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Un país dolarizado, con 60% de pobres

Fuentes: Clarin.com

Ramón Huamán gana 150 dólares al mes y sería la envidia de más de un vendedor ambulante de Buenos Aires, si se piensa en la cifra. Pasa unas 10 horas en una esquina clave del norte de Quito vendiendo cigarrillos, caramelos, encendedores y chupetines. Carga una pequeña cajita colgada al cuello con una soga en […]

Ramón Huamán gana 150 dólares al mes y sería la envidia de más de un vendedor ambulante de Buenos Aires, si se piensa en la cifra. Pasa unas 10 horas en una esquina clave del norte de Quito vendiendo cigarrillos, caramelos, encendedores y chupetines. Carga una pequeña cajita colgada al cuello con una soga en donde no hay gran variedad para elegir. Pero al cabo de un mes, se va con sus 150 dólares, un poco menos que el salario mínimo que recibe un obrero de la construcción.

María es cajera en un supermercado de la misma zona, el norte representa casi lo mismo en la mayoría de las ciudades latinoamericanas, y tras 8 horas diarias cobra 350 dólares por mes, unos 1.000 pesos de Argentina.

Como vive con su familia, suma a la economía familiar, pero sus sueños de independencia chocan con la realidad de un país caro, desde la puesta en marcha de la dolarización, que eliminó la moneda local, -el sucre- en enero de 2000. Ecuador fue, así, el primer país de la región que adoptó el dólar.

Un proceso al que se llegó tras una salvaje devaluación del sucre, que lo ubicó por encima de los 25.000 por cada dólar, y que provocó la quiebra del sistema bancario y financiero y que contó con Domingo Cavallo como uno de sus consultores.

Si bien la dolarización estabilizó la economía y benefició a ciertos sectores, empujó a la miseria a una gran cantidad de ecuatorianos.

Ramón y María no llegan a cubrir la canasta básica que llega a los 540 dólares y forman parte del 60% de pobres, cifra algo generosa. Se benefician, sí, con un precio del transporte público razonable (50 centavos) y del gas (básico para cocinar) que está en poco más de un dólar y medio por la garrafa de 15 kilos (en Argentina, la garrafa social está en 18 pesos y es de 10 kilos).

Ramón y María no son parte de la clase media, que necesita unos 1.200 dólares para vivir por mes, sin lujos y al día. Carlos, un empleado de un banco de primera línea gana como cajero unos 500 dólares, con salario básico y horas extras. Pero como su mujer es también empleada, bordean entre los dos el ansiado sueño de «pertenecer». Claro que aún no pueden comprarse el «autito», un Chevrolet Corsa de 13.000 dólares, pero sí son parte de los 3 millones de ecuatorianos, sobre una población de 13 millones, que tienen teléfono celular.

Según un informe de El Comercio, hay 2,5 millones de usuarios de tarjetas de crédito en circulación y crece a pasos acelerados el uso de extensiones para los hijos adolescentes.

Estos números de un alto consumo se apoyan en varios fenómenos. Por un lado, el precio del crudo por encima de los 50 dólares en un país petrolero. Por otro, el permanente incremento de las remesas que envían el 1,3 millón de ecuatorianos que viven en el exilio y que llega a los 1.600 millones anuales. Y por último, una enorme liquidez.

Con un PBI de 27.000 millones de dólares y un PBI per cápita de 1.800 dólares, Ecuador sigue siendo un país de inequidades, en donde la torta se reparte entre pocos.

Son los que pueden gastar entre 50 y 100 dólares en salir a cenar a un muy buen restaurante. Y no son los marías y ramones, que deben conformarse con comer algo al paso por un dólar y medio. Y mucho menos los miles de indígenas de los cerros que sobreviven gracias a la cooperativización del trabajo en el campo.

Si uno es extranjero, es tarde y está famélico por comer algo, deberá soportar el mal trago de comer un sándwich en el hotel por 25 dólares, eso sí, con gaseosa y papas fritas.