«En la primera escena de Un Perro Andaluz, un joven español llamado Luis Buñuel fuma serenamente un cigarrillo y saca filo a una navaja contra una correa. Observa el cielo nocturno. Una nube pasajera bisecta la luna. Buñuel separa con los dedos los párpados de una mujer que nos está mirando y mirando cómo la […]
Narramos con imágenes el ascenso de nuestras luchas.
Crear Un Perro Andaluz no fue crear cine, fue, simplemente, recoger la crema del Automatismo Psíquico. No es un desplante estético enamorado de ser desplante. Es un manifiesto, un programa, una intervención poética sobre la cultura. Guerra Civil de los sentidos. Desorden organizado de los sueños. Blasfemia de sí como un documental anticlerical, ateo y marxista. Insurrección contra los silogismos de la miseria, con fecha y lugar de nacimiento. No es un acto reflexivo de la lógica lineal, es una acción directa, desde y hacia el contexto, que sólo puede leerse dialécticamente. Un Perro Andaluz bien puede ser un documental de la maldad, ruptura y promesa revolucionaria. Es una lucha política.
Un Perro Andaluz es manifiesto de militantes armados que luchan contra una sociedad que detestan, utilizan el escándalo es cierto pero no sólo, utilizan la moral revolucionaria de una época revolucionaria envuelta en crisis pero plena de lecciones que exaltan la pasión por la libertad su desmitificación y el nacimiento de un hombre nuevo. No es desplante literario o plástico, es una insurrección para cambiar la vida. Un perro andaluz es incomprensible en el sentido didáctico que algunos intentan suponer para sus explicaciones. Un Perro Andaluz es distancia antagónica frente a la putrefacción más apestante y la maldad fétida que dejó sembrada la muerte en cada resquicio de futuro. Es un malestar que se decide a luchar con las armas de la fuerza humana más íntima en el vientre mismo de la Historia vigente… paridora de revoluciones. No es un grito, es un himno que mete las manos en la miseria, emerge de ella y se dispone a transformarla «Nuestro film, entra de lleno en todo esto. Oscila dentro del mismo mundo…» Un Perro Andaluz ofrece una maleabilidad necesaria, no del lenguaje sino de la realidad burguesa. Un Perro Andaluz propone un viaje en un vagón de barbarie que hace rechinar los dientes a cualquier ciudadano «bien educado» no importa la calidad de su dentadura y conocimientos.
Uno no puede estudiar Un Perro Andaluz a la manera convencional de ciertas Historias y críticas comunes, algunas de ellas frecuentadoras de páginas faranduleras. El dilema de estudiar Un Perro Andaluz es el dilema de intervenir contra los preconceptos envueltos en las contradicciones de la vida esclavizada, alienada, en nuestros tiempos. Uno necesita otros métodos, guías, estrategias para explorar de manera pertinente lo que se ofrece al pensamiento y a la acción desde un episodio fílmico que se niega a tener «planteamiento, desarrollo y desenlace»ala manera de las narraciones convencionales merecedoras de escrutinios rigurosos sobre su origen, impacto y alcances en la cultura occidental, al menos.
Imposible traducir los enigmas de Un Perro Andaluz. Es una tarea que tomará mucho tiempo. Un Perro Andaluz forma parte de la vida real. Su concepción de la imagen como visión permite experimentar la realidad misma desprendiéndola de toda noción de «relato» con moraleja, aquí no hay representación lineal. Es un pasaje de ida, al plano simbólico, por episodios materiales que liberan la construcción interior como relato de imagen aunque la imagen oscurece para dejar ver el fulgor del deseo y de la rebeldía.
En Un perro andaluz la realidad ha sido tomada, sus calles, personas bicicletas… los cofres fueron abiertos. Cuesta entenderlo. Se exponen los valores de la inquietud respecto a la suerte de la realidad. De ahí brota todo. Se trata de episodios decisivos con significación y valor propios. El pasado se actualiza enseguida y se completa desesperadamente. Sencillamente nada que decir. Sólo está la razón amedrentándose porque no existe algo que pueda ser juzgado. Se trata de la desintegración de un mundo cínico. Por él pasan todas las realidades como una enfermedad ideológica. Quizá alguien sepa a dónde va, suficientemente visto y oído, este muladar donde pasan cosas así. Inicia una especie de elegía a las miradas perdidas como oda a los traficantes de la ceguera que defienden la propiedad privada con toda oportunidad.
