El gobierno de Lula ha conseguido hasta ahora «administrar» las profundas contradicciones que provocaron su propia elección. Las características estructurales de la crisis económica, política y social que recorren el país aún no se han desarrollado en fenómenos de gran magnitud de la lucha de clases que cambien la correlación de fuerzas entre las clases […]
El gobierno de Lula ha conseguido hasta ahora «administrar» las profundas contradicciones que provocaron su propia elección. Las características estructurales de la crisis económica, política y social que recorren el país aún no se han desarrollado en fenómenos de gran magnitud de la lucha de clases que cambien la correlación de fuerzas entre las clases en el país, lo que atribuye a la etapa un carácter aún no revolucionario, del mismo signo de la etapa que predominó a lo largo de la ofensiva neoliberal de Fernando Henrique Cardoso (FHC). Sin embargo, si tomamos en consideración que la elección de Lula en el actual marco de crisis en que el capitalismo brasileño se encuadra hoy, plantea la perspectiva de un inédito enfrentamiento de amplios sectores del movimiento de masas con las direcciones políticas que se constituyeron en el último ascenso obrero y popular de la década de los ’80 y que se transformaron en el principal instrumento amortiguador de la lucha de clases en el país, podemos afirmar que la actual etapa no revolucionaria trae consigo rasgos preparatorios de una nueva fase histórica de la lucha de clases.
En este sentido, Brasil aún confirma las dos variantes centrales que se han expresado hasta ahora para la dinámica de la lucha de clases en América Latina: por un lado, Bolivia, Argentina y Venezuela expresan las tendencias a acciones directas del movimiento de masas; por otro lado, Brasil expresa las tendencias a desvíos tipo «reformista», constituyéndose como el principal componente «estabilizador» del subcontinente.
Las contradicciones económicas, políticas y sociales más profundas que recorren el país se desarrollan de forma latente y se comienzan a expresar por los poros de la sociedad, combinándose de forma explosiva con la nueva ubicación del PT en el régimen de dominio -que deja de ser el «partido de la contención» y pasa a ser directamente el «partido del gobierno»- llegando a generar fenómenos de la lucha de clases semejantes a los que surgen en otros países de Sudamérica. Se desarrolla actualmente un proceso de politización de masas e importantes procesos de organización y fenómenos de lucha en amplios sectores de vanguardia, expresando elementos moleculares de radicalización y autodeterminación. El primer proceso de rupturas con el gobierno y el PT, y de reorganización de los sectores de vanguardia, es lo que da origen al PSOL (Partido Socialismo y Libertad), a la «Coordinadora Nacional de Luchas» (Conlutas, por sus siglas en portugués) y a «Fortalecer la CUT», y el propio fortalecimiento del PSTU (Partido Socialista de los Trabajadores – Unificado). Este conjunto de elementos define el desarrollo de una situación transitoria con aceleración y recrudecimiento de los conflictos sociales y políticos.
Sin embargo, en la actual coyuntura, la recuperación económica en curso, sumada al factor «elecciones», tiende a conseguir estabilizar mínimamente las «crisis en las alturas» que venían desarrollándose a ritmo acelerado desde el escándalo de corrupción que envolvió a José Dirceu, ministro de la Casa Civil (Jefe de Gabinete). Esto tiende a dar nuevas fuerzas a las direcciones políticas, sindicales y populares que trabajan para amortiguar el descontento del movimiento de masas y alimentar las ilusiones y las esperanzas en el gobierno, estimulando la contención de los sectores de la «izquierda del PT» dentro de ese partido. Sin embargo, los mismos factores de recuperación económica tienden a alentar luchas por la recuperación salarial entre sectores de la clase trabajadora.
Las elecciones para el ejecutivo y el legislativo municipal en octubre de este año, así como la votación de las reformas sindical, laboral y universitaria, se han constituido en el foco de atención, cumpliendo un papel central en la definición de la correlación de fuerzas políticas a nivel nacional que surgirá en el próximo período, así como la dinámica del proceso de rupturas con el gobierno y el PT tanto en el ámbito sindical como político partidario.
Una etapa no revolucionaria con rasgos preparatorios
La última gran ofensiva de la clase trabajadora brasileña ocurrió en la década del ’80. Fue una década de crisis económicas y políticas para la burguesía y de importantes conquistas para el proletariado que protagonizó el mayor ascenso de su historia. Los últimos 12 años, sin embargo, fueron marcados por duros ataques a las condiciones de vida del proletariado y por una aguda ofensiva de las clases dominantes.
La llamada «ofensiva neoliberal» tuvo como base económica la enorme entrada de capitales internacionales asociada al «Consenso de Washington» y la aplicación de los planes de apertura comercial, apertura financiera, privatización y flexibilización laboral que permitieron el control de la hiperinflación y asentaron las bases para la amplia alianza burguesa que se formó en torno a FHC.
A partir de 1997, la crisis del capitalismo mundial y del «Consenso de Washington», con la clara tendencia a la caída del flujo de capitales extranjeros para Brasil, trajo a la superficie las fuertes contradicciones económicas, políticas y sociales que se desarrollaban subterráneamente, ahora más agravadas aún por la aplicación de los planes neoliberales a lo largo de la década de los ’90, que significaron un salto en el deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de la población, y un aumento de la dependencia económica del país con relación al capital imperialista. El país se encuentra frente a una deuda pública y privada impagables, a ramas de la producción destruidas por la competencia extranjera, deficiencias de infraestructura, sectores centrales de la economía en poder del capital imperialista, niveles de consumo e inversión interna en promedios históricos bajos, tasas de desempleo altísimas y caída permanente del salario real.
El fin de las condiciones económicas que posibilitaron la relativamente estable hegemonía de una fracción de la burguesía sobre las demás, materializada en la alianza PSDB-PMDB-PFL, sentó las bases para el desarrollo de una nueva fase superior de crisis en el interior de las clases dominantes. Esa nueva fase se vuelve visible desde la división de la base gubernamental de FHC en las elecciones para la presidencia de las dos Casas del Congreso en 2001. Desde entonces se agudizaron los conflictos entre las distintas fracciones burguesas alrededor de las posibles salidas para un nuevo patrón de acumulación capitalista en Brasil, y que necesariamente va a privilegiar a algunos sectores burgueses en detrimento de otros. Esos conflictos van a tener su desarrollo más nítido en las diferencias en torno a la nueva candidatura presidencial de 2002, y hoy se desarrollan alrededor de las disputas con relación a la conducción de la política económica del gobierno de Lula.
El PT, con su política de conciliación de clases y amortiguador de la lucha de clases, fue el principal responsable por el desvío y reflujo del ascenso obrero y popular de la década del ’80, y desde entonces, el del desarme de la clase trabajadora para enfrentar la ofensiva burguesa que se inicia en la década del ’90. Ya en la transición de la dictadura militar a la democracia para ricos que vivimos hoy, el PT optó por aliarse con los sectores de la burguesía que se encontraban en el Movimiento Democrático Brasileño (MDB) para garantizar la transición «lenta, gradual y segura». Así evitó que las heroicas huelgas que millones de trabajadores protagonizaban en todo el país llevaran al derrumbe revolucionario de la dictadura militar1. En 1988, el PT y sus diputados apoyaron la reaccionaria constitución burguesa que defiende la propiedad privada y con ello el régimen capitalista de esclavitud de la clase trabajadora. En el «Fuera Collor», el PT salvó la crisis abierta en el régimen de dominio canalizando conscientemente todo el descontento de las masas que se expresaba en las calles hacia la vía constitucional controlada por el impeachment en el Congreso. A lo largo de la década del ’90, en cada ciudad o estado que el PT pasaba a gobernar, garantizaba la aplicación de todos los planes neoliberales que FHC aplicaba nacionalmente, siendo que en algunos casos tuvo más éxito que el propio gobierno federal, como cuando consiguió implementar impuestos a las jubilaciones de los trabajadores inactivos en Río Grande do Sul, mientras que FHC no consiguió implementarlo en ámbito federal. En 1995, el PT se pronunció contra la huelga de los petroleros, a la que el gobierno, para poder derrotarla, tuvo que recurrir al ejército y sus tanques de guerra invadiendo las refinerías. En 1999, el PT consiguió evitar que la devaluación del real provocase una crisis de proporciones semejantes a las que se desarrollaron con la devaluación del peso en Argentina en 2001 y 2002. En este sentido, la elección de Lula se constituye sólo como un salto de calidad en este proceso.
