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Una carrera de relevos, la historia

Fuentes: Rebelión

Si bien los asertos rotundos suelen pecar de peligrosos, por el angustiante vaivén de las cosas bajo el Sol, a diversos analistas no les ha temblado el pulso al declarar que la desdolarización y el fin de la hegemonía de EE.UU. y Occidente devienen indetenibles, y que el siglo XXI es el de Eurasia. Con […]

Si bien los asertos rotundos suelen pecar de peligrosos, por el angustiante vaivén de las cosas bajo el Sol, a diversos analistas no les ha temblado el pulso al declarar que la desdolarización y el fin de la hegemonía de EE.UU. y Occidente devienen indetenibles, y que el siglo XXI es el de Eurasia.

Con Guillermo Oglietti (digital CELAG), precisemos que aproximadamente el 75 por ciento de la impresión anual de la otrora divisa por antonomasia va al extranjero. El stock en circulación suma casi cuatro billones de USD, lo cual significa que el orbe ha entregado a los Estados Unidos bienes y servicios por un valor de tres billones, igual a tres cuartos del PIB anual de Sudamérica.

Mas no obstante el que el llamado billete verde continúa siendo el más utilizado en los cuatro recodos de la Tierra, diversos hechos incitan a vislumbrar la posibilidad de ingentes transformaciones en la economía y el sistema financiero globales. Significativa aquí, «la entrada en juego del euro, una moneda con un área económica detrás que tiene un peso en el mundo, en términos de PIB y comercio, equivalente a los Estados Unidos. Aunque el euro no ha sido el contrapeso frente al dólar esperado por los más optimistas, su presencia y crecimiento le ha restado algo de protagonismo como moneda de reserva y en el comercio internacional», estiman peritos tales Francisco Navarro y Alfredo Serrano, también colaboradores de la CELAG.

Por otro lado, contemos la presencia de los emergentes Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), sobre todo de China. El progreso en distintos mecanismos liderados por Beijing, de cooperación e intercambios, sin utilizar al «mimado» dólar abre espacios regionales a favor de otras alternativas, especialmente el yuan. Cabe recordar la trascendencia del Banco Asiático de Inversión e Infraestructura (BAII), y lo antes inconcebible: una plena transición geoeconómica, en la que aparecen bloques comerciales zonales que buscan las relaciones con sus propios recursos de compra-venta. (Por cierto, con vistas a hacer frente a las medidas coercitivas del Imperio, Venezuela anunció la exclusión del USD en la exportación de sus productos).

«En cuanto a moneda de reserva internacional que tienen los distintos bancos centrales de los países, el dólar ha visto disminuir su importancia. Si en el año 2000 representaba como moneda de reserva un 72 % del total, actualmente representa un 63 %. […] El valor del dólar ha caído levemente, unos dos puntos porcentuales, en la última década. Pero más importante es en este sentido la inclusión en la cesta del yuan (efectiva a partir del 1 de octubre de 2016). No tanto por el peso que restará al dólar sino por lo que significa en cuanto al reconocimiento de confianza del mundo capitalista a una moneda de una economía de la envergadura de China. Es un paso muy importante para un futuro papel determinante del yuan frente al dólar en el sistema monetario internacional», explican Navarro y Serrano.

Agreguemos que «el yuan se usa como moneda de reserva en 40 bancos centrales. En cuanto a las divisas intercambiadas a nivel mundial, si en el año 2001 el dólar tenía un peso de un 45 por ciento de todos los intercambios, en el 2010 éste había caído al 42,5%, aumentando hasta el 2016 al 43,8%. Vale la pena volver a destacar aquí la fuerte irrupción del yuan con un peso superior al 2% en la actualidad, siendo en el 2010 del 0,45%. Otro dato: el comercio Sur-Sur cada vez es más importante a nivel mundial: pasó de suponer un 6% en 1985 a un 24% en 2010; mientras que el comercio Norte-Norte retrocedió al 38%».

Para el experto Alberto Cruz (lahaine.org), China y Rusia llevan caminos paralelos, pero con una tendencia cada vez mayor hacia la confluencia. «Cada día que pasa se van acercando más y más puesto que ambos persiguen la misma meta: el fin de la hegemonía occidental».

Se sabe que uno de los primeros movimientos del mandatario Donald Trump fue acentuar las relaciones con Taiwán y aseverar que no se siente implicado en eso de «una sola China». La respuesta de Beijing «ha sido fulminante»: proclamar que sustituye el dólar en sus transacciones con Dinamarca, Hungría, México, Noruega, Polonia, Suecia y Turquía. Como es lógico, una medida de estas características ya se había comentado y decidido desde mucho tiempo, pero el momento elegido para hacerla pública no es casual. «China devuelve el golpe, con creces».