Se trata de distanciarnos del cine para adentrarnos en las potencias magníficas de la imaginación a despecho de lo horrible. Enfrentamiento dialéctico con el mundo real. Salutación de la dimensión onírica no irrealizada o des realizada. Teníamos que buscar el argumento. Dalí me dijo: «Yo anoche soñé con hormigas que pululaban en mis manos.» Y yo: «Hombre, pues yo he soñado que le seccionaban el ojo a no sé quién.» «Ahí está la película, vamos a hacerla.» En seis días escribimos el guión. Estábamos tan identificados que no había discusión. Escribíamos acogiendo las primeras imágenes que nos venían al pensamiento y, en cambio, rechazando sistemáticamente todo lo que viniera de la cultura o de la educación. Tenían que ser imágenes que nos sorprendieran, que aceptáramos los dos sin discutir. Nada más. Por ejemplo: la mujer agarra una raqueta para defenderse del hombre que quiere atacarla. Entonces, éste, mira alrededor buscando para contraatacar y (ahora estoy hablando con Dalí) «¿Qué ve?» «Un sapo que vuela» «¡Malo!» «Una botella de coñac.» «¡Malo!» «Pues ve dos cuerdas.» «Bien, pero ¿qué viene detrás de las cuerdas?» «El tipo tira de ellas y cae, porque arrastra algo muy pesado.» «Ah, esta bien que se caiga.» «En las dos cuerdas vienen dos grandes calabazas secas.» «¿Qué más?» «Dos hermanos maristas.» «¡Eso es, dos maristas!» «¿Y después?» «Un cañón.» «¡Malo! Que venga un sillón de lujo.» «No, un piano de cola.» «Muy bueno, y encima del piano de cola, un burro… no, dos burros podridos.» «¡Magnífico!»… o sea, que hacíamos surgir representaciones irracionales, sin ninguna explicación.
Se producirá la rebelión de las imágenes si no nos equivocamos. Cambiará la dirección contra cualquier vacilación donde no falta, de forma desinteresada, la verdad de la mentira. Los personajes de Un perro andaluz toman bastante en serio lo que no comprendemos… lo que ellos comprenden tan bien. Su realidad hace balance al final sobre la palabra estupidez y contrasta con la nuestra lógica. Todos han estado ciegos desde la marcha de la navaja al humor vítreo.
Se trata de una Historia de poder explicado con las imágenes más diversas, con la vulgaridad que ha superado las frases embrolladas. Fraseología de imágenes mudas y ciegas sin acento ni carácter que nada pueden decir. La película está llena de predicciones que contradicen un principio insoportable. Sin pudor, los humores, bajo un disfraz de mundo civilizado, toman el tiempo más esclarecido de la cultura. Con condescendencia y desprecio irónico los movimientos de cámara miran de arriba abajo esa realidad que pronuncia modales de época. Esos burgueses se hallan imbuidos de respeto, incluso de devoción hacia sus fundamentos y su desprecio. Comparten su desprecio por la Historia simplemente a nivel de preocupaciones. Son autoridades terrestres y oníricas en ardor de civilización material cultivada con formas educadas y no poca urbanidad incorporada a la carne… a la sangre de sus pulsiones.
En el interior de la película empieza a brotar la convicción de que entender cuidadosamente, como analista cultivado, será totalmente estéril. Vahos de la guerra con una civilización en cuatro patas que grita patrióticamente el nacimiento de los gusanos en los cadáveres, con estilo periodístico. Vahos de guerra farfullando de forma prolija un parlamentario profesional de enterradores. Vahos de rutas domésticas obstaculizadas por la sangre ¿Hay otra cosa que explicar? Una obra de fórmulas en que el autor ha abusado hasta el exceso de su crueldad. Y se agradece porque la descarga donde debe. Sin compasión más y fuerte que el poeta. Drama sin forma muy transparente por sus fragmentos descriptivos y sus arrebatos líricos.