La existencia del PT es la base fundamental de la diferencia entre la salida que la burguesía brasileña ha encontrado para la crisis capitalista que se arrastra en los diversos países de América Latina y la salida encontrada por la burguesía de los demás países del subcontinente. Al contrario de países como Argentina, Bolivia y Venezuela, en los cuales la falta de alternativas del régimen de dominio dio lugar a grandes fenómenos de la lucha de clases que incluyeron en algunos casos acciones independientes del movimiento de masas y abrieron situaciones pre-revolucionarias o directamente revolucionarias, como en diciembre de 2001 en Argentina y en octubre de 2003 en Bolivia, en Brasil la burguesía aún pudo utilizar al PT para contener las contradicciones de clase, imponiendo hasta ahora una salida de tipo «reformista» (que en verdad está repleta de demagogia y vacío de reformas).
La perspectiva real de crecimiento económico del 4% para este año, fundamentada en la recuperación cíclica vivida por la economía mundial desde fines de 2002, no puede más que anteceder crisis económicas aún más fuertes en los próximos años. Difícilmente la burguesía brasileña conseguirá sustentar ese mismo nivel de crecimiento en 2005. Para proporcionar una mínima base de crecimiento económico, sería necesario sostener niveles superiores de inversiones y de consumo interno. Esto sólo sería posible si reduce sustancialmente el actual nivel de desempleo, aumenta en forma importante el nivel de ingreso del trabajador y afluye una nueva ola de capitales extranjeros. Aún así por más que el actual ciclo de crecimiento económico esté asociado a una cierta recuperación de los niveles de inversión y de consumo, no es posible mantenerlo en un nivel sustentable por fuera de un nuevo ciclo de crecimiento mundial, mínimamente igual o superior al que proporcionó el crecimiento de los Estados Unidos en la década del ’90. Por lo tanto, este ciclo mundial no podrá asentarse sin un mayor sometimiento de las semicolonias por parte del imperialismo.
En este marco, la disputa entre los pesos pesados de la burguesía para definir qué sectores de la economía serán destruidos y cuales consiguen adecuarse mejor como socios menores del capital imperialista es la base de una nueva fase de crisis que se desarrolla en el seno de la clase dominante del país. Por un lado, se configura de forma cada vez más clara un amplio bloque en defensa de un mayor margen de maniobra con relación al imperialismo que permita la utilización del poder estatal para minimizar el carácter estructural de la crisis económica que amenaza a importantes sectores de la burguesía y que pueda conceder algunas migajas a la población para contener futuras explosiones sociales. Son los defensores de la reducción del superávit fiscal asociado a la negociación de la deuda para que el Estado pueda reducir los impuestos sobre la producción e invertir en infraestructura, de la reducción de la tasa de interés y más recientemente del control del flujo de capitales. Por otro lado, se mantiene firme en el control de las redes del Estado, el bloque que, más directamente ligado al capital financiero internacional, defiende una sumisión más rigurosa a las órdenes del FMI, estableciendo una relación más pragmática en la correlación de fuerzas de la política interna, tanto con relación a las posibilidades de desplazar a sectores reales de la burguesía como a la crisis social que alcanza al país. Desde el punto de vista de la clase trabajadora, lo que cambia es tan sólo el tipo de soga que la burguesía utilizará para ahorcarla.
Es en este escenario que el PT abandona su ubicación de «pata» izquierda del régimen de dominio político, en el cual cumplió el papel de «partido de la contención» del movimiento de masas, y pasa a asumir directamente el papel de «partido de gobierno». La actual crisis del capitalismo brasileño ha obligado y obligará aún más al gobierno de Lula a aplicar duros ataques a la clase trabajadora y al conjunto del pueblo. Como principal aval de este gobierno, el PT tiende a debilitar su capacidad de actuar como «partido de contención» de las masas como hizo en las últimas décadas. La enorme cantidad de energías acumuladas en los últimos años -las mismas que se expresaron en forma distorsionada con la elección de Lula- en la medida en que no consigan ser controladas por el PT, abrirán una nueva etapa de la lucha de clases en el país: una etapa en la que estarán crecientemente enfrentadas una nueva ofensiva del proletariado por un lado y las divisiones en la burguesía con crecientes salidas bonapartistas, por el otro. Es en este sentido que, a pesar de la inexistencia de un cambio en la correlación de fuerzas entre las clases sociales fundamentales consideramos que en la actual etapa se configuran rasgos preparatorios hacia un proceso profundo de la lucha de clases en el país.
Una situación transitoria con aceleración y recrudecimiento de los conflictos sociales y políticos
En la presente situación nacional -considerando un período de tiempo más corto con relación a la etapa- al mismo tiempo que aún cumplen un papel central los elementos que han constituido el equilibrio relativamente estable de los gobiernos de FHC, se desarrollan los nuevos elementos que apuntan hacia una cualitativa superación de ese equilibrio. La coexistencia de lo «viejo» y lo «nuevo» atribuye a la actual situación un carácter transitorio.
a) Lo que aún perdura de lo «viejo» en la actual situación
Como afirmamos más arriba, el gobierno de Lula ha conseguido «administrar» la crisis económica que sufre el país, lo que se expresa de forma más evidente en las expectativas de que el PBI alcance un 4% de crecimiento en 2004. Distintos factores han posibilitado esta «administración». La «burbuja» de capitales especulativos dirigidos a los países semicoloniales en 2003 en función de la reducción de las tasas de interés en los Estados Unidos se constituye como un contrapunto a la aguda tendencia de disminución del flujo de capitales extranjeros hacia el país desde 2001, sentando las bases para una reducción de las tasas de interés en el segundo semestre de 2003. El actual ciclo de crecimiento de la economía mundial ha posibilitado un vigoroso aumento de las exportaciones brasileñas. Ese aumento de las exportaciones está asentado centralmente en: a) el aumento de la competitividad de los productos brasileños en función de la desvalorización del real; b) la alta cotización de commodities exportados por el país en el mercado internacional; c) el «efecto» China; d) el aumento de las exportaciones hacia Argentina proporcionado por el crecimiento económico vivido por ese país en los últimos dos años; y e) en la alta competitividad de algunas ramas de la economía brasileña, principalmente las ligadas a los agronegocios y la siderurgia. El gobierno ha conseguido «girar» sus deudas aunque al costo del pago de intereses exorbitantes y del continuo aumento de las mismas. Desde el punto de vista político el PT ha utilizado su influencia en el movimiento de masas para incrementar la explotación y la opresión de la clase trabajadora vía la desvalorización del salario, de la intensificación de los ritmos de la jornada de trabajo, de las pérdidas de derechos laborales, del corte en los gastos sociales, etc.
