Existen muchos escépticos que habiéndose alejado del socialismo, ahora observan con desdén las iniciativas y el interés de muchos pueblos por retomarlo. Desde los lugares comunes de la crítica que amplifica errores y omisiones de las experiencias «socialistas» del pasado reciente, se preguntan: ¿Se volverá al lugar donde se le abandonó, o a otro sitio? […]
Existen muchos escépticos que habiéndose alejado del socialismo, ahora observan con desdén las iniciativas y el interés de muchos pueblos por retomarlo. Desde los lugares comunes de la crítica que amplifica errores y omisiones de las experiencias «socialistas» del pasado reciente, se preguntan: ¿Se volverá al lugar donde se le abandonó, o a otro sitio? ¿Cuáles son los enfoques renovados y cuáles sus reivindicaciones? Tales interrogantes han sido abordadas por la revolución venezolana tras la activación de su fragua socialista.
El socialismo bolivariano del siglo XXI preserva la voluntad emancipadora de los socialismos precedentes, pero se plantea no repetir sus errores, intenta construirse a la luz de la enseñanza del pasado sin adoptar estereotipos ortodoxos y predefinidos.
Es un socialismo que ha preferido sintetizar la herencia cultural, social, histórica y política de sus raíces y fuentes originarias -el socialismo indoamericano, la resistencia cimarrona afroamericana, la teología de la liberación, el bolivarianismo y la gesta independentista de nuestros libertadores, el marxismo, el ecosocialismo, la perspectiva de género, la democracia de la calle y la revisión crítica de los postulados del socialismo real- antes que cavilar en la ya conocida incertidumbre de extrapolar disciplinas fundamentadas en visiones eurocéntricas o asiáticas de la organización de la sociedad. Se trata del Calibán de Fernández Retamar reinterpretado como nuestro símbolo, como emblema de la Latinoamérica multicultural, híbrida e insumisa frente a toda forma de colonización, edificadora de sus propios referentes sociales y políticos, capaz de integrar su diversidad y de trascender los modelos occidentales y los del campo socialista del siglo XX.
No se sabe aún con certeza qué será el socialismo del siglo XXI («SSXXI»), pero puede saberse qué no ha de ser: ni capitalista de Estado, ni populista-paternalista, ni mesiánico, ni estatista, ni armamentista, ni ateo, ni unipartidista, ni totalitario, ni extrapolador de modelos foráneos, ni practicante de un excesivo centralismo «democrático», ni auspiciante de la división entre dirigentes y dirigidos, ni dogmático, ni estrictamente productivista-economicista, en el sentido de abandono de la revolución cultural.
Como puede apreciarse, frente a concepciones anteriores el socialismo bolivariano tiene el privilegio -a poco más de una década del derrumbe del muro de Berlín y a poco menos de la capitulación ideológica de quienes alucinaban con el fin de las ideologías y la historia-, de haber acumulado la experiencia histórica de la explotación y la exclusión, y fundamentalmente de asumir la obligación de inventar, de alejarse de las soluciones sencillas y las lógicas lineales; se sabe emprendedor y flexible, por ello se alimenta de los enormes talleres de la creatividad popular.
El SSXXI reconoce de la tradición marxista un legado no dogmático y secular inspirador de los procesos emancipatorios de la humanidad. El ideal socialista y su práctica social ven en Marx, Engels, Lenin, Lukacs, Bujarin, Gramsci, Rosa Luxemburgo, Mariátegui, el Che, Trostsky, Salvador de la Plaza1… una veta que lejos de agotarse multiplica sus riquezas. Retomar el marxismo no sectario aviva la espiral histórica que nos trae de vuelta al punto donde se abandonó, pero habiendo avanzado un peldaño más. Recomenzamos como quien añeja vinos para festejar la vida y sus enseñanzas.
