Recomiendo:
0

Una condena a muerte como guinda electoral

Fuentes:

El Alto Tribunal constituido en el Irak ocupado para juzgar al ex presidente Sadam Husein ha cumplido su cometido sin defraudar expectativas ni en el contenido ni en los plazos. Aunque las responsabilidades del genocidio kurdo sean igual si no más abultadas en el caso de Turquía y aunque en el origen de esa tragedia […]

El Alto Tribunal constituido en el Irak ocupado para juzgar al ex presidente Sadam Husein ha cumplido su cometido sin defraudar expectativas ni en el contenido ni en los plazos. Aunque las responsabilidades del genocidio kurdo sean igual si no más abultadas en el caso de Turquía y aunque en el origen de esa tragedia las responsabilidades apunten a las potencias que pactaron el estatus quo tras las dos grandes guerras mundiales, entraba dentro de lo previsible que el Alto Tribunal dictara la pena máxima para el rais iraquí por la matanza de 142 civiles, cometida en 1982, en la aldea kurda de Dujail.

Si no hubo sorpresa en cuanto a la sentencia, que satisface las aspiraciones de Estados Unidos de acabar con el dirigente que durante décadas fuera su mejor aliado en la región, bien puede decirse que el momento elegido para dar a conocer el veredicto es una buena guinda para el pastel de la campaña republicana a las elecciones legislativas que se celebran hoy en los Estados Unidos.

George Bush ha tratado durante esta campaña de demostrar dos cosas: la primera es que la seguridad de los y las estadounidenses bien merece el sacrificio de algunas libertades; y la segunda, que las campañas militares que el Pentágono mantiene en Afganistán e Irak son imprescindibles dentro de la «batalla global contra el terrorismo», que el presidente estadounidense defiende, en tono mesiánico, como la gran misión de su mandato.

El mantenimiento en el poder de Sadam Husein, tras la primera Guerra del Golfo, se convirtió en una afrenta mayor para el Nuevo Orden Internacional perfilado sobre la Tormenta del Desierto. El «error» se corrigió tras la invasión de Irak por una amplia coalición multinacional, en 2003. Sin embargo, pese a que Sadam Husein permanece desde entonces en una prisión vigilada por tropas estadounidenses, ello no se ha traducido en el sometimiento de la población iraquí a los ocupantes y es más que dudoso que su muerte vaya a hacer desistir a la resistencia. Con Irak supermilitarizado, de momento los efectos de la sentencia son más visibles en otras latitudes. La UE ha rechazado, en respeto al acerbo comunitario sobre derechos humanos, esta pena de muerte. ¿Adoptará alguna medida de presión efectiva? Pocas esperanzas cabe albergar. Está por ver también que la sentencia sirva a Bush para algo más que para mitigar pérdidas electorales a mitad de mandato. –