La relación del gobierno con las distintas fracciones de la burguesía y con el Congreso ha oscilado tanto en función de la economía como en función de la lucha de clases. En un primer momento, se formó una amplia alianza burguesa alrededor del aumento de las tasas de interés y del superávit fiscal para sacar a la economía del peligro de un default a corto plazo que alcanzaba al país en medio de las elecciones de 2002. A partir de mediados de 2003, cuando comenzó a establecerse una relativa «administración» de la crisis en la balanza de pagos y de las presiones inflacionarias, la recesión económica que se agravaba empujó a diversos sectores de la patronal a una disputa por la reducción de las tasas de interés y contra el aumento de los impuestos que se diseñaba con la reforma tributaria. La derrota que Lula impuso a la primera huelga de los empleados públicos federales y la implementación de la reforma de la previsión social provocó un nuevo crecimiento de autoridad del gobierno en los distintos sectores de la burguesía, lo que luego vino a expresarse en la aprobación de la polémica reforma tributaria. A partir de febrero de 2004, con los escándalos de corrupción envolviendo a importantes figuras ligadas a Lula y al PT, y con la primera fuerte caída en la popularidad del gobierno, se abrió una nueva fase de crisis «en las alturas» que fue atenuada sólo por la consolidación de las perspectivas de crecimiento económico para este año. En medio de esas idas y vueltas de la relación del gobierno con los distintos sectores de la burguesía, que cada tanto se combinan con divisiones dentro de la propia bancada del PT, lo que ha garantizado la iniciativa del gobierno en el Congreso es centralmente la influencia que el capital financiero internacional tiene sobre los cuadros del PSDB y del PFL (que han sido fundamentales para la aprobación de los principales proyectos del gobierno en el Congreso) y la corrupción en la base del gobierno vía la liberación de partidas presupuestarias por medio de enmiendas parlamentarias y cargos políticos.
El viejo elemento central que aún impide un desarrollo superior de las contradicciones de clase es la importante ilusión que aún existe en el gobierno de Lula y en el PT, cumpliendo un papel fundamental la actuación de las principales direcciones del movimiento de masas directamente ligadas a este partido.
Las direcciones mayoritarias de la Central Única de Trabajadores (CUT), del Movimiento de los Sin Tierra (MST), de la Unión Nacional de Estudiantes (UNE), de la Central de Movimientos Populares (CMP), etc., todas articuladas hoy en la Coordinación de los Movimientos Sociales (CMS), llaman al pueblo, que ya sufre con los ataques de Lula, a presionarlo por medidas favorables a la clase trabajadora y al conjunto del pueblo. Se apoyan en el origen obrero de Lula y del PT para defender que el gobierno sufre supuestas «presiones» por parte del imperialismo y de la burguesía, y al mismo tiempo llama a los trabajadores a «presionar por izquierda» al mismo. Difunden la falsa idea de que luchar contra el gobierno sería «hacerle el juego a la derecha». Hacen coro con Lula diciendo que el gobierno es lo que es por causa de la «herencia maldita» que recibió de FHC. En su lema principal se proponen la tarea de «organizar la esperanza». Así, hacen todos los esfuerzos para que el pueblo acepte los pedidos de paciencia por parte de Lula.
El hecho de que amplios sectores de la población aún tengan ilusiones y esperanzas en el gobierno es un enorme obstáculo para que pueda subir a la superficie el potencial de energía acumulada por el movimiento de masas que desde hace años viene estando al filo del deterioro de sus condiciones de vida. Es un enorme obstáculo para que esas energías se transformen en lucha abierta. Como se ha vuelto cada vez más difícil convencer a la amplia mayoría explotada y oprimida de la población de que es posible presionar al gobierno por medidas de las más mínimas como aumentar el salario mínimo, la CUT, el MST y la CMS han llamado a manifestaciones de protesta como forma de «aliviar» las presiones, al mismo tiempo que Luiz Marinho de la CUT y José Rainha del MST continúan intercambiando gorras -con los símbolos de los movimientos- con Lula en el Planalto. El grado de control de esas protestas por parte de la burocracia se expresa cuando el propio gobierno las caracteriza como «normales» y dice que todo eso es parte de la «democracia».
b) Lo «nuevo» que se desarrolla en la actual situación
Desde la llegada de Lula y del PT al gobierno, existen distintos elementos que recorren los cuatro puntos cardinales del país expresando, por los «poros» de la sociedad, las contradicciones políticas, económicas y sociales que tienden a subir a la superficie.
La actual recuperación del crecimiento económico se desarrolla de manera desigual y precaria. El inicio del aumento de las tasas de interés en los EE.UU. ya provocó la interrupción de la reducción de las tasas de interés interno -incluso con perspectivas de aumento en los próximos meses para contener el aumento de la inflación- y el aumento del costo de las inversiones externas. La reciente crisis con China en relación a la soja y con Argentina en relación a los electrodomésticos y vehículos automotores así como el retorno de los Estados Unidos como gran exportador mundial de soja, muestran las contradicciones y la precariedad que posee un crecimiento económico basado en las exportaciones, más aún en un marco de una creciente disputa comercial entre burguesías de distintos países. El deterioro de la infraestructura ha amenazado la consistencia de la recuperación económica en curso. «La región sur del país está al borde de un ‘apagón logístico’ que podrá comprometer el reanimamiento económico, con un colapso en las exportaciones. La falta de inversiones, por el gobierno federal, en infraestructura ya dificulta las exportaciones, cuadro que podrá agravarse a partir del próximo año. El alerta es de empresarios de los tres estados del Sur».2 La manutención de altos niveles de desempleo, bajos niveles de ingreso y precariedad del trabajo impiden una recuperación consistente del consumo interno3. El alza del petróleo en el mercado internacional, el aumento de los impuestos en el país, el alto precio de las materias primas y el alto precio de los commodities han provocado una creciente presión inflacionaria. De todos estos elementos, es importante resaltar que el aumento de la explotación de la clase trabajadora y el aumento de la dependencia externa agravan aún más las contradicciones estructurales que alcanzan la economía, donde el escenario internacional y el aumento de las exportaciones han sido fundamentales para mantener el crecimiento económico en curso.
Las crisis en la relación del gobierno con las distintas fracciones de la burguesía y con su base aliada de partidos en el Congreso, incluyendo el propio PT, han asumido distintas configuraciones. El primer partido en romper con la base de gobierno fue el PDT, ya en 2003. En 2004, fue el turno del PPS, que se dividió públicamente en un ala oposicionista liderada por el presidente del partido, y un ala pro gubernamental, liderada por el ministro de la Integración Nacional, Ciro Gomes. Después de la primera caída en la popularidad del gobierno, en febrero de 2004, el PSDB y el PFL, pasaron a endurecer su oposición. La mayor muestra de esto fue la surrealista votación del salario mínimo, en la cual las alas más a la derecha de la burguesía defendieron R$ 275.00 reales contra los R$ 260.00 defendidos por el PT -quien aún escarmentó a sus propios diputados que votaron en contra o se abstuvieron. También la oposición burguesa ha puesto obstáculos a la tramitación de la llamada «agenda microeconómica» (ley de falencias, ley de asociaciones públicas-privadas, etc.) componente fundamental de la política económica del gobierno ahora que fue interrumpida la reducción de las tasas de interés. Todo esto sin mencionar los enormes alborotos que son hechos a cada escándalo que envuelve el Planalto. Pero los principales problemas que el gobierno ha tenido en el Congreso son subproducto de su dificultad para disciplinar a los parlamentarios de los partidos que componen su base aliada, principalmente el PMDB, un partido de caciques que no se contentan con la simple liberación de partidas presupuestarias vía las enmiendas parlamentarias. La disputa entre el grupo liderado por Renan Calheiros y el grupo liderado por José Sarney para definir quién ocupa la presidencia del Senado en 2005 fue el telón de fondo de la derrota que el gobierno sufrió en la votación del salario mínimo en el Senado.
