La FIFA juega sucio en Brasil mientras los brasileños se preguntan ¿Para quién es esta Copa?
Después de 64 años de la primera vez que organizaron una copa mundial de futbol, hoy empieza en São Paulo la Copa 2014 que concluirá el 13 de julio en Río de Janeiro. Un mes de fútbol para el que los ciudadanos brasileños han pagado ya un precio muy alto, nada que ver con los 10 billones de reales que se embolsarán los organizadores de la FIFA (Fédération Internationale de Football Association, con sede en Suiza), el mismo valor que las dos últimas copas del mundo juntas.
En Brasil, siempre hay lugar para el fútbol. Donde sea. En la calle, en la playa, en canchas improvisadas. A quien le gusta este deporte lo juega descalzo, con deportivas, en estadios, formando parte de un equipo o entre amigos como lo hiciera alguna vez Pelé, Ronaldo, Ronaldiño o Neymar. No es casual ver porterías en los lugares más inhóspitos, en el campo, en la ciudad, en la selva, en aldeas indígenas o en favelas. La mayoría de brasileños han jugado un partido o lo han visto en directo en grandes estadios, en la televisión o sentados en la plaza de su barrio. Pero a medida que el deporte se ha convertido en industria y se ha hecho de élites ha ido desapareciendo aquel juego lúdico y colectivo, la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí.
Con el balón ya en centro de la cancha a día de hoy país conocido como el gigante latinoamericano celebrará el Mundial de fútbol 2014, un mega evento creado por la FIFA que será el privilegio de pocos y el dolor de cabeza de muchos. De hecho, la parte de los dolores de cabeza, ya ha comenzado y varios movimientos sociales históricos en el país se han unido en forma de Comités Populares – en 11 de las 12 ciudades brasileñas que albergarán alguno de los partidos- para identificar los legados que ya está dejando esta Copa, incluso antes de empezar. Exigen que no se continúen violando los derechos humanos de los ciudadanos a costa de un descomunal evento del que pocos podrán participar.
Entre los legados que ha dejado esta Copa murieron 8 personas durante la construcción de los nuevos estadios y 3 en otros estadios; 250 mil personas fueron desalojadas de sus casas, comerciantes y artistas independientes no podrán trabajar, aumentó la explotación sexual de mujeres, niños y adolescentes y la violencia contra los indigentes. Además, varios espacios públicos fueron cedidos sin concesiones a empresas privadas.
A todos estos legados se les suman la elitización del acceso a los estadios de fútbol, inversiones millonarias en armamento para la policía, leyes de excepción que sirven para criminalizar la protesta y una enorme y cuestionable deuda que deberán pagar los ciudadanos brasileños.
Danilo Cajazeira es corinthiano -hincha del Corinthians Paulista, el «Timão» (equipazo)- y apasionado por el fútbol. Juega en un equipo amateur, el Autonomus F.C y es parte del Comité Popular de la Copa en São Paulo. Nos cuenta de forma muy clara lo que está pasando en su país: «Si tu padre invita a alguien a tu casa y el invitado dice: voy a tu casa pero saca a tu hijo de su cuarto, construye una oficina para mí, en la nevera sólo puedes tener la bebida y la comida de la marca que yo quiera, tu abuela se tendrá que ir porque no me gusta, vas a tener que contratar seguridad para que pueda estar ahí, vas a tener que desalojar a tus vecinos para construir un estacionamiento para mis carros y tu hija de 14 años va a tener que danzar semidesnuda durante toda la visita. Esto es exactamente lo que está pasando aquí», comenta Danilo indignado para hacernos entender que el gobierno brasileño invitó a la FIFA para realizar una Copa en Brasil imponiendo sus condiciones al país y a sus ciudadanos. Brasil aceptó y quien está pagando las consecuencias es el pueblo.
