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Una América Latina revuelta: ¿Para dónde vamos el 2005?

Fuentes: Argenpress

El rebote de la economía mundial de fines de 2003, se afianzó en el 2004 y, como se sabe, se prolongará -aunque atenuadamente- este 2005. En ese contexto, las bajas tasas de interés internacionales y los altos precios de las materias primas favorecieron una singular recuperación de las economías latinoamericanas. La fortaleza de la demanda […]

El rebote de la economía mundial de fines de 2003, se afianzó en el 2004 y, como se sabe, se prolongará -aunque atenuadamente- este 2005. En ese contexto, las bajas tasas de interés internacionales y los altos precios de las materias primas favorecieron una singular recuperación de las economías latinoamericanas. La fortaleza de la demanda china, en particular, elevó las exportaciones de alimentos, petróleo y minerales de nuestros países, sacándolos del prolongado ciclo recesivo vivido desde 1998 hasta el 2003.

La crisis de las políticas neoliberales en América Latina -que se extendió por la mayor parte de la región en el lustro precedente- tuvo así, en 2004, una pausa. De hecho, los grados de libertad ganados por los gobiernos con los mayores ingresos de exportación no se tradujeron en un mayor gasto público, sino que en mayores pagos de la deuda externa y avances en la estabilización macroeconómica y en la contención inflacionaria, sobre todo.

Con amargura, Leonardo Boff señala, a propósito del Brasil: ‘ la crisis social es, en parte, el precio que se paga por el éxito económico’. Pero esa paradoja se podría aplicar al desempeño de todo el continente: un crecimiento económico y un ‘boom exportador’ que no reactivó sino muy parcialmente al mercado interno y que convive con elevadas tasas de desempleo y salarios deprimidos.

En el tablero político de la región, la estrategia de los EEUU siguió perdiendo posiciones y viéndose obligada a readecuarse a una correlación de fuerzas más desfavorable. En un escenario en el que han cobrado dinamismo tanto la estrategia brasileña como la venezolana que -al margen de sus diferencias- confluyen en la contención de la maniobra estadounidense y en la generación de espacios de autonomía regional y específicamente sudamericana.

Así, en el plano de la integración económica, el ALCA se estancó definitivamente, y toda la iniciativa yanqui se desplazó a la negociación de TLCs bilaterales que han tenido múltiples tropiezos y enfrentado una creciente resistencia. Los 5 TLCS firmados con los países centroamericanos y la República Dominicana no han sido ratificados por el congreso de los EEUU y los que se negocian con Colombia, Ecuador y Perú han tenido múltiples desacuerdos y tensiones, amén de la resistencia de una activa movilización social que los denuncia.

Por su parte, los gobiernos brasileño y venezolano lideraron la constitución de una incipiente Comunidad Sudamericana de Naciones por parte de 12 países de la región, al mismo tiempo que se daba nuevos aires al MERCOSUR y se reanimaba el comercio y la inversión intrarregionales. Un hito histórico, independientemente de las contradicciones que subsisten en su seno y de la precariedad institucional que acompaña aún esta iniciativa; así como la falta de una más activa participación en este proceso de los movimientos sociales de la región.

En el plano militar, el aislamiento de los EEUU y de su peón colombiano, Alvaro Uribe, se hizo patente en la VI Conferencia Hemisférica de Ministros de Defensa -Quito, noviembre 2004- cuando 16 países, con Brasil al frente, votaron contra su propuesta de crear una fuerza militar interamericana para intervenir en conflictos internos de Latinoamérica, afirmándose, por el contrario, la idea de un bloque militar regional planteada por Hugo Chávez.