Desde el punto de vista del movimiento de masas, el primer sector social en salir a la lucha en los primeros meses del gobierno de Lula fueron los campesinos sin tierra. Mientras la dirección nacional del MST y de la CPT ubicaban a sus importantes cuadros en cargos del gobierno, como el presidente del Instituto Nacional de Reforma Agraria, Marcelo Resende, ocupaciones de tierra comenzaban a desarrollarse por el país contra la voluntad de las direcciones pro gubernamentales. Las ocupaciones de tierra se han enfrentado no sólo con las fuerzas de represión del Estado sino también con bandas paramilitares armadas por los terratenientes, llegando en determinados momentos a configurar elementos de guerra civil larvada en el campo. Así, el gobierno de Lula trae consigo el mayor número de muertos de campesinos sin tierra contabilizado hasta hoy en un mismo año en función de los conflictos en el campo. A pesar de que la dirección nacional del MST se ha venido esforzando para evitar las ocupaciones y garantizar una tregua, se le ha vuelto cada vez más difícil convencer a los sin tierra de continuar esperando en los márgenes de las carreteras en condiciones de miseria. Esto se expresa en los números récord de ocupaciones realizadas en los primeros meses de 2004. Desde que Lula llegó al gobierno, el Ministerio de Desarrollo Agrario, principal responsable en el gobierno por la implementación de la política agraria y por la relación con los sin tierra, es ocupado por Miguel Rossetto. Este ministro se reivindica militante del movimiento trotskysta, integrante de Democracia Socialista, sección brasileña de la corriente internacional Secretariado Unificado, cuyo principal partido es la LCR de Francia, llevando adelante toda una política contra los propios campesinos y encubriendo las represiones en el campo.4
Pero el principal enfrentamiento contra el gobierno de Lula y el PT ocurrido hasta hoy ha sido la huelga nacional de los empleados públicos federales contra la reforma de la previsión social. Ya en los seis primeros meses de gobierno, Lula se enfrentó con una de sus principales bases sociales históricas, que consiguieron protagonizar una huelga que llegó a abarcar a 450 mil trabajadores por más de 30 días, enfrentando el abierto boicot de la dirección mayoritaria de la CUT y con el gobierno de Lula aún en el pico de su popularidad. A pesar de haber sido derrotados, ya que se implementó la reforma, este año los mismos empleados públicos federales nuevamente salieron a la huelga, ahora por la recomposición de las pérdidas salariales acumuladas en los últimos años.
A lo largo de 2003 también se desarrollaron importantes movilizaciones entre los obreros metalúrgicos, tanto contra la ola de despidos como por la recomposición de las pérdidas salariales provocadas por la inflación, siendo que diversas huelgas en el segundo semestre llegaron a conquistar aumentos de un 2% por encima de la inflación, un hecho que hace varios años no ocurría. Además de esto, una ola de ocupaciones urbanas protagonizadas por los sin techo recorrió diversas regiones del país y algunas de ellas llegaron a ganar proyección nacional, como fue la ocupación del terreno de la Volkswagen en el ABC paulista que reunió más de 4 mil familias.
En los últimos meses, en el Estado de San Pablo, se han desarrollado importantes huelgas de los empleados públicos estatales, entre las cuales se destaca la huelga de 65 días en la Universidad de San Pablo (USP), Universidad del Estado de San Pablo (Unesp) y la Universidad de Campinhas (Unicamp). Este fenómeno entre los empleados públicos gana extensión nacional, alcanzando varios estados, principalmente en el área de la educación.
En el movimiento estudiantil, los universitarios han protagonizado movilizaciones en diversas regiones del país contra el desmantelamiento y la privatización de la enseñanza superior y en apoyo a las reivindicaciones de los trabajadores y profesores de las universidades. Estas movilizaciones han demostrado un enorme potencial de politización en función del ataque concentrado que el gobierno quiere dar con la aplicación de la privatista «reforma universitaria». Los estudiantes secundarios han realizado movilizaciones en distintos estados contra los absurdos aumentos de las tarifas de autobuses y por la lucha por el medio-pasaje para estudiantes y desempleados, siendo que en algunas ciudades llegaron a abarcar en sus movilizaciones a estudiantes universitarios y sectores de los trabajadores y del pueblo pobre.
Sin embargo, merecen especial atención algunos procesos de radicalización y autodeterminación que se han desarrollado en forma aislada y aún incipiente en algunos de estos conflictos.
En 2003, en la ciudad de Salvador, en el Estado de Bahía, 20 mil estudiantes secundarios de las escuelas públicas de la periferia tomaron las calles de la ciudad para impedir el aumento del pasaje de autobús, paralizando el tránsito por una semana y conquistando una importante simpatía de la población. Cuando la burocracia estudiantil de la Unión Nacional de Estudiantes (UNE) y de la Unión Brasileña de Estudiantes Secundarios (UBES) -controladas por el PCdoB- intentaron controlar el movimiento, fueron repudiados por los estudiantes que se organizaron por gremios en las escuelas y en las manifestaciones. En 2004, en la turística Florianópolis, cerca de 5 mil estudiantes secundarios ocuparon las principales calles de la ciudad durante una semana, también aquí ganando amplio apoyo de la población, y consiguieron hacer retroceder a la alcaldía en el aumento de las tarifas, al mismo tiempo en que se autoorganizaban en las calles o en sus escuelas. En Fortaleza, más de 2 mil estudiantes, entre secundarios y universitarios, aliados al sindicato de los cobradores de autobuses, se vienen movilizando en los últimos meses contra la implementación de molinetes electrónicos y la consecuente amenaza de despido de los cobradores y la restricción del medio-pasaje. En estos tres conflictos, se han dado violentos enfrentamientos de la juventud con la policía, en los cuales los estudiantes no han tenido una postura pasiva. Todo lo contrario, varios automóviles de la policía fueron incendiados y la policía una y otra vez fue recibida con piedras y cohetes pirotécnicos llenos de pólvora.
Entre las muchas empresas que, en medio de la crisis económica recesiva que ha venido atravesando el país, han realizado despidos en masa o cerrado sus puertas, en por lo menos seis fábricas los trabajadores para garantizar sus empleos y salarios, ocuparon las empresas y se propusieron hacerlas producir sin los patrones, proporcionando una importante enseñanza para los millones de trabajadores que sufren con los despidos en todo el país5. Estas son las primeras señales en Brasil del fenómeno de más de 200 fábricas que fueron ocupadas en Argentina en 2002, que tuvo como uno de sus centros la maravillosa experiencia de la fábrica de cerámicas Zanon, donde los trabajadores desde hace tres años controlan la fábrica sin los patrones y exigiendo que el Estado expropie la empresa y compre su producción para ponerla al servicio de un plan de obras públicas. La combatividad de esos trabajadores que ocupan sus fábricas en Brasil no se ha desarrollado, y por tanto, no ha influenciado a sectores más amplios de la clase trabajadora por responsabilidad de la corriente política que asumió la dirección de esos conflictos -O Trabalho (lambertistas), que está dentro del PT y apoya al gobierno burgués de Lula- que impuso una política espuria de presionar y negociar migajas con la patronal y el gobierno, aislándolos y derrotándolos.
Desgraciadamente, tanto el PSTU como las corrientes políticas que hoy se encuentran en el PSOL, nada hicieron para que ese fenómeno de fábricas que son ocupadas en Brasil se transformara en un ejemplo para los trabajadores que cada día caen en la miseria y en el desempleo. Desde ER-QI (Estrategia Revolucionaria – Cuarta Internacional), pusimos nuestras pequeñas fuerzas para hacer victoriosa la lucha de los trabajadores de la fábrica Flakepet en San Pablo, combatiendo la dirección de la corriente O Trabalho y luchando contra la política del PSTU quien era la dirección sindical del conflicto y capitulaba a la política conciliadora de los lambertistas. A pesar de que la ocupación de la Flakepet haya sido derrotada, tenemos orgullo de que las decenas de estudiantes que llevamos a apoyar a los trabajadores en los días más difíciles de su lucha les hayan dado fuerza para enfrentar no sólo a la patronal sino también a los burócratas ligados al PT y al gobierno6.
