(Eric Hobsbawm, Años interesantes. Una vida en el siglo XX, Ed. Crítica, Barcelona, 2003) Después de haber escrito su famosa historia del «corto» siglo XX (la «edad de los extremos»), Eric Hobsbawm nos regala la contraparte: su autobiografía, «una vida en el siglo XX» (publicada por la editorial Crítica de Barcelona junto a la reedición […]
(Eric Hobsbawm, Años interesantes. Una vida en el siglo XX, Ed. Crítica, Barcelona, 2003)
Después de haber escrito su famosa historia del «corto» siglo XX (la «edad de los extremos»), Eric Hobsbawm nos regala la contraparte: su autobiografía, «una vida en el siglo XX» (publicada por la editorial Crítica de Barcelona junto a la reedición de las principales obras de este notable historiador). Ya desde el primer libro, Hobsbawm veía desprenderse más virtudes que vicios de la simultaneidad entre su trayectoria de vida y el proceso histórico que buscaba analizar y aceptaba pararse frente al siglo después de haber vivido en el siglo. De hecho, su historia del siglo XX -como toda obra histórica- no dejaba de ser una interpretación, una forma personal de analizar y ordenar la realidad. Al mismo tiempo, la coexistencia del sujeto y el objeto ha sido y sigue siendo un tabú en la historiografía desde Ranke hasta nuestros días, al punto que la historia contemporánea como campo de estudios -más allá de las declaraciones de principio- evade el reto de historiar nuestro tiempo, la época que vivimos, y esquiva uno de los desafíos centrales en la idea de contemporaneidad: la articulación entre pasado y presente.
Se parte, en este libro, de otra dimensión de la contemporaneidad, que Hobsbawm ya abordaba en su libro precedente, Sobre la historia: el historiador que interpreta su tiempo, su vida en la historia y la historia en su vida. Con su autobiografía, Hobsbawm revela los rasgos humanos de su interpretación del siglo XX, el rostro del historiador reflejado por el espejo de su tiempo. Las dos obras aparecen así inseparables y podían haber sido publicadas en orden invertido porque nacen contemporáneamente: la reflexión sobre el siglo es una reflexión sobre una vida y viceversa. El historiador y el hombre son una totalidad que puede distinguirse sólo en función de la exposición que no de la investigación que le subyace: el historiador-hombre que interpreta y describe el proceso histórico desde un ángulo subjetivo y el hombre-historiador que revisa y reflexiona su trayectoria individual enmarcada en el contexto histórico.
No deja de sorprender el título del libro, Años interesantes, porque el adjetivo parece no corresponder al contenido y al sentido de la obra. La «edad de los extremos» resultaría simplemente interesante sólo a un historiador o a una persona que no la haya vivido o no se relacione con ella. Interesado es el historiador en su oficio frente a un objeto de estudio o la persona atraída por el conocimiento del pasado. Sin embargo, el siglo XX -vivido entera o parcialmente- es descrito por Hobsbawm como una época de grandes transformaciones estructurales, pero también, y sobre todo, como una época de acción, luchas, pasiones, esperanzas, frustraciones, violencias y sufrimientos.
¿Cómo definir simplemente interesante una experiencia de este tipo? ¿Cómo plantear la relación entre la vida y la época a partir de una categoría tan aséptica? Resulta una formulación totalmente desfasada del texto, en el cual Hobsbawm vincula permanentemente su mirada sobre el siglo con su vida de historiador comunista y marxista, comprometido intelectual y políticamente. Puede ser un desfase, una acepción fuerte del adjetivo «interesante» o el síntoma de una tensión que acompaña el texto: la tensión entre una vida de pasión intelectual y política, por una parte, y cierto alejamiento, producto de la edad, de la experiencia, de la decepción o simplemente de la consideración de una distancia real de los acontecimientos, como contrapeso a la cercanía que tiñe el relato. En este sentido, Hobsbawm reconoce -con humildad- haber estado en las orillas de los grandes acontecimientos que sacudieron el siglo, presente pero sin tomar un papel particularmente activo o relevante. Su autobiografía -señala- no es la de un protagonista. Los años interesantes no serían, bajo esta hipótesis, los del encuentro entre la vida del historiador comunista y marxista y su época, sino simplemente, los de su vida.
Indudablemente interesante, para nosotros, es cómo Hobsbawm teje su historia de vida con los procesos históricos, no sólo en la medida en que éstos se cruzaron concretamente, sino sobre todo porque el oficio del historiador le permite articularlos y su militancia política e intelectual los entrelaza: a pesar de no ser un protagonista, el autor siempre fue un observador participante o un participante observador. La inteligencia, el manejo hábil y elegante de la pluma y del método histórico, son la base material sobre la cual se erige la subjetividad del autor. Como historiador marxista y comunista, Hobsbawm nos cuenta su historia en el siglo XX a través de sus grandes lentes cargados de experiencia, oficio y sensibilidad. Nos muestra, sin excesivo recelo, sus vicios y virtudes humanas y políticas. Nos cuenta cómo uno de los mejores historiadores de nuestro tiempo nunca dejó de ser, a su manera, marxista y comunista. Así, en medio del academicismo galopante, de la pretendida apoliticidad del conocimiento histórico, del destierro del marxismo de las universidades europeas, de la reducción de la experiencia del comunismo al gulag, Hobsbawm nos ofrece una espléndida página de otra historia del marxismo y del comunismo, pasiones intelectuales y políticas que marcaron el siglo XX y no dejan de habitar nuestro tiempo.
* Profesor de historia contemporánea de la Universidad de la Ciudad de México y de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, miembro del Comité de Redacción de la revista Memoria, autor del libro La crisis histórica de la izquierda socialista mexicana, ed. Juan Pablos-UCM, México, 2003.
Massimo Modonesi