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Euskadi 1960-2011. Dictadura, transición y democracia. Madrid: Biblioteca Nueva, 2017

Un relato veraz sobre Euskadi

Fuentes: Rebelión

Nos encontramos frente a un libro completamente necesario para entender lo que ha ocurrido en Euskadi los últimos cincuenta años. Libro imprescindible porque es la elaboración coral de un relato veraz que contrarrestra el relato mítico-heroico elaborado por los nacionalistas vascos en general y los abertzales en particular. Esta es, como se dice al final […]

Nos encontramos frente a un libro completamente necesario para entender lo que ha ocurrido en Euskadi los últimos cincuenta años. Libro imprescindible porque es la elaboración coral de un relato veraz que contrarrestra el relato mítico-heroico elaborado por los nacionalistas vascos en general y los abertzales en particular. Esta es, como se dice al final del libro, la última batalla que hay que ganar a ETA: la batalla ideológica.

Juan Pablo Fusi (1945) y José Antonio Pérez (1965), pertenencientes a dos generaciones de competentes historiadores, han sabido articular un conjunto de escritos perfectamente coherentes entre sí para dar un relato veraz de lo ocurrido en Euskadi desde 1960 hasta nuestros días. Son catorce textos, ocho de los cuales marcan los tiempos del relato y otros seis que podemos considerar más temáticos. Como elemento común: claridad y rigor. Como actitud, la objetividad y el compromiso ético con la verdad y los valores democráticos.

Los artículos cronológicos se inician con la sintética pero precisa explicación de Fusi sobre la profunda transformación de Euskadi, que gráficamente titula «Los 60. Los años de ruptura». Nos muestra el paso de una sociedad rural tradicional a una sociedad industrializada, moderna y urbana, en el marco de las transformaciones que se están dando en el conjunto de España. Pero, como señala el autor, el desarrollismo vasco-navarro tuvo una dinámica propia, más basada en la iniciativa empresarial de la región que en el hecho de estar situada en los planes de desarrollo del plan de estabilización del gobierno franquista. Crecimiento desigual, acompañado de una desordenada transformación urbanísitica y de importantes cambios culturales. La década de los sesenta supuso un cambio radical de la sociedad vasca respecto al franquismo. El paso de una sociedad que relativamente estaba acomodada al franquismo a otra donde se combinaron potentes movilizaciones obreras con el resurgir del nacionalismo violento de ETA. El segundo capítulo, escrito por José Antonio Pérez, enlaza con el anterior, que acaba con el proceso de Burgos, en un análisis de lo ocurrido en los últimos años del franquismo, entre el 70 y el 75. Años muy conflictivos, donde a pesar de la dura represión franquista se fueron incorporando cada vez más sectores a la lucha: trabajadores, estudiantes, vecinos y la propia Iglesia. Todo ello situado en la estrategia de ETA de acción-reacción-acción, que conducía a un apoyo cada vez más grande por parte de los ciudadanos vascos. Esta radicalización condujo a unas demandas maximalistas que no estaban orientadas hacia una sociedad democrática sino a objetivos maximalistas de emancipación social y nacional. Pasamos entonces al tercer capítulo, «La transición en el País Vasco ( 1975-1980)», escrita por Luis Castells. Nos explica cómo la libertad se va abriendo paso en el país mientras se van configurando las alternativas políticas en Euskadi. Todo ello en el marco del establecimiento de un autogobierno que se va estableciendo desde la transformación de las instituciones franquistas en instituciones democráticas en el conjunto de España. En el referéndum sobre la Constitución ganó al abstención por un 55 % de votos (que era la propuesta del PNV) con un alto porcentaje de votos negativos (que era lo que defendía la izquierda abertzale). Desde el principio se vió que la dinámica de Euskadi iba a ser muy diferente. El relato nacionalista era, a pesar de la influencia que iba adquiriendo un reconstruido PNV, un relato bélico. La violencia de ETA iba aumentando, paralelamente a la represión policial y a la violencia de la extrema derecha. Empiezan ya las movilizaciones contra el terrorismo de ETA, a iniciativa de grupos que como el PCE ya se pronuncian sin ambigüedades contra ETA,

Fernando Molina Aparicio, en el capítulo sexto, nos hablará de la la «Violencia en comunidad. El terorismo nacionalista y la política del miedo. 1976-1982». Los peores años por el terrorismo y no solo por los atentados sino también por la comunidad violenta que se iba generando a su alrededor, en forma de un proyecto político, alternativa KAS, que se presentaba como la representación del movimiento de liberación del pueblo vasco (MLPV). Se inspiraba en el radicalismo marxista de los años 60 y en un etnonacionalismo y establecía una rígida dicotomía de abertzales (buenos vascos) y españolistas-fascistas (los traidores). Un discurso fuertemente identitario y totalitario de consecuencias devastadoras por la militarización del conflicto. También fue la etapa de la aprobación del Estatuto de Guernika, de las primeras elecciones autonómicas: Este último era, de momento, el proyecto del PNV, que ya se presentaba como hegemónico. Un PNV que inicialmente estaba dispuesto a pactar con el Partido Socialista de Euskadi, aunque manteniendo un disurso ambigüo con ETA y los abertzales. José Antonio Pérez y Fernando Molina nos muestran la otra cara de la violencia en Euskadi: la del uso desproporcionado y a veces arbitrario de las FOP y de una extrema derecha muchas veces vinculado a la policía.