La huelga de los trabajadores de la Universidad de San Pablo, un ejemplo de politización y radicalización
La huelga de los trabajadores de la Universidad de San Pablo7 fue el proceso de lucha que muestra con más claridad la existencia de elementos de radicalización en el escenario político nacional. Fue una huelga de 65 días en la cual los trabajadores impusieron parte importante de sus demandas a través del método de piquetes para impedir el funcionamiento de las unidades centrales de la universidad, aprobando en asambleas reivindicaciones progresivas como la recomposición mensual de las pérdidas salariales de acuerdo con el aumento del costo de vida, la apertura de la contabilidad de la institución para terminar con el «secreto contable» de las universidades que, a pesar de ser públicas no rinden cuentas a la sociedad, la expulsión de la policía de los campus universitarios y la salida del rector vía la implementación inmediata de elecciones directas en las cuales puede ser candidato cualquier trabajador, estudiante o profesor8.
Un editorial del principal diario del país muestra, a su manera, la fuerza que tuvieron estos trabajadores: «La violencia se expresó con más claridad en los piquetes autoritarios que impedían el ingreso de las personas en el rectorado, en el edificio del antiguo rectorado y en la prefectura del campus de la USP en San Pablo, en una clara falta de respeto a los principios elementales y universalmente aceptados de la democracia. Piquetes igualmente violentos fueron usados como forma de intimidación en los campus de Piracicaba, San Carlos y Ribeirao Preto. Los rectorados de la Unicamp y de la Unesp fueron invadidos y parcialmente depredados» 9. Nosotros, de ER-QI, estuvimos y estamos ligados a los trabajadores más explotados de la universidad, los que trabajan en el mantenimiento de la ciudad universitaria y en los restaurantes, que fueron los principales protagonistas de los piquetes y los principales impulsores de las reivindicaciones más progresivas que fueron asumidas como banderas del movimiento. Como estudiantes y como trabajadores de la USP, estuvimos en la primera línea para forjar una alianza entre el movimiento estudiantil y la huelga de los no-docentes y para garantizar la resistencia de los piquetes contra la represión policial. Nosotros tenemos el orgullo de ser parte activa de la creación de nuevas tradiciones de lucha entre los sectores más avanzados que hoy salen a la lucha en el país. Luchamos por esos métodos combativos que reniegan la tradición conciliadora del PT e imponen la fuerza de la clase obrera desde una perspectiva independiente.
Cuando el rectorado y el gobierno del Estado enviaron a la policía para desalojar los piquetes, los trabajadores, junto a un sector de estudiantes combativos, se mostraron dispuestos a resistir con barricadas, palos, barras de acero y piedras, obligando al rectorado y al gobierno a retroceder para evitar un enfrentamiento que tendría repercusiones políticas imprevisibles. El acuerdo firmado entre los rectorados de las tres universidades (la USP, Unesp y Unicamp) expresa la diferente correlación de fuerzas que se estableció en la USP en función de los piquetes. Mientras en la Unesp y en la Unicamp el acuerdo permite sanciones a los huelguistas, en la USP el acuerdo impide las sanciones, y garantiza el pago de los días caídos y concede un beneficio adicional vía el aumento del ticket alimentación. Además, los huelguistas reconocen que incluso para conquistar el 4,18% de reajuste salarial, los piquetes fueron fundamentales para hacer retroceder a los rectores que en seis negociaciones seguidas propusieron 0% de reajuste.
No sólo los trabajadores de la USP reivindicaron la apertura de la contabilidad de las universidades. Al final del conflicto, ya algunos sectores de la Unesp y de la Unicamp comenzaron a ser influenciados por esa consigna. Este es un elemento extremadamente importante, pues la lucha por la apertura de los libros de contabilidad significa una crítica a la forma en como es manipulado el presupuesto universitario, que mientras reduce el salario de los sectores más explotados, proporciona enormes ganancias para una burocracia de académicos y desvía partidas presupuestarias para las Fundaciones privadas10 que cada vez más toman cuenta de la Universidad. Esta crítica es un primer paso para que los trabajadores puedan exigir la apertura de los libros de contabilidad de todas las empresas de la sociedad, mostrando que será imposible acabar con el desempleo sin atacar las ganancias extraordinarias que la burguesía acumula sobre la base de la explotación de la clase trabajadora. En este sentido, es una reivindicación que traspasa los límites de las demandas económicas por mejores salarios y condiciones de trabajo, y desarrolla la conciencia política de los trabajadores al enfrentarse directamente con el régimen universitario, que reproduce dentro de la universidad la división de la sociedad en clases sociales11. Son reivindicaciones que apuntan hacia la necesidad de que los trabajadores, profesores y estudiantes, asuman en sus propias manos el control de la universidad, luchando por un gobierno universitario tripartito con mayoría estudiantil.
Estos factores muestran que la huelga de las tres universidades tenía fuerzas para conquistar el 16% de reajuste que se reivindicaba inicialmente. El hecho de que no lo haya conquistado muestra el papel nefasto que cumplen las direcciones políticas de los sindicatos de trabajadores y profesores de la Unesp y de la Unicamp, y del sindicato de los profesores de la USP, que trabaron una batalla para impedir que la radicalización de los trabajadores de la USP «contaminara» los demás sectores en huelga. Aún así, en distintos campus de la Unesp, los trabajadores pasaron a esperar las asambleas del Sindicato de los Trabajadores de la USP (Sintusp) para después realizar sus propias asambleas, demostrando que pasaban a ver en el Sintusp una referencia política más importante que su propio sindicato.
Desgraciadamente, tanto el PSTU como el P-SOL no pusieron prácticamente ningún peso de sus aparatos partidarios (sean los parlamentarios del P-SOL o los centenares de sindicatos que el PSTU dirige o influencia) para que la radicalización de los trabajadores de la USP se constituyera en un embrión de nuevas tradiciones que la clase trabajadora brasileña precisa para enterrar la nefasta tradición conciliadora y reformista que el PT a lo largo de dos décadas trató de difundir.
Desde ER-QI, así como hicimos en la fábrica de industria química Flakepet, hoy discutimos con los trabajadores más combativos de la huelga de la USP el significado que tiene esa experiencia para el conjunto de la clase trabajadora del país y la necesidad de poner en pie una corriente político sindical que luche por una nueva tradición clasista y antigubernamental en el movimiento obrero brasileño. Una corriente basada en sindicatos militantes que no se reduzcan a hacer campañas salariales una vez por año (cuando hacen) y que no sean entidades vacías completamente aisladas de sus bases, sino que estén repletas de activistas y que hagan política cotidianamente; que luche por reivindicaciones capaces de elevar el nivel de conciencia política de la clase obrera; que luche dentro de la CUT para desenmascarar la dirección pro gubernamental de esa entidad a los ojos de los millones de trabajadores que creen en ellas.
Los incipientes fenómenos de radicalización y autodeterminación que se desarrollan en el país, por más que aún sean moleculares y dispersos, se encuentran en sintonía con fenómenos de la misma calidad que se desarrollan en diversos países de América Latina, constituyéndose como los primeros elementos de una tendencia que se muestra cada vez más fuerte.