La tarea de destrucción actúa hondamente sobre inconsciente prisionero y descubre la situación político-económica en esos años de crisis extrema. Se trata de una locura no imputable a Buñuel porque ella misma vive en toda la realidad que lo rodea, que es difícil explicar si no es con fragmentos de rebeldía superpuesta como provocación y acción entre lo incomprensible y el sueño. Historia veleidosa con un caudal expresivo que contiene una visión contra el mundo decadente. Un Perro Andaluz interviene la imaginación que sabe colectiva y social. Elabora metáforas que enfrentan la razón económica y técnica contra las razones espirituales. Es una película aleccionadora que expone a la burguesía atrapada en su crisis. Pone en crisis el optimismo del mundo burgués que produce monstruos. Eso perturba la vida interior del espectador y la proyecta, la empuja afuera con la omnipotencia del deseo para despertar la conciencia de las necesidades. Es una acusación a todo lo que atenta contra los instintos de libertad y son ellos mismos fascinantes y perturbadores al mismo tiempo. Muchas cosas de la realidad están comprometidas en cada toma como síntesis de la colisión entre el deseo, la necesidad y cuanto se interpone para impedir sus satisfacciones. Intervenciones revolucionarias hechas con la inteligencia que halla lo que está en el espíritu libre. Las entrañas de la humanidad puestas al descubierto de nuestras mentes como en un espejo que muchas veces nos horroriza. Esa es su poesía trágica pero optimista. «En el cine se suelen contar por desgracia cosas que ya se saben antes de entrar. Me gusta que me cuenten lo que no conozco.»
En Un Perro Andaluz Buñuel traza también un grito de dolor que identifica la soledad y la alienación. Trasfondo implícito en su concepción del movimiento con las imágenes y planos que tratan de modo abstracto el mundo intento. Eso se siente en los paisajes urbanos como símbolo opresivo, hostil y corrupto que reduce todo a un patrón vulgar producido en masa, abandono del hombre rodeado por la esterilidad de su esclavitud histórica. Un Perro Andaluz trata la crisis de crueldad y angustia sexual que tiene todo el horror de un choque violento entre la necesidad y el deseo. La película está fraguada con imágenes que producen choques con el paisaje gris y blanco de manos invisibles y calaveras, paisaje con gritos de socorro interminables, fulgor mortal que precede su inmersión en el espanto de las obsesiones y visiones nocturnas.
«Evidentemente se pueden deducir gran número de símbolos, en la medida en que la película es la objetivación de deseos recalcados o presentados irracionalmente, pero cuyas imágenes, como Freud dejó muy claro, son siempre transposiciones de otras imágenes dejadas por el subconsciente.» Buñuel.
Un Perro Andaluz no posee depósitos ordenados para la retórica formalista ni cargas semánticas estereotipadas. Lo que se ve también es invisible y es nombrable sólo con la fuerza de la negación dialéctica a la crueldad y el desamparo sórdido de las miserias todas. Trasciende sus planos hacia los planos de quien mira mirándose. Se trata también, por supuesto, de humor negro, inteligente e irónico que estalla en la cara de la Historia saturada con retórica de dictadura militar, religiosa, artística o financiera. Automatismo Psíquico de imágenes en acto de amor embriagado de revolución. Un Perro Andaluz es un cordón umbilical nutriente que bajo sus condiciones detona barreras con irrupciones coautorales. Todos ponen. Atmósferas, contextos, luces, alucinaciones de personajes, objetos, espacios, densidades oníricas, etc., comprometen una capacidad de hechura donde incluso lo repugnante para la lógica es baluarte para la estética.
«Si se le permitiera, el cine sería el ojo de la libertad. Por el momento, podemos dormir tranquilos. La mirada libre del cine está bien dosificada por el conformismo del público y por los intereses comerciales de los productores. El día que el ojo del cine realmente vea y nos permita ver, el mundo estallará en llamas» L. Buñuel.
En Un Perro Andaluz se evidencia la intuición de un lenguaje sobre el que se avanza no sin sobresaltos. Se trata de una intuición en marcha que sirve para una praxis del film como germen y fruto de una revolución estética, que se sabe incompleta si no está inscrita en una revolución total, y que no se contenta con explicaciones eruditas o místicas. Su búsqueda pone las bases de una semántica, sintáctica y pragmática en lucha contra la cultura audiovisual vigente. A pesar de que se lo ignore.