Estos esbozos iniciales, lejos de ser meros acomodos semánticos, adquieren una dimensión concreta en la agenda de trabajo para Venezuela, la cual centra su campo de actuación en la confianza plena en los ciudadanos organizados, conscientes y movilizados, antes que en estatutos imperturbables interpretados por clérigos de la teoría política que, por lo común, siempre distorsionan o canonizan las fuentes originales, tal como nos lo enseñan los horrendos episodios de la era estalinista, infelizmente justificados en la miope lectura del pensamiento socialista. Una vez más, como en casi todas las revoluciones, los pueblos no se sientan a esperar a los teóricos. En Venezuela se ha iniciado la marcha gramsciana de la filosofía de la praxis, y en el molino del «inventamos o erramos» de Simón Rodríguez se vierten los granos de la entusiasta y protagónica vinculación directa de las comunidades en las cuestiones públicas.
Pocos años han transcurrido desde la proclama socialista de Porto Alegre, en enero de 2005. Como bien sabemos, y también lo sabe Hugo Chávez, no basta con decretar el signo socialista de la revolución para que se concrete. Hará falta la adopción de diversas medidas de gobierno y políticas públicas para echarle a andar; pero fundamentalmente, hará falta la disposición colectiva y la voluntad de la sociedad en su conjunto, reflejada en actuaciones, formas, conductas, hábitos de vida, relaciones sociales y en la reorientación de las fuerzas productivas.
GESTION BOLIVARIANA
Puede resultar interesante dar un vuelo rasante sobre la amplia llanura de logros preliminares y actuaciones emprendidas rumbo al SSXXI en Venezuela. A tal fin, sirva el presente resumen que sólo enuncia algunos puntales:
1) La participación protagónica del poder popular como factor promotor centrado en la ciudadanía, como sujeto planificador, decisor, gestor y contralor de los asuntos públicos y no espectador pasivo de las funciones del Estado. Véanse los Consejos Comunales, los presupuestos participativos, los Consejos Locales de Planificación.
2) El carácter pacífico de la revolución.
3) La marcha hacia la plena inclusión social. Véanse los resultados de las Misiones Sociales en alfabetización, educación, sistema público de salud, alimentación, protección social, capacitación productiva y organización para el trabajo colectivo, etc. Revísense también los resultados en el cumplimiento anticipado de las metas del milenio, el incremento en la capacidad de ahorro y consumo de los estratos más bajos de la sociedad y el logro sublime de garantizar tres comidas por día a más del 92% de la población.
4) El inicio de la revolución agraria y el desarrollo rural integral, la guerra al latifundio y el otorgamiento de tierras a asociaciones de campesinos desde una perspectiva colectiva y no individual; a lo que se suman políticas de capacitación, asesoramiento técnico, financiamiento a bajo intereses…
5) El desarrollo de un nuevo modelo productivo, en el que se rompe con la explotación, la división técnica y la enajenación del trabajo. Véanse los ejercicios cogestionarios; las Empresas de Producción Social; la gestión de empresas recuperadas; la corresponsabilidad social empresarial; la diversificación y masificación del trabajo cooperativo; el despliegue de un sistema microfinanciero; la adopción de un modelo endógeno de desarrollo; la activación de una nueva estructura territorial; la redistribución de la riqueza nacional en favor de las mayorías.
6) El reconocimiento de los derechos originarios de los pueblos indígenas y comunidades afrodescendientes; la abolición de cualquier forma de discriminación: racial, de género, a minorías sexuales, discapacitados.
7) El impulso de un sistema multipolar y el freno al imperialismo.
8) El carácter internacionalista y la determinante opción por la integración latinoamericana. Véanse el Alba, la Misión Milagro internacional, el Banco del Sur, TeleSur, Petrocaribe, la política «Petróleo para los pobres del mundo», como signos inequívocos de la solidaridad desinteresada de dar a quien lo necesita, sin esperar nada a cambio.