El proceso inicial de rupturas con el gobierno de Lula y el PT y la política del PSTU y del P-SOL
El PSTU tiene hoy un aparato partidario que gira en torno de 3 mil militantes y dirige o influencia algunas centenas de entidades del movimiento sindical, estudiantil y popular repartidas por el país, entre los cuales hay sindicatos de peso como el Sindicato Metalúrgico de São José dos Campos, que reúne 35 mil trabajadores en su base, y la Federación Democrática Metalúrgica de Minas Gerais, que reúne 120 mil obreros. Basado en esta estructura, que le permite aparecer como alternativa a la izquierda más visible para los sectores que rompen con el gobierno de Lula y el PT, el PSTU ha tomado una importante iniciativa de organizar los sindicatos más combativos del país para luchar contra las reaccionarias reformas de Lula, poniendo en pie la Coordinadora Nacional de Luchas (Conlutas) y organizando una manifestación con cerca de 15 mil personas en Brasil el día 16 de junio. Si por un lado el PSTU da este paso extremadamente importante hacia adelante, por otro lado comete un terrible error al llamar a los trabajadores que están dispuestos a organizarse en la Conlutas a romper con la CUT.
La política de Trotsky con relación a giros de tipo vanguardista o ultraizquierdista de la Tercera Internacional en la década del ’30 tiene que servir para que el PSTU abandone esta política de romper con la CUT con una minoría de sindicatos «rojos»: «El capitalismo sólo puede continuar manteniéndose si disminuye el nivel de vida de la clase obrera. En estas condiciones los sindicatos se pueden transformar en organizaciones revolucionarias o en lugartenientes del capital que intensifica la explotación de los trabajadores. La burocracia sindical, que resolvió satisfactoriamente su propio problema social, tomó el segundo camino. Toda la autoridad de que gozaban los sindicatos la volvió en contra de la revolución socialista e incluso en contra de cualquier intento de los trabajadores de resistir los ataques del capital y la reacción… Desde ese momento, la tarea más importante del partido revolucionario pasó a ser liberar a los trabajadores de la reaccionaria influencia de la burocracia sindical… En estas condiciones surge fácilmente la idea de si no es posible superar los sindicatos. ¿No se puede sustituirlos por algún tipo de organización nueva, no corrompida, como los sindicatos revolucionarios, los comités de taller, los soviets y otras similares? El error fundamental de estos intentos es que reducen a experimentos organizativos el gran problema político de cómo liberar a las masas de la influencia de la burocracia sindical. No es suficiente ofrecerle a las masas una nueva dirección hay que buscar a las masas donde ellas están, para dirigirlas. Los izquierdistas impacientes dicen a veces que es imposible ganar los sindicatos porque la burocracia utiliza el régimen interno de estas organizaciones para salvaguardar sus propios intereses, recurriendo a las más bajas maquinaciones, represiones e intrigas, al estilo de la oligarquía parlamentaria de la era de los «municipios podridos». ¿Por qué entonces perder tiempo y energías? En realidad, este argumento se reduce a abandonar la lucha real para ganarse a las masas, utilizando como pretexto la corrupción de la burocracia sindical. Se lo puede desarrollar más todavía: ¿Por qué no abandonar todo el trabajo revolucionario, dadas las represiones y provocaciones de la burocracia gubernamental? No hay ninguna diferencia de principios, ya que la burocracia sindical se ha convertido definitivamente en parte del aparato económico y estatal capitalista. Es absurdo creer que se podría trabajar contra la burocracia sindical contando con su ayuda o siquiera con su consentimiento».12
El medio para combatir a la burocracia pro gubernamental de la CUT no es separándose organizativamente de ella. La CUT, por más burocrática, traidora y oficialista que sea su dirección, aún reúne en su base 3.315 sindicatos, 7,4 millones de afiliados y 22 millones de trabajadores representados13. Hasta hoy, de las centenas de sindicatos que el PSTU dirige o influencia, apenas 23 rompieron con la CUT. Según las palabras del principal dirigente sindical del PSTU, Zé María, en la mejor de las hipótesis, hasta enero serían 100 sindicatos que romperían, totalizando 600 mil trabajadores representados.
El PSTU llama a la ruptura con la CUT a partir de un encuentro sindical con 90 delegados y 23 observadores representando un total de más de 90 mil trabajadores14. ¿Cómo es posible que una decisión tan importante sea tomada por un número tan reducido de dirigentes sindicales? El PSTU tiene que combatir esa tradición que el PT incrustó en el movimiento obrero, en la cual las decisiones más importantes son tomadas por una minoría de sindicalistas por fuera del avance real de la mayoría de los trabajadores, en la cual los sindicatos son verdaderas «cáscaras vacías» completamente aisladas de sus bases. En vez de romper de forma vanguardista y aventurera, algo que puede frustrar a la vanguardia y llevarlos al aislamiento con relación a las masas, el PSTU tiene que luchar para que la Conlutas se transforme en un ala revolucionaria dentro de la CUT.15
Con su política el PSTU demuestra que no está dispuesta a combatir a la burocracia sindical. Así como antes lo hacía capitulándole en todo, hoy, al evadir el combate, refleja la misma política. El PSTU utiliza como uno de sus argumentos para romper, la corrupción de la burocracia cutista. Pero, como dijo Trotsky, combatir la corrupción sindical es un presupuesto de la actividad revolucionaria y no puede servir como criterio para estar dentro o fuera de la CUT. Es un vanguardismo del PSTU llamar a romper con la CUT a partir de una minoría de sindicatos «rojos» sin dar una dura batalla para que la mayoría de los trabajadores que aún depositan su confianza en la burocracia, hagan experiencias de lucha que les proporcionen la conciencia necesaria para romper con ella.
Si por un lado debemos ser los más decididos combatientes por las necesidades más mínimas de la clase trabajadora, por otro lado, a cada paso debemos combinar esta tarea con la lucha por reivindicaciones concretas de las masas que se enfrenten directamente con las bases del sistema capitalista y proporcionen experiencias que puedan elevar su nivel de conciencia, cumpliendo un papel transitorio. La combinación entre las reivindicaciones mínimas y democráticas y las reivindicaciones transitorias es el arma que nos permite combatir la influencia de la burocracia sobre las masas, constituyendo el programa transicional por el cual luchamos los revolucionarios. Si en sus discursos y en sus periódicos el PSTU habla de revolución, en la lucha de clases concreta se niega a luchar por reivindicaciones que de hecho puedan elevar el nivel de conciencia política de la clase trabajadora, capitulando al programa mínimo de los reformistas que se contenta con negociar migajas con la patronal para engañar a los trabajadores. Es por eso que en cada huelga el PSTU se contenta con reivindicar mejores salarios y condiciones de trabajo. Al no diferenciarse por la política, el PSTU es llevado a diferenciarse organizativamente de la burocracia cutista, adoptando una política abiertamente vanguardista.
La Coordinadora Nacional de Luchas (Conlutas) sólo podrá constituirse como una corriente sindical verdaderamente revolucionaria si, basada en sindicatos militantes, en los cuales la mayoría más explotada de cada lugar de trabajo sea el sujeto de las principales decisiones y los ejecutores de las principales tareas, luche para que la CUT rompa con el gobierno e impulse una amplia batalla nacional por el reparto de todas las horas de trabajo existentes entre todas las manos disponibles con un salario que cubra las necesidades básicas de una familia; luche por la recomposición mensual de las pérdidas salariales de acuerdo con el aumento del costo de vida; luche para que toda fábrica que cierre o despida sea expropiada y puesta a producir bajo el control de los trabajadores en función de un plan de obras públicas que atienda las necesidades más urgentes de la población; luche por un gobierno de la clase trabajadora que sea capaz de implementar estas medidas. Pero no un gobierno de Lula y de Luis Marinho en alianza con los burgueses, sino un gobierno de los trabajadores en alianza con el conjunto del pueblo explotado y oprimido, basado en sus propios organismos de democracia directa.