Según Danilo y los Comités Populares, las reglas del juego impuestas no son justas. ¿Copa para quién?, se preguntan. La respuesta: «la Copa no es para la gente. Es para las corporaciones, para las constructoras, para los turistas, pero no para el pueblo brasileño.
«Copa sem povo, to na rua de novo»
«Copa sin pueblo, salgo a la calle de nuevo», este es uno de los lemas de los Comités Populares que llevan ya 3 años funcionando, organizando manifestaciones en la calle, «Copas Rebeldes» -partidos de fútbol entre movimientos sociales – y actividades de denuncia púbica como la que tendrá lugar el próximo día 10 paralelamente al Congreso de la FIFA en São Paulo que reunirá 209 federaciones afiliadas a la entidad. Para ese día el Comité se reunirá con todos los colectivos afectados por la realización de esta Copa y los movimientos sociales históricos que no han parado de movilizarse hasta hoy por demandas de vivienda, transporte digno y derecho a la ciudad.
En 2007, en el año en que Brasil estaba en pleno crecimiento económico, salió su nombre para recibir la Copa del Mundo 2014. Por ese entonces se estaban celebrando los juegos Panamericanos en Río de Janeiro. «Esta fue una de las primeras experiencias para ver qué tan excluyente es un mega evento como este y de los resquicios que dejan antes, durante y después en los territorios», comenta Vanessa Santos, miembro del Coité Popular da Copa de São Paulo.
En efecto, los Panamericanos sirvieron como ensayo para ver lo que podría ocurrir con un mega evento como el Mundial: gente desalojada, trabajadores ambulantes fuera, mujeres traficadas explotadas sexualmente. Además, el complejo que se construyó especialmente para estos juegos, hoy día, está abandonado.
¿Quién pierde con la celebración de este mega evento?
«¿Qué diferencia hay si el Mundial se celebra en mi ciudad si yo no puedo ir a la cancha, ir a las fiestas que lo retransmitirán en directo y además, mi vida empeora?» se pregunta Danilo quien insiste en que las ciudades ya son excluyentes, represoras y están militarizadas, pero con esta Copa todo esto incrementa.
Desalojos, militarización de la policía y represión son 3 de los factores centrales de denuncia de este movimiento de movimientos aglutinados en los Comités.
«Por culpa de la Copa varias personas están siendo desalojadas de forma violenta, con el uso de la fuerza y de forma indigna de la calle y llevadas para albergues que son verdaderos campos de concentración», comenta Vanessa Santos, miembro del Comité Popular de la Copa en São Paulo.
Según Vanessa, hace 7 años, cuando Brasil fue «escogido» para tener esta Copa deberían haber empezado a crearse políticas públicas tanto por el tema de explotación sexual como por el tráfico de personas. Eso no pasó y ya tenemos denuncias sobre el augmento del número de prostíbulos alrededor de los estadios y de mujeres prostitutas siendo amenazadas por la policía que les dice que tendrán que salir de la calle para dejar el «espacio limpio» de cara a los turistas».
La Copa no es el problema en sí, comenta Danilo, sino un momento en que todos los problemas de la ciudad están siendo agravados. «La lucha no empezó en 2013 y no va a terminar en 2014. Es un momento de visibilización y articulación para que cuando se vaya la Copa, la lucha, siga.»
De hecho, el origen de los Comités Populares son los movimientos que desde hace años luchan por una vivienda digna. Ellos fueron los que empezaron a aglutinarlos en 2010 y 2011. Luego, se fueron agregando otros movimientos de trabajadores ambulantes, por el derecho de las mujeres, estudiantes, colectivos autónomos, anarquistas, movimientos de catadores de material reciclable, movimientos de calle. Para todos ellos, lo que hace la Copa es empeorar, incrementar y colocar de forma más agresiva un proyecto de ciudad segregador, excluyente, privado, un balcón de negocios donde las corporaciones vienen para comprar y vender el espacio y la gente se queda cada vez más fuera de todo, les arrebatan el derecho a la ciudad.
