la síntesis a la que obliga un artículo de estas características, necesariamente breve, pero con el ánimo de nutrir de ideas a un debate que ya empieza a aflorar en determinados ámbitos, a continuación se aporta una serie de líneas generales para ayudar a la construcción de ese nuevo discurso:

1) Actualización del discurso. La comunicación debe centrarse en el «ahora» -el momento actual- y en el «ya» -la urgencia de lo inaplazable-. El pasado hace mucho que quedó atrás para la Nueva Centralidad Social y el futuro queda fuera de sus preocupaciones inmediatas.

2) Conocimiento científico de la sociedad. Los estudios cuantitativos y cualitativos son indispensables para saber con qué material humano se juega. Los principales aspectos de la vida social y los cambios que experimentan deben ser radiografiados a través de la demoscopia. Hay que evitar moverse a golpe e intuición o de un supuesto olfato privilegiado.

3) Transversal y sectorial. La sociedad venezolana del 2015 es mucho más compleja que las de los años 90. Esto supone actuar discursivamente en diferentes niveles, en combinación con un discurso genérico y transversal siempre necesario.

4) Incorporación de nuevos perfiles de vocería. Tan importante es lo que se dice como quién lo dice. Un nuevo discurso necesita la incorporación de nuevos rostros. Es especialmente importante subrayar la identificación del público potencial con el emisor del mensaje, identificación que será mayor cuantos más rasgos se compartan. Así, juventud y mujer son dos características determinantes para la confiabilidad de la vocería.

5) Redefinición del adversario. El chavismo se apoyó en la tradicional dicotomía minorías contra mayorías, denominadas aquí oligarquía-pueblo. Sin abandonar el eje de arriba vs. abajo, tal vez sea necesaria una nueva definición más acorde con las percepciones sociales.

6) Consolidación de los principios hegemónicos. En estos quince años se han instalado en el imaginario colectivo ciertos principios de actuación política fundamentales para la consolidación de la nueva hegemonía. Entre estos destacan el papel del Estado como garante de la satisfacción de derechos y necesidades; la reapropiación de los bienes comunes y la redistribución de sus beneficios mediante la inversión social; la soberanía e independencia como valores fundamentales del patriotismo; primacía de lo público-colectivo frente a lo privado-individual, etc. Estos principios deben ser mantenidos como los elementos que alumbran el nuevo sentido común de época y que prevalecerán con independencia de la opción política gobernante.

Alejandro Fierro, licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Pontificia de Salamanca (España) . Especialista en Comunicación Política y Comunicación Electoral. Facebook: Alejandro Fierro Vzla. Twitter: @VenezuelAle



[1] Crespo, Garrido, Carletta y Riorda insisten en que el objeto político debe comprenderse «como un hecho de dimensiones comunicacionales siempre presentes». (Crespo, I, A. Garrido, I, Carletta y M. Riorda (2011). Manual de comunicación política y estrategias de campaña. Candidatos, medios y electores en una nueva era. Buenos Aires. Editorial Biblos.

 

[2] Para más información sobre Chávez y la «Economía del ahora» consultar Serrano, A., (2014). El pensamiento económico de Chávez. Caracas. Vadell Hermanos Editores.

[3] Para consultar la magnitud del cambio en Venezuela, consultar II Encuesta Nacional de Juventudes. Venezuela 2013, Ministerio del Poder Popular para la Juventud, Caracas.

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