9) La democratización de la información y la comunicación, y la ruptura de la hegemonía de los empresarios de medios de comunicación privados. La apertura a medios libres, comunitarios y alternativos que conciben la información como un bien público y no como una mercancía.
DEMOCRACIA PARTICIPATIVA Y PROTAGONICA
Todo ello, y otro tanto que no alcanzamos a mencionar en este artículo, se ha venido haciendo en democracia, sólo que en el SSXXI el modelo de democracia es participativo y protagónico. A diferencia de los socialismos del siglo XX, la democracia reside en un nuevo sujeto social colectivo que emerge de las propias dinámicas históricas del ámbito donde se determina su especificidad: en comunidades organizadas, trabajadores, campesinos, mujeres, ecologistas, estudiantes, etc. No radica en una cúpula corrupta y burocratizada que se abroga el control político de la sociedad bajo modalidades de intermediación, representación o «dictadura del proletariado».
La democracia es directa, el sistema en que los ciudadanos participan directamente en el proceso de toma de decisiones, pero no es excluyente de implementar poderes legislativos y ejecutivos (combinación de democracia directa con representativa).
En la mayoría de los casos, o en tantos como sea posible, se han de implementar dispositivos de acción y participación directa de la ciudadanía: delimitación de presupuestos locales, municipales, estatales y nacionales; administración de entidades crediticias tales como los bancos comunales; diagnósticos comunitarios; formulación de proyectos, programas y planes; ejecución de obras; delimitación y administración de actividades productivas, etc.
UNA PROPUESTA
EN CONSTRUCCION
El SSXXI no puede confinarse tras la rígida atadura de definiciones tempranas. Es preferible ir acuñándolo de modo que a la postre vaya dando asiento a un sistema de rasgos característicos. Su definición irá construyéndose progresiva y colectivamente, a partir de ciertas ideas fundacionales.
1) La sociedad socialista pide a cada uno de acuerdo a su capacidad y le entrega a cada cual de acuerdo con su necesidad real.
2) Ha de salvaguardar las premisas de igualdad, libertad y fraternidad, también ha de suponer pluralismo, cooperación, bienestar, paz, utopía y amor, como contrato social para la convivencia.
3) Busca fundar una nueva sociedad con igualdad material y cultural para la vida digna, en búsqueda del desarrollo integral de los seres humanos.
4) Procura en lo político lograr el propósito de la democracia infinita y el poder popular; en lo social, plena inclusión, seguridad y protección social; en lo territorial, ecodesarrollo armónico descentralizado y desconcentrado; en lo internacional, internacionalismo solidario, cooperación y complementación entre los pueblos; en lo cívico-militar, autodeterminación, independencia y soberanía; y en lo económico, durante la transición, economía mixta con nuevas relaciones de producción.
El capitalismo, en su marcha histórica, se ha caracterizado por romper los lazos sociales, desintegrar las comunidades, arruinar los recursos naturales y proletarizar continentes enteros. Por el contrario, el socialismo busca homologar las condiciones de vida de todos y todas, fundar un clase promedio que asuma la solidaridad entre las personas como un acto reflejo, con todas las necesidades reales cubiertas, felicidad suprema y exaltación subjetiva del potencial creador de los individuos, en el que se imponga la supremacía del trabajo al capital.
LA COYUNTURA
Tras el triunfo electoral de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales de 2006, con el 63% de los votos en unos comicios de amplia participación electoral (73%), Venezuela y su revolución han avanzado con solidez en la dirección de cumplir la promesa electoral: el socialismo.
Las primeras medidas rumbo al socialismo adoptadas por el presidente Chávez se denominaron Los Cinco Motores Constituyentes, esto es, cinco líneas programáticas orientadas a ordenar el nuevo entramado sociopolítico.
1) «Ley habilitante», para la actualización de la legislación vigente, casi toda signada por la lógica capitalista: ley del trabajo, seguridad social, código de comercio.