Un Perro Andaluz es un arma contundente que transforma al usuario en creador de escaramuzas estéticas. Nadie sale indemne. Insulta a la moral del arte, a sus buenas costumbres para salirse con la suya con ironía virulenta, brutalmente poética y sabia. Esgrime el humor negro que desnuda a la humanidad para ponerla en el punto justo del trance revolucionario donde optar es cuestión de vida o muerte. «…lucha de miradas opuestas: la mirada insatisfecha, condenada, peligrosa, secreta, contra la mirada confortable, conformista, consagrada; los ojos del mundo total, contaminado, anhelante, revolucionario, contra la ceguera del orden establecido»
Práctica del Automatismo Psíquico.
Persistencia Revolucionaria.
No sublimemos a Buñuel porque eso contribuye a que lo olvidemos.
La creación de imágenes gracias al automatismo psíquico es espontánea. No necesariamente arbitraria. Breton busca «comparar dos objetos lo más alejados el uno del otro o, con otro método, confrontarlos de una manera brusca y sorprendente»… «la más fuerte imagen surrealista es aquella que muestre un grado de arbitrariedad más elevado». Las imágenes del Automatismo Psíquico demuelen las leyes lógicas del raciocinio vulgar y las categorías emporio criticistas sobre el espacio y el tiempo. Están profundamente comprometidas con el concepto de azar objetivo que según Breton resulta del encuentro de realidades en un mismo plano a partir de realidades independientes entre sí.
El nacimiento de las imágenes surrealistas en el cine es el nacimiento de las imágenes como arma revolucionaria. Las imágenes insurrectas. Un mundo en el que las imágenes antes muy confiables como en la pintura, son ahora una amenaza oculta a la vista. El paisaje nocturno donde se antesala, con un cigarrillo insecto, otro panorama de acero espejíneo y helado importa porque viene de linderos próximos al sueño y al alma, donde el amor está en carne viva y corren brisas del espíritu increíbles con sonidos invisibles. Es el valor de la imagen punzante como medio para detonar emociones poderosas gracias a esa estética de la provocación. Buñuel describe de este modo su intención: «Lo que quiero es que el film no os guste, que se proteste», estando dirigido contra «la sensibilidad artística y contra la razón», ya que «su objetivo es provocar en el espectador reacciones instintivas de repulsión o atracción. Nada en la película simboliza ninguna cosa.»
El discreto encanto de la irreverencia.
Luis Buñuel es uno de los directores-poeta más importantes del cine. Su obra, 32 películas en cincuenta años, es una de las contribuciones más revolucionarias en la cinematografía mundial. Contribuye en la praxis del surrealismo fílmico con una tares dialéctica doble constructivo-destructiva ayudado por su estética del onirismo, la irreverencia como acto de conciencia, la violencia poética sobre el espectador y el develamiento de cuanto yace escondido voluntariamente o no en cualquier parte, incluido el inconsciente.
Aunque muchos descifradores de íconos, psicólogos e intelectuales se empeña en sepultar a Buñuel en un sarcófago formal de onirísmo estético pleno de arte inconsciente in Vitro, Buñuel es un revolucionario, ateo, republicano y comunista lleno de ironías, humor y entusiasmo guerrero. Justo como más se le indigesta a la burguesía. Buñuel cercena los ojos de cierta estética acostumbrada al cachondeo visualista, fácil, de algunas iconografías cinematográficas estereotipadas. Buñuel abre una llaga ocular profunda por donde escurren los néctares ideológicos más íntimos de la percepción y la lógica hegemónicas. Buñuel pone sobre el filo de su navaja los sistemas éticos y estéticos burgueses. Buñuel escarba en los roperos íntimos de la conciencia y desacomoda todas las prendas, reta al deseo y lo obliga a hacerse patente. Buñuel interrogó al futuro que vio claro con el poder de su intuición portentosa, produjo una obra de genio y con genio en la que se sintetizan todas esas cosas que no son fáciles de ver.
Técnica fílmica como arma del Automatismo Psíquico
Para eso usa planos medios y generales estáticos que exhiben objetivamente el desorden, la anarquía y la barbarie. Retrata la vulgarización de la vida sin clemencia. Interviene con su técnica, velocidad y tensión el ritmo de la realidad y la somete al juicio sumario de las emociones. Lenguaje convulsivo, el cuerpo es parte del desorden, de lo seccionable lo que se fractura o corta impúdicamente… impunemente con el lirismo trascendental de la explotación de masas.