A todo esto le tendríamos que sumar que por lo menos 242 familias brasileñas no tienen acceso a electricidad -960 mil personas según el Ministerio de Energía entendemos que toda esta parte de la población repartida por el país difícilmente participará de la Copa del Mundo más cara de la historia con un costo oficial previsto de 25’7 billones de reales según el Portal da Transparencia.
Un balón millonario
Cuando un país recibe un mega evento como este, junto viene un paquete de cosas que hay que aceptar sí o sí. Entre ellas las leyes de excepción que están dentro de la llamada «Ley general de la Copa» aprobada hace 2 semanas por la ultima instancia en el Tribunal Superior de Brasil. Sin esta Ley, no hay Copa. Una ley que permite la creación de zonas de exclusión de 2 km alrededor de los Estadios en espacios públicos (un cerco militar) y la excepción de impuestos (alrededor de 10 billones de reales) para garantizar que FIFA y las corporaciones patrocinadoras gocen sus lucros.
Además, según nos cuenta Danilo, desde 2013 el Estado está intimando a activistas y organizadores de movimientos históricos. «La policía va directamente a las casas de personas que están organizando protestas, a casa de sus madres, de parientes para detenerlos preventivamente y así para evitar que hagan algo durante la Copa».
El discurso oficial, comenta, es que van a detener sólo a vándalos pero en la práctica van a casa de gente que está involucrada con movimientos sociales desde hace mucho tiempo. «Parece que hemos vuelto a la época de la dictadura.»
La Ley General de la Copa crea nuevos tribunales que están alrededor de las canchas y si cometes un crimen que va en contra de esta Ley puedes ser juzgado en este «tribunal de excepción» con penas altas y sin el derecho a una defensa amplia -buscar testimonios y derecho a defensa-.
La inversión de un billón y medio de reales en seguridad es uno de los gastos de la Copa que más impresiona y es la FIFA quien está creando las reglas del juego con la «Lei Geral da Copa». de 2012
Durante un mes Brasil será un territorio donde sus leyes propias dejan de existir y todo el mundo debe obedecer las reglas de la FIFA. «Estamos donando, ni siquiera alquilando nuestro territorio para la FIFA durante un mes», asegura Danilo.
Pero en realidad será más de un mes, pues la Ley general de la Copa, que entró en vigor en 2012 estará vigente no sólo durante el mes de la Copa sino hasta el 31 de diciembre de 2014, curiosamente hasta después las elecciones brasileñas que se celebrarán en octubre del presente año.
«Además, van a aprovechar este período de la Copa para decidir y votar muchas cosas, por ejemplo la PEC 215 ley que modifica el modo de demarcación de tierra indígena cuya aprobación los perjudicaría aún más», comenta Vanessa.
Usurpación del territorio y de la cultura popular
Los Comités Populares denuncian la forma como la FIFA, las corporaciones y los patrocinadores de la Copa se están apropiando de la cultura popular y del territorio brasileño para generar lucro a sus corporaciones.
Las grandes constructoras ganan cada vez más dinero mientras las poblaciones más vulnerables queden cada vez más en situación de miseria. Y exclusión bajo el mito de querer hacer «ciudades seguras».
Cuando se impone un Mundial en un país se mueve mucho dinero entre las élites empresariales y políticas, de partidos. No olvidemos que las constructoras civiles, financian todas las campañas políticas de todos los partidos, por lo tanto, todos los partidos políticos ganan con eso en pleno año electoral.
Se trata de un evento perfecto para que los grupos económicos del país puedan ganar dinero explotando una ocasión popular y es «el país del fútbol» el que está mostrando al mundo que lo que era una pasión popular es cada vez una mafia de menos personas «que utilizan la pasión de verdad de la gente para ganar mucho dinero.», comenta Danilo.