2) «Reforma constitucional», para cerrar las fisuras de la Constitución Bolivariana de 1999, la cual otorgó concesiones a la fórmula neoliberal, tales como la independencia del Banco Central y el aliento a determinadas privatizaciones.
3) «Moral y luces», a fin de incrementar la conciencia ciudadana y la adopción de valores humanos fundados en la regulación social.
4) «Nueva geometría del poder», con profundo arraigo ecológico, persigue el reordenamiento de la geopolítica nacional, específicamente repensar el territorio desde la perspectiva de la identificación de los ámbitos más apropiados para el despliegue participativo del poder popular.
5) «Exposición del poder comunal», como vía de fortalecer el sistema de consejos comunales, instancias de participación ciudadana a las que se les transfiere progresivamente poder de decisión, planificación, gestión y control sobre los asuntos públicos.
Asímismo, en el marco de las primeras acciones, se adelanta un empuje renacionalizador de sectores estratégicos de la economía: la Telefónica Nacional (CANTV); la explotación petrolera en la Franja del Orinoco, y la estatización de la porción del sector eléctrico no controlada por el Estado.
Por otra parte se cancelan todos los compromisos con el Banco Mundial y el FMI. Por tanto, se concreta la independencia frente a las principales instituciones que administran la globalización neoliberal.
Finalmente, se activa la constitución del Partido Socialista Unido de Venezuela, al que ya se han incorporado más de cinco millones y medio de aspirantes a militantes. Todo está por hacerse: bases programáticas, perfil de la militancia, estatutos, congreso constituyente, etc. Sin embargo, tal como lo ha señalado el presidente Chávez, se trata de un instrumento político democrático, cuyas autoridades serán elegidas por la base, un partido de masas que irá formando cuadros, sin programas maximalistas, capaz de movilizar a la sociedad en torno a su liberación; un partido para el agrupamiento revolucionario con profunda inserción en los movimientos sociales, sin que éstos sean cooptados.
REVOLUCION PACIFICA
En la ruta del capitalismo al socialismo habrá de producirse una larga transición que permita la instauración de nuevas relaciones sociales (superestructura), una nueva base económica (modo de producción) y la permanente revisión crítica de gestión (materialismo dialéctico); estamos hablando quizás de un salto generacional.
El reto en esa transición está en mediar consensos. Recordemos que la revolución bolivariana es pacífica, y transformar a Venezuela en paz supone diálogo de saberes y respeto a la pluralidad de pensamiento. ¿Qué sucedería si se decidiese abruptamente estatizar o nacionalizar todas las empresas privadas? Además, en alusión a la permanente crítica formulada por el propio presidente Chávez al burocratismo, la ineficiencia y la corrupción en el ámbito estatal y la carencia de servidores públicos capacitados técnica y políticamente: ¿están dadas las condiciones para que el Estado pase a tomar el control de todas las empresas privadas? Esto no está planteado ahora ni para mucho tiempo.
Venezuela está desafiando, por vez primera desde la experiencia chilena de Salvador Allende, el entramado de poder que condenó a América Latina al abandono durante casi tres décadas, blindándose, al tiempo, respecto de lo que tradicionalmente fueron respuestas a tales muestras de soberanía: una invasión exterior o un golpe apoyado desde Estados Unidos. Si Allende y la Unidad Popular fueron en su momento considerados un peligro «mayor que Cuba», por el efecto devastador del ejemplo de un proceso democrático y pacífico para la región, el proceso bolivariano, ahora socialista, es considerado por el imperio todavía más peligroso. A esto se añade la sui géneris condición de ser una revolución con apreciables riquezas, lo cual permite ampliar el radio de su acción emancipatoria fuera de sus fronteras
1 Abogado y economista venezolano nacido en 1896 y fallecido en 1970. Uno de los fundadores del Partido Revolucionario Venezolano, precursor del Partido Comunista.