El ‘default’ de la deuda de un emporio semiestatal del emirato de Dubai fue despreciado enseguida como un hecho aislado, sin capacidad para alterar la llamada recuperación económica internacional. La crisis mundial, según los que piensan de esta manera, habría quedado irrevocablemente atrás. El error de semejante caracterización es, sin embargo, tanto de fondo como […]
El ‘default’ de la deuda de un emporio semiestatal del emirato de Dubai fue despreciado enseguida como un hecho aislado, sin capacidad para alterar la llamada recuperación económica internacional. La crisis mundial, según los que piensan de esta manera, habría quedado irrevocablemente atrás. El error de semejante caracterización es, sin embargo, tanto de fondo como de forma. Es que el ‘default’ en cuestión es algo más que un hecho aislado, es un síntoma. Todo el sistema bancario mundial se encuentra en la misma situación, no puede hacer frente a sus deudas. El FMI estima las pérdidas inevitables de los grandes bancos, hasta finales de 2010, en 3 billones y medio de dólares, pero sólo tiene en cuenta su balance público, no el sistema financiero satelital de esos bancos, que se encuentra fuera de las regulaciones estatales. Dubai señala hacia dónde va el resto, pues en definitiva fue dejado a la deriva por el emirato de Abu Dabi y por la Unión de Emiratos Árabes, que tienen enormes ingresos petroleros. Esta prescindencia estatal puso sobre el tapete la solvencia de las llamadas deudas soberanas, o sea las estatales, que se han incrementado enormemente como consecuencia de las operaciones fiscales de rescate y de la caída de los ingresos públicos.
También se confunden los que reducen la importancia del ‘default’ de Dubai a los 80 mil millones de dólares de deuda que ha acumulado, esto porque en el sistema financiero moderno cada dólar de deuda genera hasta 60 dólares de ‘derivados’, o sea la secuencia de contratos de seguros en cadena que se crean con cada deuda que se contrae. Es por eso que al minuto siguiente del anuncio del ‘default’, la tasa de riesgo de esos contratos ‘derivados’ se disparó hasta en un 30% -lo último que necesitan que ocurra los bancos y financistas endeudados.
No es por casualidad, entonces, que inmediatamente después del anuncio del ‘default’, los ojos de la prensa financiera se hayan vuelto a poner sobre Grecia. Un columnista muy bien informado del Financial Times no demoró en informar que la Unión Europea ya ha decidido no asistir al rescate de un ‘default’ griego, cuya deuda pública se acerca al 150% del PBI (esto suponiendo que no mienta, como Grecia seguramente lo hace). En su defecto, el flamante gobierno socialista a orillas del Egeo deberá recurrir al FMI, lo cual implica establecer un programa de despidos y reducciones de salarios como los que ya han ocurrido en Letonia y Lituania -donde la poda de los sueldos ha sido superior al 40% ¡en términos nominales! en solamente un año. Que Grecia soporte semejante hachazo está puesto en duda por todo el mundo, o sea que el gobierno corre el riesgo de caer antes de cumplir un par de meses en funciones. Italia e Irlanda no están muy distantes de los helenos; en el gobierno de Berlusconi se ha abierto una crisis contra la política de austeridad del ministro de Economía, Tremonti. Por ésta y por otras razones poco santas, ya se barrunta la caída de Berlusconi. La secuencia de los acontecimientos sigue el modelo de la depresión del 30: cae la Bolsa, luego no pasa nada, un día quiebra un banco de Austria -y todo al diablo. De nuevo, no hay que confundir el síntoma de una gangrena con la soledad de una picadura. La minúscula Dubai, después de todo, se ha visto forzada a retirar órdenes de compra de aviones a Airbus y a Boeing, por 20 mil millones de euros y nueve mil millones de dólares, respectivamente, que su compañía de aviación ya no necesita por la caída del turismo y de los negocios. Ahora se ha armado una flor de disputa por la apropiación la aerolínea de bandera de la ciudad-estado.
El ‘default’ aislado de Dubai no solamente encareció la tasa de interés de los contratos derivados en todas las plazas de Europa y en Estados Unidos. Afectó más que nada a los bancos ingleses y al Citi, los mismos que han sido los más golpeados por el derrumbe mundial. También suscitó un temblor de grado razonablemente elevado en los llamados países emergentes, que de pronto vieron como se disparaban hacia fuera los capitales golondrinas que habían ingresado en masa en los últimos meses. Como consecuencia, el dólar subió y el resto de las monedas, incluso el euro, comenzó a caer, con la excepción previsible del oro, que sube y no deja de subir con independencia de lo que ocurra con las monedas, esto porque es el reflejo de la tendencia al hundimiento de todo el sistema monetario. Dubai ha sido una advertencia para quienes apuestan al futuro radiante de Brasil, por ejemplo, pues cuando la gangrena vuelva a manifestarse, esos capitales saldrán en estampida por sobre todo en Brasil.
Existe una campaña publicitaria enorme para disimular el agravamiento de la bancarrota capitalista. Se magnifican y distorsionan datos y se los descontextualiza. Lo cierto es que la crisis de las hipotecas sigue y crece: se ha extendido a las residencias ‘prime’ y a las comerciales, de lo cual Dubai es un ejemplo, y que la gigantesca deuda llamada ‘estructurada’ -o sea que se emite contra el respaldo de hipotecas, obligaciones comerciales y tarjetas de crédito- está asentada en un pantano.