En el capítulo nueve Luis Castells y Félix Luengo nos hablan de la vertebración de Euskadi entre 1980-1984. Época que, aún siendo muy convulsa, pudo estructurar un gobierno y un parlamento vasco y empezar a asumir importantes competencias. Todo en el conflictivo contexto de una fuerte crisis económica. Un escenario en el que dominaba el miedo y el silencio frente a la violencia del radicalismo abertzales y el terrorismo de ETA. Santiago de Pablo, en el capítulo once de «Los años de Ajuria Enea. De la crisis del PNV a la ruptura con el pacto del PSE (1984-1998).» Aparentemente todo iba bien para un PNV, completamente hegemónico, que gobernaba la comunidad autónoma según su programa nacionalista. Sólo parecía haber fallado la inclusión de Navarra en Euskadi. Pero existían dos graves problemas. Por una parte los efectos de la reconversión industrial: cierre de grandes empresas, paro… Lo cual quería decir, además, mucha conflictividad laboral: huelgas, manifestaciones… Por otra parte estaba el terrorismo de ETA en una escalada de violencia que acaba con el asesinato de Miguel Angel Blanco. A partir de aquí se inicia un importante movimiento organizado, en el mismo País Vasco, contra ETA. Los diez años (1987-1994) de moderación del PNV, con Ardanza como lehendakari en coalición con el PSE, fueron fecundos en muchos sentidos. Luego, en 1984 las cosas se complicaron al perder votos al PSE en benenficio del PP. En 1998, con Ibaretxe, se consolida el cambio de dirección. El PNV se apunta a un frente soberanista cuyo principal objetivo no es gobernar sino prepararse para una batalla política por el derecho de autodeterminación. Javier Ugarte nos lo explica en el capítulo doce: «El país dividido: entre Ermua y Lizarra, 1998-2005. La irresponsabilidad de Ibaretxe conduce a una deriva soberanista que dejó al País Vasco socialmente exhausto y políticamente muy herido, tras el fracaso político del proyecto. Más tarde parece que las cosas parecen enderezarse en los años de «El final del terror (2004-2011)», como bien explican Jesús Casquete y Fernando Molina en el capítulo catorce. La llegada de Zapatero a la Moncloa rompió la incomunicación entre los Gobiernos español y vasco, colocando al PSE como punto de referencia del constitucionalismo. El PSE gobernó a partir de 2009 hasta el 2012. Le siguió un PNV que con Urkullu abandonaba la via muerta del soberanismo. El cese de la actividad terrorista marcaba un final de ciclo pero que obliga a construir un nuevo relato de las cuatro décadas del terror.

Hay otros artículos, menos cronológicos, todos muy interesantes por la manera como profundizan en cuestiones claves. El capítulo cuarto, de Javier Ugarte: «Aitaren etxea… «lo vasco», su evolución entre 1970 y 2005″, es una brillante reflexión crítica sobre el tema identitario y la construcción del imaginario abertzale alrededor del mito, violento y segregador, del héroe-mártir. La esperanza que plantea el autor es la elaboración de un concepto abierto, inclusivo de «lo vasco» (con toda la prudencia con que se puede hablar de identidades colectivas) en torno a las aportaciones de referentes como Gabriel Aresti, Julio Caro Baroja o Juan Ramón Recalde.

El breve pero intenso artículo quinto, de Felipe Juaristi, sobre la vanguardia cultural vasca en «Memoria de la transición: cultura en transformación» tampoco tiene desperdicio. Es la generación de Aresti, de Gabriel Celaya. Blas de Otero… una literatura que apostaba por el futuro y no por la nostalgia de un pasado mítico.

Literatura que dió paso a nuevas generaciones, de gentes que van de Bernardo Atxaga a Jon Juaristi. Que continuó con los cantaautores vascos, que derivó hacia el rock radical vasco. El buen cine vasco, iniciativas de revistas… todo en una atmósfera lúdica y creativa. La «era de la alegría» de los setenta y ochenta, en definitiva. Una época que no hay que olvidar.

El capítulo cinco, donde Ángel Pascual y Ángel García-Sanz nos ofrecen un recorrido sobre los antecedentes forales y los cambios que se dan en la sociedad navarra cuando llega el cambio político, con todos los matices sobre el contencioso Navarra-Euskadi, complementa el recorrido por Eusakadi. En el capítulo diez Antonio Rivera nos habla de manera precisa de la manera cómo se desenvolvió  Un pulso de legitimidades: la conformación institucional del autogobieno vasco». Finalmente, en el capítulo trece, un esperanzador artículo de Juan Pablo Fusi sobre «Euskadi: una sociedad abierta.»

Como catalán he de decir que no he podido evitar hacer un paralelismo entre el proceso de deriva soberanista de Euskadi y el que padecemos en Cataluña. Hay algo que parece calcado: un relato nacionalista, distorsionado y mítico, que se va apoderando del imaginario social. Un esquema que se repite: nacionalismo que empieza gobernando en el marco autonómico pero que deriva hacia un soberanismo en el que ya no importa gobernar sino dar un salto político que es un salto en el vacío. Años en los que el nacionalismo moderado (PNV, CDC) articula un frente soberanista en el que cae en manos del voto extremista (abertzales, CUP). Un totalitarismo que ve imponiendo en la exclusión de los ciudadanos que no se identifican con el proyecto soberanista. Lo que se dió como tragedia parece repetirse como comedia. No ha existido en Cataluña esta «comunidad de violencia» que existió en Euskadi, afortunadamente. Pero las consecuencias también son dramáticas.

A ver quienes son los historiadores capaces de elaborar en Cataluña un libro como el que nos ocupa. Aunque, en parte, Martin Alonso con sus tres tomos sobre «Cataluña: del éxito al éxtasis» ya lo ha hecho.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.