Se trata de una visión monstruosa, violenta y cotidiana de la realidad enfermera de una sociedad enferma. Paisaje desolador y destructivo. El ojo seccionado es un sonido atronador cuya energía radica en la incitación a un diálogo sin palabras y entre temblores del inconsciente. Reconocemos una línea que sirve directamente para de las claves la vista que intenta quebrantar toda falacia dicotómica entre realidad y fantasía. «Lo más increíble de lo fantástico es que lo fantástico no existe, todo es real» A. Bretón. Buñuel, manifiesta el lirismo del deseo sin preocupaciones modestas o asépticas que no reside en absoluto en la belleza de las imágenes sino en la acción.
No se trata sólo de la aparición de sueños sino de un reflejo directo de la realidad. Es una vivencia del sueño en vigilia que reproduce y transcribe la realidad toda, es decir con sus miserias y magnificencias históricas, como cultura universal del inconsciente. El espectador deja de serlo para descubrirse ante su confusión con sentimientos, reminiscencias lúdicas y verdades donde todo va más allá de las imágenes proyectadas.
Un Perro Andaluz inaugura «la estética de la bofetada», la sacudida como condición de diálogo. Un Perro Andaluz es bofetada a la fatalidad. Una mirada al absurdo donde se confina a la vida misma, al deseo en su estado de prisionero, los sueños devaluados y las pasiones desconfiables en una cultura fabricante de miseria y miserias. Pone en la pantalla túneles imantados que succionan el caldo subconsciente del público y trasladan la pantalla cinematográfica al interior del espectador. Así comienza un Automatismo Psíquico de imágenes nuevas, representación y realización donde leer es escribir y viceversa… juego distinto más cercano al sueño. Con Un Perro Andaluz, Buñuel hace del cine un hecho exponencial que se multiplica según el número de asistentes y el número de imágenes que cada cual produce y reproduce en su interior. Cine nuevo, cine portátil, cine adentro. ¿Estaba ahí antes?
La «belleza» de Un Perro Andaluz se produce por la evidencia de un drama en el corazón de la realidad que no soporta su retrato de miseria impuesto por la historia contemporánea. La «belleza» está en la bofetada. Un Perro Andaluz es un paisaje de doble fondo que no se encuentra sólo por la soledad ni por lo desvalido del mundo moderno ante la barbarie. No se trata de un simple plano onírico de la realidad como suele reducírsele para tranquilizar mojigatos. Se trata de un retrato descarnado de la realidad como sumatoria dialéctica de lo concreto y lo subjetivo en una Historia traumática impregnada por todas las desgarraduras de las guerras, de la rebatinga obscena por los mercados, la condena a la esclavitud y la hipocresía clerical. La película no es un desplante psíquico de inmadurez de juventud, ni locura excéntrica de intelectuales snob.
El paisaje urbano de Un Perro Andaluz tiene atmósfera de ciudad sórdida hija de la humillación burguesa. Territorio desolado de la alienación que los devora espíritus y mano de obra barata. La respuesta de Un Perro Andaluz se proyecta a punta de bayonetas caladas contra la barbarie. No admite equívocos ni reduccionismos sublimantes. No es arte. Es el paisaje de un mundo con seres humanos débiles, pobres, locos y embrutecidos. La miseria no puede se embellecida.
Se ve la humanidad como un cadáver de burro a las puertas de la descomposición. Las hormigas van y vienen del cuerpo por un agujero mítico muy cristiano que es el pan y la sal que comen los curas. El sexo es impotente y enfermo. La crisis social es ancha y profunda prostituta de burócratas que fabrican la modernidad burguesa. Un Perro Andaluz no sólo es imaginación destructora, es imaginación revolucionaria que se sirve de toda la herencia cultural e ideológica para armar una lucha intensa en los campos de la imaginación y la poesía. Lucha contra la moral burguesa.
Los mediocres que inyectan a la pantalla (cualquier pantalla) mil profundidades con sublimaciones empiristas o criticistas, como si se sintieran en su casa, con sus rostros embotados de inteligencia semiológica se encargan de narrar al detalle la apasionante historia del esperpento ideológico que les habita con sus aventuras pequeño burguesas que les hacen vivir felices cobrando sueldos de erudito porque no les pasa estrictamente nada.