En el terreno político electoral, salvo la derrota del FMLN en El Salvador y el retroceso de la izquierda en las municipales de Brasil, los pronunciamientos ciudadanos en las urnas fueron favorables a las fuerzas políticas que se reclaman democráticas y progresistas o registraron significativos avances para ellas. Así aconteció en las elecciones presidenciales de Panamá y Uruguay, en el referéndum y las elecciones estaduales de Venezuela, y en las elecciones municipales de Bolivia y Chile, en particular. Sin embargo, el contenido o perspectiva de estos triunfos electorales es muy disímil y no puede generalizarse al respecto, dadas las profundas diferencias de cada proceso histórico y del trasfondo estructural diverso en que cada uno de ellos transcurre.

Uno de los aspectos cualitativos que permite discernir entre ellos es su mayor o menor soporte en procesos reales de movilización popular, en los que se exprese una creciente conciencia y organización de los excluidos y oprimidos, capaz de derivar en experiencias de poder que pongan fin a la crisis del sistema político. Y en este sentido es claro, una vez más, que los procesos de Venezuela y de Bolivia son los que preservan un mayor potencial de cambio histórico y revolucionario; en un caso, con el control del gobierno y de otros factores de poder en manos de las fuerzas populares, y en el otro, aún desde la oposición y con el soporte fundamental de su fuerza social y política.

El resonante triunfo de las fuerzas chavistas en el referéndum de agosto y en las elecciones estaduales y municipales que le sucedieron, ha dado paso a una ofensiva de la revolución bolivariana en múltiples frentes y con diversas iniciativas, tanto en el ámbito nacional como internacional.

Sólo para referirnos a éstas últimas: es Venezuela la que busca articular fuerzas en el Encuentro de artistas e intelectuales en Defensa de la Humanidad y en el II Congreso Bolivariano de los Pueblos; la que conviene con Cuba un conjunto de medidas concretas para abrir cauce al ALBA, la alternativa bolivariana para las Américas; la que en la última cumbre del MERCOSUR presiona por dotar de real poder político y económico a la naciente Comunidad Sudamericana de Naciones; la que empuja la integración energética con la constitución de las empresas Petrocaribe, Petrosur y Petroamérica, lo mismo que de Telesur, en el ámbito comunicacional. Es Venezuela, en definitiva, la que entra a disputar el liderazgo de una Sudamérica en proceso de conformación, que hasta ahora había descansado en la diplomacia brasileña como principal referente, impulsora y gestora. En un momento en que esa diplomacia empieza a chocar con el rumbo de la política económica del propio gobierno Lula.

En el caso de Bolivia, las elecciones municipales de noviembre terminaron de proyectar al MAS de Evo Morales como principal fuerza política del país y fueron el preludio de la nueva encrucijada en que éste se encuentra y que podría derivar en una súbita renuncia presidencial, la convocatoria de elecciones y el triunfo previsible del MAS en ellas.

El presidente Carlos Mesa se manejó con habilidad para ir postergando el cumplimiento cabal de los compromisos asumidos en octubre de 2003, utilizando como bandera para ganar apoyo el de la reposición de la demanda boliviana por la salida al mar en los foros internacionales y la realización de un referéndum un tanto ambiguo sobre el tema del gas. Pero la nueva ley de hidrocarburos se ha ido dilatando, lo mismo que postergando la convocatoria de la asamblea constituyente, y el juicio político de Gonzalo Sánchez de Losada. Terminó desatando la ira y la movilización popular con el alza de los combustibles. Bolivia está nuevamente paralizada y el cambio político parece inminente.

El MAS ha eludido empujar una salida insurreccional a la crisis, conciente de que ella podría restarle legitimidad nacional e internacional al recambio político y podría conllevar costos políticos y humanos significativos, al tener que confrontar con otras fuerzas políticas y con las fuerzas armadas, que cobrarían protagonismo en un escenario de tal naturaleza.

Inteligentemente, el MAS se ha ido posicionando y se acerca al control del gobierno cada hora que pasa. Una vez en él, habrá que ver su capacidad para ejercerlo, a la cabeza de un programa radical de cambios. La fortaleza de los cuadros del MAS, lo mismo que las alianzas sociales y políticas nacionales e internacionales que lo acompañen serán decisivas en lo que promete ser una experiencia histórica trascendente para el pueblo boliviano, pero también para toda Sudamérica.