Por su parte, el P-SOL, con un aparato que gira alrededor de los 700 militantes y quizás algunas decenas de sindicatos que dirige o influencia, se destaca principalmente en función de sus parlamentarios y de los intelectuales a los cuales está ligado. Como el PSTU, el P-SOL no lucha por un programa transicional capaz de elevar el nivel de conciencia de los trabajadores. En lugar de aprovechar la tribuna parlamentaria en el debate nacional que surgió sobre la votación del salario mínimo de R$ 260 impuesto por Lula, para impulsar una lucha por un salario capaz de satisfacer las necesidades básicas de una familia, por el reajuste mensual de acuerdo con el aumento del costo de vida y por el reparto de las horas de trabajo existente entre todas las manos disponibles; los parlamentarios Joao Batista Araujo, más conocido como Babá16, Luciana Genro y Heloísa Helena vergonzosamente se limitaron a reivindicar un salario mínimo miserable de R$ 275 o R$ 300, haciendo coro con los burgueses del PFL y del PSDB. La principal figura, Heloísa Helena, que es parte de la misma corriente que Miguel Rosseto, llama a votar a un partido burgués, el PPS, en Maceió en estas elecciones.
Otras corrientes internas llaman a votar al PCdoB, a partidos de derecha como el PTC, además del voto al PT. En la reciente orientación política a sus militantes para las próximas elecciones, llaman a sus seguidores a que voten a todos aquellos que estén contra la política económica de Lula, lo que abre la posibilidad del voto para un gran abanico de partidos burgueses. En el terreno sindical, el P-SOL está iniciando la formación de una corriente sindical que, si por un lado, tiene el aspecto progresivo de decirse en ruptura con el gobierno y disponerse a disputar la dirección de la CUT contra la burocracia pro gubernamental, por otro lado se ha negado a unificarse con Conlutas en la lucha contra las reaccionarias reformas de Lula, y se niega a ponerse al servicio de la lucha por las reivindicaciones transitorias más elementales que puedan garantizar el fin del desempleo y los bajos salarios.
Entre tanto, el surgimiento del P-SOL, de Conlutas y el fortalecimiento del PSTU son apenas las primeras expresiones del proceso mucho más amplio de experiencia histórica que el movimiento de masas ha comenzado a hacer con el PT ahora que Lula está en el gobierno. Pero si lo comparamos con la magnitud total de trabajadores brasileños, más de 40 millones de asalariados urbanos, más de 17 millones de obreros concentrados en las industrias manufactureras y en las empresas de transportes y telecomunicaciones; 53 millones de votos en Lula, medio millón de afiliados en el PT, muestra que ese proceso aún es extremadamente minoritario y restringido a sectores de vanguardia.
El PSTU, que históricamente tuvo como uno de sus ejes centrales formar un partido con la izquierda del PT, se golpeó fuertemente con la realidad -en la medida en que sectores que están en el P-SOL se negaron a formar un partido junto con ellos-, y desde entonces reivindica la construcción del propio PSTU como partido revolucionario. Por otro lado, el P-SOL, esperando las rupturas que podrán ocurrir en las tres grandes corrientes de la izquierda petista (Articulación de Izquierda, Democracia Socialista y Fuerza Socialista), reivindica las banderas históricas del PT, negándose a hacer un real balance de la política de conciliación de clases que desde el inicio delineó la trayectoria reformista y traidora de ese partido. El PSTU y el P-SOL deben reconocer que por más que consigan construir partidos con algunos millares de militantes, eso será completamente insuficiente para responder a las tareas planteadas por la realidad en curso. La perspectiva de que decenas de millones de trabajadores que históricamente votaron a Lula y al PT pierdan su referencia política en ese partido, plantea la necesidad de una táctica de construcción del partido revolucionario que dialogue con el movimiento de masas. En Brasil se ha comenzado a hacer una experiencia gigantesca con un partido surgido de la clase obrera, que ha llevado a un obrero a la presidencia por primera vez en la historia de Latinoamérica. Por la responsabilidad y el peso político que tienen junto a la clase trabajadora, el PSTU, el P-SOL y Conlutas deben exigir, en primer lugar, que la CUT y sus sindicatos adheridos rompan con el gobierno y adopten un programa de lucha contra él; en segundo lugar, que convoquen a formar un nuevo partido basado en los sindicatos abriendo una amplia discusión en las bases obreras sobre el programa y la estrategia, es decir, sobre cómo evitar nuevas traiciones de los Lulas en alianzas con burgueses «nacionales» y tecnócratas pro-FMI que hoy forman el gobierno. Esta política es necesaria para dialogar con los sectores más amplios del movimiento de masas que en el próximo período cuestionarán profundamente su referencia política histórica en el PT. Esto es importante porque es necesario plantear a los trabajadores la necesidad de que las organizaciones obreras sean activas en la vida política nacional, constituyendo un partido propio que dé respuestas clasistas e independientes al conjunto de la crisis causada por los capitalistas y prepare a los trabajadores para dirigir la lucha consciente por el poder. Esta política apunta a que el proletariado brasileño conquiste su independencia política de clase, tarea que no se cumplió, por la acción consciente de las direcciones burocráticas y pequeñoburguesas que lo impidieron, al imponer la conciliación de clases del PT y de la CUT.
Desde ER-QI estamos dispuestos a discutir programáticamente la construcción de un partido común con todos los sectores de vanguardia que se reivindican revolucionarios. Pero creemos que la experiencia histórica de amplios sectores del movimiento de masas con el PT plantea la necesidad de luchar tácticamente por un partido obrero independiente basado en los sindicatos que sea un puente para que los revolucionarios podamos dialogar con la conciencia aún reformista de las masas e impedir que la burocracia reedite nuevos capítulos de traiciones equivalentes al PT.
La recuperación del crecimiento y las elecciones alimentan una coyuntura de amortiguamiento de los conflictos políticos y recrudecimiento de los conflictos económicos
La recuperación del crecimiento económico en curso tiende a proporcionar mayor autoridad al gobierno en relación a las disputas entre las distintas fracciones burguesas, como se puede evidenciar en el reciente paquete tributario que reduce impuestos para las inversiones: «el paquete tributario anunciado ayer tuvo el efecto deseado sobre la industria. Las medidas llegaron a ser clasificadas como un ‘marco’ en la relación entre la industria y el gobierno» 17. La reciente conquista del gobierno junto a la OMC, que reduce los subsidios para la producción de azúcar en Europa, da un nuevo aire para la demagogia de Lula que busca algún tipo de perfomance «reformista» queriendo ubicarse como portavoz de los países más pobres en la disputa por mejores espacios con los países imperialistas. La liberación de partidas presupuestarias para proporcionar mejor ubicación a los candidatos petistas en la disputa electoral tiende a mejorar la imagen del PT. Con eso, las direcciones del movimiento de masas ganan nuevos y más fuertes argumentos para amortiguar el descontento de las masas y alimentar las ilusiones y esperanzas en el gobierno, formando un «colchón» de relativa estabilidad en la actual coyuntura. Esto se expresa en las últimas encuestas que muestran una recuperación de la popularidad del gobierno.
Sin embargo, las profundas contradicciones de un régimen que tiene como principal sustento a un ex obrero sientan las bases para que ocurran abruptos cambios en la coyuntura política. La derecha, que vio «robado» su programa por el PT, para hacer política recurre a denuncias de corrupción que salpican al gobierno, como pudimos evidenciar en las recientes denuncias al presidente del Banco Central, Henrique Meirelles, y que provocó movimientos bruscos en los indicadores financieros. Fue ésta la potencialidad de desestabilización que observamos en febrero de este año, cuando el «caso Waldomiro» casi derrumba a uno de los principales ministros de Lula. Pero el gobierno hoy enfoca todas sus energías en las elecciones, esperando su resultado para poner a votación las reformas que significan ataques directos a amplios sectores del movimiento de masas.