Según nos explica Buñuel «tenían que ser imágenes que nos sorprendieran, que aceptáramos los dos sin discutir. Nada más. […] Hacíamos surgir representaciones irracionales, sin ninguna explicación» (Buñuel citado en Vidal, 58). Sanchez Vidal, Agustín. Luis Buñuel, Obra cinematográfica. Ediciones J.C.: Madrid, 1984.
Buñuel piensa que «en lugar de tratar de explicar las imágenes deberían aceptarse tal como son. Me conmueven, me repugnan, me atraen? con eso debería bastar» (Buñuel citado en Vidal, 63).
Un Perro Contagioso:
Un Perro Andaluz fue realizada con Salvador Dalí es «nada de hermoso» propone otra expresión que intenta esclarecer la capacidad subversiva del cine. Parece al inicio un cuento convencional que nos introduce al campo de ciertas convulsiones estéticas («la belleza será convulsiva o será nada»). Una navaja corta el ojo de todos, nada será visible de la misma manera. Es un Manifiesto fílmico de Automatismo Psíquico. No se debe olvidar: «Un perro andaluz nació como la confluencia de dos sueños».
Un Perro Andaluz mira a la angustia humana sin hermosearla, anida una ansiedad violenta producida por las obsesiones de la represión toda, incluida la sexual. Mira la confrontación entre el amor y una sociedad corrompida y tradicional y decadente encarcelada por la religión y todo cuanto esclaviza. Un Perro Andaluz, es sucesión dialéctica de imágenes con una lógica real, objetiva por emocional e histórica. Contemporánea. El objetivo «era provocar en el espectador reacciones instintivas de repulsión y atracción. Nada en la película simboliza ninguna cosa». Es su base, la vida contemporánea sometida al juicio sumario del nudo emocional rabioso que genera, también. Nada tiene que ver con una obra de arte, es una intervención en lucha de clases para cambiar al hombre y transformar al mundo destruyendo la burguesía, superándola dialécticamente desde sus pilares (religión, familia, propiedad privada, cultura y fuerzas represivas) Guerra de imágenes sin cuartel para la liberación definitiva de la humanidad.
Las imágenes se pegan en el lugar que ocupa la sucesión de reacciones. Laboratorio necesario para la ruptura que se genera automáticamente. Como interacción de un retrato de clase donde uno de los componentes copia la información innecesaria y rellena una puesta en común. Podría ser, entre otros, Un Perro Andaluz, el film surrealista más famoso de la historia del cine. Imágenes que cuentan una historia a fuerza de invocar sus sensaciones. Poesía a bofetadas con metáforas rabiosas.
Anticlerical profundo, Un Perro Andaluz es una edad de oro llena de disturbios morales prohibidos por la censura de la lógica. Guerra civil del entendimiento. No es extraño que estalle en la conciencia como torrente de aguas y arrebatos putrefactos entre seres putrefactos. Obra moral, por histérica, por cadavérica, por arbitraria. Moral del burro podrido arrastrado sobre el piano, moral de seminaristas con su educación tradicional. Moral de distancias que nos separa en mundos antagónicos donde todos sin excepción se hallan en el cráter de la putrefacción más apestante. Un Perro Andaluz busca el instinto. Su maldad es Oda al Santísimo Sacramento, oda fétida y que pone erecta la navaja sobre el ojo. A pesar de todo dentro de lo irremediablemente racional Un Perro Andaluz no es lo mejor que existe. El capitalismo es más violento. Produce «un malestar más grande que la idea de un Dios, que la materia fecal que fluye en el vientre de las mujeres bonitas, que la Sociedad de Cursos y Conferencias, que la jota aragonesa, que los conciertos de la sinfónica. Repugna por los cuatro costados».
«En 1951, presenté Un Perro Andaluz en un cine club de los alrededores de París. El público, en gran parte compuesto de obreros, reaccionó de diversas maneras y (es necesario confesarlo) más bien desfavorablemente; sin embargo, durante los debates que siguieron a la proyección, planteé la pregunta: «¿No hay nadie a quien esto les haya gustado?» Una mujer (cuarentona, con aspecto de criada y habituée de cine los sábados a la tarde) respondió: «¡A mí!» Insistí: «¿Por qué?», y ella formuló la mejor respuesta posible que supera todos los discursos analíticos: «¿Y yo qué sé? Me gusta; eso es todo».