Gastos públicos en negocios privados
Por un lado, Brasil invirtió, como dijimos, un billón y medio de reales en seguridad pública. Los gastos privados para la construcción de los estadios representan menos del 1% de todas las obras. El resto, aun cuando se trata de empresas privadas que están construyendo los estadios, lo están haciendo con préstamos del Banco Nacional de Desarrollo (BNDES).
Por ejemplo, todo el estadio de Corinthians fue construido con dinero del poder público, del BNDS o a través de inyecciones fiscales. «Lo que dicen es que se va a pagar de vuelta», comenta Danilo, hincha de este equipo desde niño, «pero, el estadio de Corinthians tiene que funcionar a toda capacidad durante 7 años para pagarlo de vuelta con entradas a un precio alto». Los que hicieron la cuenta dicen que son necesarios 1.146 años para pagar el préstamo sólo con la entrada.
Los Comités populares se quejan de que se gaste en esto y no se invierta en tener mejor transporte público o viviendas dignas sino para crear ciudades mucho más excluyentes. Las obras de movilidad planeadas para la Copa van a quedar a medias. Sólo un 20% fueron completadas y 1/3 fueron canceladas. Además, un 20% son obras destinadas a reformas de los aeropuertos que no es transporte público.
La elitización del deporte nacional
Hubo un momento en Brasil en que en el fútbol también tenía lugar la política. Durante la dictadura, por ejemplo, las hinchadas en las tribunas de los estadios desplegaban las primeras pancartas en contra del régimen. El fútbol era popular, participativo, para todos. A mediados de los 90 esto fue cambiando y el fútbol se fue haciendo elitista en todas sus esferas tanto en las hinchadas como en el juego. Cada vez había menos jugadores que tenían una condición social de origen pobre. La Copa viene para terminar de completar este proceso, es una disculpa institucional perfecta para terminar de hacer lo que se hace desde los 90 que es sacar a los pobres de los estadios y poner a los ricos (08:14)
«La Copa de la FIFA no es una copa para todos, es una copa para los ricos y las corporaciones», cometa Danilo. «Y lo mismo pasa en China, en Yemen, Arabia Saudita o Brasil, siempre van a hacer un circo en donde habrá entradas muy caras y los hinchas no tendrán nada que ver con los hinchas de toda la vida…»
Además, la FIFA, detrás de una estructura de fundación sin fines lucrativos, hay un montón de pequeña empresas -ligadas a los dirigentes de FIFA- que son usadas para lavar dinero y que están dando mucho dinero a todos los dirigentes de la FIFA. Es un golpe muy viejo del capitalismo este tipo de estrategia para lavar dinero.
La jugada está en la calle
La rabia y la indignación de no participar en esta Copa y las cantidades astronómicas de dinero que va a ir a los bolsillos de las corporaciones hizo que la gente se organizara en las calles aprovechando el auge de movimientos populares que luchan históricamente por un transporte público o por una vivienda digna y que en junio del año pasado tuvieron un apogeo también histórico.
Es un momento nuevo el que se vive en Brasil en el que por primera vez la gente se junta en la calle con una demanda única: el derecho a la ciudad, con espacio para la gente y no para las corporaciones.
En el ambiente de las movilizaciones contra la Copa en Brasil se respira la desesperanza en los partidos políticos -en año electoral- y en los sindicatos y se percibe un gran esfuerzo en la auto organización y en la creación de otras maneras de hacer política.
«Exigimos que el gobierno pare de violar derechos y que hagan una reparación de daños para la gente que tuvo sus derechos violados. Para muchos de ellos es tarde. Por ejemplo, los 9 operarios que murieron en la construcción de los estadios.», comenta Danilo.
La lucha contra esta copa es una lucha contra la privatización del espacio público, contra la violación de derechos, una lucha por recuperar la autonomía sobre un territorio que se está vendiendo a costa de vidas. Es una lucha para recuperar la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí.
Marta Molina Periodista Independiente. Reporting on Resistances [RR]
(Una versión de este artículo fue publicada originalmente en inglés por Waging Non Violence)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.