PRENSA OBRERA 3 DE DICIEMBRE DE 2009
Jorge Altamira (para Luis Oviedo, un apasionado del catastrofismo)
El ‘default’ de la deuda de un emporio semiestatal del emirato de Dubai fue despreciado enseguida como un hecho aislado, sin capacidad para alterar la llamada recuperación económica internacional. La crisis mundial, según los que piensan de esta manera, habría quedado irrevocablemente atrás. El error de semejante caracterización es, sin embargo, tanto de fondo como de forma. Es que el ‘default’ en cuestión es algo más que un hecho aislado, es un síntoma. Todo el sistema bancario mundial se encuentra en la misma situación, no puede hacer frente a sus deudas. El FMI estima las pérdidas inevitables de los grandes bancos, hasta finales de 2010, en 3 billones y medio de dólares, pero sólo tiene en cuenta su balance público, no el sistema financiero satelital de esos bancos, que se encuentra fuera de las regulaciones estatales. Dubai señala hacia dónde va el resto, pues en definitiva fue dejado a la deriva por el emirato de Abu Dabi y por la Unión de Emiratos Árabes, que tienen enormes ingresos petroleros. Esta prescindencia estatal puso sobre el tapete la solvencia de las llamadas deudas soberanas, o sea las estatales, que se han incrementado enormemente como consecuencia de las operaciones fiscales de rescate y de la caída de los ingresos públicos.
También se confunden los que reducen la importancia del ‘default’ de Dubai a los 80 mil millones de dólares de deuda que ha acumulado, esto porque en el sistema financiero moderno cada dólar de deuda genera hasta 60 dólares de ‘derivados’, o sea la secuencia de contratos de seguros en cadena que se crean con cada deuda que se contrae. Es por eso que al minuto siguiente del anuncio del ‘default’, la tasa de riesgo de esos contratos ‘derivados’ se disparó hasta en un 30% -lo último que necesitan que ocurra los bancos y financistas endeudados.
No es por casualidad, entonces, que inmediatamente después del anuncio del ‘default’, los ojos de la prensa financiera se hayan vuelto a poner sobre Grecia. Un columnista muy bien informado del Financial Times no demoró en informar que la Unión Europea ya ha decidido no asistir al rescate de un ‘default’ griego, cuya deuda pública se acerca al 150% del PBI (esto suponiendo que no mienta, como Grecia seguramente lo hace). En su defecto, el flamante gobierno socialista a orillas del Egeo deberá recurrir al FMI, lo cual implica establecer un programa de despidos y reducciones de salarios como los que ya han ocurrido en Letonia y Lituania -donde la poda de los sueldos ha sido superior al 40% ¡en términos nominales! en solamente un año. Que Grecia soporte semejante hachazo está puesto en duda por todo el mundo, o sea que el gobierno corre el riesgo de caer antes de cumplir un par de meses en funciones. Italia e Irlanda no están muy distantes de los helenos; en el gobierno de Berlusconi se ha abierto una crisis contra la política de austeridad del ministro de Economía, Tremonti. Por ésta y por otras razones poco santas, ya se barrunta la caída de Berlusconi. La secuencia de los acontecimientos sigue el modelo de la depresión del 30: cae la Bolsa, luego no pasa nada, un día quiebra un banco de Austria -y todo al diablo. De nuevo, no hay que confundir el síntoma de una gangrena con la soledad de una picadura. La minúscula Dubai, después de todo, se ha visto forzada a retirar órdenes de compra de aviones a Airbus y a Boeing, por 20 mil millones de euros y nueve mil millones de dólares, respectivamente, que su compañía de aviación ya no necesita por la caída del turismo y de los negocios. Ahora se ha armado una flor de disputa por la apropiación la aerolínea de bandera de la ciudad-estado.
El ‘default’ aislado de Dubai no solamente encareció la tasa de interés de los contratos derivados en todas las plazas de Europa y en Estados Unidos. Afectó más que nada a los bancos ingleses y al Citi, los mismos que han sido los más golpeados por el derrumbe mundial. También suscitó un temblor de grado razonablemente elevado en los llamados países emergentes, que de pronto vieron como se disparaban hacia fuera los capitales golondrinas que habían ingresado en masa en los últimos meses. Como consecuencia, el dólar subió y el resto de las monedas, incluso el euro, comenzó a caer, con la excepción previsible del oro, que sube y no deja de subir con independencia de lo que ocurra con las monedas, esto porque es el reflejo de la tendencia al hundimiento de todo el sistema monetario. Dubai ha sido una advertencia para quienes apuestan al futuro radiante de Brasil, por ejemplo, pues cuando la gangrena vuelva a manifestarse, esos capitales saldrán en estampida por sobre todo en Brasil.
Existe una campaña publicitaria enorme para disimular el agravamiento de la bancarrota capitalista. Se magnifican y distorsionan datos y se los descontextualiza. Lo cierto es que la crisis de las hipotecas sigue y crece: se ha extendido a las residencias ‘prime’ y a las comerciales, de lo cual Dubai es un ejemplo, y que la gigantesca deuda llamada ‘estructurada’ -o sea que se emite contra el respaldo de hipotecas, obligaciones comerciales y tarjetas de crédito- está asentada en un pantano.