La clase trabajadora, por no venir de ninguna gran derrota en los últimos años, tiende a encontrar en la recuperación económica en curso una motivación para buscar la recuperación de las pérdidas salariales sufridas en el último período agravadas por el aumento de la inflación. Es esto lo que comenzamos a observar en la huelga de los trabajadores de la Ford en Bahía por la reducción de la jornada de trabajo a 36 horas, la huelga de los trabajadores judiciales en San Pablo, y la huelga de los trabajadores del Banco Central, que se iniciaba mientras cerrábamos este artículo. Pero, independientemente de esto, las reformas sindical y laboral han provocado crecientes realineamientos defensivos entre los sindicalistas de toda especie, que ven amenazados sus puestos en los sindicatos.
Las elecciones para alcaldes y concejales en octubre van a cumplir un papel fundamental en la definición de la correlación de fuerzas políticas nacionales en los próximos meses. Si el PT crece o permanece estable, como ya indican algunas encuestas de opinión, será la expresión de que aún existen fuertes ilusiones y esperanzas en Lula y el gobierno saldrá fortalecido en su relación con los partidos burgueses tanto de la base aliada como de la oposición. Si el voto al PT disminuye, mostrando que los elementos de la coyuntura que son favorables al gobierno no consiguen amortiguar el descontento provocado por el desempleo y por los bajos salarios, tenderán a acelerarse los ritmos de las crisis «en las alturas» como los de la lucha de clases. El PSTU, como único partido de izquierda con presencia nacional, a pesar del programa político centrista que levanta, será uno de los indicadores que expresarán la dinámica de desarrollo de la conciencia del movimiento de masas y de la vanguardia del proceso de ruptura con el gobierno y el PT.
La dinámica de las tres principales corrientes de la izquierda del PT constituye uno de los más importantes componentes que constituirán la coyuntura después de las elecciones. Declaraciones de importantes dirigentes de la izquierda del PT apuntan hacia nuevas rupturas en el futuro. Si los elementos de la coyuntura consiguen alimentar las ilusiones del movimiento de masas en el PT, tenderán a retardarse nuevos procesos significativos de ruptura; si por el contrario, el desempleo, la reducción de salarios y la pérdida de derechos conquistados continúan desgastando a este partido, esas rupturas tenderán a acelerarse. Ciertamente la incorporación de esas corrientes a la máquina del Estado (Articulación de Izquierda y Democracia Socialista poseen cada una su ministerio, y múltiples puestos en cargos de segundo y tercer escalón) provocará divisiones en su interior. Sin embargo, en la medida en que controlan aparatos partidarios, entidades sindicales, estudiantiles y populares, y cargos parlamentarios y ejecutivos en gran medida superiores al P-SOL y al PSTU, cualquier ruptura de alas de esas corrientes serían igualmente un importante factor político nacional, que traerá implicancias no sólo para la psicología del movimiento de masas, sino también para la base de sustento del gobierno en el Congreso.
Este conjunto de factores marca una tendencia para que, en la coyuntura actual, con relación al proceso de rupturas con el gobierno y de reorganización de amplios sectores de vanguardia, se desarrollen mayores movimientos en el ámbito sindical que en el político partidario. Es difícil prever los ritmos con los cuales se debilitarán los viejos elementos o se fortalecerán los nuevos de la situación transitoria que desarrollamos más arriba. Sin embargo, no podemos esperar el desarrollo de este proceso de forma evolutiva, sino sometida a saltos abruptos que pueden ser provocados tanto por factores nacionales como internacionales. Lo cierto es que la votación de las próximas reformas del gobierno que atacarán directamente al movimiento de masas se deben configurar como un punto de inflexión en este proceso. Pero no debemos descartar la posibilidad de que antes de este hecho, el calendario político pase a ser marcado ya no más por el gobierno, sino por el movimiento de masas.
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Notas:
1 En 1984, en el día de la votación de la Enmienda Dante de Oliveira que establecía la implementación de elecciones directas para la Presidencia de la República, el PT suspende la huelga general que la CUT había convocado y la Enmienda es derrotada, sentando las bases para la elección de la lista Tancredo-Sarney por más cinco años por la vía indirecta del reaccionario Senado de la dictadura.
2 Folha de São Paulo, 8 de agosto de 2004.
3 «La calidad del empleo ha empeorado año tras año. En el primer semestre de 2002, último año del gobierno de FHC, 68% de los trabajadores ganaban hasta dos salarios mínimos. En el mismo período de 2003, primer año del gobierno de Lula, ese porcentaje subió a 72,13%. El trabajador despedido fue sustituido por otro que gana hasta el 40% menos en el primer semestre de este año, dependiendo del sector en que trabaja. La disminución del salario es un fenómeno que se verifica desde 1995, cuando el Caged pasó a divulgar datos para el período de enero a junio. En la media de todos los sectores, la reducción salarial fue del 14% en el primer semestre de este año, considerados los valores nominales. Se trata de un fenómeno ejemplificado por el cambio de un salario de R$ 100 por otro de R$ 85,96. El año pasado y en 2002, la rebaja salarial fue del mismo orden -varió entre 14% y 15%. Pero en 2001, año en que la economía sufrió con los efectos del «apagón», el rebajamiento de salarios fue menor: del 10,3%» (Folha de São Paulo, 01/08/2004).
4 Este hecho absurdo es una vergüenza para el movimiento trotskysta internacional que exige una amplia campaña de denuncia por parte de todo revolucionario serio y en especial por parte de las corrientes del movimiento trotskysta que tienen peso en la vanguardia y reivindican el principio de independencia de clase y de la no participación en gobiernos burgueses, como en Brasil es el caso del PSTU.
5 Flakepet (Itapevi-SP); Interfibra (Joinville-SC), CIPLA (Joinvillle-SC); Flaskô (Sumaré-SP) e Diamantina (Curitiba-PR).
6 Ver artículos en los periódicos Palavra Operária nº 8 y 9, en www.erqi.org.
7 La Universidad de São Paulo (USP) es la mayor universidad del país, con 70 mil estudiantes, 15 mil trabajadores y 5 mil profesores.
8 En la USP el rector es designado por el gobernador del Estado en base a una lista triple que le es presentada luego de la elección del claustro de profesores.
9 Folha de São Paulo, 05/08/04.
10 Las Fundaciones son una «puerta especial» creada para extraer recursos públicos en provecho de los intereses privados, como mecanismo de burlar la prestación de cuentas públicas. Por ejemplo, con presupuestos anuales entre 19 y 56 millones, las cuatro mayores fundaciones de la USP, traspasan menos del 5% a la universidad de todo lo que ganan, donde más del 95% va a las manos privadas.
11 La reaccionaria estructura de poder de la USP está compuesta por un Consejo Universitario donde la mayoría de la burocracia académica no permite el mínimo espacio a los estudiantes y trabajadores, a no ser una ínfima representación que se reduce a 5 estudiantes y 3 no-docentes.
12 Trotsky, «El ILP y la nueva internacional», 4 de septiembre de 1933.
13 Datos extraídos del sitio de la CUT: www.cut.org.br.
14 Datos extraídos de periódico Opinión Socialista del PSTU.
15 Una política mínimamente revolucionaria que el PSTU debería impulsar sería, en base a la influencia que tiene en los metalúrgicos de Minas Gerais y de São José dos Campos, organizar a partir de estos dos polos regionales un ala revolucionaria de la CUT en permanente lucha contra la CUT nacional.
16 El diputado Babá forma parte de la Corriente Socialista de Trabajadores, agrupamiento hermano del MST de Argentina.
17 Folha de São Paulo, 07/08/2004
Septiembre 2004