Y ahonda en la herida con un acuerdo en el que se insertan allegados a la Casa Blanca. «Un aviso a navegantes para la moribunda UE si mantiene su vasallaje respecto a EE.UU». Además, hay que detenerse en Turquía, cada vez más alejada de Washington, tras el fracaso del reciente golpe militar, la cual, a más de comerciar con la nación asiática en sus propias monedas, ha lanzado una estentórea advertencia a la Unión Europea y a los Estados Unidos. Está estudiando la posibilidad de incorporarse «de pleno» a la Organización para la Cooperación de Shanghái.

«Lujo», el del trasiego sin el medio de pago gringo que se gastan entre sí México, los miembros del Brics y Corea del Sur, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, en tanto se mantienen conversaciones sobre el asunto con Canadá, Nueva Zelanda y Singapur.

Los expuestos y muchos ejemplos más dan idea de por qué los hasta ahora privilegiados se obcecan en denigrar a quien ya sumó oficialmente el renmimbi a la canasta de divisas del FMI, por lo que, a la par de los aludidos territorios, cualquiera que se lo proponga puede utilizar esta moneda en sus operaciones económicas y financieras. Y para mayor inri de unos cuantos, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras anda concediendo créditos a los vecinos continentales en yuanes, ¡que no en dólares!

Por si no bastara, el Consejo Mundial del Oro ha certificado que en 2016 China y Rusia se han vuelto a convertir, por sexto año consecutivo, en los principales compradores del metal del planeta. A este ritmo, muy probablemente en cinco o seis años superarán a Francia e Italia en reservas y se situarán casi en paridad con las que mantiene el Fondo Monetario Internacional. Por encima de ellos sólo aparecerán EE.UU. y Alemania.

Según Cruz, el camino «para la desdolarización y el fin de la hegemonía de Occidente son imparables y en el mismo China juega un importantísimo papel junto a Rusia», que ha resistido mejor de lo que se esperaba las arremetidas a causa de la manipulada crisis en Ucrania.

Como a quien reniega del caldo, tres tazas, la supremacía de Washington en el sistema financiero recibió un hercúleo golpe. Hace poco Rusia, China y Arabia Saudita vendieron bonos del Tesoro de los EE.UU. por la suma de 37 900 millones de dólares. «Desde una perspectiva general, las inversiones globales en la deuda del Gobierno estadounidense se desplomaron a su nivel más bajo desde julio de 2012. Es evidente, el papel del dólar como moneda de reserva mundial nuevamente se ha puesto en cuestión», de acuerdo con el entendido Ariel Noyola, en la digital RT.

A juicio del observador, no es tanto que el volumen de endeudamiento público, en el presente por encima de los 19 billones de dólares, constituya una piedra en el zapato para la economía norteamericana, sino que más bien al Tío Sam le resulta decisivo garantizar diariamente un enorme flujo de caudales desde fuera a fin de cubrir sus déficits gemelos (comercial y presupuestario); «es decir, para el Departamento del Tesoro es un asunto de vida o muerte vender títulos de deuda a todo el mundo para de esta manera poder financiar los gastos del Estado».

La geopolítica también está jugando su baza en la configuración de un nuevo orden universal. Tras la imposición de coacciones económicas a Moscú, a partir de 2014, la relación con China tomó gran relevancia para los rusos. Ambas potencias han profundizado sus vínculos en todos los ámbitos, desde la economía hasta la cooperación militar. Aparte de prometer el suministro de gas a Beijing para las próximas tres décadas, el presidente Vladímir Putin construyó con su homólogo Xi Jinping una poderosa alianza financiera que busca terminar de una vez por todas con la dominación de la divisa estadounidense, apunta Noyola.

Empero, si los heraldos del imperialismo y sus adláteres truenan contra China, lo cierto es que, con numerosos problemas sociales y estructurales, el gigante se enfrenta a ellos metódica y denodadamente, comprometido a la mejora de su sociedad, su sistema político, y al ensanchamiento de su riqueza, al tiempo que se niega a sacrificar la soberanía y el bienestar de su pueblo, acota el conocido sociólogo James Petras.

De ahí que la política oficial yanqui para encarar al rival se asiente en rodearlo de bases militares y en perturbar su avance. Elementos de esa estrategia, los medios de comunicación y los supuestos «expertos» occidentales magnifican los entuertos ajenos y minimizan los suyos propios. «Pero todo el ruido que crean esas ranas, croando al unísono, no cambiará el mundo real».

En ese contexto, insistamos en que, aunque los asertos rotundos suelen pecar de peligrosos, sí, por el angustiante vaivén de las cosas bajo el Sol, el camino de la desdolarización y el término del dominio de Occidente parecen indetenibles. Y el siglo XXI podría ser el de Eurasia. (Más ahora, cuando el inefable billete ha perdido parte de su condición de refugio impenetrable que ha mantenido en tiempos de ansiedad generalizada, por obra y gracia de los rugidos contra Corea del Norte y los castigos al «oso Misha»).

Al menos, así lo está evidenciando la carrera de relevos que es la historia.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.