Los cálculos de la OCDE sobre la tasa de rentabilidad respaldan la afirmación según la cual la riqueza heredada siempre crecerá más que la del rendimiento del trabajo
Thomas Piketty, en una conferencia universitaria. Abril de 2018. CEU, DANIEL VEGEL
Los beneficios de hoy no se convierten en las inversiones de mañana
Una imagen dice más que mil palabras. Sin duda este dicho se ajusta perfectamente a los gráficos publicados por la OCDE en el último número de Economic Outlook, y que muestran la tasa de rentabilidad de los activos fijos, una medida representativa de la rentabilidad de las inversiones de capital.
Basta con echar un vistazo rápido para apreciar que en los países de la OCDE se han producido altas tasas de rentabilidad. De hecho, en términos generales, la tasa de rentabilidad de los activos fijos ha alcanzado el 10%, como en los momentos previos a la crisis. En EE.UU. y en Reino Unido la tasa es más alta (12%), Alemania y Holanda han alcanzado una rentabilidad récord de un 13 y 14%. Es más, estas tasas solo reflejan la rentabilidad previa a que se produzca el efecto de apalancamiento financiero, cuando las empresas obtienen créditos a un tipo de interés más bajo que la rentabilidad de los activos. Esto implica que los rendimientos del capital serían aún más elevados y un múltiplo de los rendimientos que se muestran en los gráficos.
En un contexto de elevada rentabilidad de la inversión y de un nivel de riesgo de la inversión financiera en sus mínimos históricos, debería producirse un aumento de la inversión empresarial en la medida en que aumentan las expectativas de obtención de mayores beneficios que los costes financieros que suponen las inversiones. Sin embargo, se ha producido el caso contrario. Según el Outlook de la OCDE, cabe esperar que el gasto de inversión para el periodo 2018-2019 se sitúe alrededor de un 12% por debajo del nivel necesario para que crezca el stock de capital al mismo ritmo que en la década anterior a la crisis. Las empresas no están realizando las inversiones marginales pero rentables que deberían permitir unos tipos de interés bajos. Resulta interesante que para explicar esta situación la OCDE recurra en este caso a tasas internas de retorno empresarial pegajosas, que llegan a alcanzar un 14-15%. En otras palabras, las empresas a la hora de decidir si invierten o no siguen necesitando umbrales de rentabilidad nominal altos y rígidos, incluso a pesar de la reducción sustancial del coste de inversión financiera o alternativa libre de riesgo. De hecho, la OCDE lleva este argumento un poco más lejos al afirmar que las corporaciones, sobre todo las de Estados Unidos, con beneficios y recursos optan por fusionarse o comprar otras compañías competidoras, en lugar de aportar nuevo capital al stock agregado.
Todas estas dinámicas plantean la cuestión de la validez de las tradicionales reformas estructurales que colman al ámbito empresarial de todo tipo de incentivos y «premios» con la esperanza de que traigan a cambio inversión y puestos de trabajo.
Necesitamos un relato alternativo para las políticas en materia económica, e intentaré esbozar alguno de sus posibles elementos.
Un mayor protagonismo de las políticas fiscales
En primer lugar, cabe mencionar que en un momento de recesión, el papel de las políticas fiscales a la hora de reavivar la demanda agregada es aún más relevante. La política monetaria no se limita a «reactivar» la economía cuando los tipos de interés se acercan peligrosamente a un crecimiento nominal cero. La existencia de tasas internas de retorno de las empresas bajo la forma de requisitos de rentabilidad altos y rígidos significa que la política monetaria siempre va a resultar ineficaz a la hora de inyectar nueva demanda, dado que el canal de inversión empresarial no está funcionando como debería. Por lo tanto, en momentos de recesión, la política monetaria no debería ser «la única alternativa». Las políticas fiscales deben ir encaminadas a estimular directamente la economía mediante la expansión de la inversión pública. A su vez, esto implica que, sobre todo en momentos de crisis, las políticas fiscales no deberían estar sujetas a las restricciones impuestas por un conjunto de reglas rígidas. Asimismo, subraya la necesidad de contar con una «regla de oro» que permita que la inversión pública se financie con deuda.