Finalmente, una referencia a otros procesos en curso, en particular a los del Cono Sur – Brasil y Uruguay-. En ambos, es el descrédito de la derecha tradicional más que la emergencia política del movimiento popular la que dio paso a la victoria electoral de sus actuales gobernantes. El protagonismo de las fuerzas políticas es claro y se sobrepone al de los movimientos sociales; sin que en modo alguno se pueda sostener que éstos son débiles o inexistentes. Por otro lado, se trata de países que enfrentan una crítica dependencia del financiamiento externo, que los hace muy vulnerables a las presiones de la banca internacional.

El desempeño de Lula en Brasil ha sido suficientemente ilustrativo de lo que puede esperarse de situaciones como ésta, que parecen a grandes rasgos presagiar lo que ocurrirá con el gobierno de Tabaré Vásquez en Uruguay. Un manejo macroeconómico pragmático y subordinado a los equilibrios exigidos por la banca internacional postergará ineludiblemente las demandas sociales. Sin romper con las presiones de los acreedores de una deuda externa ilegítima, que profundice el camino que en un momento insinuó Kirchner en Argentina -y que al presente habría abandonado- no es mucho lo que podremos esperar de ellos.

Es basándose en estas experiencias que ‘la agencia Standard & Poor’s evalúa sin temores las posibilidades de victoria de izquierdistas en disputas electorales en México, Perú y Colombia. Las amenazas serían mínimas porque, según esta visión, los cambios de los últimos años se han dado en la postura de la izquierda, no en la visión de los mercados. ‘En vez de rechazar las políticas de sus opositores, diversos partidos históricamente de centro-izquierda han adoptado abordajes económicos más conservadores, reconociendo la importancia de la estabilidad macroeconómica tanto para el crecimiento a mediano y largo plazos como para avances sociales amplios’, señaló la calificadora.’

En todas estas experiencias, como lo han tenido que aprender en el movimiento indígena ecuatoriano, o en el MST del Brasil, la continuidad y fortalecimiento político de su movilización es la única garantía de que tales procesos no terminen en la más profunda frustración. Lo mismo podría decirse para el nuevo movimiento popular argentino y sin duda para el valeroso pueblo del Uruguay.

‘Mientras otros movimientos sociales se debilitan ante la llegada al gobierno de fuerzas progresistas o de izquierda, que suelen ‘arrebatarles’ sus banderas históricas y poner en cuestión su autonomía, el caso del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil, es completamente opuesto’, nos dice Raúl Zibecchi. ‘En los dos años del gobierno Lula no ha dejado de fortalecerse, al punto que hoy tiene más acampados que nunca en los veinte años que lleva trabajando por la reforma agraria y por la organización de los más pobres.’ Los movimientos campesinos, en especial el MST, están realizando ocupaciones de tierras todas las semanas. Hay alrededor de 200 mil familias acampadas.

Sin embargo, uno de sus asesores más influyentes afirma que ‘esta forma de presión no está siendo suficiente para que el gobierno atienda las demandas de las familias sin tierra. Reconocemos que elegir nuestro presidente no es suficiente para cambiar el país. Es necesario ampliar la organización del pueblo y crear nuevos espacios políticos para superar esta realidad . Nos quedan aún dos años de gobierno para aprender a relacionarnos con un gobierno que hace poco, pero que puede mejorar si lo apoyamos. Sin embargo, tenemos la certeza de que no es éste el gobierno que esperábamos. Pero hace bien soñar. Nos vamos a mantener atentos para luchar por nuestros principios y continuar intentando cambiar Brasil. Sabemos que Brasil sólo cambiará si cambia junto al resto de América Latina.’

Con tales lecciones de nuestros pueblos hermanos, construyamos, pues, esas esperanzas de cambio, también en este rincón de la América Latina.