Para un chavista, el pragmatismo es la actitud más consecuente con el socialismo. Reivindicar el pragmatismo como actitud para encarar y resolver los problemas desde una perspectiva ideológica chavista no debería escandalizar a nadie. La mejor demostración del evidente valor del pragmatismo se puede hacer por el método del absurdo, y consiste en intentar encontrarle […]
Para un chavista, el pragmatismo es la actitud más consecuente con el socialismo.
Reivindicar el pragmatismo como actitud para encarar y resolver los problemas desde una perspectiva ideológica chavista no debería escandalizar a nadie. La mejor demostración del evidente valor del pragmatismo se puede hacer por el método del absurdo, y consiste en intentar encontrarle alguna virtud a afrontar la resolución de problemas de la manera más improbable, enrevesada o desconectada de la realidad posible. El pragmatismo consiste, en su definición filosófica, en sólo considerar verdadero un postulado que funciona en el mundo real objetivo, y en consecuencia no tiene necesariamente una carga ideológica predeterminada. Por decirlo de manera sencilla, ser pragmático no implica ser menos de izquierda que alguien que se empecina en hacer algo que no funciona, ni constituye una capitulación ideológica frente a los postulados del adversario, por la simple y llana razón que el pragmatismo no tiene nada que ver con los principios ideológicos. De hecho, aceptar esa visión de que se es más o menos de izquierda según la postura que se tenga, independientemente de la capacidad de esa postura para transformar concretamente la realidad, es tener una visión muy negativa de la izquierda. Se es de «extrema» o de «ultra» izquierda, es decir se es más de izquierda, cuanto más alocadas sean las propuestas que se formulen y cuanto menos viables sean en la realidad presente o, peor aún, cuanto menos atractivas resulten para el cuerpo político de la nación. En realidad, se es muy de izquierda cuando se es como Chávez, es decir cuando se tiene por objetivo transformar la sociedad aquí y ahora, y se concentran todos los esfuerzos en conseguir los medios para lograr objetiva y concretamente esa transformación. Desde ese punto de vista, Chávez fue un gran, muy gran, pragmático.
¿Que la burocracia ministerial es un obstáculo para la implementación de políticas sociales masivas? Se les hace corto circuito y se inventan las misiones. ¿Qué no hay médicos suficientes en el país para construir un sistema público de salud de alcance universal? Se crean condiciones para traer a los médicos que hagan falta desde Cuba. ¿Qué los líderes de la OPEP no logran ponerse de acuerdo sobre una postura común de defensa de precios del petróleo? Se les visita uno a uno y se les convence personalmente de la utilidad de poner de lado sus diferencias geopolíticas en este tema vital para todos. A cada problema, una solución adaptada, a la vez en escala, en pertinencia, y siempre orientada a la resolución del problema en tiempos compatibles con los ciclos políticos y los imperativos de la vida humana. Parafraseando a Keynes, el postulado central de la economía liberal según el cual el libre mercado asegura que las variables económicas tienden al equilibrio perfecto en el largo plazo, tiene un problema fundamental: en el largo plazo estaremos todos muertos y no podremos disfrutar de los beneficios del equilibrio. Un pragmático transforma la realidad en la que vive.
Y por supuesto, el afán por transformar aquí y ahora no constituye una licencia para improvisar irracionalmente, o para convertir el desorden y la precipitación en método de acción. Para trabajar con sentido de urgencia hace falta mucha preparación, planificación y organización. Y sobre todo, se requiere identificar la naturaleza de los problemas para pensar en soluciones adaptadas. A problemas económicos, soluciones propiamente económicas. A problemas sociales, soluciones propiamente sociales. Obviamente coherentes unas con otras, orientadas ideológicamente a la consecución de los mismos grandes objetivos políticos. Pero no es posible resolver una ecuación matemática con un poema. Al pan pan, y al vino vino.
Como lo he planteado en ocasiones anteriores, uno de los grandes desafíos que enfrenta el chavismo aquí y ahora es nuestra capacidad concreta de transformar, aquí y ahora, la realidad. Esta interrogante se hace tanto más pertinente en la medida en que la inquietud sobre nuestra capacidad de conducir la transformación social no se deriva de una capitulación ideológica, ni de la inacción. El chavismo afirma más que nunca su voluntad de cumplir el Plan de la Patria como programa de gobierno, y despliega esfuerzos considerables para alcanzar este objetivo. El tema es saber si estamos desplegando los esfuerzos adecuados a la resolución del tipo de problema que estamos enfrentando.
Aunque peque por repetitivo, insistiré en afirmar que el principal obstáculo que enfrenta la sociedad venezolana en su proceso de transformación es de orden macroeconómico, y se manifiesta en un crecimiento económico negativo, en una inflación acelerada y una escasez crónica de productos básicos. Enfrentar estas dificultades con una visión pragmática sólo consiste en postular que si el problema persiste desde hace dos años, ya es más que tiempo de intentar algo nuevo. Esto no quiere decir que haya que revisar todas las políticas de la Revolución. La gran mayoría de ellas son acertadas, necesarias e indispensables en su campo, pero ninguna resuelve los problemas de naturaleza propiamente macroeconómica. De hecho, tal vez lo único que no se ha intentado hacer hasta ahora es precisamente atacar los problemas macroeconómicos con soluciones macroeconómicas. Y los problemas macroeconómicos se resuelven en el Ministerio de Finanzas y en el Banco Central de Venezuela, no en otra parte. Insisto una y mil veces que nada de esto implica restarle importancia a la actitud de Guerra Económica asumida por el sector privado tradicional, y a la deslealtad con el país y la inmoralidad de todos los actores que participan en el saqueo organizado que constituye la especulación comercial y financiera y el contrabando de extracción. Pero añado una y mil veces también que fiscalizar y penalizar a estos actores no impide atacar de raíz el problema macroeconómico con políticas macroeconómicas que corrijan la distorsión cambiaria que ofrece un terreno fértil para que se desarrolle ese comportamiento económico criminal. Para un chavista, el pragmatismo es la actitud más consecuente con el socialismo.
Fuente: http://www.notiminuto.com/noticia/un-pragmatismo-chavista/